7
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Pilar Duet
DIAPASÓN
Uno
No hay más hermoso adiós que aquel que deja
un cuerpo en otro cuerpo.
El alma siente el resplandor desnudo
de la carne tremante.
Brilla la oscuridad y transparentan
sus enigmas las sombras.
El fragor de los sexos ilumina
con diamantes y estrellas
el laberinto de la plenitud.
Y todo es melodioso.
Dos
Asomada a tus ojos miro el cielo
oscuro y transparente, donde yacen
terciopelos, diamantes, armonías.
Abrazo tu cintura y los jazmines
perfuman mi dolor y lo transforman
en suavidad y lasitud: en júbilo.
Si me acerco a tu cuerpo toco a Dios
y a través de la carne llego al alma.
8
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M. Ángeles Pérez López
La mujer inventa el mundo y
es azul.
Parece cotidiano en su simpleza,
su límpida canción de los objetos
en la materia sola y reservada
con que se inicia el tiempo y el ritual
del té que abre su aroma en los pesares
y cancela la historia, los rigores,
los campamentos rojos de la ira.
La mujer inventa el mundo y es azul.
El cruel temperamento del granito
desarma sus moluscos, los espejos
de la roca que se hace maleable
y vuelve migazón las convicciones,
tobillo tan flexible como el agua
que rota sobre sí su levedad.
Y el azul no es del boli de la infancia,
del bic y su costumbre en el oído
sino la sangre entera y persistente
que cosió las alfombras, los pañuelos,
las melfas, las zozobras y caftanes
con flores que olvidaron el cobalto
en su estallido azul contra la muerte;
la misma sangre firme que circula
como un cordón por cosas y personas
atándolas al viento y sus finezas.
Cortesías de apego y de intemperie.
9
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Carmel
Cashels
ELISABETH BARRETT
Los ojos sobre el libro,
y el corazón soñando,
escucha el crepitar
del fuego, que levanta
imágenes sonoras,
palabras encendidas
hasta el sitial del vértigo.
Dibujos entre el humo,
visiones en el alma
mientras la mano mueve
las páginas hermosas,
el aroma del tiempo
en que una pluma supo
dar vida a una verdad.
Lejos, el mar voltea
también la verde página
de su oscuro oleaje,
editando en el viento
rumores de aventuras
cuyos ecos resuenan
en la pequeña estancia
donde todos los días
son iguales, igual
que un navío varado
en un mínimo estanque.
Quién pudiera correr
en busca de otras islas,
dormir bajo el silencio
del cielo constelado,
o bajo la tormenta
de la espada y la lluvia,
hasta caer exhausta
después de haber vencido
a la piratería
o al leviatán terrible;
quién pudiera tener
el cuerpo
roto y sucio
de trabajar la tierra,
en vez de la piel blanca
y la mano hábil solo
para esgrimir la pluma
con la que trazar versos
silenciosos y oscuros.
Triste felicidad
amar lo que se tiene
sin tener lo que se ama.
El corazón sonoro
brinca con la lectura
y llora cuando escribe;
porque el libro no puede
sustituir la vida.
10
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Antonio Méndez Rubio
ZERKALO
Vivid en la casa y la
casa existirá.
Arseni Tarkovski
No hay ni eco…
Pero ¿cómo se puede
afirmar que no había nada
más que olvidar cuando
eso mismo,
hecho posible sin don,
es todo lo que nos falta?
Ya ves… ¡Ve, abre! Mira:
si las nubes se retuercen
despacio, de ese modo, es
que su soledad
nos acompaña mientras
nos descalzamos una y otra
vez
saliendo
de esa evidencia,
de otras preguntas para que
les salga vapor de dentro:
hasta
que se abra el cielo.
11
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Juan Ramón Barat
NOCHE DE VERANO
Una vez, siendo niño, le
pregunté a mi padre
a dónde van los hombres
cuando mueren.
Era una hermosa noche de
verano.
Estábamos sentados a la
puerta
de la casa en dos sillas
de anea y contemplábamos el
cielo.
El aire nos traía
dulcemente
el olor del jazmín.
Mi padre me miró con ojos
bondadosos
y tras breve silencio me
explicó
que la muerte no existe y
que los hombres
acaban transformándose en
estrellas
que brillan en el cielo.
Cuando me hice mayor y
consulté los libros
descubrí con sorpresa
que la luz de los astros no
es eterna,
que también su existencia
se consume
con el paso del tiempo.
Ya hace muchos años que mi
padre murió.
Hoy quisiera tenerlo junto
a mí,
igual que aquella noche, y
poder formularle
la pregunta obsesiva que me
hago
al mirar hacia el cielo
en mi silla de anea
solitaria:
¿a dónde van los astros
cuando mueren?
12
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Juan Manuel Rodríguez Tobal
Aprendimos las piedras.
Aquella infinitud
cabía en unas manos.
Amábamos las cosas pasajeras
con la alegría torpe de las bestias pequeñas.
Al despertar, desnudos,
sentíamos su peso en nuestro vientre.
Nos hacía mamá
limpios de corazón.
*****
Veíamos crecer el fuego entre sus manos.
Era hermoso decir adiós al fuego
como si nunca el fuego fuera a volver a casa.
Era
hermoso no arder, no iluminar
con nuestra llama el aire:
era la piedra de la soledad.
Entonces sí era hermoso no saber
ninguna de las formas de la misericordia
para darnos calor.
13
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Francisco Gálvez
OTRA VEZ
LITERATURA
I
Auster no dispone de las
reliquias de Europa
pero es rabiosamente antiguo
aunque nunca lo piensa.
Lleva la emoción con pinzas de
relojero
y con la rapidez de un fotograma.
A veces se desdobla
entre la hierba en la distancia
de altos edificios
o escribe de lo que todos
hablamos, de extremo a extremo,
y la palabra en mitad de una
calle, señal de cómo somos,
formas de sentir a diario. Una
mujer en la oscuridad
y otra bajo la luz de una farola,
las dos esperan
a que llegue el día. El agua
sobrepasa a la verdina
y las piedras señalan un lugar.
Y Manhattan ya tiene pasado
y no está huérfana, hoy no espera
al viejo mundo,
ya tiene ese universo tan nuestro
y tan suyo.
II
En nada se parece al poeta
que todos esperan
y se llama Anselmo. No lleva móvil
ni donde dejarle recado.
Por las calles de la ciudad
camina entre árboles
y gente en silencio, a todos
sonríe,
entre veladores de las cafeterías
busca a sus posibles lectores
y deja un ramillete de poemas
sobre las mesas,
no habla ni pide nada. La ciudad
le tiene aprecio,
lleva una guitarra que nunca
toca. Los poemas son buenos,
se los compro sin gesto académico
-somos amigos, hablo con él,
escucho su poética- Cuando
termina la ronda recorre el camino
de vuelta, algún diálogo si le
hablan, y casi siempre se marcha
sin apenas nada. Esa libertad se
permite. Ayer a un poeta quieto
le han dado el premio nacional al
fomento de la lectura.
14
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Antonio Aguilar Rodríguez
14_lista de comidas para la semana
El lunes te meriendo,
te ceno el martes,
el miércoles rebaño
tu cuerpo con mis dedos,
el jueves te relamo,
el viernes muerdo tu mentón
como una fresa,
y el sábado devoro
constelaciones de lunares
en tu cintura.
Tan sólo ya nos queda
decidir en qué lado de la
cama
desayunamos el domingo.
15
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José Cantero
Mulier
in love
Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo,
sentí mi corazón tremular mis entrañas
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.
El dolor y el amor fueron entrelazándose,
y la pasión serena abrió un bosque de gozos
soñados siempre y nunca conseguidos. El pálpito,
como un caos naciente, abrió un nuevo universo
íntimo e infinito. Los colores, las músicas,
los mares de la sangre y los glóbulos del alma
estallaban gimiendo madrigales, cantando
júbilos y motetes que desgranaban luz
y pusieron mis ojos ante un rostro de bruma
cenital e invisible que era todos los rostros
y todos los enigmas. Se comprimió el espacio
en un solo latido, y el tiempo abrió su forma
en una sola imagen. Fulminada, caí
en un prado solemne donde causas y efectos,
sin orden sucesivo, abrazaban las aves,
las estrellas, el polen, y los sentidos eran
un magma entretejido de orden y confusión,
de plenitud y abismo. La estancia ardió de pronto
y era el mundo un bajel ubicuo y constelado
naufragando en la isla donde la muerte es vida
y todo se desvela como si nunca hubiese
existido el misterio.
16
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Diego Torres
DESCRIPCIÓN DE LA BATALLA
La flecha hiende el ojo que el escudo
no ha podido ocultar, y un borbotón
de sangre mancha el rostro, permitiendo
que la lanza penetre el pecho. Caen
los hombres en la tierra. Los caballos
arrastran sus jinetes, ya cadáveres
trizados por los cascos. Las espadas
acusan el cansancio, pero siguen
sajando, desmembrando. Piernas, brazos
yacen en la verdumbre. El fiero sol
también es un puñal; brilla en el aire
y fulge en las corazas. Los ejércitos,
como dos pedernales, se golpean
hasta encender la hoguera de la muerte,
que recoge los cuerpos y transforma
el campo de batalla en cementerio.
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Rubén Martín Díaz
Si algo
te asombra, entra. No declines
estar
en eso
que deseas.
No lo
mires. Contempla. Date a ello.
Ten por
seguro
que
habrá estado esperándote
antes de
que llegaras.
Si el
bosque te respira,
abre el
pulmón. Sé árbol.
Si la
piedra entorpece tu camino,
entonces
cógela,
hazte
piedra en tu mano
y
prolonga tu cuerpo en la distancia
cuando
la arrojes.
Si es la
isla que te observa desde lejos,
piénsate
en ella;
incluso el agua cambia
todos
sus átomos
llegada
al barro que limita
la
orilla.
Si es la llama
que
vertebra la bóveda del aire,
crece en
el fuego. Cumple sus designios.
Si el
animal se asusta,
entra en
su miedo. Dale paz. No vayas
tras él.
Y si es la luz
que unta
de otoños este mirador
desde el
que observas,
déjala cruzar
tu
cuerpo
y que en
él se ilumine con justicia.
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Diana Boucher
EL BUSCÓN DE SU DESHONRA
En un
lugar, que puede ser cualquiera
porque en todos ocurre que el amor
manda en hombres y hembras, sucedió
que había dos amigos, tan fraternos
que todo era de ambos. Uno de ellos
se enamoró de una mujer hermosa
y se casó con ella; y fue feliz.
Pero Anselmo -porque este era su nombre-
empezó a sentir pronto la desdicha
de no ver con la misma asiduidad
a su amigo Lotario; y aunque este
le explicó que en el dos no cabe el tres,
hubo, ante el mucho ruego y pertinacia,
de seguir visitando a los casados
como si no lo fueran.
Tanto Anselmo
insistió en que las gentes no importaban,
ni sus habladurías -y además,
que el amor de su esposa era imbatible
y su fidelidad a toda prueba-,
que Lotario no pudo decir no
a las insensateces de su amigo,
ya empeñado en probar con claros hechos
el honor inmutable de Camila.
Y así, la visitaba el buen Lotario,
y hasta la
requería y requebraba
con requiebros que el propio esposo urdía
y ya había olvidado repetir.
En fin: pues que la dama, tras negarse
una vez y diez veces, a la onceava
prefirió a quien de tanto amor le hablaba;
y
obedeciendo a su esposo
-aunque
este nunca lo supo-
entró al
su amigo en su cama
y lo tomó
por amante.
Que es de vidrio la mujer
-el hombre no le va en zaga-
y no se
debe probar
si se
puede o no quebrar,
pues se pudiera romper.
19
---------------------------
Pedro
Abelardo
MADRIGAL
Si yo fuera un poeta
de la estirpe de
Dante o de Petrarca,
y pudieras
creerme, te diría:
Para mí son más
bellas tus palabras
que todo el
universo constelado,
y prefiero tu
risa
al cascabel
que irradian las estrellas.
No hay más
materia que la de tu cuerpo
ni más alma que
la de nuestro amor.
Ni siquiera los
dioses
tuvieron tanta
dicha.
Soy la felicidad
cuando me abrazas.
20
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Francisco
Caro
bosque
Las desgajadas, secas.
El hombre mira
bien que estén secas.
El haz crece, su brazo.
Sólo busca
calor y las recoge. No
todas,
él las prefiere
primero débiles,
han de
prender la lumbre, el temblor
de la llama que inicie,
bien lo sabe
luego, las recias.
Su cuidado procura, cada
noche,
sostén al fuego. Aún
ignora si las brasas
que pudieran salvarle
llegarán. Al final,
cuando los hielos fuertes,
con los odios más
fuertes.
Con paciencia recoge
-igual que hiciera ayer,
lo mismo que mañana- como
si fueran leña
palabras en el bosque.
Tiene frío y está
despidiendo la vida.
---------------------------
Javier Lostalé
DESNUDO
Tu desnudo tiene la quietud
de una rosa antes del
amanecer.
Abandonado en el límite
de la ausencia más pura
emite una luz
en la que entera leo mi
vida
sin alterar el secreto de
la tuya,
pues quien así se entrega
es sólo ascensión sin
tacto,
eternidad de lengua
absuelta.
Nadie habite entonces la
flotación dormida del amante
hasta que su corazón
desborde
y se produzca el bautismo
del mundo.
No hay conquista en tu
desnudo,
sino postrimería en
revelación
pues principio y fin en él
se anudan.
Si me inclino sobre su
oscilante cristal de llama
escucho un fulgor de
palabras primeras
que me reúne con todo lo
amado hasta llegar a ti,
y callo cuanto supe
para reiniciar contigo el
tiempo.
Es tu desnudo destino
donde se fecundan aurora y
atardecer,
y lo que el pensamiento
toca
germina consumación.
No hay en ti desnudo
sino tiempo y espacio en
suspensión,
honda sombra con pulso
en la que no dejo de
nacer.
---------------------------
Francisco
Alba
SOLDADO
Iba
masticando un trozo de carne que no quería comer.
Buscaba
cómo deshacerme de él.
Mugía el
toro de Falaris dentro de mi cabeza española.
Me
dieron de baja en la Seguridad Social.
Al lado
había unos rusos. Me aparté para tirar
el bolo
de carne y entonces un ruso acercó un platillo.
Se
parecía a un árbol muy pobre que conocí.
Metí mis
entrañas dentro de un armario de trajes de lujo.
El ruso
estiró el brazo creyendo que le daba una limosna:
lo que dejé
en su mano fue el trozo de carne.
Yo era
un soldado alemán. Ellos querían vengarse
por el
insulto y me buscaban. Pero había un crematorio.
23
---------------------------
Miguel Heredia
AMISTAD
Acosado en mitad de la
existencia
por la espada de la
mortalidad,
persigue el corazón
una deidad
que apacigüe el dolor
de la conciencia.
Desengañado, el hombre
ve en la ciencia
otro dios que mitigue
su orfandad.
Mas, prisionero de su
soledad,
mira a la muerte al
fin con indolencia.
Ha buscado en los
cielos y en la tierra,
pero no entre los
hombres; ha olvidado
el sentimiento de
fraternidad.
Solo encuentra la paz
en tanta guerra
-la cósmica acechanza,
el sino airado-
aquel que se refugia en la amistad.
24
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Alfonso Pascal Ros
CASI NADA HE SABIDO DESDE ENTONCES
Casi nada he sabido desde entonces.
Hablo de aquellos trazos de cartilla
de niño y letras grandes, pocos libros,
y padre preocupado por la vida.
En nada diferentes a los otros,
hablo de que era un niño todavía.
Mejor no saber nada de las cosas
de la calle y volver a la cocina
a que madre me tome la lección,
la eme con la a de carrerilla.
Poco más he aprendido desde entonces
que no sea empeorar caligrafías.
25
---------------------------
José Cereijo
Una de las razones
que hacen grato el
silencio, a cierta edad,
es que es el ámbito de los
que se fueron.
Su voz, íntima y tenue, no
puede oírse
en mitad del ruido continuo
de las cosas; que, además,
es abusivo e irrespetuoso
para la calma, la soñadora
delicadeza
en que les gusta vivir.
(Quizá no se han repuesto
del todo de la muerte;
quizá uno no se repone
nunca de algo así).
En cualquier caso, el
silencio es su patria.
Es allí, sin palabras,
donde uno puede tener
la esperanza de
encontrarlos. Y vale la pena. Son una compañía
paciente y comprensiva,
y saben mucho, muchísimo
(la muerte
es una gran escuela). Su
visita
nos deja serenamente
enriquecidos, aunque a veces
no sepamos muy bien cómo.
(No importa).
Uno se acostumbra a
distinguir
a quienes están habituados
a ese trato; hay en ellos
esa misma delicadeza, esa
sabiduría,
que sólo en él pueden aprenderse.
Hasta el punto
de que las otras compañías
se nos hacen, a veces,
algo superficiales. Es como
si no hubieran aprendido
a darse cuenta, aún, de
ciertas cosas.
26
---------------------------
José Luis Campal
XXXIX
Nos puede, y dejamos que se
imponga,
una torrentera de abrazos
surfeando los apetitos
inabarcables
del presente que no cesa.
Cuando las bocas galopan
infatigables
esas playas de oro
que nos acarician bajo las
estrellas,
nos deleitamos en los
pliegues de la memoria
hecha certeza y
consumación.
XL
De nuestros cuerpos
vaciándose
recordamos cada mañana
los ardientes cánticos
que fulgían en las miradas
como hierba recién cortada,
embriagando las
confidencias,
envolviéndonos en locos
deseos
más parecidos que nada
a la vida por la que
suspiramos
en los años de extravío.
27
---------------------------
Eduardo Lastres
El cielo tristemente se va
de vacaciones
cada vez que quiero verte
inundada de sol
y de agua y de sonrisas.
Qué bello ese aliento de
ola
surcando las arenas
que lamen tu recuerdo. Qué
silenciosa la noche
tan cargada de ti, tan
solitaria,
que no recuerdo ya el sabor
del aire
que respirabas, incluso, si
morías
de amor en el tejido de tus
cabellos,
ligeramente negros.
---------------------------
Ada Soriano
LA GRAN MADRE
A la memoria de Concepción Muñoz Samper,
mi
abuela materna.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al
primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Octavio Paz
Me acerqué a la casa donde antaño
vivías
y no hallé puerta ni ventanas.
Ni un solo resquicio por donde
asomarme.
Sólo quería contemplar la
escalinata
por donde subías y bajabas.
No estos muros de cemento
como la losa que te cubre.
No el lugar donde descansas
sin poder cruzar contigo una
palabra.
No este paraje desolado
donde los sauces enfilados
anochecen
el angosto camino,
donde las flores, sedientas de
piedad,
agonizan a la caída del sol.
Han pasado tantos, tantos años.
De tu hogar, antes cálido y
alegre,
sólo queda un recinto donde se
aúnan
la frialdad y la tristeza.
Sé que pronto caerá tu casa
con el ruido cruel
de la máquina del hombre.
Edificarán, edificarán
por encima de nuestros recuerdos.
Han de temblar los cimientos
con una agitación incontenible
como temblaron en su día
los corazones de los que te aman.
Pero ni la densidad del muro
ni el poder del hierro afilado
podrán ahuyentar de mi memoria
la armonía de tu semblante:
tu imagen contradictoria
de mujer que reía conteniendo a la
vez
un gesto de amargura.
Se ha instalado en mí una huella
de la cual no puedo evadirme
porque la humanidad y la fortaleza
que de ti emanaban
lograron que la soledad
no fuese un comienzo azaroso
sino un final, una victoria
en la lucha por la vida.
---------------------------
Juan Antonio Díaz de
Lope
Las almendritas
en su laberinto
no conocen
el camino.
Allí arriba,
solas,
la luz las dora.
Las almendritas
(allá en lo alto)
¡son tan pequeñas!
En el invierno
con flores sueñan.
Las almendritas
esperan,
y esperando
se quedan quietas.
Las almendritas
no tienen frío,
lucen su capa
para el rocío.
Las almendritas
ya no están solas:
¡una flor blanca
ya les asoma!
30
---------------------------
Ignacio Fernández Perandones
PERSISTENCIA
Atento
a la cerilla
que
unos dedos dejaron
al
borde del camino
apagada
en la piedra.
Varilla
diminuta
olvidada
y concisa.
Terca
raya escondida
en
el centro de nada.
Evocación
de llama
que
pudo iluminar.
Anhelo
recortado
hasta
llamarse nada.
Segmento
de la vida
que
prende y que se inclina
como
un mástil caído
en
brevísimo lance.
Pero
persiste y dura
con
su gris “todavía”
en
medio de una tarde
asombrada
de serlo.
Desierta
ya de tiempo,
sólo
nos dice: “soy”,
sin
nada que añadir
a
su pura existencia.
31
---------------------------
Daniel Aldaya
EJECUTIVO DEL AÑO SEGÚN THE NEW YORK TIMES
Yo era un ejecutivo de sonrisa fácil, juventud
eterna,
gomina y mano dura, con bastante fama dentro del
gremio.
Él un obrero de la compañía, sección quince.
No me tembló el pulso, la voz, al comunicarle
un despido tan improcedente como necesario.
De mi boca salieron decenas de excusas
y reducciones de plantilla
(ahora no entiendo tanta excusa
ni el aumento posterior de plantilla),
pero tenía ganas de liquidar el asunto
y dar carpetazo al expediente y finiquito.
Me felicitaron los jefes, fui nombrado
Ejecutivo del año por mi labor agresiva, creativa
y económica al frente de la empresa,
con beneficios bajo el brazo, saldo favorable
en el presente ejercicio.
Pero coincidí a la salida del cine
con el susodicho padre de familia (horror, en la
misma sala)
y respectiva, mis hijos coincidieron en la Universidad
de Columbia con los suyos, mi mujer con la suya en
unos
/ cursos
de autodefensa y, años después, coincidimos
en la misma cola del paro, donde unos ejecutivos de
sonrisa
fácil, más jóvenes, gomina y mano dura
habían tenido a bien
confiarme.
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Manuel Valero Gómez
Y aunque buscas a Dios,
a Dios maldices
Francisco
Alonso Ruiz
La noche temblaba en la boca de
Dios
y desde sus entrañas
ocupaba
la risa, el mercado,
los cafés, el silencio, la vida
Una noche, como ésta,
plomiza y rota,
desde los pulmones del campanario
hasta la esquina
de sangre derramada
Porque la noche es más que una
boca,
la noche es un cuerpo
enfermo de sueño,
la noche persiste honda,
la noche des
cien
de por su pereza
hasta los albañales,
hasta nuestro salón de nieve,
hasta la pérfida y remota alcoba
que por el cansancio nos conoce
Y allí,
ante nosotros la noche huérfana
que temblaba y tiembla
en su redondo tedio
contra la ciudad:
¡refugio de lluvia, llanto y vidriera!
La noche es un monstruo
de hambre
desgarrado en unos labios,
en la acera del tiempo
un cuerpo en sus soledades
desgarrado
dejando para sí mismo
su propio cuerpo
hasta no ser otra cosa que la
noche
La noche temblaba en la boca de
Dios
y en la Iglesia, la sierra y el
río
rumor de Muerte
habitaba su morada
sobre los jazmines