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viernes, 31 de julio de 2020

La pandemia silencia el Festival Bayreuth 2020


Ahora puedes oír esta versión histórica de TANHAUSER


Aunque Radio Clásica ya no es lo que era hace unas décadas -porque, siguiendo los desvíos del hombre, se ha trivilizado, como todo, para ponerse al servicio del ocio más superfluo-, sigue emitiendo anualmente esa victoria extraordinaria del Arte sobre la Economía -no sé si en la más alta ocasión que vieron los siglos o porque la soberbia de un hombre pudo más que la de un rey-.
     Me refiero al Festival de Bayreuth que iniciase Wagner para gloria de sí mismo -en 1876- y para gozo de la Humanidad. 
     Si hay que citar cuatro himalayas de la Música, el primero en el que suele pensarse es Mozart. Pero frente a la facilidad natural de tal pentagramista para construir belleza -que lo hace parecer un dios o extraterrestre entre los hombres-, prefiero a los hombres cuyo esfuerzo los convierte en dioses terrenales.
     Prefiero -cierto que ma non troppo- a Bach, Beethoven y Wagner (a pesar de que siempre Schumann haya sido mi alter ego). La pluma, el pentagrama, el pincel y demás herramientas creadoras de la prolongación del universo debieran ser forjadas por sus dueños en el mismo crisol que esta tríada inmensa forjó sus péñolas: la sensatez, el equilibrio, la armonía, la ambición, la constancia, la revisión ... todo lo que determina que un poema -y sus sinónimos artísticos- sea tallado como un diamante.
La música es la única palabra 
que desmiente la inefabilidad.

SIN EMBARGO, TAMBIÉN LA PANDEMIA HA LLEGADO A BAYREUTH. SE HAN SUSPENDIDO LAS REPRESENTACIONES. POR ESO ESTOS ENLACES:
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El anillo del nibelungo


Muerte de Isolda

Bayreuth

miércoles, 29 de julio de 2020

El abrazo inmortal.


Barber: Adagio

Se amaban tanto que temían que aquel amor muriese, o decreciera, o que uno de los dos siguiese amando y el otro ya no amase. Era un infierno incombustible encerrado en un paraíso, un continente dentro de una isla, un vendaval en plena calma. Y lo que había sido plenitud y dicha se fue transformando en pasión atormentada, insatisfecho encuentro, estrategias para no perder al otro, laberinto de conductas que apenas dejaban ya entrever los sentimientos.

Los besos ya no eran de fuego, sino ascuas que dolían, y el miedo a perder la mutua compañía se convirtió en soledad de cada uno. La felicidad que le habían conquistado al mundo con su pequeño mundo se marchitaba, y por temor a perder lo que vivían en un mañana gris perdieron el presente.

Nunca supieron que no existe más tiempo que el instante y que hay que construirlo cada día con las ruinas del ayer y los sueños del mañana.

Cuando superaron el dolor de la separación buscaron el amor inmortal en otros corazones: pero todos latían mortalmente. 


lunes, 27 de julio de 2020

La gangrena invisible (Saber decir adiós, 3)



Saint-Saëns: Muerte del cisne


      La ciencia nos otorga una vida cada vez más larga y saludable. La medicina ha desterrado el dolor físico. La nanotecnología biológica eliminará las cirugías cuando sus minúsculas naves lleguen, inyectadas en la sangre y siguiendo su flujo, hasta el lugar de nuestro cuerpo en el que una célula ha empezado a envenenarse y a contagiar a las demás. Y la sanará y seguiremos vivos aún más años. 
     Pero moriremos. Y no nos horrorizaríamos si admitiésemos que la inmortalidad no existe ni hay un verdugo esperando tras la muerte. 
     No hay mayor crueldad que mostrar la vida como una plenitud y un ansia de perpetuarse en ese gozo y, en seguida, aflorar la conciencia de la muerte como un ladrón que nos roba lo que nos pertenece. Quienes creen en un Dios creador y demiurgo creen en la existencia de un gran torturador. El cristianismo y otras multinacionales del espíritu llevan siglos haciendo una publicidad necrófila, vendiendo un culto a la muerte que ha terminado por emponzoñar las mentes y gangrenar la alegría inserta en los genes. Simplemente, nacemos programados para morir, y toda mueca existencialista es muy humana, pero aumenta el dolor de nuestro adiós. 
     Vivir dichosamente no consiste tanto en elegir las cosas que más nos interesan como en evitar las que menos nos convienen. 

domingo, 26 de julio de 2020

La montaña mágica

Canteloube: Cantos de Auvernia. Bailero.



Estaba yo mirando la existencia de otro modo: sus colinas para atisbar la luz, y ya no solo sus abismos con su acechante oscuridad.
     Abrí La montaña mágica con desgana en sus primeras páginas; pero me ganó ese mundo en el que Thomas Mann opone a la mortalidad un canto a la existencia. 
     La fuente de los libros es la vida; y darla es su desembocadura. Por eso los libros que no transmiten vida mueren rápidamente. El autor crea alternativas a la existencia en sus utopías, o la satiriza con distopías: ofrenda lo mejor probable o avisa del posible peligro. El arte lo crea el hombre para el hombre, no el artista para el artista. El autor que permanece vivo es porque da vida al lector, no porque lo distrae de su vida. 
     Eso ocurre con La montaña mágica.
     Imposible escapar de su fascinación: de cómo el joven Hans Castorp ingresa en un balneario para pasar unas vacaciones de 15 días y acaba atrapado, durante siete años, por la hipnosis y magia de ese rumor de vida apartada del mundo.
     La minuciosa aventura interior de los muchos personajes teje una inabandonable necesidad de seguir leyendo: y la historia se convierte en una excelsa novela de aprendizaje, tanto para el protagonista como para el lector, que asiste a un canto a la existencia a través de la continua presencia de unos seres aparentemente desahuciados por la enfermedad.
     Inolvidables Castorp, Settembrini, Claudia... y las innumerables digresiones sobre la vida, la muerte, el amor, el arte...
     Como toda gran obra, un universo con sus propias leyes.


La lectura requiere el olor de la imprenta, el tacto de la página, el timbre de la voz interior de quien lee. Aun así, he aquí un fragmento inicial:




viernes, 24 de julio de 2020

Vida extraterrestre


Vida extraterrestre

Querido Doctor: 
Permíteme una anotación sobre tu comentario (ver)
a mi entrada de ayer en el blog:

Contra la creencia popular de que es improbable la vida extraterrestre, dice el Nobel Christian de Duve que la vida es una manifestación inevitable de la materia, y que las condiciones adecuadas para su aparición se dan un millón de veces en cada galaxia; lo que quiere decir que, solo en la nuestra, es probable que tengamos un millón de especies hermanastras. 
     La Tierra ha engendrado -a lo largo de los cuatro mil quinientos millones de años de su historia- 30.000 millones de especies de criaturas, entre las que se encuentra el homo sapiens, cuya edad apenas llega al 0’0001 de la terrestre. 
     ¿Cómo no admitir que lo mismo ha sucedido en otros lugares del universo y que existen otras inteligencias más sensatas? ¿Iremos en su búsqueda, como en una mala película ficticia, cuando aquí nos asfixiemos? ¿Encontraremos planetas también contaminados o repetiremos allí nuestros errores?
     Confieso que yo, que siempre he sido -tristemente- un escéptico, cada vez considero menos difícil aceptar la probable existencia de otros mundos y otras vidas: por lo inexplicable -o inexplicado- de algunas cosas del nuestro y por la íntima e irrefrenable pulsión de inmortalidad que nos caracteriza. Últimamente me esfuerzo en considerar que no todo tiende hacia lo peor -Ley de Murphy- sino a lo mejor: no es creíble que un Hacedor sea tan cruel como para insertarnos el instinto de inmortalidad o supervivencia y, simultáneamente, la conciencia de la mortalidad.


jueves, 23 de julio de 2020

El elemento raigal


Beethoven: "Septimino"


El progreso no tiene conciencia y lo mismo avanza que atropella.
      Afortunadamente, el hombre es un ser cambiante: por eso es capaz de mejorar en todo. Puede cambiar el egoísmo por la solidaridad, por ejemplo. Lo que importa son los rasgos esenciales, los que nos caracterizan, no los circunstanciales, que se reducen a ser merodeos de nuestra línea recta hacia el bien y el bienestar 
     Si yo tuviera que quedarme con un rasgo humano elegiría el de la responsabilidad. Quien es raigalmente responsable siempre actúa sabiendo que todo es causa y consecuencia de todo. Por eso, sin ser esclavo de los demás, los tiene en cuenta y procura marcharse de este mundo dejándolo mejor que cuando lo encontró.

La impunidad

Bartok: Música para cuerdas,  percusión y celesta

Todo político intenta ser bueno para los demás antes de convertirse en malo para todos. También creo que muchos políticos prefieren continuar siendo politicastros a sabiendas de que provocan más daño que beneficios a aquellos que representan.

Los fantasmas no provocan miedo porque no existen: es el miedo el que crea fantasmas. Igualmente: es el miedo social el que permite el malestar social: el individuo no se rebela en las urnas, que es cuando está -y se siente- solo; teme "salir del trueno y caer en el relámpago", que diría Lázaro de Tormes, y se aferra al "más vale malo conocido que bueno por conocer" porque su experiencia le dice con desencanto que no hay buenos que no se conviertan en malos. Así que solamente se manifiesta contra esto y aquello cuando se agrupa en las calles, justa o injustamente, indignado o no, porque se ampara en el anonimato de la muchedumbre, que es muy valientemente cobarde y puede "meter miedo" a todos. Pero la muchedumbre no vota más que en las encuestas: y estas están hechas para que sepan qué deben pensar quienes no tienen criterio propio.

Con la excusa de la crisis, hay demasiados creyentes de que el hambre permite incumplir las leyes.


miércoles, 22 de julio de 2020

La aceptación templada (Saber decir adiós, 2)

Leer antes>>>

Saber decir adiós


Mussorgki: Canciones y danzas de la muerte


     Cuántos pasan sus años temiendo que el médico les diagnostique un cáncer y se consumen esperando la aparición de esa amenaza. Mejor viviríamos -por difícil que resulte afrontarlo en el primer instante- si aceptásemos que el cáncer empezó cuando nacimos porque la muerte forma parte de nuestras células, que estas van degenerándose hasta que la necrosis aparece en cualquier lugar de nuestro cuerpo. Que morimos mientras nacemos, mientras caminamos, mientras sonreímos; y que pensar en ello obsesivamente no acelera ni detiene el proceso. Que el médico nos lo anuncie antes o después no es más que una constatación de la condición mortal de la existencia: una cuestión de fechas. Somos material fungible y en el ADN está impresa nuestra caducidad. De manera que, una vez asumido, solo queda seguir caminando y disfrutar del paseo haciendo disfrutar a los paseantes que nos contemplan. Es la mejor terapia: la aceptación templada de lo inevitable. Y la ofrenda de nuestras experiencias para que de ellas se beneficien quienes nacen.
     Además: ¿Quién ha dicho que la muerte no es una puerta hacia otra estancia?

domingo, 19 de julio de 2020

Saber decir adiós

Rachmaninov: La isla de los muertos


     Todos tememos morir. Nada hay contra la muerte y poco contra el temor que despierta, por mucho que se haya esforzado el hombre en hallar remedios y consuelos. La filosofía ha creado fórmulas como la de Epicuro: “¿Por qué temer la muerte si cuando es no soy y cuando soy no es?”. Pero los razonamientos no sirven cuando llegamos ante el umbral. La muerte es el último acto de nuestra vida y lo afrontamos tal y como hemos vividos los otros actos. Solo nos han enseñado a vivir y a morir las religiones o sus iglesias, y su enseñanza ha sido la consideración de que la muerte es un castigo o una liberación del existir; con lo cual vida y muerte forman parte de la misma concepción dolorosa de que la existencia es un infierno. 
     Sin embargo, esa agonía en la que tantos han convertido la vida pudiera disminuirse si considerásemos que vivir es un viaje que debemos aprovechar porque viajar es hermoso. Saber que el viaje se acaba no impide disfrutar de él. Igualmente, saber -sin laberintos eclesiásticos ni miedos infantiles- que vivir implica morir no debiera impedirnos el disfrute de la vida. Porque la vida es la conciencia de que sentimos y pensamos, y que hemos emergido a ella igual que nos sumergiremos, con la muerte, en la inconsciencia. 

viernes, 17 de julio de 2020

Perennidad de lo efímero



Dowland: Come again
La mayoría de los poetas concibe la poesía como una profesión, y a lo más que llega es a rubricar ejercicios de inteligencia, olvidando que el hombre es el objeto y sujeto de la literatura, no un mero autor y lector de lindezas. 
Porque hay dos clases de autores: los que se autobiografían incluso sin saberlo, construyendo la Biografía esencial de todo hombre, y los que se mienten inventándose máscaras. 
Hay que despojar el sentimiento, el pensamiento y la palabra de todo cuanto impide reconocer su desnuda verdad universal -lo cual no se consigue simplemente con la sinceridad, que es solo una perspectiva, ni con la autenticidad, sino con lo que estas tienen de tangencial con las sinceridades y autenticidades de todos los demás hombres-. 
Hay que practicar el nudismo verbal para convertir lo efímero en perenne.

jueves, 16 de julio de 2020

¿Qué es la belleza?

¿Qué es la belleza? He aquí una respuesta:

¿No es este Nocturno (del cuarteto nº 2 de Borodin) una invasión de la belleza, sea cual sea su definición o sustancia?
Volvamos a escucharlo:

Y su transcripción para piano, tan lírico como la suavidad de las cuerdas:

¿No transmite esta música la elocuencia callada de la inefabilidad? Ese es el secreto de los grandes espíritus: nombrar lo innombrable, hacernos ver la invisibilidad.
Muchos rostros tiene la belleza, tanto si es artística como de la Naturaleza, y sin duda este es uno de ellos.

He aquí una versión en la que la cámara visualizadora ilustra la hermosura traída y llevada de un instrumento a otro. Empieza el violoncelo su melodioso canto y lo cede al violín afiladísimo que ha permanecido en silencio. Después el tema va siendo tomado y dejado, complementado y pulsado por las distintas cuerdas:



Finalmente, el cuarteto completo en su versión sinfónica, que, en este caso, al perder la intimidad de "música de cámara", desmerece del original:

martes, 14 de julio de 2020

La verdadera historia de Judas


Beethoven: Cristo en el monte de lod olivos


Dicen los que saben decir -y no como yo, que no sé ni pío XII- que Judas er Malo era wena persona; y cuando los médicos de la Historia le diagnosticaron un cáncer consistente en que tenía que vender a su amigo Chus el de los muchos milagros, sufrió una taquicardia que ni los seísmos tectónicos.
     En fin: que buscó la manera de evitar lo inevitable, porque alguien tenía que ser el besador norturnal de los holivares (*) y, si no era él, caería sobre otro la maldición de las 30 monedas. Buscó a la Verónica pa vender su paño como oro en tal o como un cuadro de Picotassso... y nada... ya lo había centrifugado... Trató de vender los derechos de autor de la oreja cortada del Vangog ese... y también lo había hecho ya el Cefas... Pensó ganarse el sueldo como político que politiquease de otra manera y se fue a ver al Poncio... , pero, también, ya estaban hechas todas las trampas de la ley; incluso ensayó muchamente la multiplicación prestidigitatoria de los planes y las preces, pa venderlos y ganarse el sustento... pero el probe no sabía ni sumar... 
     Totar: que ...
     Pero ¡... veo que esto os importa poco...!  Así que otro día, si hos beo más hinteresaos, contaré cómo acaba la historia y cuál fue la muerte y resurrección de Judas, que en gloria esté ...

     (*) Hevidente herrata del kopista nº 4.

lunes, 13 de julio de 2020

El rostro del internauta.



Mozart: C. piano nº 21

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Ante algunos comentarios y correos recibidos creo oportuno decir:
     Escribo en un blog, aunque muchos accedan a él desde Facebook (con lo cual no todos saben que se incluyen audios y vídeos). 
     Si yo escribiera solo tontorronerías -que también tontorroneo- debería preguntarme si son ellas las que han hecho que este blog lleve más de 877.000 visitas y, por tanto, si es que los internautas son tontorroneros. 
     No lo creo. Prefiero considerar que dichos internautas se interesan por muchas cuestiones serias, metafísicas, literarias, artísticas ... que son, salvo excepciones, las que trato; también están atentos al humorístico sesgo que incluyo de vez en cuando. Por lo tanto, internet es un reflejo del mundo y también lo mueve: es, para bien y mal, su consecuencia y también su causa. Porque es cierto que el homo sapiens necesita descansar de sus seriedades satisfaciendo lo que el homo ludens le reclama: sonrisas.
     Es decir: que el intenauta se interesa por todo aquello que constituye el meollo de la existencia; pero, como es sensato, también desea descargar la angustia existencial, mucha o poca, que acosa a todo aquel que permanece vivo contra la muerte: y al "dolorido sentir" de Garcilaso opone el obstinado reír de Quevedo. Ese es el rostro del internauta: la voluntad hímnica a pesar de una elegíaca existencia. No es gratuita la primera palabra del título del blog: Mientras mi vida fluye hacia la muerte.




viernes, 10 de julio de 2020

Para entender la Edad Media (cine)


Una historia de amor en medio de la guerra de un mundo mágico por la superstición, la adoración de la Naturaleza y el estremecimiento del poder.
El señor feudal, cansado de batallas, queda fascinado al contemplar la belleza en forma de una joven saliendo de una infesta laguna; ejerce su derecho de pernada y ambos se enamoran. 
Salvo Bergmann (El séptimo sello, El manantial de la doncella), pocos cineastas han reflejado la prodigiosa realidad de la Edad Media. La violencia como una piel que oculta el sentimentalismo, las miradas acusadoras en su comprensión, el amor a punto de estallar como un trovador que canta... todo cuando inmediatamente se trasladaría al monasterio y al "amor cortés" mitigador del dolor.
Una gran ilustración en forma de una respetable película.

PULSAR

jueves, 9 de julio de 2020

LEER ES DEFENDERSE DEL POLÍTICO



Vivir es un asunto cotidiano que los líderes sociales tratan de organizar imponiendo lo que creen mejor para nosotros y que en realidad resulta ser lo óptimo para ellos. En lo único en lo que no pueden ser déspotas es en cuanto atañe a nuestra vida íntima. Y esta la hacemos cada uno moldeando nuestra mente.
     Todos sentimos que lo mejor es aquello que sintoniza con nuestra sensibilidad y conocimientos. Pero como no debemos imponer nuestros gustos a los demás, si acudimos a un criterio democrático, los mejores criterios son los que mantienen su vigencia a lo largo de los siglos porque complementan el corazón con la razón: el “sentipensamiento” de lo esencial humano. Esa complementariedad está en los libros. Por eso no hay ningún mal libro que se mantenga vivo, y por eso ninguno de los que parecen vivos y son malos permanecerá. Si el filtro del “sentipensamiento” es la vigencia y no lo coyuntural, las consignas y los éxitos pasajeros solo son productos de una moda, y serán olvidados cuando se imponga otra moda, igualmente efímera. 
     Igual que un niño acostumbrado a ver malos tratos en su casa termina considerando que eso es lo normal y lo correcto, expuesto diariamente ante el televisor acaba creyendo que la televisión es el mejor libro y ya no lee ningún otro, porque en él solo existe una página en la que se ha escrito: no leerás. Este es el motivo por el que no hay que alimentar el intelecto con violencia o con bazofia, que es lo que se ha hecho desde el "pan y circo" que criticaba Juvenal e impusieron los césares de todos los tiempos.
      Dice Don Quijote que no hay libro malo que no contenga algo bueno; pero el saber sí ocupa lugar: el que -mientras aprendemos- desplaza otros saberes imprescindibles: por eso es mejor leer y aprender primero lo que nuestros ancestros han decidido dejar como cimientos de una cultura esplendorosa.
     Esencialmente, el hombre actual es el mismo que el de las cavernas, y las esencias humanas están recogidas por los clásicos. En ellos se condensa la Humanidad. ¿Cómo no tenerlos presentes, si son nuestros orígenes y los que engendran nuestro futuro? Siempre estamos bañándonos ‘en el mismo río’ (Heráclito) sin retorno porque ‘lo que es, lo es’ (Parménides) inexorablemente. La tecnología ha cambiado la sociedad, no -aún- al individuo. Vivimos en una Antigüedad tecnologizada y seguimos siendo griegos y romanos. Yo encuentro más ruinas mentales hoy que en la Antigüedad. En la caverna del cráneo siempre hay un ser grecolatino, un humanista, mostrándonos senderos. Sigamos esa senda, pues la tradición es un camino que anda.
     Dice Aristóteles que la Poesía muestra las esencias y la Historia las circunstancias. Podemos ahondar: la Poesía, la Música y la Pintura nos dicen qué siente el hombre; la Historia nos cuenta la biografía del tiempo; la Filosofía y Sicología nos dicen cómo mejorar la biografía íntima y universal; las Ciencias, cómo vivir mejor físicamente...
     Lo demás es editar y leer bisutería para que permanezca la politiquería. Y no somos responsables de lo que se escribe, pero sí de lo que leemos. Así que, puesto que la enseñanza ya nada tiene que ver con la educación (porque así lo han decidido los políticos), las idóneas lecturas son el único futuro que les quedan a estas.