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martes, 5 de noviembre de 2019

Una editorial llamada Facebook

Liszt: Soneto de Petrarca

Nadie pondrá en duda que el descubrimiento de la imprenta fue uno de los grandes hallazgos del ser humano, tanto como el del fuego o la rueda, porque encendió la llama del saber y la puso a rodar tan deprisa que hizo posible que miles de ejemplares impresos llevasen la cultura a cualquier parte al mismo tiempo. Antes de la imprenta había que buscar un buen copista, que tardaba meses en su tarea de ejecutar un solo libro; enviarlo a caballo a 500 kilómetros a otro noble… de modo que los tres o cuatro ejemplares que pudiera haber tardaban meses en ilustrar a 5 ó 6 potentados. La cultura era sinónimo de mínimas minorías. 
Sin embargo, como incluso muchos bienes también engendran males, la imprenta, hoy, ha hecho posible que incluso quienes apenas saben escribir publiquen sus garabatos y oculten tras ellos los grandes libros. Además, vino esa imprenta instantánea e internética llamada Facebook en la que cualquiera es su propio editor y publica cualquier poetería creyendo que es una obra maestra. Así, definitivamente, la poesía ya no es lo que era: palabras arrancadas al silencio y a la entraña del ser. Ahora tenemos una incultura de máximas mayorías.

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