Visitas

Seguidores

martes, 30 de noviembre de 2021

Sicografía del creador.


Glazunov: Adagio



El creador hace del desierto de su vida el manantial de su obra. Eso lo aboca a una excitación y un dolor tanto más inevitable cuanto más imprescindible. El afán de todo artista es crear una ilusión -realizable- desde sus sueños y sus pesadillas.
     Hablamos de nuestros deseos para ocultarnos de nuestras carencias. Y un cuadro -un poema, una sinfonía: el arte- puede ser la retina de un hombre que ha visto el más allá de la existencia y la ha apresado para la Humanidad: para autoidentificarse identificando al Hombre.
     La única e inmensa diferencia entre un hombre cualquiera y el artista raigal es que aquel vegeta -dignamente, tal vez- mientras va muriendo, y este nace a otra vida mientras vive la suya como un desmesurado tempus fugit que no le basta como única existencia.
     Un “cualquier” hombre -o mujer- se observa a sí mismo cinco minutos al año. Un creador, veinticuatro años síquicos cada día, puesto que el tiempo mental no se mide con relojes. Por eso un creador sabe más del vivir y del arte que el biólogo o el crítico: porque su introspección e interpretación son más profundas que las de cincuenta "cualquieras", por muy respetables que sean. Y por eso pinta, escribe, compone para los artistas -en cuanto hombres sensibles a la vida individual y colectiva- que son y serán: y es que la verdad no está en quien la observa -ese la utiliza-, sino en quien la crea.

lunes, 29 de noviembre de 2021

La compulsión erótica (El amor es un pájaro enjaulado, 16)


MIÉRCOLES, 26 DE FEBRERO DE 20
Strawinski: La consagración de la primavera

        2.- La compulsión erótica
      La ley de la atracción universal (llamémosla así), por la cual un ser tiende hacia otro semejante con mayor fuerza que hacia los que son ajenos a su mundo, quedó fanatizada en dos extremos: el sexo y el amor. Tan salomónica escisión de lo que es uno y lo mismo, aunque derive en tanto afluente de la mente o del cuerpo (que constituyen, también, otro ser y no dos), exacerbó la identidad de cada hombre y de la sociedad a la que pertenecía. Por un lado, el amor se mixtificó en el misticismo y en el platonismo: al no poder saciarse la energía amatoria con el choque de los cuerpos, se exageró el ansia de saciarlo convirtiéndolo en dios terrenal o celeste: el culto al alma y su pureza (el “eterno femenino” y Dios). De otro lado, el sexo insatisfecho por la represiva y agresiva castidad derivó en la promiscuidad (el culto al cuerpo, el hedonismo extremo): al negársele como pan imprescindible, el hambriento lo sustituyó por zoofílicas y opíparas suplantaciones. Por defecto o por exceso, prevaricación o castración, derivaron ambas en una sexocracia.
            El instinto amoroso o compulsión erótica es la raíz nutricia de los demás impulsos que rigen la existencia. Hasta que el instinto erótico se reconoce a sí mismo y se sacia en el ser con el que se identifica, atraviesa, en esencia, dos planos de enajenamiento o autoengaño: las ya aludidas sobrematerialización (promiscuidad, paidofilia, zoofilia...) y sublimación (trovadorismo, misticismo...). El primero se caracteriza por la exacerbación del ejercicio del sexo; el segundo por el aparente desentendimiento del mismo o por su castración.
            No sé qué extraño estrabismo impide ver que el amor es el rostro de la sensualidad. Que el sexo es el cuerpo del amor como el amor es el espíritu del sexo. Que negarle la carnalidad al amor es castrarle al sexo su espiritualidad. Que puede amarse sin sexo: pero es un amor incompleto. Que puede hacerse el sexo sin hacer el amor: pero es una sexualidad en la que la concupiscencia no se sacia del todo. El amor es la sensación insoportable, por placentera, de que para nosotros hay alguien más importante que nosotros mismos (y, paradójicamente, convierte al amante en generoso y altruista, porque ansía el bien del ser amado y, por derivación, de cuanto le rodea, el mundo, la existencia). El sexo, en cambio, sacia la desazón tanto de quien ama como del que no siente ese impulso que hace avanzar el mundo. Cierto que el sexo es egoísta: pero más lo son -y ciegos- quienes lo culpabilizan llamando “bajos instintos” a lo que es pura biología. La presión ejercida por las culturas castratorias en el subconsciente individual y colectivo ha conducido a las suplantaciones y prevaricaciones del amor.

sábado, 27 de noviembre de 2021

El abrazo sin tregua

 

Katchaturiam: Espartaco - Adagio


Finalmente, tras muchas, demasiadas palabras que intentaban desenredar la oscuridad, dijo:

-Siento que tu autodestruccionismo pueda más que tu construccionismo.

     Y calló. Pero, igual que las palabras los incomunicaban, tampoco entendió el silencio: en vez de interpretarlo como un ruego para que callara y juzgase su propia actitud, lo tomó como punto de partida para seguir protestando por ello. Y continuó acosando, invadiendo el espacio ajeno, escribiendo, llamando ... hasta hacerle lamentar haber conocido a aquella persona incansable en su invasión.



jueves, 25 de noviembre de 2021

Educativismos

 

Bach-Marcello: Adagio

        La mente es una pizarra magnética en blanco: absorbe y escribe en ella todo cuanto ocurre a su alrededor, y jamás lo olvida. Su memoria es infinita: aquello que no puede guardar en primer plano lo almacena en sus sótanos, en espera de tener que utilizarlo. Allí va lo que parece no interesarnos y lo que nos interesa demasiado pero nos daña. 
     En los primeros meses de nuestra vida es una página virgen. En ella vamos tachando y reescribiendo los hechos, que se transforman en recuerdos independizados de la realidad a la que se refieren. Ahí permanecen, en la sombra, y a través de los sueños o las premoniciones se comunican con nuestra conciencia en un lenguaje jeroglífico y secreto de dificultosa explicación o entendimiento. 
     Ordenar bien o mal ese laberinto de emociones, sentimientos, impulsos y racionalizaciones es lo que crea cada personalidad y hace a cada ser humano diferente. De manera que somos producto de unos genes naturales y otros factores que actúan, con similar fortaleza, como  genes sociales. No siempre están de acuerdo unos y otros, y su choque es lo que nos provoca generosidad, egoísmo, honestidad, desentendimientos, traumas, sociopatía ... enemistades incluso con nosotros mismos...
     Muchos años tardan en grabarse nuestros mecanismos síquicos, y décadas en eliminarse. De ahí la importancia de adquirir buenos hábitos. Y ese es el mejor aprendizaje: sentirnos dignos de cuanto hacemos y merecedores de cuanto recibimos. 
   Ahora bien: en esa labor de creación de nuestro yo hay un sustrato: el que nos enseñan nuestros padres, vecinos, profesores: ellos son nuestros primeros y verdaderos maestros, y los auténticos responsables, puesto que la educación es un entramado en el que intervienen todos los agentes de la sociedad.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

El sexo del amor (El amor es un pájaro enjaulado, 15).

Strawinski dirigiendo El pájaro de fuego (grabación histórica)

El sexo del amor.-  
1.- El principio genético que rige al hombre es el de la supervivencia. Nada hay más fuerte en su naturaleza. Significa que la tendencia natural del ser humano es la conservación de sí mismo contra todo y sobre todo. Y la forma mejor de mantener viva la vida es crearla: por eso la fecundidad adquirió categoría y forma de diosa en el origen de los pueblos. Cuanto mayor era el número de hijos más probabilidades de subsistencia había para alguno. Así que la sexualidad es el motor de la existencia, el primer eslabón de la cadena de la vida. Y pretender castrarla es masacrar la naturaleza, abortarle los genes al ser que llamamos humano.
          Cada uno puede hallar en su propia experiencia que su estado de ánimo es más relajado y pacífico después de la cópula. Pero si alguien no aprendiese nada de ese empirismo, entienda que el origen de la violencia humana está en el instante prehistórico en que el hombre, por exigencias convencionales -leyes sociales necesarias como reguladoras de la natalidad y establecimiento de la familia- redujo la práctica de su sexualidad, con lo que fue acumulando mayores represiones y toxinas coléricas, y sus orgasmos, por contra, fueron más energuménicos y orgiásticos. De donde se deduce que la castidad es la mayor perversión de la naturaleza, porque impide encontrar el equilibrio síquico por vía natural. 

           No obstante, nunca han faltado (siempre han sobrado) instituciones condenatorias de la sexualidad. Quizá porque cuando el hombre se convirtió en un ser tribal, social, fue necesario designar unos cuidadores oficiales de los recién nacidos. Quizá porque “distrae” de los menesteres espirituales. Y quizá porque el progreso científico evitó que muriesen casi tantos como nacían. De modo que hubo que limitar los nacimientos: y, por lo tanto, reglamentar el ejercicio del sexo, poner orden a la pasión, ordenarle a la naturaleza que no fuese espontánea, impedirle que fuese natural: se instituyó el “hogar”, se condenó el “adulterio”. (Claro: si la razón por la que se debía cuidar a los hijos es porque son propios, en cuanto hubiera dudas sobre la paternidad habría eximencia del cuidado). Acaso es necesaria tal reglamentación para la buena andadura social. Pero todas las leyes tienen sus detractores y fanáticos: y aquí se alzaron también los extremismos: algunos esquejes de la intolerancia no solo la limitaron, sino que condenaron incluso la propia sexualidad, negando su condición de primer motor inmóvil de la vida. 
     Por tal motivo se han perseguido las obras que predican o defienden la infidelidad o no exclusividad en el amor, como puede verse pulsando el poema Ars Amandi .

lunes, 22 de noviembre de 2021

Un ciudadano observa la política.


Malher: Sinfonía II, Resurrección (final)

Un estudiante observa a los políticos y no le gusta lo que ve; incluso algunos le parecen enemigos de la sociedad que representan. Mira a su alrededor y se pregunta: ¿Hay políticos justos y con perspectiva? 
     Se contesta que, desde luego, es necesario un sistema que nos obligue a convivir en paz, que ampare al bueno y que encarcele al malo, inexorablemente. También es cierto que tal sistema precisa unos gobernantes, y que quien quiere gobernar necesita mucha dedicación y mucho altruismo. 
     Y es aquí donde encuentra el primer fallo: porque la abnegación no es muy común. El hambre de poder es la peor de las enfermedades contagiosas, y el poder es de aquellos que prometen paraísos, pues todos los anhelan. Por eso advirtió Napoleón: ¿qué es un líder sino “un comerciante de esperanzas”? Y Heródoto escribió, aludiendo a la corrupción: “dadle el poder a un hombre virtuoso y pecará”. En tal sentido, Valèry anotó: “política es el arte de evitar que el ciudadano se preocupe de lo que le importa verdaderamente”. Y es que el poderoso, inmerso ya en su castillo, olvida las palabras de Montaigne: “Aunque subas al trono más alzado sobre tus posaderas seguirás sentado”. 
     ¿Cuándo será posible contradecir a Rousseau, que condena a la tribu social como asesina del instinto de solidaridad, y a Plauto, en aquello de que "el hombre es lobo para el hombre"? No parece tan difícil, teniendo en cuenta que en el llamado Siglo de Pericles existía apenas el uno por mil de nuestra población mundial de hoy, y aquellos hombres consiguieron una democracia cuya divisa se resume así: “puede participar cualquier persona que nos ayude a mejorarnos todos”.
     Tal vez siguiendo tal ejemplo, y contraviniendo la opinión platónica -que exiliaba del Estado a los soñadores y poetas-, Kennedy denunciaba en la política su creciente deshumanización: “si hubiera más políticos amantes de la utopía y más poetas políticos, lograríamos un lugar mejor para vivir”. 
     Solo encumbra la muchedumbre, y hoy, igual que siempre, triunfa la apariencia: el que hace más creíble su espectáculo, el político digno de los óscar. Hemos creado un mundo de disfraces, de corrupciones de la integridad. Y todo está perdido cuando el malo empieza a ser tomado como ejemplo y el bueno es una especie en extinción.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Tras el hito expresivo.


MIÉRCOLES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2018

No le preguntéis...

Todo autor es el principio de un libro que nunca consigue terminar porque se agota su vida o el manuscrito donde lee sin descifrarlo: su cerebro. La lectura interior se vuelve tornadiza y el autor copia nuevos desciframientos de su introspección. De modo que la escritura de muchos autores es el proceso palimpséstico y guadiánico de un tema inacabable: una reescritura continua que crece en intensidad sin vislumbrar su fin. Desde esta perspectiva, todo autor es un libro inacabado.
      Pero también: Todo autor es una búsqueda del hito expresivo cuyo hallazgo consigue a veces en unos pocos textos; el resto son esbozos preparatorios o cenizas del fuego hallado.  
     Primero aparece el relámpago inconcreto cuyo fulgor -pues se toma a sí mismo como experiencia de la que deducir postulados universales- hechiza a quien lo siente. Luego la magia de la música interior busca la expresión exacta e idónea que dé entidad a ese fantasma: el ritmo, la prosodia, la andadura de palabra en palabra hasta hacer melodioso el sentido transustanciado en verbo. 
     Finalmente ahí está: tallado como un diamante, el poema -la estatua, el lienzo, el pentagrama-.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Poetas en el puente de los espejos


67 autores representados cada cual por un único poema. 

La selección y edición se deben a Esther Abellán Rodes.

La presentación del libro será el próximo día 24 de noviembre, a las 19:30h., en el Centro de las Artes de Alicante (Plaza de Quijano,2 C).


¡Maldito aquel que miente cuando escribe!


Ahora que hace muchos años ya

que dejé de escribir, y que abomino

de mi propia escritura, me pregunto

qué temas serán dignos de un poema 

sabio e imprescindible para el hombre. 

En verdad que escribir es cosa fácil

cuando nada se tiene que decir.

Y en verdad que quien calla es porque sabe 

que ya se ha escrito todo lo que importa.

Pero la pluma, ese demiurgo vivo

mientras la vida fluye hacia la muerte,

sigue dictando esencias que la efigien 

como rostro del hombre universal 

y propio. 

                    Así descubre 

                                                que 

pocas cosas nos atan a la vida:

los padres y los hijos, a quienes nos debemos;

el afán de entender por qué morimos;

las artes y el amor, que nos consuelan;

el placer de pasear por un bosque de libros

buscando aquella frase cuya página

nos niega la memoria...

y la necesidad de dejar este mundo

mejor que lo encontramos.

¿Acaso lo demás no es literatura?




martes, 16 de noviembre de 2021

Presente memorístico (El amor es un pájaro enjaulado, 14).




LUNES, 10 DE FEBRERO DE 2014
Tchaikoski: Romeo y Julieta

    3.- Presente memorístico
 Cada presente memorístico pretende recordar su pasado adaptándolo a sus necesidades; pero por mucho que el pretérito sea maleable a nuestros intereses siempre permanece vivo y reclama su existencia en cada instante, así como el futuro solo es un cadáver de sueños al que intentamos dar vida y nunca conseguimos revivir más que a retazos. Es mejor reconocer que el pasado existe como nuestro padre, inalterable y no deforme, y que el futuro es un hijo que no sabemos si tendremos. Amamos lo que perdemos por la única razón de que ya no podemos alcanzarlo. Incluso, cuando ya no podemos conseguirlo, añoramos y deseamos lo que despreciábamos. He regresado: pero ha desaparecido el lugar, escribía Carmel Cashels. Y no a otra cosa se refería sino a la irrecuperabilidad como consecuencia de la mutación, del cambio constante de las cosas. El universo, el cuerpo, la sensibilidad son rostros que se alteran en su gesto con solo cambiar uno solo de sus rasgos, porque ese determina el cambio de los otros, su orden o su caos, su equilibrio, su intensidad, su magia y contingencia. Así, el tiempo altera cuanto se sujeta a su efecto, que es todo cuanto hay debajo de la piel y sobre la epidermis. El infinito azar crea mundos expansivos tan distintos de sí como idénticos en su diferenciación e irrecuperabilidad. Por eso el carpe diem es la afirmación demostrativa de quien conoce la naturaleza del hombre y de las cosas: Todo fluye, pues nada permanece. Sólo queda el recuerdo: y ya digo que es nada más que la alteración de lo que se supone recordado. Hay que vivir el beso, el tacto, el gozo en el instante en que son pura naturaleza y no materia del recuerdo. Dejar para mañana lo que puede amarse hoy es nada más que adelantar la muerte de mañana hasta la ausencia de vida en que el hoy se convierte. De ahí la palpitación perenne del poemilla de GraciánEl tiempo es un caballo / que triza los recuerdos, la esperanza. / Amémonos, Amada.

            En el film de Nicholas Ray, “Jhonny Guitar”, se incluye este diálogo -sobre el pasado, el presente y el futuro; sobre el tiempo individual y el convivencial- entre Joan Crawford y Sterling Hayden : 
         - C: Hace cinco años una muchacha conoció a un hombre. No era  un
                  dechado de virtudes,  pero lo amaba. Quería casarse con él, trabajar
                  con él, construir un futuro.
            - H : Hubieran vivido contentos y felices.
            - C : No fue así. Se separaron. Él no quería sentirse atado para siempre.
            - H : Entonces la muchacha hizo bien en no casarse.
            - C : Aprovechó bien la lección. Aprendió a no enamorarse de nadie...

       Y ante la pregunta de Hayden (¿Qué pasaría si aquel hombre volviera?), Joan Crawford contesta, imperturbable: Cuando un fuego se extingue solo quedan cenizas. Y es que, habiendo tanta Roma, es una falacia eso de que Siempre nos quedará París. Por mucho que el manriqueño Bogart lo predicase.
Leer

El amor es un pájaro enjaulado (1)

lunes, 15 de noviembre de 2021

La podredumbre. (El amor es un pájaro enjaulado, 13)

DOMINGO, 9 DE FEBRERO DE 201


Tchaikoski: La Patética

 2.-  La podredumbre
La recurrencia literaria que conocemos como ubi sunt? insiste en la pregunta sobre nuestro pasado, para aproximarlo, reconocerlo, tal vez reconstruirlo. Lo que aprendemos de ese lugar común de nuestra mente (y, por eso, de la escritura) es que lo que ayer pasó no resucita, por más que lo nostalgiemos, y que lo que quisimos que ocurriera y no ocurrió podemos hoy convertirlo en realidad: que todo lo que poseemos es el presente, y debemos defenderlo viviéndolo, no sacrificándolo a recuerdos o ensueños, aprendiendo del pasado que el presente es el único tiempo en que existimos, pues ningún futuro podrá sustituir lo que quisimos ser. Es en ese momento cuando surge el carpe diem, igualmente literario por vital, induciéndonos a disfrutar del instante como si fuese el único o el último, porque siempre es el último y el único cuya existencia no es una contingencia. Pues somos una ruina, ya lo he dicho. Las más claras bellezas y el más vivo latido se afean y detiene su ritmo ante la muerte o el sucederse de los días. Por eso el sol que brilla debiera ser gozado en el instante: porque igualmente brillará mañana, mas quizá sin nosotros. Y la conciencia de la fugacidad del tiempo de nuestra existencia clama por apresar en el instante un trozo suculento del gozo de la vida que se huye.

           No se repite el beso. Hay otros. Mas nunca se repiten. Nadie crea que puede vivir -amar- mañana todo lo que no ha podido amar -vivir- hoy. No se repite el beso: ni la vida nos besa tanto como para dejar para otro instante lo que podamos amar hoy. Ausonio y Ronsard, Horacio, Góngora o Garcilaso, como otros muchos, lo sabían. Este último, haciéndose eco del Collige, virgo, rosas ausoniano, escribe: Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre. Y Góngora (como Garcilaso, tan próximo a TassoMentre Che l·auro crin v’ondeggia intorno) insiste: Goza ... / antes que lo que fue tu edad dorada ... / se vuelva / tierra y humo y polvo y sombra: nada. Muestra la gradación con la que se degrada la juventud y la belleza, su irrepetibilidad: por ello la insistencia en el disfrute del presente. Eso es lo que había predicado Ronsard: ¡Cueillez des aujourd·hui les roses de la vie! Lo aconseja, directamente a los jóvenes, MachadoPasead vuestra mutua primavera / antes que, torva, en el camino aceche. Incluso Juana de Ibarbourou, con todo lo que significa de superación de las trabas machistas, escribe en “La hora”:
Tómame ahora que aún es temprano,
ahora que tengo la carne olorosa...
y los ojos limpios y la piel de rosa ...
Ahora que en mis labios repica la risa ... 
Después, ¡Ah, yo sé 
que nada de eso más tarde tendré! 
Tómame ahora que aún es temprano ...
Hoy, y no más tarde, antes que anochezca 
y se vuelva mustia la corona fresca ... 
Oh amante, ¿no ves 
que la enredadera crecerá ciprés?

      Pesa demasiado en la conciencia colectiva literaria, por humana, el fatalismo que recoge Quevedo:
La vida nunca para,
ni el tiempo vuelve atrás la anciana cara. 
Nace el hombre sujeto a la fortuna,
y en naciendo comienza la jornada 
desde la tierna cuna
a la tumba enlutada. 
/ ... / 
Sólo el necio mancebo,  
que corona de flores la cabeza, 
es el que solo empieza 
siempre a vivir de nuevo.

        (Podría aquí aplicarse, como cuestionamiento del tiempo irrepetible, la frase de Ortega: La juventud es la única edad que tiene derecho a equivocarse. Aunque también el joven, como todos, tiene el deber de acertar para no ser un “necio mancebo”).

            Muchos han convertido  el tema del Collige, virgo, rosas en un pánico terror dándole la vuelta y catecismando que debe aprovecharse el presente para rezar (sufrir) por si la muerte nos sorprende: como si gozar de la vida fuese un delito. Surgen, así, el vanitas vanitatis, el memento mori, las Danzas de la muerte, el masoquismo del dolor, la calavera y el reloj, el menosprecio y desprecio de la vida, el terrorismo mental de una eclesiastidad creyente de divinidades sicopáticas creadoras de un bienestar del cual acusan a quienes se deciden a gozarlo. De ahí imprecaciones como esta: Oh tú, que me estás mirando, / mira bien y vive bien, / que no sabes cómo, cuándo, / te verás así también. / Todo para en sepultura. Pero, afortunadamente, frente a la podredumbre del cuadro de Valdés Leal, por ejemplo, siempre hay un Chant de la joie -de Honeger- que pregona y hace triunfar la joie de vivre.