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miércoles, 31 de agosto de 2016

Lecturas imprescindibles, 29 (El retorno de los brujos)

Ligety: Requiem

Vino a sumarse a mi íntima rebelión adolescente -la de que hay que "matar" a todo padre para hilvanar libremente nuestro propio criterio- el encuentro con Vida de Jesús, de Renán; y allí había suficientes apoyaturas como para dar por válido mi desenmascaramiento de que los dioses no eran más que hombres disfrazados de la eternidad que les concede la leyenda: nuestra necesidad de que existan. 
     Tras esa heterodoxia, inmediatamente me tropecé con otro libro heterodoxo y despertador de mentes ávidas de descreer para creer solo en las probables posibilidades de la lógica, por muy autodestructivas que fueran. El retorno de los brujos, de Pauwells y Bergier, era un extenso catálogo de descreimientos de lo establecido, y abría otras ventanas para mirar el mundo y la existencia, tratando de comprenderlos sin hipocresía ni adulterios de la realidad, sin desechar lo oculto ni los ocultismos. 
     Lo recuerdo con un placer añadido: fue mi primer contacto con algunos cuentos de ficción científica que se insertaban en sus páginas de vez en cuando: El Aleph, Cacharro y Los nueve mil millones de nombres de Dios (Borges, Bradbury, Clarke), si no recuerdo mal...
     Aquí abajo puede descargarse el libro y saber, en cuatro minutos, su gestación: 

Sobre El retorno...

Leer:

martes, 30 de agosto de 2016

La identidad

Copland: Fanfarria para el hombre común

En este mundo en el que ser alguien significa casi sin excepciones haberse vendido a los demás -y, por lo tanto, ser nadie-, crear el propio yo y mantenerlo ―a pesar de los demás, e incluso a pesar de uno mismo― es la única victoria digna de celebrarse. Porque el infierno no es el otro, como afirmaba Sartre (¿por qué ha de importarnos la opinión de quienes no nos importan?), sino que está dentro de nosotros.

Esta es la pregunta, latente durante nuestra vida, que pocos se atreven a afrontar y contestar sin autoengaños: ¿Quién soy yo, acosado por el que fui -los que fui- y el que quisiera ser? Y nos vestimos y desvestimos de las máscaras y disfraces que mejor nos sirven para sobrevivir: sin caer en la cuenta de que el único traje a la medida que nunca se nos queda pequeño o grande es el de la verdad: la autenticidad.

Ardua cuestión esta, que además de caer sobre el hombre cotidiano, sufre el artista creador y malversan los políticos.

lunes, 29 de agosto de 2016

Sobre la inexistencia de la muerte

Rachmaninov: Preludio


Anoté hace unos días que la población humana de la Tierra ha sido, hasta ahora, de unos cien mil millones ("de cadáveres", agregaba); añado ahora que el número de células del cerebro humano es, también, y coincidentemente, de cien mil millones, la misma cifra de estrellas que se contienen en nuestra galaxia, la Vía Láctea. 

Qué notable azar: eso nos lleva a considerar que existe una estrella por cada hombre o mujer muertos y por cada célula cerebral de un hombre o mujer vivos. ¿Resultará verdad que cuando morimos nos vamos "al cielo" convertidos en astros, y que ese cuentecillo infantil no es solo una fantasía consolatoria? ¿Seremos todos presuntos catasterismos, a la manera de la mitología griega? ¿Ocurrirá igual en las otras innúmeras galaxias?

¿Tal vez la muerte es el agujero negro que nos conduce a otra dimensión y allí continuamos existiendo? ¿Tampoco será una fantasía aquello de "la comunión de los santos"? 

¿Quién tiene memoria cósmica que pueda responderme? ¿O también se cumplen aquellos versos que dictan que "la muerte es una puerta / tras la que abandonamos los recuerdos / para entrar, transparentes, en nosotros"?


domingo, 28 de agosto de 2016

La dignidad del Arte (2)





Una cosa es conseguir el triunfo inmediato y efímero con cuadros, poemas o novelas: para ello solo es preciso someterse a la preceptiva del momento o de la época, o hacer chirriar la sabia tradición con experimentalismos disentéricos: hablar en necio para que te aplauda el necio. 
     Más difícil es quedar en la historia de la Poesía, o del Arte por haber creado una obra señera.
     Pero el verdadero triunfo consiste en permanecer en la Historia del Hombre: para esto es imprescindible descubrir con el propio arte una caverna del corazón, o un paisaje mental que lo enriquezca.
Pocos son los que se esfuerzan en esta tarea, y demasiados los que se contentan con aquella.

sábado, 27 de agosto de 2016

La dignidad del Arte




Todo arte es elitista porque el artista es un descubridor y el hombre cotidiano es un conservador. Cosa que, desde el aspecto humano, ni quita ni añade mérito a uno u otro, porque la vida es un derecho que cada cual ejerce como quiere. 
Pero los estrategas culturales deberían tener presente esta verdad y no querer imponer al hombre cotidiano lo que en su tiempo solo importa a unos pocos; ni el artista debiera desdignificarse rebajando su arte para que el pópulo lo adore.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Unos cien mil millones de cadáveres...

Holts: Los planetas (Venus)


Unos cien mil millones de cadáveres han existido desde los orígenes de la vida del hombre en esta Tierra. 

Homínidas neuronas se expandieron por la galaxia del cerebro y fue el estallido de la inteligencia.

Y otros cien mil millones de galaxias, con su cohorte enésima de astros, hay en la Vía Láctea solamente.

Tal vez en esos mundos algún ser ha descifrado al fin el gran misterio de la existencia humana: el de la muerte.

Tal vez alguna estrella ha convertido su fuego inextinguible en vida eterna y aprenderemos la inmortalidad.

Quizá el instinto de supervivencia que rige el Universo haya expandido la Gran Neurona y derrotado acaso el óbito incesante.

No es posible la muerte sin su antídoto.

martes, 23 de agosto de 2016

Juventud centenaria


Holts: Los planetas (Saturno, el portador de la edad)




Nuestros ancestros primigenios, los homínidos que engendraron al hombre, tenían una vida media de 25 años (si alguna bestia o catástrofe no los engullía). Durante ese cuarto de siglo recorrían apresuradamente la adolescencia, la madurez y la vejez. 

En nuestro siglo la sociedad aún no ha asimilado que tener 65 años no significa lo mismo que hace unas décadas. Y lo peor es que el individuo tampoco, y se deja humillar o se autoinflige humillación. 

Hoy hay una tercera etapa de la vida: a la juventud y ancianidad hay que añadirle, en medio, la extensa madurez recolectora de las décadas vividas. La alimentación, la medicina y otros factores han ido desterrando la decrepitud y aumentando la lucidez (salvo en los que quieren creer que tienen 30 años cuando cumplen los 75).

Dícese que pronto será normal cumplir 100 años. Aunque tal vez, si no se descubre cómo regenerar las células, esa población de jóvenes centenarios, trasplantes incluidos, serán hermosos monstruos del Frankenstein del Progreso.


lunes, 22 de agosto de 2016

Tras el hito expresivo.

No le preguntéis...

Todo autor es el principio de un libro que nunca consigue terminar porque se agota su vida o el manuscrito donde lee sin descifrarlo: su cerebro. La lectura interior se vuelve tornadiza y el autor copia nuevos desciframientos de su introspección. De modo que la escritura de muchos autores es el proceso palimpséstico y guadiánico de un tema inacabable: una reescritura continua que crece en intensidad sin vislumbrar su fin. Desde esta perspectiva, todo autor es un libro inacabado.

      Pero también: Todo autor es una búsqueda del hito expresivo cuyo hallazgo consigue a veces en unos pocos textos; el resto son esbozos preparatorios o cenizas del fuego hallado.  

     Primero aparece el relámpago inconcreto cuyo fulgor -pues se toma a sí mismo como experiencia de la que deducir postulados universales- hechiza a quien lo siente. Luego la magia de la música interior busca la expresión exacta e idónea que dé entidad a ese fantasma: el ritmo, la prosodia, la andadura de palabra en palabra hasta hacer melodioso el sentido transustanciado en verbo. 

     Finalmente ahí está: tallado como un diamante, el poema -la estatua, el lienzo, el pentagrama-.

domingo, 21 de agosto de 2016

Laconismos 591-605



Marcello: Adagio  C. oboe

Welista: Despojamiento lacónico

591.- No es la pérdida de un amor lo que más duele, sino el cese del equilibrio emocional que se había conseguido: la inarmonía de la convivencia interrumpida.
***
592.- El pasado contiene el futuro porque lo predetermina; y cada presente es la corrección del manuscrito de lo ya vivido o convertido en arte.
***
593.- Creer en Dios es aferrarse al salvavidas del útero materno, y matar a Dios es como matar al padre para investirnos de nuestra propia metafísica
***
594.- La originalidad consiste en actualizar la tradición y catapultarla al mañana.
***
595.- El artista creador tiene un constante interlocutor: su obra, que absorbe su conversación, monólogo que lega a los demás y que lo encadena a la solitariedad.
***
596.- El hombre salva de la vorágine del tiempo las obras que testimonian su verdadera identidad de ser irracional inteligente o, dicho con eufemismo, animal racional. 
***
597.- El poema perfecto es el que sincroniza en su expresión sentimiento y pensamiento.
***
598.- ¿Cómo atreverse a publicar un solo verso sin considerarlo un delito, si tenemos en cuenta que mientras nos leen y descubren nuestro desmerecimiento apartamos al lector de las verdaderas grandes obras?
***
599.- Leer es reescribir en nuestra mente, apropiarse del conocimiento del otro yo que fuimos y consta como autor: catapultarnos al futuro.
***
600.- Mira cómo se abre la vida a la existencia y dime si no vale la pena haber nacido.
            ***
601.- Los ojos de quienes aman son más hermosos y hermosean el mundo porque contemplan más su esplendor que su ignominia.
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602.- Para algunos el libro y la escritura son la vida, y la vida solamente otro libro.  
***
 603.- El sufrimiento, que es lo más proverbial del ser humano, es también lo que más une a los hombres.
***
604.-  La vida no es una lotería en la que el premio es el bienestar, sino un esfuerzo por crearlo.

***
605.- En un mundo de hipócritas quien mejor miente es el que dice la verdad.
***

sábado, 20 de agosto de 2016

Paternofilia


 El reencuentro


 Qué dulzor contemplar en el ocaso
 de la vida la senda que anduvimos
 y cuanto en ella hallamos: las palomas, 
 los besos, las celadas de los hombres
 en las que no caímos, 
 los valles y colinas,
 las rosas que impregnaron nuestro viaje
 de un aroma de plenitud. Saber
 que todos esos horizontes viajan 
 con nosotros, conforman nuestro ser.
 Y un buen día, tras el dolor de amar
 lo que ya se perdió, y sobreponerse
 a los errores cometidos 
 -pues vivir es también equivocarse-,
 ver nuestra identidad que se reencarna
 en el hijo que vuelve y que es mejor
 que nuestro propio yo
 y el sueño que soñamos para él.


viernes, 19 de agosto de 2016

Fleming: El doctor Jekyll y mister Hyde

Leer antes:

Del ángel al demonio


Fleming: El doctor Jekyll y mister Hyde

Entre las múltiples versiones teatrales y cinematográficas de Stevenson, he aquí una de ellas.


jueves, 18 de agosto de 2016

Lecturas imprescindibles (XXVI): Del ángel al demonio



La transformación

Si hay algún lector que no haya sentido alguna vez en su íntima existencia la voz de un ser que clama plenitud o exige liberarse del infierno que me lance el primer "mentís".
     Es un yo que de vez en cuando asoma su oscura identidad o pretende usurpar la que creemos definitiva y habitualmente nuestra. Es el "otro" que queremos ser o del que huimos, el que nos tienta con paraísos y nos empuja a conseguirlos al margen de la ética, la conciencia delatora o consejera, el combate entre naturaleza social y naturaleza natural, tan olvidada.
     Por eso nos atrae, en diferentes medidas, el Dorian Gray de Wilde, o el monstruo que Mary Shelly crea en Frankenstein, o el Fausto de Goethe... y sobre todo, el Otro-Yomismo que se explicita en la novela breve de Stevenson El doctor Jekyll y mister Hyde.  Todos son reflejo del ángel y el demonio que nos entrañan.
     La poción que Jekyll, que representa el Bien, descubre no hace emerger al Mejor que deseamos todos, sino al Peor, el Mal, que persigue a la Humanidad.
     Con este relato, repleto de alegoría, Stevenson se adelanta en 20 años a la exposición de Freud sobre los mecanismos inconscientes del Ello, el Yo, y el Superyo.

     
(Mañana, la película)
 Lecturas imprescindibles

Lecturas imprescindibles, 1

Lecturas imprescindibles, 2 (Orwell)

Lecturas imprescindibles, 3 (Saint-Exupéry)

Lecturas imprescindibles (17): Dorian Gray

martes, 16 de agosto de 2016

El donjuanismo

R. Strauss: Don Juan


 Demasiados hombres creen ser o haber sido donjuanes. Pocas mujeres confiesan ser su trasunto femenino. Pero existen tantas seductoras como seductores. En realidad, Don Juan es la Beatriz de Dante vista por la mujer machista: la posesión del Amor interpretada como la utopía de ser poseída -y poseer en ese instante- por el Amante. 
     En cualquier caso, sería necio aceptar la descalificación que se hace de Don Juan considerándolo un inepto, un superficial, pues supondría admitir que más de la mitad del género humano -las mujeres y, en el caso de las doñajuanas, los hombres- se enamora de lo intrascendente, lo liviano. Algo hay en el símbolo “Don Juan” que atrae más allá de la común atracción: el misterio, el enigma, la oscuridad que preludia transparencia. 
     Y, no obstante, es curioso observar que el donjuán (el seductor, la seductora) jamás es genialmente inteligente: porque la genialidad y la artisticidad producen miedo, cohíben, empequeñecen mientras deslumbran; y a la larga el deslumbramiento se llena de temor, y huye la deslumbrada y empequeñecida, pues ve, cada vez más, más evidente su pequeñez frente a la estatura mental de un ser de tal calibre. 
     Y al revés: no es extraño que un alto índice de artistas haya sido sujeto y objeto de numerosos amoríos, precisamente por el deslumbramiento que la personalidad del creador ocasiona, y, paradójicamente, porque al huir las enamoradas de su extraño e hipnótico mundo se ven impelidos hacia nuevas amantes. La misma singularidad de su vida íntima imposibilita al creador para vivir una vida común. Por eso Don Juan siempre es “el otro”: el que pretende ser mientras asume su fracaso.

lunes, 15 de agosto de 2016

La castración de la sexualidad


Debussy: Preludio a la siesta de un fauno


Dos pulsiones rigen la existencia: eros y tánatos. El instinto de supervivencia nos lleva hacia el coito continuo para que la vida no se extinga. Contrariamente, la muerte elimina inexorablemente a los nacidos, con lo que la lucha entre eros y tánatos se convierte en la violencia más sostenida, e inextinguible, de la Naturaleza.
     Por razones de convivencia social, cuando uno entre los muchos animales de La Tierra empezó a gobernarse por la conciencia, se castraron las libertades naturales del sexo y se reglamentaron sus instintos, ya que difícilmente podría el recién nacido ser cuidado por sus padres si estos, mediante el emparejamiento o matrimoniación, no se aseguraban de tal paternidad. La sexualidad cinegética (coitamos porque lo exige nuestro instinto) pasó a ser controlada; y su descontrol fue perseguido por la sociedad como a un intruso o un pecado.
     Sin embargo, igual que la vegetación exuberante es imparable en el Amazonas, el sexo es un río amazónico en la selva social. De manera que los lances amorosos, los extramatrimonialismos y erotismos liberales o libertinos se han ido sucediendo y excomulgando desde el origen de las civilizaciones para detener su erotómano fluir. Lo cual no ha evitado que siempre haya habido un guadiánico río en la vida y, por tanto, en las artes, que han dado fe del vigor y vigencia de tal condición humana y animal.
     Ovidio, Petrarca, Sade … con metáforas y otros escondites, o sin ellos, lo han resaltado, como tantos otros, saltándose el tabú en que se había convertido. La castración de la sexualidad produce monstruos, o visiones arcangélicas. Aberraciones y paramisticismos. Porque la energía siempre se transforma en algo tangencial a sí misma si se le impide su espontánea combustión. 

domingo, 14 de agosto de 2016

La luz entre las sombras

R. Strauss: Último lieder (En el ocaso) 


Qué triste es ser consciente de estar vivo en medio de la vida y comprender que la única nobleza que nos queda es esperar la muerte noblemente. Saberse inútil para la existencia propia y ajena. Y a pesar de todo, dar la vida y la muerte a un desengaño y esforzarse en buscar una luz entre las sombras como ofrenda a sí mismo y a los otros: enriquecer la Historia  -también el día a día- con nuestro fuego muerto convertido en pavesa, ascua y hoguera.
     La vida es un suicidio interminable. Dichoso aquel que hace vivir un día más a quienes ama.


sábado, 13 de agosto de 2016

El abrazo a los libros.

Schumann: Escenas de niños, 1


Por los motivos que fueran, desde muy niño suplió con los libros el amor que todo niño necesita y él no recibía. Entrar en la pequeña y penumbrosa biblioteca era igual a ser recibido con abrazos por los seres más sensibles que habían existido. Había, además, algunos cuadros, y sonaba una emisora de música serena. En medio de su infierno, aquel era un edén. Y terminó amando el arte más que la existencia que lo hacía posible
     Cuántos millones de tristezas había cumplido en aquella estancia silenciosa, cuántas palabras leídas, y escritas. Cuánto tiempo tratando de convertirse a sí mismo en su mejor amigo.
     Llegó un momento en el que consideró que, igual que aquellos libros eran su consuelo, él podía tratar de consolar con su pluma a otros como él que se adentrasen en la melancolía. 
     Así que cuanto escribía era su desahogo, y tal vez pudiera servir para el ajeno. De este modo, su existencia tenía una finalidad y él era necesario porque era solidario en lo más proverbial del ser humano: el sufrimiento, que es lo que más une a los hombres. "Por eso -pensó- Beethoven se esforzó durante tantos años con la construcción de la alegría solidaria en su hermosa partitura".