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miércoles, 29 de noviembre de 2023

Un poema de Ángela Heredia (Antología,CLVI. Segunda Serie).

Purcell: Funerales

           Al despertar

          Llovían en la tarde
          cálices y osamentas,
          igual que si cayesen
          los restos calcinados
          de un combate en el cielo.
          Pájaros y babeles
          inundaban el mundo,
          convertían mi vida
          en una sepultura.
          Te busqué por la casa,
          en medio de la noche,
          bajo la luz del día.
          Las panteras del llanto
          devoraban mi alma.
          Me obligué a despertar 
          de aquella pesadilla,
          y vi la realidad:
          la muerte es un verdugo
          y te alejó de mí.


El secreto (Leído en 2013 y 2023, Prieto de Paula y Gracia)

9 DE MAYO DE 2013

Blog Un mundo de palabras.

Un lugar para la poesía ...


Antonio Gracia: "El secreto"


El secreto

 (para Ángel L. Prieto de Paula)

Cuando sientas que el mundo te derrota,
no intentes combatirlo.
Edifica un castillo en tu interior
y cuelga terciopelos y templanza
en sus muros. Dispón un fuego manso
junto a la mesa de la biblioteca.
Mira el cielo brillar entre las llamas
y los libros. Inúndate de luz
en la frágil belleza de los cuadros.
Escucha el clavecín mientras tu pluma
persigue en la escritura algún sosiego.

4 comentarios:

  1. A ver si lo consegue... Tengo mis dudas.

    Saludos Manuel
    Responder
    Respuestas




    1. Si cree en él, lo conseguirá, Jaal, hay veces que necesitamos una coraza para sufrir este mundo.
      Un saludo

  2. Manuel, no estoy tan de acuerdo con Jaal. Creo que se puede construir ese castillo y, cada vez que se necesite, refugiarse en él para preservarse un poco, recuperar fuerzas y sosiego interior para encarar
    un afuera hostil y deshumanizado. La escritura y la lectura forman parte de ese mundo.
    Saludos.
    Responder
    Respuestas




    1. Yo también creo en el efecto "sanador" de las letras, Mirella.
      Un saludo.




lunes, 27 de noviembre de 2023

... Y entonces llegó el Luis... Moja Bieda (Una lectura de Prieto de Paula, Luisa Pastor, A Gracia)


La leyenda de Oniria


UNO
...Y entonces llegó Luis...
Y entonces llegó Luis -Luis T. Bonmatí- y temió que le pusiera yo a la vida los cuernos con la muerte. Él editorialaba por entonces Aguaclara y me dijo, cargado de su bonhomía, "que te voy a editar tus libros, esos tres...". Y entonces llegó Luis -Ángel Luis Prieto de Paula-, que empezaba a ser estudiador de la poesía y construía ya sus juicios y prejuicios sobre mí, escogido por el otro Luis, el ya citado, para prologuizar lo que sería "Fragmentos de identidad". Eran los tiempos de "Arte y letras" y llegarían los de "Alimentando lluvias". Yo solo pretendía desautorizar racionalmente a quienes se autoautorizaban como ínclitos por falta de abuelita caperucitense... 
        En fin, que después de otros títulos poéticos, llegó Luis -José Luis Zerón- y llegó también, tras algún premiecillo, el Goliat loewazo, el mundo contra mí... y entonces llegó Luis -dos Luises: Ángel Luis Luján Atienza y Ángel Luis Vigaray- y este le dijo a don Prieto "que le voy a sacar al Gracia ese la antología que prepares"... Se tituló El mausoleo y los pájaros. Desde entonces ha corrido mucho silencio.
Díganme vuesarcedes si no le debo al Luis, ese de tantos Luises, algunas cosas... 

DOS

Si algún autor hispano puede representar el ideal del amor y su insatisfacción por el decreto de la muerte, ese es Garcilaso

Siguiendo a DantePetrarca y Boccaccio, que habían sublimado el erotismo dándole forma de doncella arrebatada por la fatalidad de la inexistencia (Beatriz, Laura y Fianmetta), Garcilaso sintió en verdad y en carne viva lo que aquellos habían sentido y preludiado en verso: la muerte de Isabel centró su obra en la melancolía de la pérdida y, desde ella, el existencialismo quevedesco. 

La transformación -o catasterismo trascendente- de ideal en personaje lírico lo llevarían igualmente al poema Herrera y Quevedo, y otros muchos: siendo la vida y el amor un desengaño, lo mejor para evitar o asumir este es dar por muerta a la amada antes de que el impulso erótico tome forma en un cuerpo que aún no conocemos: algo así como un "no esperes y no desesperarás". La espiritualidad de lo corpóreo ante las abrasiones de la muerte para esquivar a La Metáfora.

Ese trovadorismo elegíaco pervive en NovalisEsproncedaSalinas o Hernández. Bien entendió Poe el impacto que produce la muerte de la belleza y de la juventud en su método de composición, a propósito de "El cuervo".

Juvenilidad y hermosura frente a podredumbre: alegría contra sufrimiento: panegírico y exequias: la oda contraviniendo el planto: eros y tánatos. No hay receta mejor, aunque no se la busque, para encandilar, encender y aun azotar el corazón humano. 

Sin duda, contra tanto fragor, así se fue tejiendo el himno en la elegía. 

Estrategias son del inconsciente que dejan su huella en el poema. Y en la pintura: ¿Qué es La Gioconda sino la búsqueda de un paraíso más allá de la carne? Y en la música; pues ahí está "A la amada inmortal", de Beethoven; y "La muerte y la doncella" o "Viaje de invierno", de Schubert; y "Amor y vida de mujer", de Schumann; y la conversión de Matilde y Wagner en "Tristán e Isolda". 

Quede claro, con palabras de A. Machado (¿no es Guiomar una simbiosis de Leonor y los demás amores, como lo son todos los nombres de amadas literarias?): "No prueba nada / contra el amor que la amada / no haya existido jamás".

Tal vez ese dolor universal y su desconsolada tradición perduraban en mi pluma -investida de un terrible Tediato- cuando trazó este "Moja bieda", delirio luego superado -un crisantemo vencido, y un efímero infinito- en el poema "Resurrección". Pero he aquí la causa:

MOJA BIEDA

Ella era triste como una lascivia insatisfecha.
No sabía mirar, no sabía vivir, no sabía morir.
Ella era hermosa como un suicidio de quince años.
No quería ser triste, no quería ser bella, no quería ser muerte.
Ella vino en la noche como un beso en la noche.
Tenía el horizonte agarrado a su cuello
como una horca terrible sin forma de patíbulo
y se dejó caer hacia arriba, en la noche.
Ella vino en un beso masacrado, ella vino.
Ella era amor como una errata en un libro de lágrimas.
Ella no tiene cielos ni infiernos en sus ojos.
Tampoco los crepúsculos sonríen a su paso.
Y sin embargo el zoclo se detiene al oírla.
Ella era el cobalto, la manzana y el grítalo.
Quizásmente tal vez ella es una liturgia.
No hubo salacidad que rozase su piel de lepra virgen.
Ella no muere nunca porque no vive nunca.
Jamásmente ella ha sido lo que yo no soy nunca.
No enturbia, no conoce, no sonríe, no llora.
Sin embargo su pálpito eclipsa el universo.
Ella vino en la noche con un beso en la noche.
Ella vino en la noche como un beso en la noche.
Yo amé su piel de amianto para mi fuego inútil.
Murió hace doce años al erguirse hacia un beso.
Murió hace doce años llevándose mi vida.
La verdad: yo quisiera
no haber tenido que escribir este poema.

TRES

Como digo, siempre han sido icónicas de la existencia la juventud y la belleza, perseguidas por la muerte: hace poco recordaba yo en una conferencia los sonetos sobre el carpe diem de Tasso, Garcilaso, Ronsard, Góngora, A. Machado, así como otras variantes de Dámaso Alonso, Rafael Morales y muchos más. Todos vienen a confluir en las palabras de Melibea (adelantadas a las de Romeo y Julieta) cuando, sabiendo la muerte de Calixto, se arroja desde la torre constatando la razón del suicida: "Oh la más de las tristes triste. No es tiempo de yo vivir". 
     Probablemente es esa conjunción de elementos la que me llevó a obsesivar y conturbar la expresión en Los ojos de la metáfora, y a titular el siguiente poema Moja bieda (Mi tristeza), palabras con las que signó Chopin el ramillete de cartas a su amada cuando supo que la había perdido.

Mosha Bieda en la voz de Luisa Pastor (versión original).

 
Greuze: La jarra rota

domingo, 26 de noviembre de 2023

Momentos de peligro




Tres lecturas de RESURRECCIÓN (A. L. Prieto de Paula y otros.)

Tres lecturas del poema RESURRECCIÓN: para mostrar que un texto es la forma en que se lee. O eso pretende el lector.

I
La primera, de Ángel Luis Prieto de Paula,
Recolector, en varias antologías, de mis poemas y autor de otras sobre múltiples estéticas y generaciones.

Leído por 
Á. L. Prieto de Paula

RESURRECCIÓN
Cuando yo muera quiero
que olvides que existí.
Estaré en tu memoria,
la que no recordamos,
la que nos hace ser
quien somos porque fuimos.
En tu cuerpo, mi piel
continuará abrasándote.
Viviré en tus entrañas
y estaré en las palomas,
dondequiera que mires
y no esperes hallarme.
Por eso yo te digo
que cuando muera quiero
que me olvides, que abraces
los cuerpos de otros hombres
que te sigan amando
con la furia del tigre
y el tacto de las rosas.
Piensa que si viviera
querría oír tu risa
y saber que en el mundo
permanece el aroma
de tus senos de mar
y tus muslos de escarcha
y el orgasmo estridente
de la creación forjándote.
Escúchame, alma mía:
déjame que me vaya
sabiendo que mis dedos
moldearon tu carne;
que mi vida creció
en tu vida y que existo
a pesar de la muerte
en la vasta armonía
de la existencia: tú.
Pulsar para Escuchar en 


 II
La segunda, de Ricardo Serna. 
Desde el otro lado del océano, con prosodia argentina, me llega esta lectura del poema Resurrección, que agradezco al enfebrecido rapsoda. 

Leído por Ricardo Serna

III
Y la tercera, de...
He aquí un Melibeo sin Calixta,
ambos yoes disfrazados de mí mismo.