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sábado, 30 de noviembre de 2019

Supervivencia interior


Suite Robinson Crusoe

         Si yo hubiese de salvar un solo libro, o hubiera de llevarme solo uno a una isla desierta, escogería el que ahora nombro, a pesar de que hay otros, afortunadamente, tan excelsos, que nos enseñan a vivir -aunque no, como el que digo, a sobrevivir-. También es el que enviaría a otro planeta como referencia de lo que esencialmente es el ser humano: superación. 
         Es sorprendente la cantidad de veces que lo citan los grandes nombres de la Literatura, del Arte y de la Historia. Me refiero a Robinson Crusoe: buena parte de cuantos lo han leído lo hicieron en su adolescencia, en versiones simplificadas que lo han desprestigiado y desprovisto de sus cualidades: porque los publicistas, olvidando que Daniel Defoe lo escribió con la experiencia de su madurez, creen que se vende mejor como un cuento de piratas. Pero la odisea del náufrago -inspirada en hechos históricos- es más interior que exterior, más introspectiva que aventurera. No existe en la literatura universal otro personaje capaz de sobreponerse a las adversidades como Robinson Crusoe. Probablemente, ningún otro puede enseñar tanto al hombre actual. Tras su catástrofe, parte de cero y se convierte en el admirable ejemplo de lo que un hombre puede llegar a hacer con determinación, solo, en circunstancias extremas, conviviendo con sus propios temores, llenándolos de esperanzas y de actos, creciéndose cada día ante los infortunios, sin ayuda, sin milagros, sin ciencia ficción, con la única fuerza de su fe en sí mismo.  
         El naufragio de Robinson es el emblema del aislamiento del hombre en el mundo en que vive (tanto que acaba por regresar a su isla, tal vez huyendo de la misantropía que la sociedad genera). Lo que importa de él es su incapacidad para rendirse ante las desdichas: la afirmación de que el destino es la voluntad.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Javier Prieto de Paula: El fin del mundo (Libros recibidos.LVIII)


Javier Prieto de Paula: El fin del mundo
Renacimiento, 2019

He aquí un libro que me congracia con la narrativa última, tan esquilmada por supercherías, artificios y espurios contadores, clónicos unos de otros y ninguno con identidad. He aquí un título, digo, fugitivo de retóricas y tópicos, con la pluma mojada en el corazón y en el cerebro para hallar la palabra ajustada, viva y sin literaturismos, aunque haya un substrato explícito e implícito de varias artes convertido en arbotante de estos nueve relatos en busca del tiempo perdido -de los sueños perdidos-, dando fe, al abordar una anécdota, del fin de una época o un mundo. Si tuviera que calificarlos, de repente, y puesto que la tradición es un camino que anda, lo haría con tres palabras de la página 142: este libro es "un delicioso anacronismo". Lástima que en nuestro hoy no haya más ayeres como este. El Polonio autodesahuciado de la vida y buscador de la muerte, la Esmeralda perseguidora de erotismos, los recitadores intrusos de la poesía, la Enmanuella provisora de amores incumplibles, el narrador odiseico en metafísicas... son náufragos de la existencia que hablan de ese instante inacabable que solamente perdura en el inconsciente de quien ama una edad de oro incombustible y recobrada.
     La receta de su escritura parece tan sencilla como eficaz: si algunas narraciones son historias aparentemente asépticas y sin un yo permeable, en la mayoría resuena el acorde de la leyenda lírica, resultante de haberle desprovisto al cuadro de costumbres más clásico su costumbrismo para injertarle la magia de la elegía, trascendentalizando lo recordado. 
     Me detengo un instante en el primer relato: la mirada soñadora de un adolescente nos muestra la llegada a su pueblo de un desconocido silencioso y extraño. Unas pocas sugerencias esquivas de la prolijidad nos muestran indeleblemente las esencias del ser humano: el deseo de seguir viviendo, el desengaño vital, la irrupción del pasado, el cainismo de una guerra civil... y todo lo que es parafernalia y topicalandia, verborrea y aspaviento se lanza a la papelera -que, según Hemingway, es la mejor consejera del escritor-.
     El autobiografismo anecdótico o síquico impone su melancolía y el pasado, herido y heridor, se convierte en protagonista nostálgico de quien escribe y lee. Y poco vale la pluma que no consigue que el lector se reconozca en lo que aquella ha escrito.



Desfazer entuertos.

All about that bass

He ahí lo que la sensibilidad, la destreza, la insinuación irónica y el buen gusto pueden hacer con una música frívola.
Compárese con el exitoso original:

martes, 26 de noviembre de 2019

In Abendrot



84 años tenía Richard Strauss cuando compuso sus Cuatro últimos lieders, ejemplo de equilibrio y madurez creativa.


viernes, 22 de noviembre de 2019

El abrazo de Azula (Hecatombe nupcial)



Azula siempre quiso saber por qué se llamaba Azula, que no era su nombre, sino aquel con el que la había bautizado un amoroso arzobispo al contemplar el marítimo destello de sus ojos. 
     Como digo, Azula siempre quiso saber por qué el cielo se parecía a ella, pues eso era lo que le decía su enamorado, al que desdeñaba porque no acababa de creerse lo de que, cuando se casasen, dejarían de ser pobres: decía ella que, al embarazarse y dar a luz, en vez de tener gemelos tendría dos millones de euros, a repartir. 
      Le gustaba perseguir luciérnagas, violetas, estrellas... y un día atrapó un sueño y despertó en la isla de la Felicidad.
     Otro día, cual valiente caperucita, fue al bosque que tanto amaba a conversar con el lobo, su antiguo novio. Había decidido morderle, vampirizarlo y salvar a su perrita Lula, violada por el tal lobuno, que ya había sumido en la melancolía a la abuelita fiel.
     Cenicienta, que pasaba por allí en busca de un buen príncipe, no se lo podía creer y se salió de este cuento, al que no había sido invitada. Otro tanto le ocurrió a la Bella Durmiente, que se marchó a roncar a otro lugar rupestre sin despedirse de Azula.
     Entre tanto, el narrador de esta aventura indiguente, fulgente y renuente miró al horizoncente disimulando para que no le silbasen por no saber contar ni siquiera un cuentecillo extremaunciónico, y se disfrazó de poeta arborífero grabando en los troncos estos versos trapecios:
                               "Si quieres que te ame Azula,
                                 enamórate de Lula".


jueves, 21 de noviembre de 2019

PÚLSAME

De la consolación por la escritura

«Sin duda, "varios tragos es la vida/ y un solo trago la muerte", en verso manriqueño de Hernández. Y tal dolor precisa un consuelo que empieza por el hecho mismo de su concienciación mediante la escritura», escribe Antonio Gracia.

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«Sin duda, "varios tragos es la vida/ y un solo trago la muerte", en verso manriqueño de Hernández. Y tal dolor precisa un consuelo que empieza por el hecho mismo de su concienciación mediante la escritura», escribe Antonio Gracia.


martes, 19 de noviembre de 2019

Sermoncillo

Field: nocturno nº 1

El mundo, en general, es bueno; y lo sería más si algunos no se empeñaran en emponzoñarlo. Sumadas de una en una, hay más personas bienintencionadas que malintencionadas: hay quienes tienen como premisa que los otros son honestos, y hay quienes desconfían por principio de los demás: cada uno piensa del otro lo que no quiere reconocer de sí mismo. La ira -cualquier pasión- se alimenta a sí misma si no la atajamos. Algunos dicen de los coléricos que “tienen mucho carácter”, cuando en realidad manifiestan muy mal carácter. Si la prudencia y la templanza fueran pilares de nuestro comportamiento habría menos heridos en esta extraña paz llamada sociedad.
¿Quién es más dichoso, el que se sabe rodeado de inocentes o el que da por supuesto que vive entre culpables?


lunes, 18 de noviembre de 2019

El verso disfrazado en el origen

Glass: Metamorfosis

No habían inventado los hombres todavía a los dioses para justificar sus yerros y soñar su destino, cuando ya la memoria observó que existían muchos hombres y cosas que solo eran reales cuando eran recordadas: ¿dónde estaba el guerrero que mató a aquella fiera, y dónde aquella fiera que mató a aquel guerrero? No podían tocarse: sin embargo seguían tan vivos como antes. 
Y el hombre comprendió que los recuerdos eran la única existencia: y escribió sus memorias en la gruta y la piedra, el papiro, los libros, la pintura, la música... Y nació la conciencia, la cultura, la vida que mataba a la muerte. De este modo empezó la era de las artes.

sábado, 16 de noviembre de 2019

viernes, 15 de noviembre de 2019

Te querré siempre.


Tchaikoski: Romeo y Julieta

"Te quiero; deseo dártelo todo; pero no esperes nada de mí. No sé si mañana seré quien soy ahora".
     Esto es lo que se dijeron después de años diciéndose muchas cosas. Fue entonces cuando consiguieron ser dichosos: porque lo que más infeliz hace es dudar si somos y seremos amados, si poseeremos lo que tememos perder, si seremos verdaderamente necesarios. Todo se resuelve al aceptar que la vida es un laberinto en el que dos se encuentran y desencuentran aunque sueñen con caminar siempre juntos el sendero de la pasión, el afecto y la amistad: la complicidad de dos corazones que se complementan insustituiblemente. 
     Y esto solo se consigue cuando el tiempo, que es un camino que anda, deja de ser un imperfecto futurible: entonces el "no esperes nada de mí", como acto de amor y sinceridad, se convierte en "Porque me quieres me has dado cuanto necesito: te has convertido en mi único ser imprescindible".


jueves, 14 de noviembre de 2019

Oración del que anhela

  El Íntimo Alienígena


Yo no sé qué decirte. Nunca he creído en ti.
No es fácil aceptar un Creador Infalible
que otorga a sus criaturas la ténebre conciencia
de su mortalidad como un fiero castigo.
¿Quién crearía un mundo fieramente implacable 
en el que toda vida conduce hacia la muerte?
Si esa es tu identidad, ¿qué esperabas de mí
sino cólera, y odio, y vergüenza de ser
hijo de los sadismos en ti confabulados?
Y si tu esencia es otra, ¿cómo amar un misterio 
que engendra en quien intenta descifrarlo
dolor, duda muriente, laberinto inconcluso?
¿Quién me clavó la daga del sufrimiento estéril
entre el ser y no ser del liviano estilete
para que una respuesta finalmente encontrada
no exigiera una vez y otra vez más preguntas?
Ya que todo lo puedes, si eres quien dices ser,
siente y piensa tan solo como un hombre cualquiera:
y verás que no hay hombre al que no le repugne
tu omnipotencia ignota, tu ilógica materia.

Tal vez eres tan solo la invención de mis ansias
y, como hijo de un hombre, te he creado confuso,
invisible y eterno para que ni los ojos
ni la razón consigan darte límite y forma,
único modo de que lo imposible
se pueda concebir como probable
y llamar a ese sueño perfección.

Soy frágil: necesito creer en la existencia
de un ser que garantice que mi dolor, un día,
cesará para siempre y será compensado
con el hallazgo de una explicación
a tanto sinsentido inexpugnable 
a los combates de la inteligencia.
Eso te pido, Artífice 
del caos y del orden,
del sosiego y de los desasosiegos:
un solo instante de clarividencia
que me permita perdonar 
tu enigma y tu estrategia contumaces.

Tú dices ser mi origen y destino, mi padre
y mi útero futuro: rememoro mi infancia
y me veo en la gruta huyendo de los hielos,
dibujando bisontes y exorcismos,
caminando senderos en busca de un gigante
que me ayude contras las hecatombes 
de la naturaleza: tal vez así forjé 
tu sustancia: con sueños y temores.
Y si es así, no existes y soy yo
quien te ha dado la fuerza que no tienes ni tengo:
soy mi propio enemigo y redentor,
mi víctima y verdugo, mi eternidad mortal.

¿Qué puedo hacer sino seguir creyendo
que existes en algún lugar remoto 
                                                        inal-
canzable por mi mente, y que tú, desde allí,
posees el poder de darme paz?
¿O aceptaré que eres la cósmica existencia?

Ya ves: he terminado por rendirme
igual que un siervo a su señor feudad.
Y me pregunto: ¿qué,
qué haces con tanto ejército de hombres humillados,
tanto cadáver yerto perfumando 
con su fétida nada tu trono soberbioso? 

Si tú fueras un hombre y yo tu sueño
acaso no querría que despertases nunca
para no avergonzarme de mí mismo en ti. 
Pero esto, Milord, solo 
son las devastaciones de mis sueños.




miércoles, 13 de noviembre de 2019

Un ciudadano observa la política...

Malher: Sinfonía II, Resurrección (final)



Un estudiante observa a los políticos y no le gusta lo que ve; incluso algunos le parecen enemigos de la sociedad que representan. Mira a su alrededor y se pregunta: ¿Por qué, si todo el mundo quiere la riqueza, que es fruto de la educación, esta está tan descuidada? ¿Hay políticos justos y con perspectiva? 
     Se contesta que, desde luego, es necesario un sistema que nos obligue a convivir en paz, que ampare al bueno y que encarcele al malo, inexorablemente. También es cierto que tal sistema precisa unos gobernantes, y que quien quiere gobernar necesita mucha dedicación y mucho altruismo. 
     Y es aquí donde encuentra el primer fallo: porque la abnegación no es muy común. El hambre de poder es la peor de las enfermedades contagiosas, y el poder es de aquellos que prometen paraísos, pues todos los anhelan. Por eso advirtió Napoleón: ¿qué es un líder sino “un comerciante de esperanzas”? Y Heródoto escribió, aludiendo a la corrupción: “dadle el poder a un hombre virtuoso y pecará”. En tal sentido, Valèry anotó: “política es el arte de evitar que el ciudadano se preocupe de lo que le importa verdaderamente”. Y es que el poderoso, inmerso ya en su castillo, olvida las palabras de Montaigne: “Aunque subas al trono más alzado sobre tus posaderas seguirás sentado”. 
     ¿Cuándo será posible contradecir a Rousseau, que condena a la tribu social como asesina del instinto de solidaridad, y a Plauto, en aquello de que "el hombre es lobo para el hombre"? No parece tan difícil, teniendo en cuenta que en el llamado Siglo de Pericles existía apenas el uno por mil de nuestra población mundial de hoy, y aquellos hombres consiguieron una democracia cuya divisa se resume así: “puede participar cualquier persona que nos ayude a mejorarnos todos”.
     Tal vez siguiendo tal ejemplo, y contraviniendo la opinión platónica -que exiliaba del Estado a los soñadores y poetas-, Kennedy denunciaba en la política su creciente deshumanización: “si hubiera más políticos amantes de la utopía y más poetas políticos, lograríamos un lugar mejor para vivir”. 
     Solo encumbra la muchedumbre, y hoy, igual que siempre, triunfa la apariencia: el que hace más creíble su espectáculo, el político digno de los óscar. Hemos creado un mundo de disfraces, de corrupciones de la integridad. Y todo está perdido cuando el malo empieza a ser tomado como ejemplo y el bueno es una especie en extinción.

martes, 12 de noviembre de 2019

El abrazo en la roca.




"Estoy triste. Pero siempre estoy triste", me decía yo, nerudianamente, ayer. Y me fui a recorrer la belleza del día bajo el alegre sol de la mañana. 
     Y como suele suceder, encontré que lo grandioso está tanto más cerca cuanto más lejos lo buscamos. 
     Porque de pronto todo era claridad, horizonte, hermosura tallada por el tiempo en la alta roca.
     Había pasado en unos minutos del bullicio callejero al llano  enhiesto del hermoso castillo.
     Trepaban las gaviotas por el aire y pensé: "Se contentan con lo que les da la naturaleza: lo que necesitan para sentir la dicha. Quién pudiera bastarse sin preguntas que no tienen respuesta, o que producen más desasosiego; quién fuera tan sencillo y se guiase por el sedoso vuelo de los pájaros, sin temer que de pronto acabase toda su maravilla". 
     Hoy he vuelto a subir. Aquí estoy. Y quien me acompaña, como bella pantera surgida del misterio, me mira y parece que me ama sin comprender por qué; y no le importa: porque siente la vida, no la desazón de intentar comprenderla.

lunes, 11 de noviembre de 2019

El mal ejemplo.


Webern: Bagatelas

Siempre fui un mal estudiante. Ansioso de saber y ajeno a cualquier obediencia. El día anterior al examen, por la noche, solía colocarme ante el libro de texto y fotografiar cada página con un flax de los ojos; durante el ejercicio me ensimismaba en un viaje interior y buscaba con el escáner de la mente el lugar del libro donde estaba la respuesta. Era una buena “chuleta”, e invisible. Siempre me decía cínicamente a mí mismo, para justificar el hastío -que otros llamarían vagancia-, que ningún mérito tenía aprobar estudiando. Además: en lugar de perder el tiempo con aquel material huero que de poco servía, me dedicaba a leer la fuente del saber: libros y libros, y más libros. 

El método daba tan buen resultado que seguí practicándolo en el palacio de Anaya salmantino: cuando me cansaba de molestar a mis compañeros, bromeándoles sin gracia en la biblioteca, empezaba la sesión fotográfica. Seguí dedicando mis días a luchar contra mis demonios y a leer las obras sobre las que los manuales teorizaban. Si algo aprendí en la Universidad fue que si quieres aprender algo tienes que aprenderlo por ti mismo. 
Ahora creo que lo voy olvidando todo lentamente. La vida, como la memoria, es también un fraude. Solo por ser pasado se convierten en nostalgia las cosas. Hay tantas cosas convertidas en recuerdos que si no olvidásemos nos convertiríamos en galaxias que acabarían estallando. De modo que es como si la muerte, generosa, quisiera mitigar con el olvido el sufrimiento de la despedida. 


Heilbucth: El estudiante

domingo, 10 de noviembre de 2019

Nuria está leyendo "Cántico erótico".



Nuria está leyendo Cántico erótico


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CANTICO EROTICO, ANTONIO GRACIA