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domingo, 29 de mayo de 2022

Escribivir

 

Pachelbel

Ahora sé por qué solo me gustan unas pocas obras -modernas-. Más de la mitad están escritas siguiendo el  criterio del "escribo como hablo": mal, descuidada, frívolamente. La otra mitad pretende ser "seria" y cae en la retórica, en la "literatura". ¿Es que nadie ve que los siglos son un filtro y una orientación? ¿Cuándo se excedieron o no llegaron los clásicos? La vida y la escritura son paralelas, cómplices, no idénticas; no todos saben escribivir.


Antes de empezar a ser un hombre.




PULSAR sobre el título >>>

Cuatro adolescentes hacen una escapada de dos días como una prueba de fuego... En el camino surgen de palabra y obra los fantasmas de la infancia y los retos del futuro... Cuando regresan empiezan a reconocer que durante el viaje han llegado al reino de la vida.

viernes, 27 de mayo de 2022

Leer para decirnos.

Bach: Aria (Suite nº 3)

En un papiro egipcio de hace 4500 años se dice que todas las historias han sido ya contadas. ¿No es ese el tema de Borges en La biblioteca de Babel, y toda su obra, que un libro contiene todos los libros y que reconstruir el Quijote es nada más que reconstruirlo y, por ello, nada nuevo puede escribirse? ¿No estamos todos condenados a plagiar lo ya escrito? ¿Acaso todos los poemas de amor no repiten exactamente el “te quiero” de Adán y Eva?
     Y sin embargo necesitamos seguir diciendo, diciéndonos, poniendo rostros verbales a nuestra identidad y a la del mundo en que vivimos; gracias a esa pulsión indagadora seguimos existiendo y mejorando -o empeorando- el mundo: si así no fuese moriríamos de inanición, faltos de curiosidad metafísica, convertidos en vegetales hastiados por la falta de misterios y curiosidad.
     Leemos ensayos, novelas, teatro, poesía… como si fueran cosas ajenas: en realidad nos buscamos a nosotros mismos, perseguimos respuestas a nuestras preguntas, indagamos sobre nuestro ser, predeterminado por el pasado y el anhelo de un futuro mejor. Esos libros fueron escritos por otros seres iguales a nosotros, con las mismas preguntas, y por eso nos importan: siempre sorprendemos nuestra mismidad en medio de una página, diez páginas, 30 páginas después… Entre todos trazamos el diseño del yo universal, en el que está el individual como un sumando más.
     Eso parece: creemos que, puesto que todo está escrito, nada podemos añadir; y no es cierto: leer es reescribir en nuestra mente, actualizar, reeditar para los ojos que leen, apropiarse del conocimiento del otro yo que fuimos y consta como autor: catapultarnos al futuro.

jueves, 26 de mayo de 2022

El candidato






Película sobre el teatro de la política.



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Correo urgente

El candidato

10.12.2015 | 03:49
El candidato
El candidato

Un hombre libre no puede culpar a nadie del fracaso de sus decisiones. Por eso, en una democracia el fracaso de los gobernantes es el fracaso de los electores. ¿Y qué puede pensarse de un pueblo que para decidir su voto espera a oír a los políticos durante la campaña electoral? ¿Acaso no van a decir estos lo que desean escuchar los votantes?

Un político no es un puñado de palabras urdidas para convencer: un político es su trayectoria, su compromiso verbal convertido en actos: su realidad y solidaridad cotidianas, no sus promesas.

Sin embargo, el ciudadano, deseoso de que se realicen sus sueños, prefiere olvidar los desengaños. Quizá porque la bondad natural humana prefiere no reducir el hombre a sus errores.

Lo que yo vi en el circo televisivo al que llamaron El debate fue a cuatro jinetes de un apocalipsis, en actitud pedigüeñera, sin caballos y desbocados en su carrera por ganar, olvidados de que ser un buen estadista requiere sereno conocimiento, no un torpe y desmañado memorial de buenas intenciones -que tal vez nunca se conviertan en acciones-.

En El candidatoRobert Redford, que juega a ganar unas elecciones sin más programa que el de la estrategia publicitaria, resulta el elegido; entonces se pregunta: ¿Y ahora qué?

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miércoles, 25 de mayo de 2022

Argonautas del tiempo






El Cuaderno

Argonautas del tiempo (Diáspora galáctica)


El Cuaderno

May 23

«Era un mundo feliz. El corazón/ esparcía latidos por los bosques,/ la montaña y el mar. Tal vez yo era/ una esquirla de bruma/ en busca de una forma entre los cuásares, [...]». Un poema cósmico de Antonio Gracia.

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I


Era un mundo feliz. El corazón
esparcía latidos por los bosques,
la montaña y el mar. Tal vez yo era
una esquirla de bruma
en busca de una forma entre los cuásares,
los átomos, la vida
indefinible aún, en viaje
por los alrededores de la nada
hacia un todo infrangible y armonioso.
Arcángeles de fuego y materias de espíritu
se esforzaban en cónclaves y luchas
por ser identidades,
oscuridad y luz,
nombres con que investir sus contingencias
de errátiles abismos asomando
su equilibrio en el caos.
Sobre la catedral de las estrellas
altos castillos de sustancia errante
enardecían el vacío pleno,
o tal vez desolado, de la fugacidad:
la gran fuga galáctica hacia el ántropos.
Se fraguaba el futuro
desde una eternidad aún no nacida,
y las divinidades me decían
que yo era el dios de las divinidades.
La infancia siempre sueña sortilegios.
Érase en el neolítico del cosmos.

II

Surgió el tiempo, de súbito,
como un breve latido de la mente:
el tiempo no tenía futuro ni pasado,
era tan solamente un dardo sucesivo,
un presente infinito e inconstante.
Arterias y galaxias se afanaron
en tejer las incoercibilidades,
las estrategias de
la intangibilidad,
y aparecieron aires, tierras, aguas,
fuegos
cantando como luego cantarían
apresados en una partitura
del dios Bach. Qué belleza
el edén pitagórico, la música
del torrente de la concienciación,
mucho antes de que el niño despertara
y la Naturaleza renunciase
a la inocencia del origen. Las
liturgias siderales del alma desmemorian
el paraíso que la carne urdió
disfrazada de espíritu. Hace acaso
dieciséis mil millones de años:
Rememora
la osamenta su pálido sosiego
desgajado entre nieblas
y cuajado en cavernas: un bigbán,
por ejemplo, bruñido con copérnicos
y lentes galileicas,
megalito estelar atravesando
innúmeros espacios de tinieblas
hasta liliar penumbras
y avizorar en un instante críptico
la mulier sapiens semejante
a una magia galáctica:
cómo la inteligencia entró en el cráneo
hace dos mil millones, luego
de transfiguraciones darwinianas:
y ahí estás de repente, huesos donde
yo besaba tus labios, que ahora beso
transformada en turgencia y erotismo,
cromañónica y cierta;
y al abrazarte como un monstruo a otro
atravieso en mi abrazo
tu pecho con mi daga, el esternón
fosilizado que el ahora encuentra
después de tanta búsqueda del quién
soy, eres, somos y hacia dónde vamos
en esta sinantrópica odisea
de regurgitación de nuestra muerte.

III

Pasan los palimpsestos de la Historia,
los milenios y mástiles del orbe
como aerolitos músicos y adánicos
arcillando una Eva.
Vuelvo a besar el hueco de tu boca,
flamígera de estrellas y unicornios,
y la simiesca efigie del universo infante
aroma, podredumbre planetaria,
la simetría de mi prognatismo
indómito y voraz hacia la estigia
desde la que brillar incandescente
como un reto a la luz.
Todo fluye desde la heterodoxia
del rayo y de la pluma
que esboza sobre el viento sus fieros olifantes,
o una erecta obsidiana,
y escribe su epitafio y nacimiento
teniendo por divisa ser centrífuga
de toda circunstancia
y centrípeta exacta de la esencia.
Así nacen los héroes
y el lírico genoma de los astros
y el arte, la materna certidumbre
que rige la entelequia semejante a un fragor
de musas y diademas,
la égida implorable.
Qué dulce algarabía y proserpina
bacanal la palabra cuando nazca:
engendrará un Homero o un Arión,
tal vez un fiero Aldebarán
gimiendo mares, cataratas lúbricas,
innumerable llanto interminable,
oh la más de las tristes, Melibea,
no es tiempo de yo vivir.
Y la devoración de tus mandíbulas
de hueso y pedernal:
se hendirán en mi boca y yo sabré
de qué color es la nostalgia, el álgebra
del coito entre tus fémures, limítrofes
de las constelaciones y la nada,
el vacío inguinal del ansia ignota,
la parva parusía.

IV

La ignición nuclear del corazón
perpetra sinrazones, sortilegios
y volcanes de esperma luminosa,
láctea vía donde espermatozoides
del místico universo
idolatran la fecundización
de naves que navegan firmamentos
como astros argonautas
perseguidos por cíclopes estrábicos
descubriendo los glóbulos del alma,
los cometas aurigas sobre el fuego,
el primigenio sístole,
los hematíes cánticos
como un himno a la lumbre
en el bramar del pedernal y el sílice.
Érase en el neolítico del cosmos
y Dios erraba impenitente
-un réquiem catafalco de los líquenes-
por todos los fragmentos siderales,
mendigando perdones
y eternas penitencias
por haber fracasado en su creación,
lástima grande
que no fuese verdad tanta leyenda.

V

La vida es solo un viaje hacia la muerte,
un clavileño espurio convertido en babieca.
Las estrellas son islas lacustres en el cielo.
En la ciénaga añil del firmamento
los epitafios de la eternidad
escriben con el sílex de un abismo
sus presagios y arúspices,
y el rayo hilvana formas de vivir:
los astros cinegéticos de lumbres
rutilan en las páginas del tiempo
su mapa esplendoroso:
aquí estaban tus ojos, aquí estaban
tus pechos, asteroides encendidos,
reclamando mi fiera dentellada:
sátrapa y nocturnal,
la babel iniciática del verbo
otea evoluciones:
nunca te escucharé decir mi nombre
porque habré muerto o tú no habrás nacido,
maldita diosa que mujer no fuiste.
Pero el momificado labio, herrumbre
de lo que fue belleza sideral
y vagido del alma sexuada,
ya solo bisbisea cuando el viento del átomo
atraviesa los pómulos, los arcos
ciliares en el fálico esqueleto
o la podredumbrosa carne muerta.
La brisa que taladra el arrecife
de tu desportillada dentadura
-como ruinas de alguna barbacana
indefensa y procaz-,
cuando los esplendores del ocaso y el alba
fingen que su vagido es estertor
y toda consecuencia es una causa
que se convierte en otra consecuencia.
Gilgamés, Prometeo persiguiendo
la arqueología de la inteligencia
invaden el tejido neuronal y siembran
ejércitos de escualos y sirenas
buscadores del álgebra perfecta.
Qué fácil es cantar, pulir el verbo
para que la utopía halle su cauce
de hipérbole y euforia. Las palabras
muestran el ansia, exhortan a un milagro.
Es fácil invocar a un dios remoto
y esperar que se cumpla lo improbable,
más de esperanza que de hierro armado,
como un dreyer hirsuto.
Yo no canto a la luz, sino a la lucha
por conquistarla desde las tinieblas.
Quién pudiera esperar el holocausto
de una conflagración firmamental
nacida bajo el cráneo mientras la mente teje
zigurat y mastabas, altamiras, menhires
y tendones de vidrio suturando el vacío
hasta llegar hace doscientos mil
años a iluminar la noche del cerebro.
La inteligencia crea la herramienta
y esta hace inteligente a quien la crea.
Pues la memoria es solo
el gen de lo que asciende del abismo a la cima.
Y somos cazadores de prodigios,
recolectores de algas y luceros.
Érase en un neolítico cerval.
Pero, al fin, de los astros se desgaja
la fantasmagoría del aullido
y el poema se imprime sobre piedra
y sobre manuscritos con el único tema
de la lírica fúnebre.
El beso de tu muerte al abrazarte
en el osario de la eternidad
muestra el dolor del sapiens
y la conjuración del universo.
Si apuñalas la luz
solo quedan escualos lujuriando sirenas
y un vendaval de criptas.
Entonces surge la monstruosidad
de querer comprender lo inaceptable:
gorgonas, y medusas, escilas y caribdis,
hidras y polifemos, minotauros
hijos de sicalipsis, deserciones
de la razón buscando una respuesta
que calme a Oniria aunque sea un instante.
¿Quién no ha sentido que es injusto un mundo
en el que el ansia de supervivencia
lucha constantemente contra
la conciencia de la mortalidad?


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

domingo, 22 de mayo de 2022

sábado, 21 de mayo de 2022

Los versos de Trovadorius.

Los versos de Trovadorius (I)

Borodin: Nocturno (C. 2º)

Conoció Trovadorius -no sabía si en sueños o despierto- a una Dama; y en seguida su pluma empezó a destilar breves poemas de los que se desprende -como en un gran friso- una historia de amor. Son versos ajenos a las complejidades literarias, desnudos y sinceros como solo el sentir auténtico puede hilvanar, y tal como debían ser susurrados en la isla a la que se retiró su mente para que su vida junto a su amada fuese también desnudamente limpia, como un nuevo Adán que halló una nueva Eva. O mejor: imaginemos a Trovadoriuscomo un Robinson Crusoe autoexiliado en un pequeño territorio descontaminado de la sociedad y sus convencionalismos, recorriendo las playas y sorbiendo la amorosa sal celeste en la piel y los labios de una mujer nativa que tampoco ha conocido el mal.
     Como en las clásicas historias de poetas que olvidan su escritura una vez que esta ha servido para nombrar su vida, aquellos manuscritos quedaron arrumbados con una sola nota en el comienzo: "Puesto que me olvidaste, cuanto escribí yo olvido".
     La fortuna hizo que yo encontrase esos legajos (quizá en letra de algún copista apresurado, puesto que los firma erróneamente como Golgotorius. Otra diferencia: aquí la nota dice: "Solo mis versos dicen que aún existo..."). No sé decir cuándo fueron escritos ni a quién se dirigieron. Mas pareciéndome dignos de mejor destino, aquí empiezo a copiarlos -los seis primeros- para el lector curioso que decida seguir el curso de esa historia en sucesivas entregas:

I.- En la isla
Anoche recorrimos nuestros cuerpos 

y nos dormimos bajo las estrellas. 
Qué placidez el ruido del amor 
mientras el mar batía su oleaje.
Y qué fulgor el de tus ojos cuando 

me has visto sonreír esta mañana.

II.- Roca viviente
Hemos cogido lapas, caracolas,
he ido esparciendo el mar sobre tu vientre 

y briznándote de algas.
Un cangrejo corría por tu piel,
chocaba en tus pezones, descendía
por tu pubis, se alzaba
con su amorosa pinza, deslumbrado.
Y he decidido ser ese cangrejo.


III.- La lluvia
Ha llovido en la isla y ha dejado
la lluvia leves charcos de agua pura. 

En ella abrevo yo mi sed del mundo 
como en tu corazón abrevo el alma 
de la felicidad que nos cobija. 


IV.- La cabaña
Cuando viajamos hacia el sur, allí 

donde el pequeño lago sacia
a animales y pájaros,
miramos la cabaña.
Y de regreso, llenos nuestros ojos 

de colores, paisajes y alegría, 
descansamos en ella, en la madera 
que yo arranqué a los árboles
para que tú pudieras alumbrar
con tus ojos la mesa, el lecho donde, 

después de vino y risas,
tú eres mi esperanza y yo tu anhelo. 



V.- La frágil potestad
Triste de mí, que he pretendido siempre 

salvar montañas y cruzar los mares, 
elevarme a los cielos y convertirme en dios 
solo por fuerza de mi voluntad:
pues ahora que te miro reconozco
que basta tu mirada cegadora
para rendirme sin alzar la espada
ante tu frágil potestad hermosa.



VI.- El abrazo
Mira cómo se estrellan en las rocas
las olas: de igual modo nuestros cuerpos 

chocan y se golpean entre espumas
de esperma y de sudor. Bate la furia
del lujurioso mar en nuestra carne, 

mientras en el ocaso las gaviotas
se despiden del sol y se sorprenden
al ver la majestad de nuestro abrazo. 


viernes, 20 de mayo de 2022

La soledad

 



               La soledad nada tiene que ver con la ausencia de compañía, sino con la incapacidad para sintonizar con otro ser humano en el firmamento de las propias -mutuas- inquietudes. 

jueves, 19 de mayo de 2022

En el aula de música


La música es la única palabra 
que desmiente la inefabilidad.

Según estos dos versos, la música consigue hacer sentir -expresar- lo inexpresable y, por eso, es un lenguaje universal. No atiende al raciocinio: invade los sentidos y es percibida por el cuerpo humano como una pulsión más de su compleja maquinaria. La melodía nos abraza, el ritmo hace trotar el corazón.
Nuestro organismo responde a un ritmo musical, el feto se acuna con el pálpito del corazón materno, el cosmos orquesta la música de las esferas.
El compositor trata de apresar ese fulgor en pentagramas. 
Por ejemplo: oigamos la languidez lasciva del fauno de Debussy / Mallarmé soñando con el cuerpo lujurioso de la ninfa: la pasión se diluye en suavidad sonora:



Escuchemos, completo, el sueño erótico del fauno: cómo su satiriasis crece y se desvanece mientras la orquesta se disuelve entre delicuescencencias, inaprensibles antes de Wagner:


Similar melancolía, ahora desolación ante un amor perdido, hay en este Vals triste de Sibelius, en el que la música se agita entre el sístole y diástole de la despedida:




Por el contrario, el trémolo de la potencia en La Walquiria refleja la exaltación de la voluntad, y los contrabajos dicen que basta de elegías y arriba el ditirambo:



Poder, en fin, que se convierte en himno poderoso, orquestal y vocal, cuando las walkirias cargan sobre el mundo:




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Variaciones sobre un tema caballeresco

miércoles, 18 de mayo de 2022

Acusativos

 

Britten: Peter Grimes

Cuando me acusan de lo que no soy responsable no me duele tanto la culpabilidad que me diagnostican como que mis escasos amigos crean que lo sucedido corresponde a quien soy y no solo a la imagen que de mí se han forjado. O sea: que ellos sí hubieran hecho aquello de lo que se me acusa.


martes, 17 de mayo de 2022

La condición sinestésica.


Scriabin: Mysterium

Creo en la condición sinestésica del arte: que el impulso creador es único y que solo cambia la vía en que se expone: palabra, pintura, música. Más aún: que la más noble y notable sensación es la que conjuga la música, la pintura y el verbo. 

Creo que todas las artes son diferentes manifestaciones de un mismo yo que pretende identificarse y sobrevivirse. Ese impulso de supervivencia cósmica se traduce en palabra, pentagrama, pincel, simetría, número… pero siempre es la búsqueda, y a veces el hallazgo, del rostro individual trascendido a lo universal. 

Poca distancia existe entre la experiencia mística y el estremecimiento y fascinación de Einstein al contemplar la fuga cósmica, las líneas de fuerza de Faraday, los vórtices del firmamento de Van Gogh o el 3º movimiento de la Novena: todos son éxtasis. 
Ninguna diferencia hay entre la semilla artística de Miguel Ángel, Wagner, Dante, Freud … Solo cambia la estrategia del lenguaje: verbal, musical, plástico… 
Ya lo he dicho: todas las obras del hombre son escaramuzas de la mente para hallar la imposible eternidad.

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lunes, 16 de mayo de 2022

¿Qué premian los Premios...?





"... y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero."

Quijote, I, 28.


jueves, 12 de mayo de 2022

Olivia. Cine

 



Los ojos de la mente





Que un lector no sepa leer bien no implica que el autor leído no haya sabido escribir perdurablemente. 

Causa es esa de que muchas obras sean olvidadas frente a otras multiexitosas; y de que sean necesarias las reivindicaciones y actualizaciones.


miércoles, 11 de mayo de 2022

El bienestar

  •  

Si todos fuéramos sanamente egoístas, nuestro egotismo no sería ególatra. Nos preocuparía nuestro bienestar no a costa del malestar del otro, sino también como reverberación del bienestar del yo ajeno. Nadie se sacrificaría por nadie ni se aprovecharía de nadie. Todos seríamos un nutriente de nosotros mismos y de los demás.