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jueves, 31 de marzo de 2022

Sweig: Viaje al pasado

 


Zeúpidas

Borodin: Nocturno


 Pulsar    Trece poemas etópicos

El Magno

Alejandro camina despacio, fieramente,
en medio de dos fieles soldados que lo escoltan
como una doble adarga a fin de guarecerlo
de las hostilidades que le acechan.
Estos mismos soldados han detenido espadas
traidoras en su propio campamento,
insidias en la noche y bajo el sol.

Avanzan los soldados junto al héroe,
que sabe que la muerte lo acosa a cada instante
y que al amanecer se enfrentará a otro ejército,
dispuesto a amontonar horrores y cenizas,
batallas como nudos que la espada
ha de sajar cruelmente, con valor y dolor,
pues la vida consiste en matar y morir.
El lejano estallido de los grajos hambrientos
trompetea la noche como un alba rampante.

Alejandro camina junto a sus dos guardianes
entre antorchas y tiendas, estandartes y heridos.
Se detiene a la entrada de sus alojamientos,
párvulos y alumbrados con dos teas.
De nuevo, como un grumo de sangre -magma y hielo-,
siente sobre sus hombros el peso de los miles
de cadáveres vivos ante el amanecer,
que acecha como un tajo de luz ensangrentada
sobre torsos y cuellos que aún define la noche.
Mira a sus dos soldados, centinelas
orgullosos de que su honor dependa
de la simplicidad de cumplir órdenes,
ajenos a dilemas metafísicos,
sin dudas en la exacta misión de protegerlo.
Mira también, lejano, cómo muere el crepúsculo,
semejante a un alud que deshiela su fuego.
Y atraviesa las sombras con ímpetu gordiano.
La soledad del hombre ante el destino
le derrama sus pámpanos amargos.

Mientras sorbe el licor de una crátera de oro,
medita, desciñéndose su cinturón armado:
solo hay un arma inerme y pacifista.
Y, acurrucada su melancolía
entre las grises páginas de un libro
que jamás abandona, relee una vez más,
antes de abandonarse a dormitar,
un fragmento terrible de la Ilíada.

Jesucristo el zeúpida

Dime si es hora de decirle al hombre
que debe abandonar supersticiones
porque pensar es elegir, dudar,
tener miedo al error; y que la fe
es el exacto y firme sacrilegio
de la razón.
¿No es la mejor conquista el albedrío,
saber que somos causa y consecuencia
de otros y para otros?
Ni siquiera yo sé si soy un dios
o creo serlo porque me lo has dicho.
Puedo seguir con mi disfraz de hombre
o desvestirme de hombre y ser el dios
que aguardan cuantos sufren, cuantos sueñan
que la mentira salva a quien la cree.
¿No es superstición la religión?
Dejemos que descrean o que crean
—sin promesas,
prestidigitaciones o milagros—
en una vida plena tras la muerte.
Quien no duda no busca la verdad.
¿Tengo yo libertad para elegir?
¿Puedo elegir, acaso, no morir?
La verdad es el único cadáver
que siempre resucita.
No sé si soy un dios o soy un hombre.
Los dioses mueren cuando el hombre piensa.

Homo artisticus

Mirad la zambullida de la gaviota errante
en el mar cristalino cuando busca alimento.
Mirad cómo adelgaza
su gris y fusiforme geometría,
cómo hiende las aguas para saciar en ellas
el ansia que da vida.
Así el poeta
—y el músico, el pintor— entra en el laberinto
de su yo más secreto buscando la armonía
entre lo sensorial y la razón,
lo que quisiera ser y lo que es;
y pule la estrategia del decir y su método,
somete las cadenas de la norma
a su ágil libertad,
y hace del canon otro canon íntimo
al convertir su ser en obra exacta
a un pequeño universo en el que late el Cosmos.
Mirad de qué manera
las palabras, colores y sonidos
hallan su dimensión de símbolos excelsos
emergiendo del vértigo por la fuerza creadora
de una mente que talla sus diamantes
con fuego visionario y domeñado.
Mirad de qué manera
un hombre sentidor y reflexivo
encuentra el cauce justo
para que lo que es propio sea de todos.

Anagnórisis (Erasmo)

En la penumbra de la habitación,
bajo el destello del atardecer,
abro un libro. Su verbo me sumerge
en un retrato que parece el mío
y se convierte en el autorretrato
que no supe trazar y me define.
Y me pregunto: ¿qué
nos dice todavía, después de años y siglos
un libro, y por qué los otros pasan
al olvido? Sin duda es su elocuencia
universal e intemporal, su sabia
mirada al corazón
del hombre en su esencial identidad.
Es esa su nobleza, su grandeza:
haber sabido descifrar los rasgos
distintivos del alma
y decirlos con la palabra exacta y sobria
desbrozada de circunstancia, y darle
la cadenciosa simetría, el mágico
fulgor del fuego, el roce
de la absoluta idoneidad. Qué esfuerzo
el de ese espejo que nos da la imagen
del que somos. Por eso cada hombre
se reconoce en él.
La tarde ya anochece
y cierro el libro. Es como
si fuese yo la pluma que lo ha escrito.

Oniria junto al tilo (El Romanticismo)

He salido a la vida, a caminar
por los altos senderos de la luz.
El viento me golpea y se me cierran
los ojos. A la vera del camino
yace el árbol: en él grabé mi nombre
y tu nombre, y el nombre de la vida,
que no es sino el del fuego; y escribí
un canto a la existencia, como ahora
quiero escribirlo. El viento me golpea
y no me deja ver, pero vislumbro
tras el tilo, embriagada con su sombra,
a la muerte asomando su esqueleto
vestido con tu carne; y tu fantasma,
o el de la muerte, muesca su murmullo:
«en mí hallarás la paz».
Yo sigo absorto,
monólogo hacia adentro, ensimismado
entre himnos y elegías. Avizoro
el sol, su rutilante simetría
alumbrando la noche de mi noche.
La reciedumbre de la luz me lleva
a un infinito en el que aguarda un éxtasis.
Pero el viento, de pronto, es un mastín
azuzando mis pasos hacia el árbol,
y me susurra: «ven,
en mí hallarás la paz».

Angrac Ianto medita junto al alba

Ahora que hace muchos años ya
que dejé de escribir y que abomino
de mi propia poesía, me pregunto
qué temas serán dignos de una pluma
sabia e imprescindible para el hombre.
En verdad que escribir es cosa fácil
cuando nada se tiene que decir.
Y en verdad que quien calla es porque sabe
que ya se ha escrito todo lo que importa.
Tres manantiales sacian nuestra sed:
aprender de las artes y las ciencias,
comprender el pasado y el presente
y prevenir con ellos el futuro.
¿Qué respuestas quisiéramos hallar
cuando nos convertimos en palabras?
Pocas cosas nos atan a la vida,
nos dan una razón para vivir:
los padres y los hijos, a quienes nos debemos;
el afán de entender por qué morimos;
las artes y el amor, que nos consuelan;
el placer de pasear por un bosque de libros
buscando aquella frase cuya página
nos niega la memoria…
y la necesidad de dejar este mundo
mejor que lo encontramos.
¿Acaso lo demás no es literatura?

Poeta en el ocaso

Escribe una palabra, un verso, duda
al borde del segundo, como si
se lanzara a un suicidio al asomarse
al tercero y seguir su confesión.
No divisa el siguiente, o le parece
efímero, trivial, desalentado…
Abandona la pluma sobre el folio,
se recuesta en el lecho, rememora
otros tiempos en los que los poemas
fluían como densos manantiales
plenos de llameantes metafísicas
y escuetas ambrosías. Reconstruye
frágiles sueños con sus pesadillas,
ilumina las sombras y el silencio.
Ordena la tormenta. No renuncia
a mirar en sus cuévanos mentales,
a triscar los secretos, a decir
el nombre de la vida tras la muerte.
Se levanta, batalla con el folio,
torna a esgrimir la pluma abandonada,
vuelve a su soliloquio estremecido.

El fuego de la creación (Prometeo)

¿Qué sería del hombre sin sus sueños?
Durante siglos como eternidades
vivió el hombre a la sombra de la luz,
fuera de la razón, en las cavernas
de la intuición veloz y el lento silogismo;
yo encendí bajo el párpado una antorcha.
yo descubrí el enigma de la Esfinge,
conseguí cabalgar las olas con navíos,
fingí el corcel troyano, di a Aristarco
la forma de la Tierra, liberé
al artista de su barbarie; el barro
se convirtió en estatua; la línea y el color
forjaron los espejos de paisajes y rostros;
el sonido fue música.
No hay página que no haya escrito yo,
ya sea de agua, sangre, tinta, piedra.
Yo soy la efigie de la voluntad,
el paroxismo, el éxtasis, la duda
vencida y convertida en existencia,
el origen, el tuétano, la causa
de cuanto habéis llamado Humanidad.

Palamedes o Cadmo o Champollion…

¿Qué sería de todos los que escriben
y leen si no hubiera yo inventado
un alfabeto para que la Historia
fuese posible y notariase el viento,
el amor, las venganzas, los homeros,
las odiseas y las metafísicas,
las olas del océano, los ríos,
la múltiple belleza de las flores,
el nombre de los pájaros, la ardiente
simetría del beso y las estrellas,
el terciopelo de la piel del alma,
el filo de la espada y las victorias,
las epopeyas de la sangre airada,
la lírica carnal de los misterios,
el mar en el que el barco hunde su proa,
el arrecife alanceador del barco,
el fulgor de la muerte cuando empuja
hacia otra vida a quien se lleva de esta,
la metáfora y el daguerrotipo,
el aroma del vértigo, el topacio,
el cielo y los infiernos, la esperanza
de ser dioses nacidos de luzbeles,
el esternón como un puñal clavándose
en el purpúreo corazón del tiempo,
la piedra y el vencejo, las sirenas
fingiendo no existir, el astrolabio
rusiente y ágil para biemperdernos
en las urdimbres de los laberintos
de la metamorfosis jeroglífica…
(pues todo es un acróstico del fin …).

Autoanagnóris (Yepes)

Más allá de la muerte hay un país
en el que fluye un manantial sereno.
Un horizonte sin final prolonga
el sueño de la dicha al infinito.
No existen ni las noches ni los días.
El trino de los pájaros acuna
la soledad que mece el corazón
abrazado a su músico prodigio.
El sístole del alma reverbera
bajo el palio del cielo, y una ofrenda
de flores y fragancias transfigura
en sortilegios toda sensación.
Fulge la oscuridad y un resplandor
seduce la mirada. Todo es dicha.
Es todo un viaje inmóvil a la luz,
un flujo hacia el abismo cenital,
la oculta sinestesia.

Minotauros – Naufragios (J. Cantero)

Hay monstruos en la mente que devoran el alma.
Son ascuas que antes fueron estrellas y diamantes.
Son caballos que trizan, quimeras olvidadas.
Crecen alimentándose del tiempo,
de la oscura memoria que todo lo transforma
en sus inmensurables laberintos.
Dejan el corazón envenenado
de la gris y letal melancolía.
Son caballos que trizan, quimeras olvidadas
de que antes fueron sueños, onirias y luzbeles.
Un día se convierten en cadáveres tristes
de anhelos imposibles, en dragones y víboras,
gorgonas, espejismos, pegasos, clavileños.
Dejan el corazón por siempre
envenenado de melancolía.

Originalidad encadenada

Leo un soneto de Quevedo y siento
que soy Quevedo reclamando vida.
Rememoro unos versos de Virgilio
y Roma coloniza mi sentir.
La música de Schumann determina
mi percepción del mundo. Está Van Gogh
dictándome la forma de la noche.
Hay en mi corazón algas y estrellas,
lascas de infinitud, ecos del tiempo,
esquirlas de futuro y de pasado.
En mi ser se resume cuanto existe.
Mi identidad es la de nadie y todos.

Diluvios en la aurora

1.-

Estrábicos los pechos, cincelados
Por las feroces manos, frutalmente
Retorcidos, mordidos los pezones
Dispuestos a estallar, casi sangrantes,
Desencajado el rostro en un aullido
De placer y dolor, frotan los cuerpos
Sus lujurias en un fragor constante
De émbolo tumultuoso y desgarrado
En un galope lúbrico y exhausto
Hasta que el amasijo de la carne
—En bruces y supino escalofrío—
Se torna un laberinto inextricable
De ingles y axilas paralelamente
Y el volcán se eyacula en doble cráter

2.-

Lóbrega insurrección invade el esqueleto,
El cerebro, las vísceras, la sangre,
Arrasa el alma, extingue la existencia.
Diapasones de muerte se truecan en campanas
Y la desolación diluvia el mundo.
Qué penal de dolor el Universo
Y qué invasión de luto.
Y sin embargo el hombre no se rinde
A los tridentes de la destrucción,
No hay ananké que pueda derrotarlo.
Lucha contra esperanzas y temores,
Laberintos y calabozos, tuétanos
Y heridoras zahúrdas; cae, lo triza
El dolor, lo enajena una y mil veces…
Y vuelve a levantarse desjarretado y vivo,
Luchador contra dioses y demonios,
Defensor de la vida, héroe del tiempo.


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

ACERCA DE EL CUADERNO

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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miércoles, 30 de marzo de 2022

La muerte de la enseñanza

 

Orff: C Burana

Cada año el alumno puede pasar al curso siguiente con más suspensos del anterior. No es nuevo este método de enseñanza. 

Es tan viejo como el deseo de que la ciudadanía sea ignorante porque saber es capacitarse para pensar, pensar es dudar y dudar es estar insatisfecho con lo que se presume como certeza. Si no se duda de la idoneidad del poder este se mantiene.

Así que la única cuestión es saber si queremos que el alumno sepa más -o menos- para que piense bien -o mal- y cuestione mejor, peor o de ningún modo el mundo en el que vive. 

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Trece poemas etópicos


Trece poemas etópicos

martes, 29 de marzo de 2022

El legado de Miguel Hernández.

Elegía
                     
          Son muchos los que enturbian la existencia por no mostrar a sus héroes como lo que fueron: hombres que se superaron a sí mismos. Se escandalizan si alguien señala en ellos las debilidades propias de todo ser humano, en vez de respetarlos más puesto que supieron elevarse por encima de las limitaciones de los mortales. No es degradar, sino cualificar, el hacer ver que lograron convertir sus “defectos” en virtudes. Pues, con frecuencia, la grandeza perdurable de un hombre nace de la miseria de su cotidianidad, afrontada como un reto.
         Por ejemplo: la obra de Poe no existiría sin su alcoholismo (su lucha por librarse de él); ni la pintura de Modigliani sería como es sin su huida del “pernot”; ni la música de Tchaikoski languidecería sin su solitaria y clandestina homosexualidad. La soberbia ha creado las obras de Wagner y Gauguin. Las drogas engendraron la narrativa de StevensonLord Byron y Oscar Wilde perviven porque vivieron una vida licenciosa que supieron trascender. Ni la Alicia de Carroll ni los cuentos de Andersen existirían sin la paidofilia que padecieron sus autores. Los inmensos poemas amorosos de Quevedo tampoco existirían de no haber sido un misógino. Debajo o por encima de esas causas había una mente voluntariosa vencedora de los vicios y miserias de quienes las sufrían: de quienes las vencían. Pagaron un precio y es justo reconocer que lo que consiguieron fue consecuencia del empeño de sus vidas, signadas por la lucha contra los propios fantasmas. La belleza -la grandeza- solo adquiere su verdadera dimensión si se conoce la fealdad -la pequeñez- desde la que se consigue.  
           En escala menor, eso ocurre con Miguel Hernández. ¿Empañan sus errores sus aciertos? Si un lector admira sus más bellos y sinceros poemas, los escritos al final de su vida, libres de “literatura” y engreimiento, tiernos y humanos, ascetas y serenos, debe saber que esa encarnadura de un ser en su palabra viene de la conquista que un hombre hizo de sí mismo. ¿Desmerecería su obra si fuese cierta la hipótesis de que fue la sífilis -como en Van GoghSchubert y tantos otros- la que, paradójicamente, contribuyó a su proceso paramístico final?
         Deseoso de gloria, y vanidoso, era el joven Miguel, maldecidor y pedigüeño. Despechado por el escaso eco de su Perito en lunas, escribe a Juan Sansano: "En Alicante se han quedado respecto a la poesía en Campoamor. Comprendo que no hayan comprendido mi libro y no vean su valor" (marzo, 1933). Y a García Lorca: "Usted sabe que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro de formas resucitadas, renovadas, y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones, que todos los de casi todos los poetas consagrados" (10-IV-33). Y como Lorca lo recriminase, vuelve a escribirle: “¿Que no sea vanidoso de mi obra? No es vanidad, amigo Federico: es orgullo malherido" (30-V-33). Y en otra ocasión: "Estoy acabando mi segundo libro para enviarlo en octubre al Concurso Nacional... Me parece que como no haya comida de negros, será para mi ambición el premio destinado por el Estado al mejor libro lírico" (29-VIII-33).
        Más grave es que, cuando cambia de actitud vital y poética, no sienta escrúpulos en menoscabar a sus viejos amigos con tal de ser tenido en cuenta: Ha pasado algún tiempo desde la publicación de esta obra (el auto sacramental), y ni pienso ni siento muchas cosas de las que digo allí, ni tengo nada que ver con la política católica y dañina de “Cruz y Raya”, ni mucho menos con la exacerbada y triste revista de nuestro amigo Sijé... Estoy harto y arrepentido de haber hecho cosas al servicio de Dios y de la tontería católica... Sé de una vez que a la canción no se le puede poner trabas de ninguna clase (julio, 1935). Obsérvese -nacida de una deslealtad- una premonición de lo que sería su última poesía: "a la canción no se le pueden poner trabas". Ni “compromisos”, “religiosismos” o “literaturismos”: solo autenticidad. Pero resalto esta “traición” a su “amigo del alma”, Sijé, porque de tal pecado nació la penitencia: probablemente fue el sentimiento de culpa el que escribió la “Elegía”, tan admirada por quienes santifican sin saber que la “santidad” tiene su precio.
          Como he dicho, la nobleza de la obra de un hombre nace, a menudo, de la fragilidad de su vida. Esto es lo digno de ser tomado como ejemplo. Pero no se imita a los dioses -demasiado perfectos para ser imitados-, sino a los hombres que se comportan como ellos. Por eso hay que subrayar que el verdadero Hernández es aquel que triunfó sobre sus circunstancias, el que se esforzaba, leyendo, para saber cada vez más de lo que sabía. Este es su legado para las aulas y para la vida-. El auténtico Hernández no es el de los artificios de Perito en lunas, ni el del sexo reprimido como amor literario en El rayo que no cesa; tampoco el versificador bajo consignas políticas. El admirable Hernández es el que se liberó de las dictaduras síquicas y dejó de posar de culto, de poeta, de guerrillero, para representarse solo a sí mismo como hombre que únicamente poseía las “ausencias” del hijo, de la esposa, de la libertad física; el que en su espíritu inició la transfiguración de la materia; el juglar del dolor y el reconstructor de la esperanza: porque el corazón siempre es más grande que cualquier filosofía.

lunes, 28 de marzo de 2022

Postal de Miguel Hernández.

Voz de Miguel Hernández
"Y pues Vuesa Merced me escribe que le escriba, he aquí mi historial:

    "Cuando se es ambicioso todo se quiere poseer. Yo opuse a mi pobreza y anonimato la ambición de enriquecer mi imagen, y la canalicé en la escritura. Era inteligente: y cultivé mi inteligencia. Era engreído y eufórico: y procuré darme publicidad de todas las maneras que pude, incluso al margen de la ética: a través del catolicismo sijeniano, los pordioserismos oriolanos, la mendicancia a Lorca, Neruda, el comunismo... todo cuanto pudiera favorecerme.
   Empecé imitando, como todo aprendiz, y creyendo que superaba a mis maestros. Escribí Perito en lunas como si descubriera el mundo antes que Góngora. Y El rayo que no cesa como si no hubiesen existido Quevedo ni el Siglo de Oro. Y Viento del pueblo porque era inevitable en aquel momento, y porque la visión de la guerra me hizo comprender que en el mundo había algo más que ambiciones literarias y triunfos sociales. 
    Probablemente, ahí empecé a renegar verdaderamente de mi eslogan de "poeta cabrero" para fijarme en los otros hombres, los que sufren haya guerra o haya paz. Y en El hombre acecha aprendí que la acechanza de la vida se me venía encima con los preliminares de la muerte que son las pérdidas: la libertad, el hijo, la existencia. Fue el Cancionero -y sus limítrofes- lo que ennoblecería lo anterior: cuando desemboqué en el poema mi condición de ser humano y no de poeta.
     Déjenme en paz, por tanto, cuantos siguen prevaricando mi vida y mi escritura con provincianismos, cotilleos y peritajes, que ya se sabe que se aprende en los libros -cosa que yo hice- y no en las aulas, aunque ayuden".
Ir a

Miguel Hernández: El nombre del amor 

El legado de Miguel Hernández


domingo, 27 de marzo de 2022

La metafísica del taco en M H


Pulsar para leer:


http://www.miguelhernandezvirtual.es/new/files/Actas%20I/lostemas17.pdf

La eterna juventud

Holts: Saturno

En la Prehistoria y Antiguedad se reglamentó el "no desearás la mujer -ni el marido- de tu prójimo" porque el libertinaje sexual impedía saber quiénes eran los padres y por tanto quiénes debían alimentar al infante. Luego vinieron los anticonceptivos y las excepciones matrimoniales pasaron a ser reglas sociales bendecidas ocultamente por la sociedad... hasta lograr el marasmo actual, más natural pero también menos organizable.  

Hoy existen al menos cuatro grupos sociales, juntos y revueltos. El de los hijos, el de los padres, el de los abuelos y, finalmente el resultante de los segundos, terceros... matrimonios, o emparejamientos: hijos del mismo padre y diferente madre, hijos de la misma madre y distinto padre, segundos padres y madres (consecuencia de los distintos matrimoniazgos o similares), padres que son hermanos de sus padres, nietos y abuelos de diferentes equis y zetas... Hay padres biológicos que desconocen a sus hijos, madres de hijos cuyos padres son hermanos de sus exparejas... y personas descasadas que no saben qué es la convivencia parental porque "me gustaste durante un mes y al siguiente me fui con Federico o Ricardita y luego con Indalecio o Indalecia, que ya no recuerdo cuál era su nombre... estamos en un país libre...". (... Y responsable...)

O sea: la original "sexualidad abierta" ha regresado regida por la cultura, las leyes y el río revuelto para ganancia de pescadores. Si hubiese una regulación lógica, justa y etcétera, nada que objetar. Pero me temo que el mundo camina hacia una hermandad oculta, una filialidad disfrazada y unas materpaternidades incatalogables. Todos estamos siendo cosanguíneos de todos y, al mismo tiempo, hijos y padres y hermanos y abuelos ... de nadie.

El progreso nos ha multiplicado. Como digo, hoy cada uno somos muchos simultáneamente: hijos, padres, abuelos. Bisabuelos, padres y nietos o hijos de nuestros yernos o suegros...

Lo que no logramos dejar de ser es hijos de la edad y seres deshauciados de la juventud. Vivimos una vejez, no una vida, más prolongada



sábado, 26 de marzo de 2022

El eje vertebrador



Shostakovich: S. 7, "Leningrado", 1

En resumen: 

El cambio prometido por los gobernábiles sigue -suele seguir- este proceso: 

1.- El ciudadano elige un Gobierno para que lo represente y cumpla sus derechos. 

2.- Adquirido el poder, el Gobierno ya no representa al ciudadano, sino que puede ignorarlo y atentar contra él.

3.- Con  lo cual, el mayor enemigo del ciudadano es el Estado -el que convierte las causas erróneas del pasado en excusas para ocultar los errores de su presente. 


viernes, 25 de marzo de 2022

Estos días, cine:


 Cuando inicié esta sección de cine avisé al presunto espectador que las películas dejaban de verse cuando se habían visto determinado número de veces. Aquí traigo algunos títulos todavía libres de derechos y, por tanto, aún visualizables.

( Para ver otros títulos pulsar  

 )


Días de vino y rosas



Dos grandes interpretaciones en torno a la adicción:

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Ava Gardner y Burt Lancaster en sus primeros papeles protagonistas. 

Basada en un cuento de Hemingway.


Siodmak: Forajidos


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¿Quién no ha pasado alguna vez por el filo de la navaja?
Esta es una de las pocas películas mejores que la novela en que se basa.



Una extraña relación entre una maestra, un carnicero y unos crímenes...



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Que el cielo la juzgue


Un lugar edénico y unos amantes de vida paradisíaca acaban convertidos en parte de un infierno por el demonio de los celos.
Melodrama e intriga.

Gene Tierney
Que el cielo la juzgue:



Programa doble


El galán Tyrone Power encontró, finalmente, un director que lo convirtió en actor.

El filo de la navaja

PULSAR >>>>

La historia de un buscón.


El filo de la navaja
La historia de un buscador.
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En el aula del cine

Pulsar para leer y compartir en >>>


        del ciCOMPÁRTELO en Face

 «Yo no sé en carne propia cómo fueron las otras represiones de la historia: pero la del franquismo la vivió mi adolescencia en Orihuela y, al compás de los libros, fue el cine mi mentor, la sala oscura fabricadora de los sueños y embelecos de los que todo hombre surge porque desde ellos traza su futuro», escribe Antonio Gracia.


                https://elcuadernodigital.com/2019/04/04/en-el-aula-del-cine/