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viernes, 30 de septiembre de 2022

Poemas estelares


Katchaturiam: Spartacus

El tiempo es la última dimensión descubierta, pero también la que definitivamente define e importa al hombre. Todo tiene altura, anchura y profundidad: cosas que no importarían si no existiesen el tiempo cronométrico y el tiempo síquico.
     Así que la duración -la fugacidad o vigencia- de los seres es lo que pasa a ser su esencia. Importa, por lo tanto, descubrir las esencias y la circunstancias, lo que es coyuntural y lo que es sustancial para comprender el mundo y comprendernos, para vivir, pervivir y prevenir. 
     Todos querríamos saberlo todo, o al menos lo que nos atañe en nuestro día a día; sin embargo, ese afán determina que a menudo quien se desboca por estar al día no está en su tiempo. La historia es un camino que anda, un sendero que retorna en sus meandros, similares cuando no idénticos, y que nos devuelve la imagen del que fuimos al iniciar el viaje. Por ello es preciso revisar nuestras verdades, actualizarlas, desecharlas o enriquecerlas.
     Naturalmente, hay periodos en la historia -y en la memoria del hombre- que se elevan por encima de los demás y se convierten en momentos estelares de la humanidad, en hitos difícilmente olvidables porque cambiaron el decurso del pensamiento y determinaron el modo de percibir la experiencia del acontecer sucesivo e interminable.
     Decir simplemente Grecia o Humanismo, Shakespeare o Dostoiewski, rueda o imprenta, provoca un tumulto de siglos agolpados en nuestro presente, puesto que hijo es de ellos. En cambio, nombrar Maradona o Almodóvar es escribir sobre el agua  la receta de un efímero bálsamo creyéndolo una panacea universal.
     Por eso es necesario discernir entre lo que es efímero y lo que es perdurable, lo genial y lo ingenioso. 
     Poseer muchos datos, tener mucha información es bueno, pero por sí mismo no crea sabios: para serlo hay que ordenar los datos, prescindir de los que entorpecen, sacar conclusiones de los que se han considerado válidas premisas. Solo categorizando tales silogismos deja de idolatrarse la erudición y se construye la cultura. Y el poema imperecedero.

Cine: La huella



Dos excelentes actores en un duelo interpretativo, un adulterio, una venganza entre juegos y la búsqueda de un crimen perfecto.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Podrá no haber poesía, pero siempre...


La poesía lírica es algo abstracto que se intenta apresar en algo concreto que llamamos poema. Mientras exista el hombre sinestésico habrá poesía, aunque haya pocos poemas que en verdad la contengan. 

lunes, 26 de septiembre de 2022

... Pues el amor y el sexo...

 

Schumann: Ensoñación

Nada diré de novedoso al afirmar que la líbido en todas sus manifestaciones es la energía que desde el cerebro rige el organismo, y que para controlar a un hombre, o una mujer, basta orientar su concupiscencia en los primeros años; pues el amor y el sexo, el matrimonio exacto del cuerpo y de la mente porque sacian la racionalidad y la animalidad si no se les reprime, son las piernas sobre las que camina la existencia. Y solo en ellas descansada pueden las manos ejercer su labor emprendedora sin inseguridades ni temblores, con acierto y justeza.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Palimpsestos



¿No es el Don Giovanni  de Mozart un remake musical del Don Juan de Moliére -y Tirso, y tantos otros-?

¿Qué son, por ejemplo, los popularismos de Lorca y Alberti sino redundancias -algunas muy bellas- del Romancero y la Lírica tradicional?

 

sábado, 24 de septiembre de 2022

Á. L. Luján Atienza: Lejos de toda furia



LEJOS DE TODA FURIA
Antonio Gracia
Devenir

Antonio Gracia ha escrito, como viene siendo habitual en sus últimas entregas, un libro sereno, de gran intensidad lírica y de profunda meditación. El título, Lejos de toda furia, no solo da la pauta del tono por el que transcurre el poemario, sino que alude, creo yo, también a la renuncia del tan traído y llevado “furor poético”, o inspiración al modo romántico, desbordada y fantasiosa. La contención domina el libro, el afanoso trabajo del artesano del verso, la colocación exacta de todos los elementos poemáticos como si de la mano de un orfebre de la palabra se tratara, adelantando en cada línea una obra maestra, un universo completo. El resultado no es un brillo frío, sino que de esa maestría, como de la perfección de la estatua de Pigmalión, surge la vida y la emoción del poema. Los abundantes encabalgamientos del libro son el signo de que un río subterráneo y humano desborda el terso cauce del verso, que avanza calmo hasta romperse de no poder contener el ímpetu de la verdad o la belleza en forma de serena pasión, si vale el oxímoron.
          El libro es un paseo por un museo imaginario que a la vez devuelve al paseante al espectáculo interior de su existencia. Lo de dentro y lo de fuera se hallan fundidos en los versos de Antonio Gracia, como si se hubieran roto los marcos de las obras de arte, lo que las separa de la vida y del espectador. Así también, el poema hace estallar sus límites e incorpora al autor y al lector:

Siento el poder de esa certeza. Canto
dentro de mí y el himno reverbera
como una melodía inextinguible.
                                      (“Noche estrellada”)

La contemplación se hace meditación y ambas se redimen en vivencias. Leer los poemas de este libro va más allá del acto de interpretar un texto, es impregnarse y experimentar el propio existir como precario y a la vez pleno de sentido gracias al arte. La poesía aquí es la gran balanza del ser buscando el equilibrio entre lo contigente y lo absoluto, lo que hay en nosotros de prescindible y lo que nos hace necesarios. La obra de arte, como quería Schopenhauer, nos salva de la miseria de existir. De ahí que la primera parte del poemario se titule “Del arte redentor”.
          Antonio Gracia comparte con el pensador alemán una visión pesimista de la existencia, lo que hace que las formas de sublimación del dolor de vivir se conviertan en la única razón de sentido posible:

Mira el árbol tullido y centenario
cómo acepta la muerte:
es la clarividencia de la edad
la que nos hace ver que todo es nada.
Contempla la mañana, siente el día,
inúndate de luz. No desesperes.
Pronto vendrá el crepúsculo a salvarte.
                                        (“El huérfano senecto”)

El “crepúsculo” aquí es el descanso que supone la muerte, pero a la vez alude a una obra de arte de la naturaleza, con su fuerza plástica, sus colores, su apoteosis de luz. La poesía nos hace más conscientes de la fragilidad, pero en esa ampliación de la conciencia va también la posibilidad de gozar más los matices de estar en el mundo.
          No estamos, con todo, ante una simple prolongación del culturalismo que intermitentemente visita la poesía española o es visitado por ella. Lo interesante del proceso, tal y como lo presenta el autor, es que el trayecto va de la vida al arte para devolvernos un reflejo de nosotros mismos:

Naturalmente, mi escritura siempre ha tenido una fuerte apoyatura cultural, puesto que toda vida y todo arte son hijos de los libros y del arte, y solo en ellos podemos ser y redimirnos. Bien claro queda en “Informe pericial" y en “Hijos de Homero”, si bien en este los poemas fueron anteriores a los títulos y, por lo tanto, lo que parecen homenajes solo son confesionalismos disfrazados. Esto último (como en una trilogía impremeditada) ocurre en “Lejos de toda furia”, cuyas imágenes no han suscitado los poemas -salvo excepciones-, sino que se han buscado para ilustrarlos. Todo ello parece ser consecuencia de un inevitable y fragmentario autobiografismo síquico persiguiendo causas o excusas para expresarse.

          El amor es igualmente un espacio de salvación y de conocimiento. “De amore” lleva por título la segunda sección, pero se trata de un amor de nuevo pasado por el tamiz del arte. La belleza primigenia es aquí una fuerza que desborda la forma humana y solo alcanza plenitud cuando se representa en un modelo universal, llámese Gioconda, Dama de Elche (vieja conocida del autor), Desdémona. El platonismo de Antonio Gracia es evidente a este respecto, pero se trata de un platonismo a la manera de El banquete, que no olvida la sensualidad y que el gozo de amar lo bello abre una verdad no solo para el espíritu sino también para el cuerpo del amante. Soberbio el inicio del poema dedicado a la Santa Teresa de Bernini:

Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo,
sentí mi corazón tremular mis entrañas
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.

La tercera parte del libro acoge bajo el término musical de “Bagatelas” otra serie de retratos y reflexiones que nada tienen de menor, pero sí de misceláneo. La aparición de varios sonetos, de excelente factura, nos habla de una dinámica esencial de la poesía del autor, que como un busto de Jano mira por un lado a la tradición de la que parte y que ha asimilado, y por otro nos la devuelve renovada, jugueteada (si se me permite el neologismo), sorprendida de sí misma.
          Y como en el celebérrimo soneto de Góngora, se cierra Lejos de toda furia, con la imposición de las sombras, aunque en Antonio Gracia la ausencia de luz se convierte en una invitación al viaje interior que empezó, estoy convencido, no en este libro sino en los arranques de su ya larga carrera poética:

                                           Pienso
en este instante en el dolor callado
que se asoma a tus ojos.
                                           Cuando
el crepúsculo encienda el horizonte,
camina hacia tu alma y hallarás
dentro de ti la música del cosmos. 
                                                 (“Princesina”)

En este denso y exacto poemario el autor sigue fiel a la consigna de sus últimos tiempos de llegar al himno a través de la elegía, de hacer una celebración con los materiales de nuestra penuria vital. Como el Beethoven que retrata aquí en trance de componer su obra maestra, la novena sinfonía (“op. 125”), Antonio Gracia construye con la melancolía “pirámides de música”, de palabras elevadas al canto que penetran un cosmos que por muy agónico que parezca se explica y se justifica a la luz de su creación. Compartámosla.

                                      Ángel Luis Luján Atienza
                             Universidad de Castilla-La Mancha
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Sobre el autor 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Winderreise VII

Schubert: Serenade

Argonautas del viento


Mira el gorrión agonizante, cómo 
ha sido derribado de su vuelo, 
cómo aletea reclamando vida, 
su nido y árbol, y ahora yace herido
sin saber por qué sufre, por qué muere,
consciente solo de un dolor sin nombre.
Una Naturaleza cruel lo hostiga. 
Acoge en los nidales de tus manos
su estertor, su derrota, la tragedia
de nacer con la muerte en su equipaje.
Y sin embargo, yo envidio su suerte, 
la inconsciencia de su vivir feliz, 
gorjeando alegrías bajo el sol
e ignorando que tras su dicha etérea
suena el graznido de la noche intrusa.
Vivir y morir son ojos terribles
cuando vislumbran que han de quedar ciegos.


martes, 20 de septiembre de 2022

El abrazo al oasis.


Dowland: Lágrimas

No sabían qué esperaban encontrar. Sin duda, el final de su búsqueda, o un descanso. Nacer es empezar a buscarle un significado a la existencia. Y como esta se rige por impulsos emocionales que la razón no puede satisfacer, el camino está lleno de hallazgos como faros que se pierden en la niebla y de fracasos que deslumbran como truenos con lluvia. 

Se citaron a cientos de kilómetros, en un lugar que permitiría la independencia mutua tanto como el encuentro. ¿Qué hallarían en esa cita a ciegas? ¿Soledad compartida, compañía imposible, un cuerpo en el que arder, un instante semilla de otro instante, un fiero desencanto, un sueño convertido en pesadilla, un manantial resplandeciente, un oasis brevísimo...? Todos somos argonautas del corazón propio y ajeno. ¡Ah, el Amor! ¿Será la Panacea?

Ella dejó sus hijos con quien podía cuidarlos y él esperó sus ojos para saber quién era. Se encontraron, se amaron fugazmente; volvieron a sus vidas. 

La vida es un desierto lleno -a veces- de oasis.


lunes, 19 de septiembre de 2022

100 años de Nosferatu


 100 años de Nosferatu

Hace 100 años Murnau filmó esta sinfonía del horror, versión encubierta o no confesa del vampiro de Bram Stoker.

jueves, 15 de septiembre de 2022

Auvernia Canteloube

 



Cuando los dioses te olvidan.


Offembach: Orfeo en los infierno

A veces las circunstancias se conjuran de tal modo que uno parece haber nacido para que todo tenga alguien al que fastidiar. El teléfono deserta; Internet se va de vacaciones; la Radio no se escucha; la Televisión se aburre de sí misma y se estangurria; al ordenador, tan necesario ya para mí, le da un colapso; un músculo dorsal se lumbalgiea ... Todo son cosas sin importancia esdrújula, pero bastantemente fastidiosas. Por ejemplo: si suena el timbre de la puerta no puedes acercarte para saber si es el pesado de la publicidad o es el cartero con noticias de otros mundos tan perfectos como este.
     Siempre quedan los libros, los únicos amigos que nunca te abandonan. Pero he descubierto que incluso pasar una página puede ser doloroso y hacer ver las estrellas. He visto tantas estrellas que he empezado a creer que el Artífice Supremo es verdaderamente sabio: forjó nuestro efímero cuerpo tan interdependientemente que si te duele un dedo y lo mueves -incluso solamente para pasar una hoja- también te duele el otro, que sacude la mano, que tortura los brazos, que constriñen la espalda, que empuja su dolor hasta las piernas... 
     Sí: verdaderamente esa perfecta interdependencia corporal de huesos y tendones, y sus correspondientes latigazos doloríferos, han sido mi cogito ergo sum: y he empezado a creer. Ya creo tanto que no me conformo con creer en un dios; y ya creo en tres dioses, en cinco, en diecisiete... 
     Cuando crea en 50, por ejemplo, empezaré a pedirles que no creen más mundos a su imagen, sino a su desemejanza. Siempre es mejor la imperfección, porque la voluntad y la autosuperación tienden a mejorarlo todo; pero la perfección de la tecnología nos hace progresar demasiadas veces hacia lo inútil o lo innecesario que, a fuerza de convertirse en cotidiano, se vuelve imprescindible, nos debilita, nos transforma en esclavos y nos estupidiza. Y entonces, el infierno. 
     Y, además, lo peor: tal malestar nos renueva la idea de que, ahora que comprendes algo de la existencia y has aprendido algunas cosas que pudieras transmitir a los demás, estás mucho más cerca del máximo verdugo de la vida: la inexorable muerte.
     ¡... Cachis en la mar...!

martes, 13 de septiembre de 2022

El rostro de la poesía

 

Scriabin: Poema del éxtasis

Aunque viviésemos mil vidas y escribiésemos un millón de "poemas", nunca sabríamos qué es un poema lírico, y eso es lo que nos hace seguir escribiendo: porque de la lírica solo sabemos que es un intento de autoidentificación comunicable, de ahí nuestra labor de sísifos. 


domingo, 11 de septiembre de 2022

El abrazo cautivo.


Chopin: Opus 10, nº 3 ("Tristeza")

Claudia no pudo soportar el fracaso de su relación sentimental y se sumió en una melancolía enfermiza y depresiva. Su vida se transformó en una inmensa caja rota cuyas astillas se le clavaban inexorablemente. 

Cuando, pasado mucho tiempo, recuperó cierto equilibrio, su temor al sufrimiento se hizo tan poderoso que, sin proponérselo, acorazó su corazón de modo que la cota de mallas con la que lo vistió impidiera pasar cualquier sentimiento: porque, insensibilizándose, nada le dañaría. 

Pasaba la existencia y Claudia no sufría desengaños, ya que el escudo detenía cualquier flecha que pudiera ilusionarla y, por lo tanto, según ella, desilusionarla y destruirla. 

Ni Pedro, ni Juan, ni Felipe consiguieron arrancarle una cita, un beso, una lágrima. No había vuelto a llorar; y tampoco a reír.

El espejo le dijo un día que vio su rostro frígido: Olvidaste que si te prohibías sentir para evitar la tristeza tampoco sentirías la felicidad. 

sábado, 10 de septiembre de 2022

Conversación monologal.



Malher: Sinfonía de los mil

- Ya no leo poesía porque solo se editan versos. 
- ¿Pero versos prosaicos o prosa versófaga?
- Versos ecológicos.
- A mí nadie me lee.
- Ya encontrarás a alguien tan inteligente como tú que descubra que la ignorancia es la mejor sabiduría.
- Ignorante es aquel que cree que lo sabe todo.
- Ergo: yo soi hel más savio.
- Yo me he pasado al cuento. 
- ¿Y vives de él?
- Claro: pero ¿qué mérito tendría si los escribiera? Solo los estupro.
- Yo estoy escribiendo una novela de mil páginas en la que todos los personajes son poetas.
- Eso es lo que hace falta: realismo, mucho realismo.
- Yo conseguí escribir ayer 300 microrrelatos y medio centenar de hexámetros rebeldes.
- Y yo un poema hermafrodita.
- No hay que ser tan original. 
- La originalidad es cosa de quienes carecen de talento.
- Me gustaría ser el primer poeta del Reino.
- Ya hay mil que lo son. ¡Si no te importa ser el 1001! ¡Incluye a Sherezade!
- Yo soy mejor que el mejor.
- Eso es más fácil que ser el peor.
- ¿Por qué no lees algo mío?
- Es que no quiero perderte el respeto que te tengo.
- ¡Miénteme, miénteme, que me hace tu maldad feliz!

Las 15 inteligencias más sobresalientes


 

jueves, 8 de septiembre de 2022

La isla del tesoro.




En el principio, el hombre era un ser desorientado. Todo le sorprendía y asustaba en aquel universo de tinieblas. El automatismo de su conducta empezó a ser observación reflexiva y surgió el pensamiento, el encadenamiento de las causas a sus consecuencias. 
            El arca de la experiencia se enriqueció y no bastó la tradición oral: brotó la escritura para que el presente, como un sabio testigo, fuese un pasado aleccionador del futuro. Nació el libro como resultado de la cristalización del pensamiento, como legado de los empirismos para aprender a no tropezar dos veces en la misma piedra y para que la experiencia, asegurada por generaciones, fuese el primer peldaño de la torre de la sabiduría. Lo que el hombre había resuelto durante milenios de observación y reflexión podía conocerlo un solo hombre, cualquier hombre, leyendo su pretérito. Quien leía engranaba en cada instante de su mente siglos de filosofías, multitud de maneras de vivir.
         En aquella aurora de su inteligencia, el hombre sintió la inmensa soledad ante los firmamentos de la vida y la muerte. Pero escribiendo hablaba consigo mismo, y para los demás; y leyendo, escuchaba a los mejores conversadores que pudieran hallarse. Se decía y oía cuantos problemas y sus soluciones se habían dado hasta entonces. La incomprensión y la indefensión se exorcizaban con la escritura y en la lectura. Así, escribir y leer se constituyeron -y se constituyen- en el mayor acto de solidaridad y consuelo frente al inmenso abismo de la noche interior. 
     Mucho más que eso: descubrió que el libro es la verdadera isla del tesoro.


miércoles, 7 de septiembre de 2022

Corazón estelar

Ketelbey: Ell santuario del corazón


Corazón estelar

                            (para Welista; Feliz CumpleSantos)


Casi tres mil millones de latidos

sumará mi existencia cuando muera,

y en cada uno sonará tu nombre

igual que el primer día.

Por encima del vendaval del ruido

mi corazón salmodiará hasta el tuyo

el himno que compone con su amor.

Y a pesar de las gárgolas y olvidos

sigue la luz brotando en nuestros ojos.

No hay suficiente muerte en la ciudad

para matar la vida que nos damos

el uno al otro en este alejamiento

donde sobrevivimos a las ruinas

de la mente, la herrumbre de la carne

y el estupro de la conciencia. Y cuando 

el cielo estalle roto en mil pedazos,

sus escombros no ocultarán el beso

que permanece en nuestros corazones

desde el origen de la eternidad.



lunes, 5 de septiembre de 2022

Autoestimaciones



                                                                    Ketelbey: En el jardín ...

Cuando te sacuda visceralmente la autodesestimación déjala que se agote en sí misma, como una lluvia que te moja pero que te da savia para crecerte y continuar.


Los mejores años de nuestra vida

 


domingo, 4 de septiembre de 2022

sábado, 3 de septiembre de 2022

El abrazo en el cuadro.


Scriabin: Estudio Opus 8, 12

Mientras Wil enfocaba con sus gafas el cuadro, Rem y yo nos mirábamos ansiosos y culpables. Un par de horas más tarde, consumidos los wiskis, salíamos de su casa los tres, y yo zurraba a escondidas las nalgas de mi dulce enfermera. Al cruzar la Glorieta, entre sombras, pulsaba sus pechos abultados, y sentía la sangre correr por sus entrañas, yugular hacia abajo.

Todo había empezado hace ya muchos años: en mitad de la noche necesité aliviar mi angustia; y un amigo me llevó hasta la casa de otro amigo pintor. Solo estaba su esposa, quien me inyectó la ampolla que recetara el médico. Yo la miré furioso y tierno, y le decía, entre doliente y brujo, lo bien que comprendía al caballero heroico del mágico medievo que -para no gritar- abrazaba a la dama cuando el puñal ardiente curaba sus heridas quemándolas. Entonces ardió algo en nuestras vidas y surgió la batalla entre amor y lealtad.

Ninguna pulsión puede detener el impulso del erotismo fiero.

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