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jueves, 31 de diciembre de 2015

¡Feliz Próximo Siglo!

FELIZ AÑO NUEVO


A los poetas y demás soñadores de que el mundo es mejor porque el arte dignifica la existencia:

¡Feliz Próximo Siglo, al menos para vuestra poesía, música, pintura...!

A quienes leen, oyen, contemplan... y cultivan el arte de vivir con nobleza:

¡Feliz Año!
¡Feliz Vida!
¡Feliz Siglo! 

Marcha Radetzky

El bello Danubio azul

El concierto de Año Nuevo (2014)

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Reflexión para Año Nuevo.


Bach: Toccata y fuga

1.- Rememora tu vida durante el año que ahora acaba.
2.- Intenta no repetir los errores.
3.- Potencia los aciertos.
4.- Enumera cuanto has oído sobre ti.
5.- Ten en cuenta las opiniones ajenas, pero no hasta el punto de que anulen la tuya si no las ves más razonables y poderosas.
6.- El mundo es un océano y todos naufragamos en él: aprende a nadar en sus aguas salvándote de sus tormentas, sin que tu auto-salvación ahogue a los demás.
7.- Si ya tienes más vida detrás que delante de ti, vive intensa y sensatamente porque nunca es tarde para seguir viviendo y dar más vida.
8.- La vida es como los rosales: los días y los años marchitan las rosas anteriores, pero ofrendan otras nuevas.
9.- Ofrece una rosa a quien te acompaña en el camino y recibirás otra que te perfumará el resto del viaje. Y aunque te vayas, recuerda que siempre habrá otros caminantes recorriendo tu camino: así que alfómbralo con flores, no con espinas. 
10.- No persigas bañarte en paraísos sin haberte bañado muchas veces en los jardines de los oasis cotidianos.
11.- Di a quienes amas que los amas; si esperas a que te lo digan tal vez los demás hagan lo mismo y nunca sepáis de vuestro amor.
12.- Enamórate de las personas, no del Amor.
13.- El mejor método para ser feliz mañana es intentar serlo hoy. Porque siempre partimos de lo que somos, no de lo que seremos. 
14.- En cualquier caso, de casi nada sirven las palabras; así que antes de decidirte a hablar un poco, intenta escuchar mucho; oirás muchas necedades y aprenderás que es mejor callar que hablar demasiado.
15.- Entra en el nuevo año como si fuera el último: y, por eso, para disfrutarlo; no para hilvanar lamentaciones.

martes, 29 de diciembre de 2015

Para encontrar tu nombre





Para que tú me quieras

Para que tú me quieras he recorrido el mundo,
su ayer y su mañana: sus misterios;
y para que me quieras aprendería yo
la lengua de los pájaros y la canción del viento.
Viajaría también por todas las galaxias
hasta encontrar un Dios que me explicase
por qué siento este amor, por qué no viviría
si no fueses la estrella que ilumina mi vida.
Y cuando recorriera los espacios y el tiempo,
y comprendiese, al fin, los secretos del orbe,
le diría a ese Dios de la nada y el todo
que me basta vivir entre tus labios
y el universo de tu corazón.
Después aprendería a ordenar las palabras
y a tallar un poema para que fuese el único
diamante que fulgiera eternamente
bajo los altos cielos luminosos.

lunes, 28 de diciembre de 2015

De la inocencia

Glass: The poet acts

El inocente

Inocente es aquel que no tiene maldad.
Inocente es aquel que es ajeno a la astucia.
Inocente es aquel que cuando se equivoca
no llora por su error, sino por todos cuantos,
por ese error, tuvieron que llorar.
Inocente es aquel que siente que el amor
no sea la fortuna más buscada en el mundo.
Inocente es aquel que aspira a que la luz
penetre el corazón hasta saciarlo. 
Inocente es aquel que desconoce
la perfidia, y confía en la esperanza.
Inocente es aquel
que, venciendo el temor, se aventura a luchar
por su propia inocencia y la del otro,
aun sabiendo que perderá el combate
contra las estrategias de la perversidad.
Inocente es quien muere por dar vida
a cuanto de utopía hay en el hombre.

domingo, 27 de diciembre de 2015

El Desamparo.

Verdi: Dies Irae

Siempre he creído que la existencia en un Dios disminuye la fe en uno mismo y lo debilita, puesto que el creyente no se exige lo que puede dar de sí al esperarlo de un ser superior. 
     Claro está que esa creencia conduce a la indefensión y el desamparo, ya que el hombre no puede levantar el Universo con sus fuerzas, y cae derrotado por él. Aunque tal vez sea la soberbia de considerarse autosuficiente la que le impide aceptar como lógico que haya una Mente Superior capaz de comprender la existencia; y que, además de comprenderla, sea su creador y continuador. Porque, si es así, todo apunta a que ese Artífice Supremo es insensible al sufrimiento humano, o cruel, o contumaz, porque permite que el hombre permanezca dolorosamente ajeno a su origen y destino. Nadie quiere nacer para sufrir, ni siquiera aunque ese dolor conlleve unas vacaciones eternas en el palacio de los cielos. 
     Así que: bienvenido sea el señor Jesucristo como hombre esforzado hasta parecer un superhombre; y bienllegados sean todos los hombres de la Tierra que desean lo mejor para sí mismos y para los demás. Pero que la necesidad de un Dios explicativo de este caos no enturbie la razón para asumir la Crueldad como Divinidad.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Sin muchedumbre



¡Qué placer esta mañana: pasear por las calles sin que nadie te empuje, te arrastre, te grite como si fueras tú quien está al otro lado de su móvil, sin que estallen los cláxones azuzándote a cruzar más deprisa los pasos peatonales, sin periódicos embusteros, sin que parezca que estás en medio de un combate medieval con las espadas convertidas en prisas, codazos, pisotones...! 
     ¡Qué animal más hermoso es el hombre!, dice el poema, tal como sentían los griegos. Pero qué monstruoso ser es la muchedumbre. ¿Por qué no aprende de los niños, que forman un rumor jubiloso cuando, juntos, se alegran? La muchedumbre parece no disfrutar del todo si no molesta al individuo, a todos los individuos que prefieren no muchedumbrarse.
     Esta mañana no había muchedumbre. Quizá bebió más champán de la cuenta, o se durmió muy tarde. Ni siquiera automóviles, ni bares, ni carreras hacia ninguna parte, ni convencionales muecas de alegría... Los semáforos ejercían su oficio entre sonrisas de colores... El silencio era hermoso: como debió de ser en el origen.
     Gracias, Nochebuena: algo bueno me has dado, aunque dure bien poco porque pronto dejarás paso al tumulto universal que conduce a Nochevieja.

viernes, 25 de diciembre de 2015

¿Dios proveerá?

Messiaen: 20 miradas al Niño Jesús


La vida no es una lotería en la que el premio es el bienestar, sino un esfuerzo por crearlo. Así que eso de que “ya surgirá el momento en que seré feliz" es improbable. 
     Una cosa es el azar y otra la necesidad de que nos favorezca; una cosa es evitar los riesgos y otra blindarse de tal manera que no nos llegue ni lo malo ni lo bueno. No se puede esperar a que la suerte nos dé su bendición; hay que crear la propia suerte. 
     No hay peor mentiroso que quien se miente a sí mismo: su aparente sinceridad termina por confundir a quienes creían en él. Así que quien no construye su destino es un perdedor, por mucha suerte que le acompañe en su vida.
     Frente al azar, la voluntad. La felicidad -la serenidad- solo llega si la conquistas.
     Y esta es la divisa: Trata de cantar aunque desees llorar y tendrás la alegría más cerca.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Lecturas imprescindibles, 9: Mateo

Bach: Oratorio de Navidad

Haendel: El Mesías


Nos llevaban, nada más entrar al colegio de Santo Domingo, a la "misa".  Yo me consolaba porque los alumnos internos decían sufrir más eclesiastismos que yo.
     Confieso que aquel silencio era atronador. Sin embargo, me aburría durante la media hora que el sacerdote teatralizaba su personaje ante el altar. Así que, como no podía llevar ningún otro libro, leía una y otra vez un pequeño ejemplar del Evangelio de Mateo. Allí existía un hombre bueno que había sido torturado y muerto yo no sabía muy bien por qué. Y la crucifixión se levantaba diariamente, cada vez que empezaba la lectura. 
     Qué sabio aquel hombre, y qué héroe aquel hombre que renunciaba a defenderse de la perversidad de los hombres. Para mí era como un caballero andante que hubiese descubierto que es de necios luchar contra los necios. Y así quedó en mi memoria aquel libro: Aventuras y desventuras del caballero Don Jesucristo de Palestina. Aquel librito era, simplemente, la historia de un asesinato impune. Allí estaba una Dulcinea llamada La Magdalena. Se conocía desde el principio al asesino, y no obstante jamás el lector se queda con tantos misterios cuando acaba su lectura.
     Ese hombre bueno fue lo único que salvó mi adolescencia: porque el gran malvado era aquel Dios que echaba a su bondadoso hijo a la palestra de los torturadores de este mundo. 
     Terrible lectura que ha marcado tantos corazones. Probablemente, el libro que más ha influido en la conciencia humana occidental durante los dos últimos milenios. 
     El gran Best-Seller.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

La densidad

Chopin; Preludio op 28, 4


!Palabras, palabras, palabras...!, dice Hamlet.
     Eso es lo que le sobra a la mayoría de los poetas: el material con el que trabajan. Como si escribir fuera una verborrea y no una contención expresiva: una gesticulación en vez de un sereno rostro. O como si las pinceladas en el cuadro tuviesen que pesar dos o tres kilos, aliñadas con periódicos y néctares de basura fermentada. Y como si las miniaturas de Schumann y Chopin no dijesen más que tantas fanfarrias sinfonísticas.
     Toda obra exige densidad, y armonía, en su estructura.
     Naturalmente, el proceso creativo empieza con el aprendizaje: callar todo cuanto estorba para lo que pretendemos decir diáfanamente. Tachar los abalorios, la circunstancia que encubre la sustancia. 
     Primero llega el aluvión de las emociones, arrastrando tierra, piedras y cuanto subyace en la conciencia sentidora. Después, la reflexión pulimentadora. Hasta dejar la médula que ha gloriosamente ardido en el rusiente corazón y espera convertirse en ascua escueta, diamante atesorando la densidad del lírico elemento que llamamos poesía.

martes, 22 de diciembre de 2015

Beethoven cumple 245 años



Coro de 10.000 voces

 (La Novena)

         Grandes directores de orquesta ha habido y hay en la actualidad. Tal vez deba considerarse a Mendelsohn, primer reivindicador de Bach, el primero de ellos. Otros muchos compositores esgrimieron la batuta, no siempre con fortuna, porque el ardor de la composición no es el mismo que el de la interpretación. 
     SchumannLizstWagnerMalher, StrawinskiBoulez, por ejemplo. Uno de estos directores actuales es Eliot Gardiner, quien, al frente de la Orquesta Revolucionaria y Romántica, propone interpretaciones heterodoxas y ha hecho una revisión de buena parte de Beethoven. Pero los experimentalismos, que sirven, ante todo, para ahuyentar el academicismo y recordarle a la tradición su verdadero sentido, no siempre tienen más fruto que el ya dicho.
        Acabo de escuchar “La Novena” ejecutada -en el doble significado de la palabra- por Gardiner y su Orquesta. Parece que la empresa discográfica hubiese impuesto un minutaje para la grabación; y el director ha escogido un “tempo” tan rápido como el de los aurigas de “Ben-Hur”. O tal vez ha querido darle a la Sinfonía el aspecto agresivo del rostro de Beethoven. Lo cierto es que ha deteriorado en buena medida la soberbia fragilidad con que la partitura se acerca a los prados del cielo, porque los éxtasis son fugaces, no veloces. A veces estremece (pero, ¿cuándo no estremece el mejor Beethoven?), como cuando las cuerdas arremeten contra el barítono (demasiado “belcantista”) en su primera intervención (el popular “Himno a la alegría”), produciendo una sensación casi de impulso yazzístico. 
Furtwaengler
          Me recuerda este “experimento” de metrónomo histérico, por contra, la lección que el gran Furwaengler dio hace 60 años proponiendo una lectura casi en continuo “rubato”, más lenta de lo acostumbrado, desgranando cada nota sin que la diafanidad individual de cada instrumento mermase la trabazón del conjunto orquestal. El público aplaudió entonces durante media hora y es hoy una grabación histórica ejemplar. En esencia, Furwangler prefirió el “piu moderato” al “molto agitato” de Gardiner. (Compruebo si la ostentosa cabalgada sonora es capricho o método de este director y constato en la “Séptima”, conocida como la “apoteosis de la danza” por su ritmo, que no hay caballos, sino bisontes en estampida; en cambio, el adagio “fúnebre” de la “Heroica” lo convierte en una fanfarria patética). Las versiones de Toscanini, Klemperer, Masur o Bhöem, por ejemplo, buscan el  equilibrio entre esos extremos. No me gustan otras -como la de Karajan- demasiado “correctas”, lastradas por las trampas de los estudios de grabación. En cualquier caso, no hay quien desmonte la poderosa arquitectura de esta sinfonía, que junto a la “Tetralogía” wagneriana o tantas obras de Bach, elevan la música a su más alto esplendor.
Klemperer
          En el arte de la dirección y la interpretación musicales es donde podemos encontrar encarnada verdaderamente la realidad del “lector cómplice”, del receptor que acaba definiendo la creación propuesta por el autor –y respetándola. No es fácil saber cómo se interpretaban exactamente las obras antes de la aparición de los primeros registros. Hay directores, como Harnoncour o Marriner, que intentan acercarse a aquel sonido y manera utilizando instrumentos originales de la época. Pero, sin proponérselo, tal vez el mismo Beethoven -siempre el autor sabe más de sí mismo, incluso si se equivoca, que cualquier otro lector- aconsejó cómo quería que se oyese su inmensa partitura: el día de su estreno (7-V-1824), la orquesta acabó mientras él, sordo solamente de orejas para afuera, seguía agitando sus brazos, marcaba el compás, continuaba dirigiendo; hubo de ser el otro director -colocado detrás de él y al que, en verdad, seguían los instrumentistas- y la contralto quienes le indicaran que atendiese al público, que ya llevaba varios minutos aplaudiendo (*). 
Liszt: Transcripción al piano 
No estaban permitidos en aquel tiempo más de cuatro vítores, que eran los que se ofrecían a la familia real en sus apariciones. No obstante, ante la consternación de los funcionarios y la policía, fueron cinco salvas de aplausos las que no pudo oír aquel gigante. Sin duda, en la mente de su creador, “La Novena” continuaba sonando y haciendo tañer lentamente el armonioso rumor de las estrellas.


              De particular interés me parece resaltar que Beethoven le dio la vuelta al significado del poema de Schiller (acabo de caer en la cuenta, hojeándolo), con lo que la alegría, lejos de ser un regalo de los dioses, se convierte en una conquista de los hombres a través de la solidaridad. Y eso, en un hombre religioso como era nuestro gran escrutador de las armonías del universo, es todo un ejemplo de independencia y modernidad. De su grandeza y popularidad, a pesar de su carácter bronco, dan idea las más de veinte mil personas que asistieron a sus funerales y las palabras del poeta Grillparzer ese día: Cuantos vengan detrás de él tendrán que empezar de nuevo, porque ha llevado la música a los mismos límites del arte.
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(*) La inclusión de voces no había despertado más que malos augurios. Pero su éxito hizo que otros muchos continuaran esa fusión sinfónica de voz y orquesta -principalmente, Malher-, y que incluso Schoenberg agregase la voz a su segundo cuarteto. 



lunes, 21 de diciembre de 2015

Borrador

Vermer: El taller del artista
Borrador


Se disuelve el color en la paleta
en turbios arcoíris escindido,
y el pincel deja trazos con descuido
sobre el lienzo y su imagen aún secreta.

Apenas se distingue la silueta
del frágil laberinto construido,
y el pergeño dubita, sorprendido
en su resolución grave y escueta.

Boceto de mujer, hombre o paisaje,
el borbotón de rojos pone fuego
a la visión fugaz que busca un nombre.

Así el acendramiento del lenguaje
halla, tan visionario como ciego,
la fugitiva identidad del hombre.

domingo, 20 de diciembre de 2015

El voto

Copland: Fanfarria para el hombre común



Un voto debe ser más un premio a una trayectoria digna que un regalo para quien la única que tiene es la promesa de creársela.
Eso no significa que no haya que apoyar a quienes empiezan: aunque estos deberían dar primero confianza real al ciudadano, no solo buenas intenciones. 
Quien promete utopías es casi tan peor como el que augura hecatombes. La consecución de una realidad no está en la euforia ni en el fatalismo, sino en el esfuerzo cotidiano y solidario.
¡Es tan fácil engañar a quien necesita creer!

sábado, 19 de diciembre de 2015

Ángel Luis Luján Atienza: Lejos de toda furia



LEJOS DE TODA FURIA
Antonio Gracia
Devenir

Antonio Gracia ha escrito, como viene siendo habitual en sus últimas entregas, un libro sereno, de gran intensidad lírica y de profunda meditación. El título, Lejos de toda furia, no solo da la pauta del tono por el que transcurre el poemario, sino que alude, creo yo, también a la renuncia del tan traído y llevado “furor poético”, o inspiración al modo romántico, desbordada y fantasiosa. La contención domina el libro, el afanoso trabajo del artesano del verso, la colocación exacta de todos los elementos poemáticos como si de la mano de un orfebre de la palabra se tratara, adelantando en cada línea una obra maestra, un universo completo. El resultado no es un brillo frío, sino que de esa maestría, como de la perfección de la estatua de Pigmalión, surge la vida y la emoción del poema. Los abundantes encabalgamientos del libro son el signo de que un río subterráneo y humano desborda el terso cauce del verso, que avanza calmo hasta romperse de no poder contener el ímpetu de la verdad o la belleza en forma de serena pasión, si vale el oxímoron.
          El libro es un paseo por un museo imaginario que a la vez devuelve al paseante al espectáculo interior de su existencia. Lo de dentro y lo de fuera se hallan fundidos en los versos de Antonio Gracia, como si se hubieran roto los marcos de las obras de arte, lo que las separa de la vida y del espectador. Así también, el poema hace estallar sus límites e incorpora al autor y al lector:

Siento el poder de esa certeza. Canto
dentro de mí y el himno reverbera
como una melodía inextinguible.
                                      (“Noche estrellada”)

La contemplación se hace meditación y ambas se redimen en vivencias. Leer los poemas de este libro va más allá del acto de interpretar un texto, es impregnarse y experimentar el propio existir como precario y a la vez pleno de sentido gracias al arte. La poesía aquí es la gran balanza del ser buscando el equilibrio entre lo contigente y lo absoluto, lo que hay en nosotros de prescindible y lo que nos hace necesarios. La obra de arte, como quería Schopenhauer, nos salva de la miseria de existir. De ahí que la primera parte del poemario se titule “Del arte redentor”.
          Antonio Gracia comparte con el pensador alemán una visión pesimista de la existencia, lo que hace que las formas de sublimación del dolor de vivir se conviertan en la única razón de sentido posible:

Mira el árbol tullido y centenario
cómo acepta la muerte:
es la clarividencia de la edad
la que nos hace ver que todo es nada.
Contempla la mañana, siente el día,
inúndate de luz. No desesperes.
Pronto vendrá el crepúsculo a salvarte.
                                        (“El huérfano senecto”)

El “crepúsculo” aquí es el descanso que supone la muerte, pero a la vez alude a una obra de arte de la naturaleza, con su fuerza plástica, sus colores, su apoteosis de luz. La poesía nos hace más conscientes de la fragilidad, pero en esa ampliación de la conciencia va también la posibilidad de gozar más los matices de estar en el mundo.
          No estamos, con todo, ante una simple prolongación del culturalismo que intermitentemente visita la poesía española o es visitado por ella. Lo interesante del proceso, tal y como lo presenta el autor, es que el trayecto va de la vida al arte para devolvernos un reflejo de nosotros mismos:

Naturalmente, mi escritura siempre ha tenido una fuerte apoyatura cultural, puesto que toda vida y todo arte son hijos de los libros y del arte, y solo en ellos podemos ser y redimirnos. Bien claro queda en “Informe pericial" y en “Hijos de Homero”, si bien en este los poemas fueron anteriores a los títulos y, por lo tanto, lo que parecen homenajes solo son confesionalismos disfrazados. Esto último (como en una trilogía impremeditada) ocurre en “Lejos de toda furia”, cuyas imágenes no han suscitado los poemas -salvo excepciones-, sino que se han buscado para ilustrarlos. Todo ello parece ser consecuencia de un inevitable y fragmentario autobiografismo síquico persiguiendo causas o excusas para expresarse.

          El amor es igualmente un espacio de salvación y de conocimiento. “De amore” lleva por título la segunda sección, pero se trata de un amor de nuevo pasado por el tamiz del arte. La belleza primigenia es aquí una fuerza que desborda la forma humana y solo alcanza plenitud cuando se representa en un modelo universal, llámese Gioconda, Dama de Elche (vieja conocida del autor), Desdémona. El platonismo de Antonio Gracia es evidente a este respecto, pero se trata de un platonismo a la manera de El banquete, que no olvida la sensualidad y que el gozo de amar lo bello abre una verdad no solo para el espíritu sino también para el cuerpo del amante. Soberbio el inicio del poema dedicado a la Santa Teresa de Bernini:

Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo,
sentí mi corazón tremular mis entrañas
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.

La tercera parte del libro acoge bajo el término musical de “Bagatelas” otra serie de retratos y reflexiones que nada tienen de menor, pero sí de misceláneo. La aparición de varios sonetos, de excelente factura, nos habla de una dinámica esencial de la poesía del autor, que como un busto de Jano mira por un lado a la tradición de la que parte y que ha asimilado, y por otro nos la devuelve renovada, jugueteada (si se me permite el neologismo), sorprendida de sí misma.
          Y como en el celebérrimo soneto de Góngora, se cierra Lejos de toda furia, con la imposición de las sombras, aunque en Antonio Gracia la ausencia de luz se convierte en una invitación al viaje interior que empezó, estoy convencido, no en este libro sino en los arranques de su ya larga carrera poética:

                                           Pienso
en este instante en el dolor callado
que se asoma a tus ojos.
                                           Cuando
el crepúsculo encienda el horizonte,
camina hacia tu alma y hallarás
dentro de ti la música del cosmos. 
                                                 (“Princesina”)

En este denso y exacto poemario el autor sigue fiel a la consigna de sus últimos tiempos de llegar al himno a través de la elegía, de hacer una celebración con los materiales de nuestra penuria vital. Como el Beethoven que retrata aquí en trance de componer su obra maestra, la novena sinfonía (“op. 125”), Antonio Gracia construye con la melancolía “pirámides de música”, de palabras elevadas al canto que penetran un cosmos que por muy agónico que parezca se explica y se justifica a la luz de su creación. Compartámosla.

                                      Ángel Luis Luján Atienza
                             Universidad de Castilla-La Mancha
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viernes, 18 de diciembre de 2015

My Way

En su centenario, una de las canciones más significativas de La Voz:

El éxito de May Way no se debe exclusivamente a su intensa y creciente melodía, sino a que ese crescendo incluye la palabra: narra intensamente la identidad del héroe moderno cotidiano, capaz de asumir sus derrotas pero no a perder su dignidad, orgulloso de haberlo hecho todo según sus propias reglas: a su manera. He aquí la letra:
Subtitulado

Para convencer de tal confesionalismo se necesitaba una voz sin estridencias trágicas ni eufóricas, firme y bien timbrada. Ninguna como la de Sinatra. Por ello ningún cantante pudo cantar la canción "a su manera" sin fracasar ante la de Sinatra. Ni siquiera Paul Anka, que fue quien la diseñó y le dio dignidad, logró reapropiársela:

Desde luego, le vino grande a Elvis, que solía meterse en camisas de once varas intentando vestirse los éxitos de otros, y cuyo "vibrato" no siempre funcionaba:

Algo semejante ocurre con la versión vibratorísima de Tom Jones, quien, como otros, la cantaba como una canción más, cuando su éxito radica en la asunción del fracaso de ser tan solo un hombre, pero fiel a sí mismo, y al que le sobran los embelecos y melismas:
Tampoco las voces de los tres tenorísimos la salvan, porque la hacen sonar como una zarzuelera comadreja:

Y tal vez por eso, cuando se orquesta, suena solo como una agradable melodía: