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Cae sobre mí como lluvia suave
y no atiende a razones.
Va y me susurra al oído palabras
encendidas del más vivo lenguaje.
Graba siempre mi nombre
en los troncos de los chopos desnudos,
a la orilla del río,
fundido junto al suyo.
Se desliza en las sombras de la noche,
así como el felino tras su presa,
y se escabulle luego
en los arbustos del jardín cercano.
Me llama y su rugido
se escucha en el pantanal donde silban
los pájaros al alba rosicler.
Habita en soledad y no desea
otra compañía que mi presencia.
Ella es así, y
cautiva.
matematico.es