Mientras mi vida fluye hacia la muerte // antonio gracia
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viernes, 26 de julio de 2024
jueves, 25 de julio de 2024
Festival Bayreuth en directo
No solo transformó Wagner la música y la escena musical, sino que cambió, dignificándola, la relación entre artista y sociedad: si Haydn fue un siervo de la nobleza y Mozart fracasó en su intento de independizar la inteligencia artística, Wagner llevó a su fin la inicial rebelión de Beethoven, humillando incluso a un rey para que pusiera su reino al servicio del arte.
Disolución de la armonía y la tonalidad (sin la cual no se entenderían Debussy, R. Strauss, Berg, Schönberg...) para esta "muerte de amor" que va más allá de las escenas transfigurativas creadas por Shakespeare y Goethe en Romeo y Julieta y Werther.
El darwinismo artístico.
miércoles, 24 de julio de 2024
Hoy empieza el futuro.
Afirmaban los griegos que el hombre es un sufridor por esencia y no solo por circunstancia, cosa que achacaban al destino, y que durante el XIX parecen subrayar Schumann, Larra, Van Gogh, y tanto suicida. Borges nos cuenta el tópico del hombre que, queriendo escapar de la muerte, huye inevitablemente hasta donde esta lo espera. En uno de nuestros más hermosos poemas medievales, “El enamorado y la muerte”, el amante, creyendo estar a salvo junto a su amada, muere al subir hacia su torre… En fin: en ninguna de las muchas definiciones del hombre faltará su voluntad de seguir vivo.
La trascendencia que nos caracteriza es un impulso biológico, nacido de saber que hemos de morir, pues “la verdadera muerte es descubrir / la condición mortal de la existencia”. Somos descendientes sicológicos de la muerte. La tradición judeocristiana ha traumatizado el inconsciente colectivo al equiparar muerte con agonía. Pero, además de que la ciencia ya tiene respuestas para la agonía, si miramos con serenidad, la muerte es algo que nos incumbe como individuos físicos, no como esencias transformables. ¿Por qué damos a la muerte el significado de fin absoluto y no el de metamorfosis, o umbral para otro espacio y otro tiempo? ¿Es el cuerpo el receptáculo único, o provisional, de la mente? ¿Ser mortal significa dejar de existir? ¿Cuándo cesa la conciencia? ¿Acaso somos nada más que material fungible, un proyecto de cadáveres, o abandonamos estos para entrar en otra dimensión? El universo es tan inmenso que la muerte como acabamiento no tiene en él cabida, y contradiría su infinitud. Si existe una Conciencia Inteligente que desarrolla un Mundo Expansivo, ¿por qué no seguir la misma causalidad consecuencial y considerar que la vastedad del universo admite la coexistencia de cuanto ha vivido, y que esa reencarnación hace posible una nueva edición, corregida y aumentada, de este libro de vida insatisfecha que somos? Eso no nos evita la angustia de sabernos mortales, pero permite la esperanza de que no haya un final definitivo. Y si lo hay, ¿qué?
lunes, 22 de julio de 2024
El otro Auschwitz
Cada 3 segundos muere un niño.
Es decir:
Mientras se celebran pactos políticos para defender y aumentar el "estado de bienestar", mueren de hambre millones de niños.
Mientras miles de artistas del balón cobran eurísimos millones millonarios por correr hacia un confort desorbitado, maximillones de niños corren hambrientamente hacia la muerte.
Durante el transcurso de cada partido futbolero mueren 2.000 niños.
Mientras arden millones de dineros en las "hogueras", "moros", "semanasantas" y demás festejos muchedúmbricos, mueren multimillones de niños...
Cada tres palabras que yo escribo y usted lee muere un niño...
Mientras nos esforzamos vanamente en creer que nada podemos remediar para justificar que nada hacemos para remediarlo, siguen muriendo niños... 1, 10, 100, 1.000, 1.000.000 ...
Esqueletos hambrientos de infantiles cadáveres devoran un progreso cotidiano que convierte la vida en un cementerio inextinguible.
Nos repelen las imágenes de los campos nazis, cuyo horror ya no podemos evitar; en cambio, hacinamos mentalmente el otro horror del cada día en el otro Auschwitz que llamamos, p. e., "tercer mundo" y cuyo "estado de malestar" sí podemos paliar, evitar, eliminar.
Si no existiera el olvido como mecanismo de supervivencia no podríamos sobrevivir. Pero cuánta impunidad en la memoria de quienes solo recuerdan que es mejor olvidar las vidas ajenas para poder vivir la propia.
domingo, 21 de julio de 2024
Madrigal para el fin de los tiempos.
Hace miles y miles de millones
de años, en algún lugar del tiempo
y el espacio, ubicuos e intangibles,
una partícula infinitamente
comprimida inició su inexorable
expansión temporal e ilimitada,
de tal manera que aún no comprendemos
cómo la eternidad y el infinito
siguen tejiendo eternidad y espacio
capaz de hacer posible lo imposible:
que el Todo se contenga en otro Todo.
Estrellas y galaxias se fueron sucediendo,
muriendo y renaciendo: metamorfoseando.
En un instante pleno de esa metamorfosis
brotó mágicamente lo que llamamos vida;
y milenios después, sobre una roca errante
yerma y deslavazada, surgió esa ambigüedad
que se piensa a sí misma y que llamamos hombre.
¿Qué genes naturales iba a heredar tal ser
sobrevivió al dolor, padeció el desamparo,
sufrió la indefensión del glaciar de la noche.
Incluso cuando un día le nació la conciencia
como un órgano más, inesperado y frágil,
soportó el sufrimiento de saber, de improviso,
que su vida era solo un camino a la muerte.
Propuso resiliencias, creó mediante el arte
espejos de sí mismo: estatuas, lienzos, verbo
-única munición contra la muerte- para
salvar su identidad, y legar su experiencia
como un breve sosiego a cuantos aún naciesen
y fueran masacrados en cuanto conocieran
la condición mortal de la existencia.
También yo soy sufriente de ese estigma
pensar estableciendo una premisa
tan absurda, tan lúcida y remota
como la del origen primigenio:
si la vida surgió de un ente mínimo
que se autogeneraba inmortalmente,
¿por qué no completar el silogismo
de la lógica absurda concluyendo
que la muerte es también una partícula
inmensurablemente comprimida,
-o un agujero negro redentor-
que inicia su expansión a otro universo
y conduce la vida a otra existencia?