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miércoles, 2 de diciembre de 2015

El abrazo enmendado.

Haydn: Adagio


- Ya no me quieres como me querías.
- Es que no eres como eras. 
- Si me quisieras como me querías volvería a ser la misma persona.
- Queremos a las personas porque nos gustan como son; no las queremos para transformarlas o para que se transformen y dejen de ser quienes eran. Es difícil que dos encuentren el equilibrio de la convivencia. Cambiar esencialmente es desestabilizar esa armonía que tanto ha costado conseguir.
- Mis heridas siguen sangrando.
- Pero ahora la sangre es ponzoñosa.
- Me duele el corazón.
Tu dolor se ha convertido en amargura. Y expresas tu dolor de forma airada. Somos lo que mostramos ser. Por lo tanto, tú eres lo que manifiestas, no lo que dices o crees ser. Igual que otros fantasean ilusamente sobre sus ilusiones, tú fantaseas sobre tus heridas y las haces interminablemente mayores de lo que fueron. No quieres abandonar tu "nostalgia del dolor", rayano en el masoquismo. No te das cuenta de que lo más nimio de tu comportamiento afecta a cuantos te rodean: tu silencio, tu tristeza, tu laberinto... afecta al otro, y al otro... interminablemente. Ya que no luchas por ti lucha para que ese contagio no se expanda.
- Lo siento.
- Más lo sienten quienes tienen que sufrirte.
- Entonces, ¿se acabó?
- Abandonar es lo más cómodo. Persistir mejorando, lo más difícil y, también, gratificante. Vencer los propios errores, si los hay, y conseguir con esa victoria que el otro venza también los suyos: esa es la verdadera conversación, la auténtica solidaridad, el mejor amor. ¿No es mejor enamorar diez veces a la misma persona que a cien diferentes?