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domingo, 31 de octubre de 2021

Don Juan Tenorio





Don Juan Tenorio

Don Juan en Alcalá

La leyenda de don Juan Tenorio en su verbo más conocido, ripioso y teatral.
Lástima grande es que incluso incursiones en la cultura como esta hayan desaparecido del pobre rostro catódico. 
Antañamenteel público podía asomarse cada año en este día a diferentes versiones de la obra de Zorrilla. 
Ahora ennecedarse es el mayor onanismo de la inteligencia.

Otras obras

Ibsen: Un enemigo del pueblo

Jardiel Poncela: Cuatro corazones con freno y marcha atrás

Moratín: El sí de las niñas

Moliere: El avaro

A. Camus: Calígula

Tamayo y Baus: Un drama nuevo

Miguel Mihura: Tres sombreros de copa

jueves, 28 de octubre de 2021

El choque de los cuerpos (El amor es un pájaro enjaulado, 9).

Strawinski: La sacré

10.- El choque de los cuerpos.-
Mary Shelley, a los 16 años, escribía: ...sintiéndome realmente viva, amada. Y no se equivocaba en su identificación de vida con amor. Porque el amor es la confluencia de sentimientos y pasiones, fiebre tumultuosa y espasmódica que solo halla descanso al consumirse en el fuego que la incendia. La imantación recíproca que ejercen la masculinidad y la feminidad es la prolongación de la fuerza genesíaca del macho y de la hembra que liberan su energía agresiva en el orgasmo, liberación imprescindible para el mantenimiento del equilibrio biológico: porque, sin duda, la identidad de la especie homo sapiens es la de “ente sexual pensante”, “ente perpetuador de sí mismo”, antes que ninguna otra cosa. El ser humano ha heredado de ese vigor fungible la necesidad de perpetuación como aceptación por parte de la Vida de que el “ser sexual” es un ser que se realiza y cumple con su significado cuando forma parte de la cadena de la supervivencia: cuando mediante la eyaculación y recepción del semen -la fertilización- se prolonga en el otro, que es un yo inmerso en la inconmensurable carrera de relevos que es la existencia y es la Humanidad. Porque en los genes se agrupa la materia, la sustancia, la esencia. Véase cómo, exaltando la sexualidad, el amor nace de ella, en este poema de Diego Torres
          Dama de la mirada luminosa: 
          cómo golpea el viento tus caderas 
          desnudas junto al mar, 
          que guarda su fulgor bajo tus párpados; 
          arrecifes de luz rasgan tu piel 
          y te abrazan las olas 
          persiguiendo la cópula infinita. 
          Tus pies errantes trazan en la arena 
          huellas de antiguos peces, 
          sirenas diluidas, geometrías,            
          fábulas de coral, astros de fuego. 
          Hay en tus labios pájaros, 
          frutos y laberintos. 
          Te persigue el océano amoroso, 
          la lluvia interminable te persigue. 
          En tus ojos la noche 
          se llena de caminos: 
          mientras gira la luna 
          -doblándose en tus senos-, 
          tu cabello derrama su azabache 
          sobre mi rostro: y nazco 
          cuando llega el amor desde tu sexo.

  Ahora bien: cuando la inteligencia necesitó crear la reglamentación social y de esta se derivó la intolerancia, lo que era pura biología, estado natural y orden sin caos, se vio afectado por la razón, represora o controladora. Y propuso un orden generador de caos, porque la animalidad entró en conflicto con la racionalidad. Entonces se bifurcó la mente bajo el peso del cuerpo: se espiritualizó para sobrevivir o mantener vigentes, aunque clandestinados, los instintos sicofísicos desterrados al subterráneo de la conciencia: y la concupiscencia se convirtió en sublimación, inalcanzabilidad, trovadorismo, misticismo: al fin y al cabo, ancestrales eran los ritos religiosos a la fecundidad agrícola y humana (y así lo grita el ritmo genesíaco de La sacré du Printemps de Strawisnki), y la carnalidad fue considerada un agravio, un pecado, un ostracismo y un tabú. 

martes, 26 de octubre de 2021

Visión del optimista.


Britten: Sinfonía simple, 3


Desde que la política convirtió la enseñanza en una falta de educación y los centros docentes en epicentros de la deshumanización social -aunque todo viene de más lejos-, la ignorancia se empeña en considerar erratas en el historial de la Humanidad a Platón, Monteverdi, Magallanes, Rembrandt o Voltaire, en vez de lo que son: oxígeno para el espíritu. 
     La música tiene más ruido; la pintura, más manchas; la literatura, peor escritura; la cultura, más analfabetismo. El médico tiene más clientes; el abogado, más impacientes; el famoso, más autómatas incondicionales; el juez, más circunstancias eximentes; la justicia, más leyes incumplidas; las mujeres y los hombres, más noviazgos de una noche y matrimonios de unos meses; los hijos, varios padres y madres; el autonomista, más chovinismo, ciego ante el hecho de que, por la inmigración, las naciones son cada día más internacionales; las iglesias, más supersticiosos; el político, más sordos; el profesor, más enfermos de desafecto, agresividad y desidia. 
     La dieta intelectual del ciudadano medio se reduce a los resultados de las loterías y deportes y a una ración televisiva, como si persiguiese la desnutrición mental.
     Si Dios necesitó seis días para construir el mundo, hoy al hombre le bastarían unos segundos para destruirlo. 
     (La verdad: no se me ocurre nada más realista que decir que lo dicho, desgraciadamente, es irreversible: y que cada uno salve a cuantos pueda, que es la única manera de salvarse un poco a sí mismo).


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Una enseñanza deshumanizada

Educación 

domingo, 24 de octubre de 2021

El amor es un pájaro enjaulado (8).



El amor es un pájaro enjaulado (8)
Mozart / Zichy

9.- Un misterio sin máscara.-   
El amor es el único misterio cuya incógnita no existe. Es decir: que no es un misterio. El hombre se ha preguntado por qué ama sin considerar que la palabra amor y la palabra hombre, como especie o género “animal racional”, son dos sinónimos. Por naturaleza, el animal siente atracción por sus semejantes, necesita su contacto: es la sensualidad lo que define su convivencia. Se rige por la animalidad y no sufre traumas porque no amputa ni castra sus necesidades. No obstante, al aparecer en el animal humano el último órgano biológico, la racionalidad, esta condujo el cuerpo y la mente animales del hombre por los mejores caminos de la existencia que supo discernir de entre la información que llegaba a su cerebro. Pero la información de ese incipiente cerebro inteligentemente sensibilizado no siempre era correctamente computada, con lo que los silogismos de la novicia racionalidad, sobre todo al tribalizarse, fundamentados en débiles premisas, a menudo desacertaban en sus conclusiones. De ahí que la Historia sea la relación de unos principios que se autocuestionan y reciclan en cuanto aprendices de sí mismos. 

        El hombre es un ser en continua evolución porque es un ente en perenne ansia de autoperfección. Ama porque se ama. Se entrega al otro cuerpo y la otra mente porque necesita ser tocado y sentido, ser pensado y recibido. El amor es la satisfacción de la aceptación y la entrega. El beso, la cópula, son las señales por las que el cuerpo y la mente se dicen a sí mismos que la sensualidad, la vida, se cumple como ordenan los cánones, los genes. El amor es una razón genética que la racionalidad social ha desnaturalizado y problematizado. Cuando un hombre o una mujer preguntan “¿por qué amo?” están pidiendo desde la inocencia olvidada una responsabilidad a las formas del pensamiento religiososocial que tan impunemente han ejercitado su ponzoña castradora de la verdad del corazón, al que han culpabilizado por no reprimir su espontánea naturaleza. Espontaneidad telúrica expresa en estos versos jocosos:
              Estando sobre la cama
                faziendo sexo de amor,
                  con tanta furia se amaban
                     que la cama se rompió.
                         El uno a la otra le entraba 
                           como buscándole el yo,
                             y tanto el tú le encontró
                               que la cama se rompió.
                                 Cuántos quisieran decir,
                                     tras sus batallas de amor,
                                       que tan cruento fue el combate
                                         que la cama se rompió.
Sexualidad natural que no reprime la dicción de Diego Torres:
               Las estrellas son como estalactitas:
               con la mía penetro tu caverna
               y destilo mi cuarzo.

viernes, 22 de octubre de 2021

Novelas de película.

 

El nombre de la rosa (Descubrimiento de la biblioteca)


Las buenas novelas, las de los autores con idiosincrasia metafísica, nunca tienen una notable traducción en el cine. No es fácil convertir en imágenes narradas el mundo mágico de quienes lo crearon con palabras. Sin embargo hay muchas películas excelsas surgidas de malas o mediocres novelas. Lo cual se resume en que el referente nunca está a la altura de lo referido cinematográficamente
     El nombre de la rosa de Annaud supo recoger el paisaje inquisitorial de la novela de Umberto Eco sustituyendo las largas erudiciones por recreaciones medievales adecuadas y personajes bien interpretados. Matar un ruiseñor es una novela insuficiente que en la pantalla crece con el inolvidable Gregory Peck y su nobilísimo Aticus. La mediocre Psicosis se convierte en obra maestra en manos de Hitchcock, así como Lo que el viento se llevó en las de V. Fleming y sus colaboradores. Orson Welles estira lo que no hay en La dama de Sanghay y rentabiliza El proceso kafkiano. Puzzo no está a la altura de El Padrino de Coppola. En cambio Richard Brooks no puede sino falsificar Los hermanos Karamazov. ¿Cómo llevar a la pantalla el discurso introspectivo de Dostoiewski o la aventura interior de Robinson Crusoe? ¿Y quién conseguiría dar credibilidad a Don Quijote, a pesar de las varias versiones que lo han intentado? 
     Todo ello nos lleva a una conclusión: si difícil es traducir idóneamente de un idioma a otro, más lo es hacerlo de un arte a otro. 

jueves, 21 de octubre de 2021

Haiku en prosa vernácula

 

Grieg: En la gruta del rey de la montaña

No hay zanahoria que más asnos atraiga que las promesas. Eso es lo que cultivan los políticos; y eso es lo que acaba royendo la muchedumbre. 

Ya lo escribió Salicio: "El que promete somete".


miércoles, 20 de octubre de 2021

El infierno de los celos -El amor es un pájaro enjaulado (7).


VIERNES, 13 DE DICIEMBRE DE 2013

Hidalgo Polanco: Celos, aun del aire, matan.

 El infierno de los celos.-
¿Cuántos amantes se reconocen en las palabras de Otelo? Pues sépanse que lo que sienten y que llaman amor nada tiene del mismo. La mente del celoso (que es un insatisfecho de sí mismo) se mueve con la astucia, la protervidad y la implacabilidad de un silogismo de granito: solo que las premisas existen nada más que en su deseo (en su temor, que solo puede apaciguarse inventándose el monstruo que teme para matarlo y concluir así la pesadilla), en la imprescindibilidad de que la conclusión sea la creada por la autofagia y autocondenación a las que se ve impelido el celoso, resuelto todo ello en una misantropía exculpatoria y destructiva. Juan Pablo Castel, el personaje de Sábato, se inviste de Otelo cuando, persiguiendo el “cogito ergo sum” oteliano, concluye con la inexorabilidad antedicha:
   Pensé: estas palabras deben representar el hecho esencial, la verdad profunda de la que debo partir. Hice repetidos esfuerzos para colocarlas en el orden debido, hasta que logré formular la idea en esta forma terrible, pero indudable : María y la prostituta han tenido una expresión semejante; la prostituta simulaba placer: María, pues, simulaba placer; María es una prostituta. ¡Puta, puta, puta!, grité saltando de la bañera.
             Lo que Castel concluye es cierto para su mente. Lo que no se pregunta es si su objetividad es excesivamente subjetiva. De modo que María, como Desdémona, está condenada a muerte por la justicia de un silogismo temeroso del mismo amor que ha desentrañado su inestable personalidad. Castel daría la vida por saberse equivocado: pero no puede admitir emocionalmente más que lo que su corazón le dicta a su cerebro: y este ordena su propio suicidio mental. Se comporta como un detective que interroga inexorablemente, distorsiona sus averiguaciones y acaba convirtiéndose en asesino de la verdad que busca: se mata síquicamente al dar la muerte física a aquello que ama y que es la prueba de que también él es amado. Algo similar le ocurre a Pozdnyhev, el personaje de Tolstoi en la “Sonata a Kreutzer” -que acaso prefigura a Castel, sobre todo en sus últimos capítulos- y que explica el impulso y mecanismo de la ira celosa:
         Sentí la necesidad de destruir. Me invadió un deseo imperioso de actuar, y todas las demás consideraciones me abandonaron por completo. Me hallaba en ese estado en que un animal o un hombre, físicamente excitado ante un peligro, actúa con precisión y sin apresuramiento (...) le asesté una puñalada en el lado izquierdo, debajo de las costillas. Los que afirman obrar inconscientemente, en un arrebato de furor, mienten. Tenía una clara visión de todo y en ningún momento dejé de tenerla. Cuanto más aumentaba mi acceso de locura, tanto más resplandeciente era la luz de mi conciencia. (...) Era consciente de las consecuencias de mi acto, pero esa conciencia fue inmediatamente sustituida por el acto mismo.
            El celoso se odia porque cree que nadie lo ama y, por lo tanto, no puede amarse a sí mismo, puesto que el odio de los demás contradice la posibilidad de la autoestima. Así que se repugna y repugna a los demás: la muerte es para todos. La tortura ajena y propia es la compulsión hacia el autocastigo.
            Probablemente el desasosiego del amor que producen los celos es consecuencia de que el teorema “te quiero” y su hipótesis negativa “no te quiero” se traducen como la aceptación o el rechazo no solo de un sentimiento sino de la persona por quien se siente o no se siente, y se estremece toda la personalidad ante el temor de lo segundo, por lo que el “sí” se recibe, más que como “yo también te amo”, como el exorcismo del pánico a no ser nadie para alguien, una euforia terrible ante la evitación del peligro: la presunta nadificación.   
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El amor es un pájaro enjaulado (1)

martes, 19 de octubre de 2021

Celos, aun del aire, matan.- El amor es un pájaro enjaulado (6).


JUEVES, 12 DE DICIEMBRE DE 2013

Chabukiani: Otelo mata a Desdémona

7 - Celos, aun del aire, matan.- 
En ese itinerario torturoso, Galdós expone la desazón de los celos (ese “volcán en el pecho”) en “Fortunata y Jacinta”:
         Me ha contado Jacinta que una noche llegó a tal grado su irritación por causa de los celos, de la curiosidad no satisfecha y de la forzada reserva, que a punto estuvo de estallar y descubrirse, haciendo pedazos la máscara de la tranquilidad que ante sus suegros se ponía... Tenía un volcán en el pecho, y la alegría de los demás la mortificaba.
             Pero, sobre todo, es la tragedia de un colosal celoso, Otelo, la que ilustra la angustia del, dejémonos de líricas, cornúpeta -imaginario enfermo o paciente de adulterio-. La realidad física o material poco tiene que ver con la verdadera realidad, que es la síquica: y el celoso no escapa, sino que exacerba esa afirmación. Poco importa si ha sido “traicionado” en la cama o en su imaginación. Quizá la duda extrema más su reacción. Otelo encuentra en poder de su amigo Casio el pañuelo que regaló a su esposa, Desdémona:
    - Desdémona :  Nada temo, porque soy inocente.
    - Otelo :        Confiesa tu crimen, pues negarlo no destruirá la
                         firme convicción que me aqueja. ¡Vas a morir!
    - Desdémona :  La muerte propia da el que mata porque se le
                           ama. Nunca os he ofendido.
     - Otelo :         ¡He visto mi pañuelo en sus manos!
     - Desdémona : Lo habrá encontrado. Haced que venga y diga
                             la verdad.
     - Otelo :          Ya la ha confesado.
     - Desdémona : No puede afirmar que yo se lo di.
     - Otelo :         Ya no podrá : su boca está cerrada para siempre.
     - Desdémona : ¿Cómo? ¿Ha muerto?
     - Otelo :          ¡Calla, puta! ¿Le lloras ante mí? ¡Muere! ¡Ojalá
                            en este momento sedesatara un eclipse universal
                            que se tragara la tierra entre su caos!
   
             Lo terrible es que, si el amor transforma para bien a aquel que ama, los celos transforman para mal de quien los padece y de quienes le rodean, llegando a destruir a la persona amada, como ocurre en la obra de Shakespeare. Otelo ha subvertido el mundo y ya no existe en él más que su temor tomando realidad: nada destruirá la firme convicción que me aquejadice. Esa “firme convicción” es un silogismo falso que el celoso reconoce como tal, pero que, como cualquier enfermedad, “aqueja” de tal manera que incluso acaba con las pruebas que podrían disuadirle de su error: decide matar, para afirmar su identidad de vengador (de restablecedor de su honorabilidad), a quien ama y a quien sospecha que se la arrebató. Incluso si la inocencia fuera demostrable, el celoso no acabaría de creer en ella, porque no necesita ser engañado para sentir el dolor de su temor: una apariencia basta para desencadenar la inseguridad que estalla en su interior. Los celos no son una consecuencia -y menos una “prueba”- del amor: constituyen la identidad de algunos seres, su inestabilidad profunda y ansiosa del suicidio escondido. Y convierten en odio todo cuanto se amaba. Por eso quien antes era un “ángel” es ahora una “puta”, y la sorpresa y el horror ante la noticia de la muerte del amigo se interpreta como un llanto amoroso. La destrucción de lo que se ama no es más que una excusa para la autodestrucción:
    - Otelo: ¿Dónde puede ir ahora Otelo? ¡Oh mujer nacida bajo una mala estrella! ¡Cuando nos encontremos en el tribunal de Dios, el recuerdo de tu muerte bastará para precipitar mi alma fuera del cielo! ¡Demonios, arrojadme a latigazos, sumergidme en azufre! ¡Desdémona, Desdémona! ¡Te besé antes de matarte! No puedo sino hacer lo mismo para descansar: darme la muerte para morir con un beso!

domingo, 17 de octubre de 2021

Enamoramiento y amor


Clara Wieck: Variaciones sobre un tema de R. Schumann

Cartas a Oniria:

No creas que el enamoramiento tiene que ver con el amor; todo lo contrario. Nada cuesta enamorarse: el enamoramiento es una "actividad" pasiva, una fascinación. No todos saben convertir ese espejismo en amor. Amar es una actividad voluntariosa. Y solo cuando dejas de gozar el enamoramiento estás en condiciones de amar. Enamorarse es inventar al otro; amar, reconocerlo como ser real y digno.

Demuéstrale tu amor, pero díselo también. En el amor, la palabra es la mejor caricia.

La mejor arma del que ama es hacer ver que la dicha del otro es causa de la propia.

Confía en que cuanto te dice es para tu bien, como lo que le dices es para el suyo.

Dale todo cuanto esperas que te dé y serás el más rico de los dos.

Procura una satisfacción recíproca.

Si te esfuerzas en hacer feliz el instante, el tiempo parecerá solo un instante.

Si quieres que te comprenda, empieza por comprender.

Si aconsejas más de dos veces para mejorar cualquier virtud, la tercera convertirá la virtud en un defecto y a ti en un criticón.

Tiende puentes para acercarte y para que el otro pase; pero no te excedas porque se entenderán tus puentes como acosos.

Primero debes saber exactamente qué es lo que quieres, y luego qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo.

Todas las historias de amor empiezan y terminan. Lo importante es que no las mate uno de los dos.

Por muy importante o urgente que sea algo, la prisa por resolverlo transformará la conversación en disputa.

Todos tenemos un espacio interior -y a veces físico- incompartible. Respétalo.

Sé tolerante o estarás predicando que no te toleren.

Si destruís algo hoy, reconstruidlo antes de que anochezca.

Es falso que no se pueda convivir hasta la muerte. Lo que es cierto es que nadie puede vivir con otro si antes no ha aprendido a vivir consigo mismo.

Antes de decidir algo definitivo piensa que el único viaje que importa es el viaje interior: allí es donde te estás esperando cada día. Y no es bueno hacerlo siempre en soledad.
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El amor es un pájaro enjaulado (1)