Visitas

Seguidores

jueves, 28 de febrero de 2013

En el aula del “yo”

Rimski-Korsakov: Capricho español

- Yolanda: He leído un cuento de Tosltoi en el que afirma que nada hay más importante que defender nuestra identidad.
- Profesor: Me alegra que te intereses por la literatura extranjera. Uno de los problemas de nuestra cultura -y literatura- es su chovinismo autista: su obstinación en beber solo de sus propias fuentes, lo cual empobrece su pensamiento.
- Raúl: ¿Eso tiene que ver con los nacionalismos y autonomías?
- Profesor: Hoy todo tiene que ver con todo. Autónomo es el que se basta a sí mismo, cosa meritoria si no conlleva autosuficiencia o desprecio por los demás. El progreso ha ido reduciendo la validez y límites del “soy” y sustituyéndolo por el “somos”. Nuestro deber es hacerlos compatibles sin soberbias ni humillaciones. Hace unas décadas una familia se bastaba a sí misma: cultivaba la tierra con sus manos, iba de un pueblo a otro sin prisas, conversaba con quienes encontraba en su camino...
- Raúl: También había enemistades y problemas…
- Profesor… pero predominaba la hermandad entre las gentes de bien... Ahora tú dependes del supermercado, de tu moto y de tu televisor. Sin ellos no sobrevivirías una semana. Tu “soy” depende del “soy” de los demás: del “somos”. Nada malo hay en ello si ese  "somos" es justo y si el progreso no nos deshumaniza y nos incomunica. ¿Quién no prefiere coger una naranja del frigorífico a romperse las manos sacando de la tierra unos frutos con el azadón?

(Patricia, ante tanta mano alzada, lee el significado de azadón).

- Profesor: El progreso es el camino que uno se pone a mirar para hacerlo más cómodo que el que ya ha caminado y deben caminar los otros. Así que, gracias a quienes asfaltan el futuro.
- Raúl: Sigo sin ver la relación de todo eso con lo de las autonomías.
- Profesor: Eso es lo malo: pocos ven tal relación. El progreso debe implicar solidaridad. Y autonomía, hoy, desahuciadas las dictaduras y geografías históricas, tiene algo de desahucio de la fraternidad. La Historia es una sucesión de conquistas de derechos humanos cuando había –aún los hay- opresores y oprimidos. Eso justifica la Revolución Francesa, aunque toda guerra sea lamentable. Se ha luchado contra esclavitudes, capitalismos, racismos, machismos... Todos sinónimos del “soy” y el “para mí”.
Julia: ¿Y dónde queda el “yo”?
- Profesor: Hay que universalizar lo individual para enriquecerlo, no para reducirlo. No hemos nacido para estar solos ni mal acompañados, sino para ser libres respetando unas leyes de convivencia de mutuo beneficio. ¿Recorreremos la Historia hacia adelante o hacia atrás? ¿Es lógico que mientras el mundo avanza hacia una “aldea global” -con sus defectos y virtudes- subsista algún Viriato obstinado en reconstruir una aldea ancestral? ¿Es lógico que se intente imitar, en tiempos de paz, a Pelayo, o Lincoln, y no para reivindicar derechos sino para exigir privilegios? ¿Es lógico, en tiempos de búsqueda de un idioma universal, imponer una lengua minoritaria, aunque sea tan digna como el latín o el griego, mientras millones de tercermundistas se deslenguan resecos de sed y hambre? ¿Es mejor el “divide y vencerás” que “la unión hace la fuerza”? La divisa medieval “Santiago y cierra España” era lógica cuando había que marcar fronteras contra los enemigos. ¿Crees que hoy hay que levantar fronteras o derribarlas? ¿Prefieres la solidaridad o el “sálvese quien pueda”? Unamuno quería españolizar Europa; otros parece que quieren cataluñizar el universo. Pero ya no somos pueblerinos, ni de aquí o allí, sino ciudadanos del mundo. ¿Qué pensarías del alcalde de tu pueblo si obligase a comer solamente el plato típico o a gesticular como sus tatarabuelos…?
- Julia: En resolución, profe.
- Profesor: En resolución: No sé si habitar en un espacio autónomo en el pasado es coartada para preferir ser vecino a ser hermano: tal vez sea lícito ser megalómano y bautizarse con el nombre de nación; pero me parece que hoy no es ético. ¿Tú quieres vivir en el mundo o hacer de tu pueblo un mundo? ¿Vives para vivir el futuro o para revivir el pasado? 

miércoles, 27 de febrero de 2013

martes, 26 de febrero de 2013

El libro de plomo (Libros recibidos, XX)

Ligeti: Requiem (Lux aeterna)

José Aledo y José Luis Zerón
El libro de Plomo
Ediciones Empireuma

La memoria edifica las estatuas: las pergeña, atavía, glorifica, desfigura, destruye, reconstruye... y con ellas a aquellos que fueron estatuados. Finalmente, lo que pudo ser Historia se convierte en nostalgia o descrédito: leyenda.

El libro de plomo es la nostalgia de un paraíso anhelado por unos soñadores que sufrían un infierno tan íntimo que apenas eran conscientes de que vivían en la tierra. 

Como también yo sufro la apoplejía de la desmemoria, tal vez recuerde mal y confunda pasados y recuerdos. Pero tengo la sensación de que El libro de plomo, al retrasar durante años su edición y haberse actualizado, ha dejado de ser un testimonio de lo que sucedió en la década Setenta de Orihuela para ser una antología o enumeración en la que se incluyen más personas y personajes ajenos que protagonistas o transeúntes de aquellos abismos y zahúrdas. 

Esta afirmación puede parecer una invalidación, pero es una virtud que le atribuyo personalmente: porque nada quiero saber de aquel luzbélico sansatanás que era yo -tejedor por entonces de una iconografía del infierno-, ni creo que otros supervivientes se enorgullezcan de aquellos purgatorios infernales. 


Fue un tiempo de dolor; pero este libro es un manuscrito de celebración. Tal vez yo -como se afirma en él-, sin pretenderlo, puse una semilla -del diablo, sin duda- que otros cosecharon o, tal vez, maldijeron. La "Generación de la Preguerra" no fue sino un nombre con el que me reía escépticamente de mi propio combate contra mí, contra la palabra y contra el mundo, y aludía a los pocos que puedo incluir en mi "nosotros" cuando escapaba de mis soledades o autodestrucciones.

Sin embargo, el trabajo de los recolectores e ilustradores -José Aledo, José Luis Zerón- es tan exhaustivo y prolongado en el tiempo que, como digo, no conozco más que a cuatro o cinco "históricos" de aquel maldito instante de poemas, lujurias y extravíos nocturnos y dipsómanos en busca de la luz: Antonio Ferrández, Blanca Andréu, Aledo, Fernando Sánchez, Manuel Susarte... Después se irían sumando otros, acomodados o expulsados del Edén, como Miguel Ruiz. El antes, el durante y el después de una revolución que -como todas las que atacan a los dioses que el hombre mismo crea para retarse a sí mismo a destruirlos- fracasó.  La fusión o confusión emocional -deliberada o no- entre sincronías literarias y afinidades amistosas es lo que convierte el volumen en una antología de autores y no en daguerrotipo fidedigno de unos años: y así lo demuestra el hecho de que no se recogen poemas de aquel tiempo, sino del devenir de los poetas durante tres o cuatro décadas. Más: el único nexo estilístico de sus páginas es el del dibujante, de tal modo que bien puedo afirmar que estamos ante un libro de dibujos ilustrado con poemas.

Una cosa me parece clara: de nada serviría aquel causante o culpable, ni sus circunstancias, que quizá encendieron algún fuego precursor o fundador, ni los nombres propios estampados en sus páginas, sin la labor empireumática, luciérnaga y plástica -partiendo o no de esa "tradición" u origen- de Pepe Aledo, José Luis Zerón, Muñoz Grau, Sesca y otros a quienes, como digo, olvido en este instante o, en su mayoría, desconozco.  


De modo que a cada uno, lo suyo: muchos son los presentes en este documento intrahistórico oriolano; pero el libro es de sus ingenieros: Aledo y Zerón. Y, para ser más exacto, lo diré reiterada y contundentemente, a riesgo de perpetrar errores: es la edición de un criterio plástico ilustrado con textos que le hablaron al ilustrador.




lunes, 25 de febrero de 2013

En el aula del librepensamiento


Homenaje


Durante casi dos horas, por la tarde, los alumnos que así lo han decidido -casi todos- han visto El planeta de los simios, la gran película especulativa de Schaefner / Heston basada en el épico-lírico libro de Pierre Boulle. Este dato lo recuerda, al día siguiente, Andrés. Y añade:
- La moderna versión trata de monos, y esta de hombres. 
- Profesor: Gran diferencia. ¿O no? 
- Andrés: Esta te hace pensar, siguiendo el libro. La otra te invita a que no pienses, como, según mi padre, hacen los políticos. 
- María: Lo que más me ha llamado la atención es la frase que dice el protagonista: que estaría dispuesto a lanzarse a un volcán en erupción si eso le asegurase que iba a comprender algo nuevo.
- Profesor: Sin duda es una exageración; pero no tanto. En realidad casi todos cuantos han pretendido ir más allá del saber establecido  en su tiempo han dado su vida por ese nuevo aprendizaje. 

El profesor apunta que el mundo podría dividirse en dos grupos: los que piensan y los que se esclavizan al pensamiento de los demás: los que biempiensan hacia el futuro y los que malpiensan desde el pasado: los progresistas y los retrógados. Y que la Historia es una alternancia de unos y otros. Lo cual ha producido que la Historia sea, también, una sucesión de guerras separadas por treguas.
- Es difícil desacomodarse de una forma de vivir a la que te has acostumbrado: tienes que cambiar tus principios, costumbres, leyes... y resulta más fácil continuar sin cambios: sobre todo cuando nos excusamos pensando que todo es un error y cualquier cambio no cambiará nada.

Se apagan las luces: Lo que ahora ven, durante cinco minutos, los estudiantes es un fragmento de La herencia del viento, de Stanley Kramer, sobre lo que se llamó el "Juicio del mono", que tambaleó la sociedad americana porque se prohibían las enseñanzas de la Teoría de la Evolución. En el film Spencer Tracy defiende la libertad de aprendizaje. 

- Profesor: En la anterior película hemos visto una distopía (Pepa lee en el Diccionario: visión catastrófica del futuro, contrautopía): un mundo en el que se le ha dado la vuelta a nuestro presente: el hombre procede del mono y está esclavizado por él. Si cualquier cambio en vuestra rutina os enfurece, imaginaos aquellos que atañen a los principios de una sociedad que hasta hace un siglo se creía dueña del universo, protegida por un Ser Superior llamado Dios: le decís de repente que es hija de un animal y vive sobre una piedra lanzada al azar -entre otras miles de millones- por no se sabe qué gigante estelar y juguetón que hace malabarismos con ellas o tiene un plan secreto. ¿Quién no se conmocionaría ante esa teoría o realidad, cuando incluso la ficción del cine aterroriza? ¿Cómo no van a ser perseguidos los renovadores del pensamiento, si el mismo Sócrates fue “asesinado” por el noble hecho de enseñar a pensar? 

- María: ¿Y tú qué piensas, profe?

- Profesor: Lo que yo piense no es más que otra opinión, no una creencia infalible. El pensamiento se renueva cuando se actualiza la información. ¿Quién podía prever que el fuego, la rueda, o Marx, cambiarían la sociedad? Pero fijaos en estos cuatro hechos o premisas, y sacad conclusiones sobre el camino hacia la libertad:

1) Se deduce de Copérnico: si la Tierra no es el centro del universo, tampoco el hombre vive en el centro del cosmos; y, por lo mismo, Dios no es el eje universal que vertebra cualquier infinitud y eternidad, sino un Alienígena más.
2) Viene a decir Darwin: si el hombre es hijo del mono, el Gran Padre Dios también es El Gran Simio.
3) Dice Freud: el hombre no es plenamente dueño de su mente, sino que su voluntad está determinada por el Gran Inconsciente, el árbitro arbitrario del vivir.
4) Ahora el Papa, al decidirse a abandonar su cargo, del que solo la muerte puede -podía- liberarlo, está proclamando que es posible desobedecer a cualquier Divinidad porque no existe la infalibilidad del Gran Dios, o el Gran Simio, o el Alienígena, o la Iglesia. ¿No es el definitivo hachazo a las milenarias dictaduras, si todas las dictaduras tienen su fundamento en la inefable infalibilidad del dictador?
¿No acaba el Papa de partir en dos la Historia? Hasta hoy hemos vivido la prehistoria del Hombre (la dictadura teocrática); desde hoy solo queda que el ser humano sepa convertirse en un Gran Hombre: para sí mismo y para los demás. Y eso no os lo dará más que un libre y responsable aprendizaje, forjador de vuestro criterio independiente. De vosotros depende ser padres o hijastros de ese Porvenir.

  







domingo, 24 de febrero de 2013

Un poema de Alfonso Aguado Ortuño (CXXIV. Antología II)

Debussy: El mar

MADREPERLA
                                              A Mircea Eliade


Plenilunio. La luna llena el mar.
Las ostras tensan sus potentes músculos.
Me llaman Concepción, Concha con mácula,
Afrodita, Señora de las perlas.
Soy bivalva, cósmica y estoy húmeda.
Y deseo que me preñes el vientre
para dar las mejores margaritas.
Ven, buscador que buceas desnudo
y entreabre con la erección de tu jade
los ancestros femeninos y mágicos
de mi vulva poderosa y lunar.
Te colmaré de collares preciosos,
de adornos y amuletos de la suerte.
Si mueres taparé tus orificios
y recubriré el fondo de tu tumba
con las más hermosas conchas marinas.


                                                          © Alfonso Aguado Ortuño



sábado, 23 de febrero de 2013

Cine: El último castillo

Castellano. Completa

No solo de buen cine viven los ojos. También necesitan enviar al cerebro imágenes que descansen su actividad y lo dispongan para más altas empresas. 
¿Qué decir de esta "heroicidad" redfordiana?

Para ver otros títulos, ir a 

Cinematógrafo

viernes, 22 de febrero de 2013

Poetas contra la guerra

Britten: War Requiem

Se equivocó Calderón -o fue piadoso- al afirmar que "el delito mayor / del hombre es haber nacido"; porque mayor crimen es matar, que supone un acto de voluntad, que nacer, que es solo una circunstancia irrenunciable. Consignas como "haz el amor, no la guerra" o "amémonos para evitar la muerte" tienen enfrente otras como "quien a hierro mata, a hierro muere", y todas, de factor común, la muerte como exigencia o paradoja. Y es que, desde la Prehistoria, "están los viejos cuchillos / tiritando bajo el polvo" (García Lorca). Bien lo comprendió Miguel Hernández cuando, recogiendo la tradición del homo homini lupus, escribió: "He regresado al tigre: / aparta o te destrozo. / Hoy el amor es muerte / y el hombre acecha al hombre".

Los poetas siempre han sido considerados sinónimos de locos, y los locos han sido marginados por el poder. Pero hay muchos locos, o megalómanos, que están en el poder. Pushkin avisó: "Humillados por el fatal poder / se yergue el alma frente al mal". Y Nekrasov: "El pueblo sufre y llora; que sean sus sollozos / un toque de silencio para los poderosos". Muchos poetas han intentado la espiritualización de las masas; el poder, la masificación materialista del espíritu individual, como demuestra Cervantes: "A la guerra me lleva / mi necesidad. / Si tuviera dineros / no fuera, en verdad". Y es que "Poderoso caballero / es Don Dinero" (Quevedo).

Durante años se ha utilizado la coartada de que ya es imposible una guerra peligrosa porque supondría la extinción de la humanidad, como si cada vez que se asesina a un hombre no muriéramos todos, con él, un poco. Pero hoy existe una cultura de la paz y una cultura de la muerte, y quienes trepan al poder parecen, como he dicho antes, analfabetos de la primera y drogadictos de la segunda. "Hay dos razas, dos especies, dos caminos que marcan las rutas de la tierra. / En una estamos los que vemos la vida pura y tersa, sencilla y repartida. / Y en otra están los de la vida oscura y el hambre de dominio", dice Manuel Pinillos. Estos son los que persiguen hacer de sí mismos "un monarca, un imperio y una espada" (Hernando de Acuña). Estos dominadores, caudillos "altivos adoradores del dios de las batallas" (J. A. Goytisolo) deberían recordar a Debora Vaarandi cuando escribe en El aviador de Hiroshima: "Vi, debajo, la ciudad en llamas / como nube de fuego / y un hongo repugnante y siniestro / levantándose al sol". Debieran recordar a los soldados los versos de Bertolt Brecht: "Mi hermano es un conquistador. / A nuestro pueblo le hace falta espacio. / El espacio que mi hermano conquistó / es de un metro ochenta de largo / por un metro cincuenta de profundo". Y todos los ejércitos debieran entonar, antes de disolverse, el canto de Nicolás Guillén: "No sé por qué piensa tú, / soldado, que te odio yo, / si somos la misma cosa / yo, tú". Todos, en fin, debiéramos gritarle a la injusticia, como Dámaso Alonso: "No morderás mi corazón, / madre del odio. / Nunca en mi corazón, / reina del mundo".

Antes de que los hombres pisen más "sangre de hombres vivos / muertos, / cortados de repente, heridos súbitos, / niños / con el pequeño corazón volcado" (Blas de Otero); antes de que estén "tintos los campos y los mares rojos" (Quevedo) y todo sea "campos de soledad, mustio collado" (Rodrigo Caro), es preciso evitar "la inhumana / furia infernal, por otro nombre guerra" (Garcilaso). Hay que huir, en frase de Mao, de "los vientos y tormentas de la lucha". Hay que subrayar a Maiakoski: "Y la gente salió con sus banderas blancas. / Suplicaba: ¡Basta ya! / Nadie ha pedido / que la victoria sea / para su patria". Y, puesto que todos seríamos -somos- perdedores, hay que actuar "más de esperanza que de hierro armados" (Cervantes), y creer con Blas de Otero: "Creo en la paz. He visto / altas estrellas, llameantes ámbitos / amaneciendo, incendiando ríos / hondos, caudal humano / hacia otra luz: he visto y he creído".

No hay tiempo que perder, lo dice Ángel González: "Habrá palabras nuevas para la nueva historia / y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde". Hay que desnudarse y desenvainarse el homo belicus "antes que el tiempo expire en nuestros brazos" (Fernández de Andrada), antes de que todo se convierta "en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada" (Góngora). Neruda nos lo pide desde una cima, un grito: "Sube a nacer conmigo, hermano". Y César Vallejo, a quien tanto le "dolía" el hombre -"¡No mueras, te amo tanto!"- se lamenta: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!".

Creo que todos tenemos el deber de quebrar esa afirmación.




Leer en El país

jueves, 21 de febrero de 2013

La transvivencia


En el fiero universo de este mundo
la muerte es solo un agujero negro
que traslada la vida a otra existencia.



miércoles, 20 de febrero de 2013

El abrazo sin plétora.

El desnudo (XVIII-XIX)

Elena tiene unos cabellos con los que el viento juega en su abrazo invisible, y que muchos quisieran agitar hasta arrastrar hacia sí sus ojos de pantera seductora para verse en su fondo: y luego devorarla.

Elena sorbe las miradas de cuantos la miran, igual que si una pócima hechizase el paladar de la lujuria, como un trozo de carne bien flambeada cuyo licor embriaga a quien la prueba y al que desea probarla.

No le importa saberse deseada; al contrario: su inteligencia le permite saber que el tirón de la carne y la pulsión erótica son tan naturales y exigentes como la conclusión de un perfecto silogismo.

Lo que le importa a Elena, y la hace desgraciada, es reconocer que las leyes sociales la han encorsetado en un mundo de reglas represoras de su naturaleza, y que sus fantasías sexuales deben quedar en eso: en fantasías sin sexo compartido. La orgía y bacanal de los sentidos, la plétora del éxtasis orgásmico, son solamente platos sibaritas a hurtadillas, en el silencio de su mente y de su habitación. 

No puede saltar como una fiera a la garganta de los hombres que la ansían y ella anhela, acosarlos sin tregua, lengüetearlos y servirse un festín todos los días. Elena sueña, exactamente, con un chorro de esperma como un niágara loco fluyéndole en el rostro.

Así es como Elena padece la moral que le enseñaron y ve su juventud y su belleza pasar sin que los hombres le revienten los pechos a mordiscos y le sorban la yugular del sexo hasta hacerla gritar en la más cruel tortura de dos cuerpos aunándose.

Contempla a su marido, ensimismado en la fotografía que le hizo hace años, desnuda junto a un lago, con pájaros y sueños que nunca se cumplieron porque el fuego es ceniza si el pedernal no es duro y persiste en su empresa de quemarse en infiernos.

Elena va a cumplir cuarenta y cinco y, una vez más, se convence a sí misma de que mañana sí, de que su muerte no estará contenta si cuando llegue a ella no sabe hablarle ardientemente de la vida.

martes, 19 de febrero de 2013

Un poema de Ana María Drack (CXXIII. Antología II)

Ana María Drack: Te doy una canción

Ayer, frente al Eslava,
vimos amanecer
entre el mármol gastado
de las mesas de época
y la barra de zinc,
mientras fuera el rocío
goteaba de amor
y el orujo mataba el gusanillo
de otro insomnio
perdido entre claveles
y un alfiler, de negro
y cabezudo cristal,
sujetaba los velos
de las madrugadoras beatas
del Arenal dormido
y el chocolate ardía
como el deseo amargo
de regresar al lecho
de rosas y de jíbaros,
que esperaban perplejos
mezclándose con frases
de cabezas cortadas
que sólo fueron frases,
como aquellas promesas.
                             Ana María Drack 
Leer


Ana María Drack: Las paredes creyeron...

lunes, 18 de febrero de 2013

Conversación monologal

Malher: Sinfonía de los mil

- Ya no leo poesía porque solo se editan versos. 
- ¿Pero versos prosaicos o prosa versófaga?
- Versos ecológicos.
- A mí nadie me lee.
- Ya encontrarás a alguien tan inteligente como tú que descubra que la ignorancia es la mejor sabiduría.
- Ignorante es aquel que cree que lo sabe todo.
- Ergo: yo soi hel más savio.
- Yo me he pasado al cuento. 
- ¿Y vives de él?
- Claro: pero ¿qué mérito tendría si los escribiera? Solo los estupro.
- Yo estoy escribiendo una novela de mil páginas en la que todos los personajes son poetas.
- Eso es lo que hace falta: realismo, mucho realismo.
- Yo conseguí escribir ayer 300 microrrelatos y medio centenar de hexámetros rebeldes.
- Y yo un poema hermafrodita.
- No hay que ser tan original. 
- La originalidad es cosa de quienes carecen de talento.
- Me gustaría ser el primer poeta del Reino.
- Ya hay mil que lo son. ¡Si no te importa ser el 1001! ¡Incluye a Sherezade!
- Yo soy mejor que el mejor.
- Eso es más fácil que ser el peor.
- ¿Por qué no lees algo mío?
- Es que no quiero perderte el respeto que te tengo.
- ¡Miénteme, miénteme, que me hace tu maldad feliz!

domingo, 17 de febrero de 2013

El Papa que afrontó a Dios

Brahms: Requiem

¡Qué revelación última la del maximísimo y abdicante Papa! ¡Qué gran ejemplo para eliminar las últimas dictaduras, basadas todas en la infalibilidad del dictador!
Primero fue Copérnico: la Tierra no era el centro del universo; por lo tanto, tampoco el hombre vivía en el centro del cosmos; y, por lo mismo, tampoco Dios era el eje universal que vertebraba cualquier infinitud y eternidad, sino uno más entre multinfinitos prestidigitadorzuelos. 
Después fue Darwin: si el hombre es hijo del mono, el Gran Padre Dios también es El Gran Simio.
Luego fue Freud: el hombre no era plenamente dueño de su mente, sino que su voluntad está determinada por el Gran Inconsciente, el árbitro arbitrario del vivir.
Ahora es el Papa: al decidirse a abandonar su cargo, del que solo la muerte puede -podía- liberarlo, está proclamando a plena Iglesia que es posible desobedecer a la divinal Divinidad porque no existe el imposible error celeste. Es decir: no existe la infalibilidad del Gran Dios o el Gran Simio. Es el definitivo mentís a la milenaria dictadura: el chantaje del supuesto Bien o Mal en los confines de Ultratumba; y parte en dos la Historia: hasta hoy hemos vivido la prehistoria del Hombre (la dictadura teocrática); desde hoy solo queda que el ser humano sepa convertirse en un Gran Hombre: para sí mismo y para los demás.


viernes, 15 de febrero de 2013

En el aula causal



- Profesor: ¿Por qué y para qué estudiar, por qué es mejor aprender que ignorar?,  preguntáis ... Esta es mi respuesta: 
El ser humano es el animal que más tiempo biológico necesita para independizarse de su madre, para desarrollarse en cuerpo y mente, para adquirir un criterio propio y poder decir "este soy yo": necesita nada menos que unos 200 meses. Pensemos lo que eso significa  para nuestra vida: 20 años para convertirnos en auténticos adultos; 20 ó 25 para construir y afianzar una vida fértil y agradable; otros 20 ó 25 para mejorar,  gozar y nostalgiar los frutos cosechados durante los años anteriores. En resumen, siete décadas, por ejemplo. 

- Diana: Ahora se vive más y mejor...

- Profesor: Precisemos, Diana: ahora cumplimos más años y disfrutamos de mejor salud. Lo del bienestar lo dejamos para otro día. Y continuemos -silogísticamente, deductivamente, como siempre-: no viviríamos el último tramo si no estuviésemos vivos durante el segundo, y ...

- ...que no somos niños, profe... -interrumpe Diana, olvidando que debe levantar la mano para intervenir-.

- Profesor: ... y no viviremos bien el segundo tramo -ni el tercero- si durante el primero no hemos plantado todas las buenas semillas que fructifican después... Sandra, ¿qué es inevitable deducir de esto?

Sandra: Que el primer tramo es el más importante, o el determinante del resto de la escalera. 

- Y tú, Pablo, ¿qué harías si fueras a construir una casa, o una escalera?

-  Pablo: Reforzaría los cimientos y aseguraría el primer escalón ...

- Profesor: Bien... Dejemos las parábolasy vengamos a la vida: confieso que durante muchos años he dicho -acogiéndome a la cita de Diego Torres- que "cuando quiero viajar leo un buen libro", porque cada libro es un viaje a la vida de un hombre. Pero, aunque hay que leer, la vida es más que la palabra. Por tanto, hay que vivir sin malvivir... Imaginemos ahora que todos vais a hacer un gran viaje. ¿Quién se quedará en el hotel, tumbado "a la bartola", en vez de salir para traer los ojos llenos de imágenes, los oídos llenos de músicas, la mente plena de experiencias con las que cultivar recuerdos y plantar proyectos? 

- María: ...Me apunto ya a ese viaje. ¿Cuándo salimos...?

- Profesor: Pues ahí tenéis la respuesta a vuestra pregunta inicial. La vida es el gran viaje. Y aunque sea un viaje no solicitado, la vida nos ofrece todo lo que un itinerario infinito nos puede otorgar. ¿No sería de necios permanecer "a la bartola" mientras el viaje fluye, en vez de llenar las maletas de la existencia con cuantos frutos y semillas encontramos, con paisajes -y libros-, realidades y sueños, conocimientos, en fin? ¿Quién ha dicho que vivir, divertirse y aprender son enemigos? Simplemente hay que saber compaginarlos.
Creo que nadie tiene derecho a malgastar la única energía racional dotada con voluntad propia y fértil. Quien lo hiciese sería esclavo de la vagancia, la inutilidad y el desprecio por lo desconocido. ¿Cómo despreciar ni lo más nimio de la desconocido, si la Historia es una sucesión de descubrimientos? La vida es un misterio que hay que descubrir. Hay misterios que defraudan y otros que son tesoros. ¿Quién no quiere ser rico en experiencias que enriquezcan su vida? 
¿Quién rechazará la mejor compañía? Pues la vida no es solo un viaje, sino nuestra mejor compañera de viaje y, a la vez, nuestro único camino. En ella están la sed y el agua.  Cuanto más y mejor la caminéis, mejor aprenderéis a andar y almacenar estrategias para más adelante. Y este es el momento de llenar la cantimplora y las alforjas. Solo así es posible desmentir la conocida frase de M. Heredia: "Nos pasamos media vida queriendo acertar, y la otra media lamentando nuestros errores".


jueves, 14 de febrero de 2013

Un poema de Angélica Sevilla: Celebración del amor (Antología II)

Ravel / Chagall: Dafnis y Cloe

Dicen los que no saben qué es amar
que hoy es el día del amor.
Sé que es tan solo una convencional
celebración, como el día del padre,
de la madre, o de Dios.
Pero no los disculpo: 
¿Es que acaso no saben 
que el corazón no tiene fechas,
ni exhibe calendarios,
y que amarse es unirse 
como se forja un hierro en otro hierro
porque un cuerpo junto a otro
y un espíritu en otro,
fundido todo en el crisol del beso,
del hijo y de la vida,
es una eternidad que no cabe en un día
y no acabará nunca
aunque nos despidamos
y el mundo nos entierre en otras vidas?
                                   ©  Angélica Sevilla
Leer 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Ser nadie para ser todos


Nunca un hombre está más solo frente a sí mismo que cuando intenta hallar su rostro en una página en blanco, con la pluma en la mano.



martes, 12 de febrero de 2013

Libros recibidos (XIX): Javier Cebrián

Estragos
Frutos del Tiempo
Javier Cebrián


Aunque la sinceridad no otorga garantía de calidad, creo que lo primero que debe exigírsele a un texto es autenticidad, puesto que si "el poeta es un fingidor", malditos sean sus poemas: y que vayan a engañar a los poetastros. Ya lo decía Miguel Heredia: "maldito aquel que miente cuando escribe".
No es un fingidor el poeta, si es auténtico: es un desenredador de la verdad, que implica ordenar la realidad exterior para desenmascarar la interior: pues todo cuanto escribe es, cuando menos, autobiografía síquica, que es la que configura la verdadera identidad. Si esto no es así, confieso que mi vida es un error, y muérame yo luego.


De lo anterior se deduce la inclusión aquí del libro cuyo título encabeza estas líneas. 
Javier Cebrián, recién nacido -o reencarnado- de sus cenizas anteriores, toma conciencia de que el mundo en que vivimos no está hecho de poesía, sino de vida: que esta tiene menos de paraíso que de infierno; y la afronta y acepta en unos textos reflexivos en los que se inculpa y exonera, se recuenta y se ennoblece con algunos fragmentos que, más que lirificar al poético modo, emocionan a la humana manera: pues todo es autosuperación tras el esfuerzo de saber que "soy el fuego que devora tus venas / y también soy la sed".
Nada de torremarfilismos ni autocarantoñas.
"Tus venas": superación de sí mismo y para otro. Un descubrimiento más de que hay que transformar en himno cotidiano la atávica elegía. Por eso, tal vez, aquel que dijo en Celebración del milagro "asalto las trincheras del poema", buscando ese milagro, se dedica en el titulado "Vida de poeta" a enumerar felizmente el milagrismo de las efímeras tareas más prosaicas que fertilizan la existencia.
Y basta de comentarios literaturarios.
Leer 

Un poema de Javier Cebrián (Antología, CXXI.)