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martes, 31 de diciembre de 2019

Reflexión para año nuevo.



Holts: Venus


1.- Rememora tu vida durante el año que ahora acaba.
2.- Intenta no repetir los errores.
3.- Potencia los aciertos.
4.- Enumera cuanto has oído sobre ti.
5.- Ten en cuenta las opiniones ajenas, pero no hasta el punto de que anulen la tuya si no las ves más razonables y poderosas.
6.- El mundo es un océano y todos naufragamos en él: aprende a nadar en sus aguas salvándote de sus tormentas, sin que tu auto-salvación ahogue a los demás.
7.- Si ya tienes más vida detrás que delante de ti, vive intensa y sensatamente porque nunca es tarde para seguir viviendo y dar más vida.
8.- La vida es como los rosales: los días y los años marchitan las rosas anteriores, pero ofrendan otras nuevas.
9.- Ofrece una rosa a quien te acompaña en el camino y recibirás otra que te perfumará el resto del viaje. Y aunque te vayas, recuerda que siempre habrá otros caminantes recorriendo tu camino: así que alfómbralo con flores, no con espinas. 
10.- No persigas bañarte en paraísos sin haberte bañado muchas veces en los jardines de los oasis cotidianos.
11.- Di a quienes amas que los amas; si esperas a que te lo digan tal vez los demás hagan lo mismo y nunca sepáis de vuestro amor.
12.- Enamórate de las personas, no del Amor.
13.- El mejor método para ser feliz mañana es intentar serlo hoy. Porque siempre partimos de lo que somos, no de lo que seremos. 
14.- En cualquier caso, de casi nada sirven las palabras; así que antes de decidirte a hablar un poco, intenta escuchar mucho; oirás muchas necedades y aprenderás que es mejor callar que hablar demasiado.
15.- Entra en el nuevo año como si fuera el último: y, por eso, para disfrutarlo; no para hilvanar lamentaciones.

domingo, 29 de diciembre de 2019

No envejece el amor.






Eternidad de la arcilla

Cuanto más pasa el tiempo más el tiempo devasta

el cuerpo de mi amada, y su belleza
ya no es la de la rosa; sin embargo,
cada vez que la abrazo y el amor que sentimos 
nos lleva al esplendor de la lujuria
su cuerpo resplandece igual que el de una estrella;
y los dos, convertidos en fieras armoniosas,
volvemos a ser rostros de un cósmico fulgor
que atruena nuestra carne: el infinito, entonces,
no tiene más edad que la de un beso:
y ninguna belleza iguala a esa hermosura. 



domingo, 22 de diciembre de 2019

Undécima Serie: 33 Laconismos



A. Rubinstein: Don quijote

332.- La felicidad no se encuentra; se conquista. Es un esfuerzo, no un azar.
***
333.- Si cuando te despiertas no miras hacia los otros y les das lo que esperas que te den, además de egoísta eres un mendigo de la alegría ajena.
***
334.- Aceptar la prosaica realidad cotidiana no es sufrir una desfascinación del paraíso prometido, sino una toma de conciencia del mundo. 
***
335.- Hay que respetar el espacio incompartible que hay en cada uno y que es el que nos define y nos hace atractivos o detestables.
***
 336.- Tenemos tanta necesidad de amor que tememos amar a quien nos ama por si se decepciona.
***
337.- Cuando estemos ante un dilema vivencial deberíamos decirnos siempre: voy a hacerlo hoy por si mañana no puedo.
***
338.- Nuestra vida es una sucesión de cuentos ensartados. Antes o después nos quedamos allí donde mejor nos tratan, allí donde satisfacen nuestras necesidades, allí donde, por ese trato mutuo, olvidamos todos los sueños que tuvimos y cuantos desengaños nos infligieron. 
***
339.- Puesto que todo en nuestros genes tiende a la consecución del placer y a la negación del dolor, el más sabio es el que utiliza su sabiduría para conseguir el sosiego, el equilibrio entre el malestar y el bienestar, la armonía, la dicha: la felicidad.
***
340.- Lo que más conturba al ser humano es la insatisfacción de su sensualidad; por eso los mayores enemigos del hombre -y la mujer- son aquellos que castran la compulsión del erotismo.
***
341.- Satisfecha la carne, el espíritu es libre; constreñida, confuso.
***
342.- El futuro no está en el confort, sino en el bienestar del corazón.

***
     343.- El tiempo solo es nuestro si dejamos de mirar hacia el pasado.
***
344.- No hay peor enfermedad que carecer de ilusiones.
***
345.- Mucho amó a quien odia aquel que odia a quien amó.
***
346.- Mejor que tratar de realizar los sueños es esforzarse en convertir la realidad cotidiana en algo digno de ser un sueño cumplido.
***
347.- El escepticismo es una sangrante herida que convierte en falsas todas las verdades que asisten a los otros.
***
348.- El hombre es el único animal que intenta convertir sus defectos en virtudes, su ignorancia en sabiduría.
***
349.- Toda elegía es una oda por aquello que anhelamos.
*** 
350.- La historia del hombre ha sido una pregunta sin respuesta que al fin fue contestada, tal vez erróneamente, pero cuyo error ayudó a descubrir otra verdad, quizá incompleta... que ha conducido a otro desciframiento...
***
351.- Quienes creen en un ser superior garante de todo lo inexplicable por métodos mágicos tienen mucha suerte, pero son poco humanos: han perdido la racionalidad, la facultad de dudar, de poseer voluntad, sentido de la lógica, que es que toda consecuencia tiene una causa, la veamos o no.
***
352.- La intensidad del sufrimiento no se mide por la fuerza de los golpes sino por la sensibilidad de quien los recibe.
***
353.- Cuántos se preguntan cuándo acaba el deseo sexual, y su práctica, sin caer en la cuenta de que lo mejor para matar el sexo es no practicarlo.
***
354.- Todos somos hijos de los libros; y como a padres debiéramos honrarlos.
***
355.- Ningún mandamiento dictatorial ha durado más que una sola invitación a la libertad.
***
356.- El mundo continúa creyendo que los campos nazis estaban solo en Alemania y que los tercermundismos no existen en el Estado de Bienestar, siempre regido por el omnipotente Don Dinero.
***
357.- Pensamos desde lo que sentimos, y sentimos desde lo que pensamos. Por eso es necesario urdimbrar la pasión y la razón.
***
358.- Si mañana observo que me equivoqué que no sea porque no intenté prever todas las consecuencias de mis actos.
***
359.- Cuando el artista inserta los intereses de la obra (consecución del éxito) en su creación está malversando la nobleza artística. 
***
360.- La utopía es el sueño con el que se desarma a quienes mantienen la esperanza.
***
361.- La justicia es una abstracción bienintencionada y utópica que las leyes malversan hasta convertirla en impunidad. 
*** 
362.- En la vida de toda obra de arte hay dos tramos: el que va desde la conciencia creativa del autor a la creación, y el que, una vez acabado el proceso creativo, pertenece al antojadizo o noble perceptor.
***
363.- Por mucho que huyas nunca te alejarás bastante de ti mismo.

jueves, 19 de diciembre de 2019

¿Cómo surge el poema?




                               ¿Cómo surge el poema?


1.-
¿Cómo surge el poema?

Hay autores que trazan de antemano un esbozo de lo que van a escribir: tanto que solo tienen que ponerle palabras al pergeño. Otros van a la caza y captura de metáforas, imágenes, visiones… incluso sin premeditación temática, a ciegas, haciendo camino al andar. (Confieso que yo cuando escribo la primera palabra no sé cuál va a ser la siguiente). Tan malo o bueno es un método como otro si el proceso acaba con una implacable tachadura: sustituyendo, pulimentando, jibarizando.

Un poema precisa unos límites que pocos saben darle. Es fácil desatar la pluma y dejar que diga lo que quiere. Lo difícil es contenerla y que en lo contenido -en sus limitaciones- haya un mundo propio, emocional e intelectual, que sea autónomo y renazca en el lector aunque no haya nacido para él. 

Contra el dicho popular, el mayor enemigo del poeta es la inspiración: el arrebato. Por eso Bécquer, siguiendo a Wordsworth, afirma: “Cuando siento no escribo”. Quería que sus emociones reposaran para que no se infiltrasen en su escritura desviaciones sentimentales o verborreicas. Lo cual nos dice definitivamente que es preciso domar el "rebelde, mezquino idioma" hasta encontrar la adecuación expresiva de lo que late en la mente: tensión, contención y armonía dictivas.

Antes, Poe había escrito en su Método de composición: “La ejecución de un poema es una operación intelectual, no un don de la musa”. Y basta recordar a Valery, a Pound puliendo a Eliot, o las 200 versiones que Dylan Thomas hacía de muchos de sus poemas para que no nos resulte extraño oír a León Felipe exhortar a la desnudez verbal: “deshaced ese verso, quitadle los caireles …”. García Lorca resume esa unión de irracionalidad y racionalización denominándolas simplemente “gracia y esfuerzo”.

2.-
Acerquémonos a dos textos que nos hablan, de modo similar y distinto, de la “inspiración” y su plasmación en la página: 

A) - La inspiración

Semejante a la fuerza
de la gravitación universal,
de súbito una voz me arrastra hasta el vacío
de la página en blanco.
No sé qué va a escribir mi pluma: lo hace
y el primer verso, la primera
palabra -que han nacido sin conciencia-
desconocen también qué otras palabras
y qué otros versos les sucederán.
Por más que oteo mi mente
o diviso el poema que se está engendrando,
un fantasma amanuense dicta y suma
sílabas y conceptos y emociones,
computa sentimientos, traza música
y, por fin, se detiene
como si la estrategia de su lírica
oculta y despiadada
hubiese dado fin y descansase.
Mi voluntad despierta entonces
y, dormido el fantasma,
tacho palabras, versos, pulimento
el sueño o pesadilla que ha dejado.

B) – Pulimentación

Primero es un rumor a un ritmo asido,
un aroma, una luz aprisionada
en la sombra, una hoguera dilatada
que asoma su fulgor desconocido.

Luego encuentra su música el sonido
en la frágil palabra revelada;
y la voz, caudalosa o mesurada,
la pluma ordena, pule y da sentido.

En la página hermosa y fatigada
alza la mano luz desde la bruma,
porfiando darle vida a cuanto nombra.

Quedan, bajo la herrumbre calcinada,
palabras sostenidas por la pluma
y sueños derribados en la sombra.

Los anteriores ejemplos no son ejemplares, pero sirven para el propósito: aproximarnos al proceso creador en sus diferentes fases: la aparición de las tópicas musas y la ejecución de lo entrevisto en ese pequeño "trance". El mismo tema ha encontrado, en dos tiempos diferentes, dos cauces de distinta moldura: ritmos blancos, en el primer texto; un soneto, en el segundo. Expresiones como “gravitación”, “arrastra”, “fantasma amanuense”, “pulimento” -en el primer poema- y “fulgor desconocido”, “frágil palabra”, sueños derribados”… -en el segundo- muestran la lucha entre irracionalismo y racionalidad, duelo en el que incluso la “estrategia” está “oculta”. La materia lírica, oculta como un magma en las entrañas de la mente, brota como un géiser que debe ser canalizado y convertido en manantial.

Ninguno de los textos tiene la adecuación precisa: visión y revisión de lo vislumbrado que deben concretarse en la precisión de lo sentido a través de lo expresado. Difícil es esa urdimbre. Y es que todo poema necesita encontrar la idoneidad:

3.-
Todo autor gesta su obra con cierta ceguera y alguna iluminación: con visión y técnica. Lo intuido tiene que ser verbalizado con adecuación. Y para ello son imprescindibles dos criterios o divisas: expresar sustancias memorables y huir de la idolatría retórica. Ni escribir como se habla, como pretendía Juan de Valdés (y hace tanto poetómano que apenas ha aprendido a farfullar), ni hablar como se escribe (que constituiría una jerga artificial y deshumanizada). Admitamos que el idioma poético es innumerable, indefinible e inclasificable, y el más difícil de aprender. No tiene normas precisas. En cualquier caso, solo una: debe buscar “el nombre exacto de las cosas”.
Juan Ramón Jiménez recoge esa inquietud con versos despojados, escribiendo como predica que hay que escribir: “¡Oh pasión de mi vida, poesía / desnuda…!”. Y en este  otro poema:

¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente. 
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos, 
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

Poco antes, el vanguardista Huidobro había publicado su “Poética” creacionista, en la que se mostraba, con otro signo, de igual contundencia en los mismos principios de escritura creadora, nomenclatura exacta y desnudez lírica:

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas. (…)  
Cuanto miren los ojos creado sea.  
El adjetivo, cuando no da vida, mata.  
¿Por qué cantáis la rosa, oh poetas!
Hacedla florecer en el poema!
El poeta es un pequeño dios.

Un “pequeño dios” que tiene que ganar su verbo con el sudor de ser hombre. Miguel Ángel dijo señalando una roca: “La estatua está ahí; solo hay que quitarle la piedra que le sobra”. Eso es: tallarlo como un diamante. Lo cual requiere el hallazgo de la idoneidad. Idoneidad entre concepto y expresión: y como son indivisibles, la tarea es ardua.

4.-
Me detengo un instante: ¿Cómo formularíamos nuestro “dolorido sentir”? ¿Qué verso escogeríamos:

la potestad esquiva del dolor
o
la esquiva potestad del sufrimiento?

¿Cuál es el verso idóneo? ¿Se alarga demasiado el primero hasta encontrar en cuarta sílaba su acento melódico? ¿Resulta más melodioso el segundo, con su fonética rítmica más próxima, en 2ª y 6ª? ¿Es más aceptable para el oído interior un verso llano que otro agudo ("dolor" / "sufrimiento")? ¿No aceptamos y asimilamos, en fin, de mejor modo lo que se nos dice de armoniosa manera? Ya los antiguos sabían de estas sutilezas del corazón y del cerebro: dice Horacio:

 beatus ille qui procul negotiis

Garcilaso:

en tanto que de rosa y azucena

Sutilezas que no se improvisan, sino que las asimila el inconsciente poético hasta hacer compatibles y convertir en uno solo –aunque siempre hay retoques retocables- el trance y el intelecto, la verbalidad y su musicalidad. De modo que lo que se dice –válgame Perogrullo- es lo que se ha dicho / escrito. Quien carece de la “gracia” natural nada consigue por mucho “esfuerzo” que haga. Dicho de otro modo: el poeta se hace porque nace con los atributos para hacerse y porque rehace continuamente su poema: porque encuentra la idoneidad lírica entre lo que pretendía decir y lo que finalmente dice (siempre que ambas cosas sean categorías universales).

Creo que el error surge cuando quien escribe pretende frivolizar o literaturizar su escritura: porque la naturaleza del acto creador no se aviene con el artificio literario. La poesía no debe nacer del poeta ni para el poeta, sino de un ser humano ansioso por explicarse a sí mismo y descubrir su propio nombre íntimo y válido para otro ser humano; si bien luego debe venir el hombre sentidor y reflexivo a pulirlo como una efigie y convertirlo en arte. Incluso un poeta "social" como J. A. Goytisolo tiene en cuenta "el oficio del poeta”:

Contemplar las palabras                           
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura…

En fin: tras tanta introspección y búsqueda expresiva, queda lo que anota Salinas sobre el poema, en el que prefiere el Arte a la Naturaleza -en la vieja oposición entre imitatio y creatio-:

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquellos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.

Y sin embargo, todo ingrediente que parece imprescindible deja de serlo cuando el auténtico poeta habla al margen de las poéticas, o con ellas: ¿Existe un poema más idóneo en su concepción, plasmación y recepción que, por ejemplo, “Masa”, de César Vallejo o, en otro extremo, el poema XX de Neruda?


martes, 17 de diciembre de 2019

El abrazo dormido.


Wagner / Rimbaud

Mientras miraba el cielo, allí donde duermen las estrellas como grandes lirios de nieve blanca y pálida, recordó el diálogo inacabado:

- Temía enamorarme de ti. Por eso me alejé: para intentar matar mis sentimientos.
- ¿Temías sufrir por amar? ¿Y qué hay de mi sufrimiento al sentir que no me amabas?
- Sí te amaba. Pero tú y yo no teníamos nada en común, excepto que nos amábamos. Cuando se consumase ese espejismo seríamos dos extraños. Verías todo cuanto nos separa. Y me abandonarías.
- Preferiste no gozar el amor por si sufrías el desamor.
- Solo intenté prevenir. 
- Eres un cobarde.
- ...

lunes, 16 de diciembre de 2019

Cuarenta con Cuarenta


Bach: Golberg jazzístico


ARTISTAS Y POETAS EN EL 40 ANIVERSARIO DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE
Azarosa es esta combinación de artistas y poetas en la que no se sabe cuáles son los sujetos agentes y pacientes: si los textos se adjudicaron caprichosamente a las imágenes o estas a aquellos; o si, más probablemente, se siguió el criterio del cajón de sastre.
  Como en todas las antologías -y este catálogo no deja de ser una de ellas-, ni están todos los que son ni son todos los que están.
En cualquier caso, y al margen de esa reciprocidad inexistente, he aquí una fe de vida de un fragmento de cultura creativa en Alicante. 

ARTISTAS: Elena Aguilera, Albert Agulló, Pablo Bellot, Arcadio Blasco, Isidro Blasco, Pepe Calvo, Joan Castejón, Miguel Ángel Catalá, María Chana, Cristina de Middel, José Díaz Azorín, Daniel Escolano, Ángel Fitor, Dionisio Gázquez Méndez, Bernabé Gómez Moreno, Patricia Gómez, Susana Guerrero, Gaspar Jaén i Urban, Ricardo Junio Oliver, Mónica Jover, Alicia Lamarca, Eduardo Lastres, Javier Lorenzo, Rafael Maestro, Aurelia Masanet, Antoni Miró, Luis Moragón, Mª Dolores Mulá, Juan Carlos Nadal, Cayetano Navarro, Martín Noguerol, Josep Pedrós i Ginestar, Ramón Pérez Carrió, Ana Peters, Llorenç Pizà, Elvira Pizano, Vicente Rodes, Javier Romero, Eusebio Sempere y Jesús Zuazo. 
POETAS: Francisca Aguirre, Lluís Alpera, Rafael Azuar Carmen, Luís Bagué, Ramón Bascuñana, Mario Benedetti, Luís Bonmatí, Margarita Borja, Pilar Blanco, Adolfo Celdrán, Mercé Climent, Victòria E. Cremades, Ana María Drack, José Luis Ferris, Juan Gil-Albert, Amalio Gran, Antonio Gracia, Miguel Hernández, Ángel Herrero, Gaspar Jaén i Urban, Gracia Jiménez, Carmen Juan, Joaquín Juan Penalva, Vicente Mójica, Manuel Molina, Ovidi Montllor, Antonio Moreno, Tina Pastor, Mari Paz Moreno, Agustín Pérez, Antonio Porpetta, Emilio Rodríguez Bernabeu, Manel Rodríguez-Castelló, Carlos Sahagún, Mariano Sánchez Soler, Isabel-Clara Simó, Juan Ramón Torregrosa, Joan Valls, José Vidal Carreras y Rafael Zurita.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Fritz Lang: M




La ciudad está amenazada por un asesino de niños. ¿Qué mejor policía que la ciudadanía planificada?
Otro título emblemático de Lang.

viernes, 13 de diciembre de 2019

La conquista del saber.


Bramhs: Sinfonía nº 1

DISCURSO SOBRE EL SABER
Pulsar para >>>



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Aceptada la invitación a inaugurar el curso académico de la UNED aragonesa, todo cuanto se me ocurría para decir en la lección magistral, por compulsión rítmica, me iba fluyendo en prosa endecasílaba. He aquí aquel guión versolarístico para la conferencia:
Discurso sobre el saber

Mi consejo principal
es, gran señor, que leáis,
porque, sabiendo, sepáis
discernir el bien del mal.

                                      Gómez Manrique
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                                I


El Génesis prohíbe a Adán saber,
y su desobediencia es castigada
con la expulsión del fértil paraíso
y la infelicidad de la existencia.
En Egipto, Tahótep decretó
que el hijo no supiera más que el padre,
estancándose así el conocimiento.
Porque enseñó a pensar, Sócrates fue
asesinado mediante el suicidio.
Hipatia fue violada con el filo
de estriadas caracolas, desmembrada
y quemada por renovar la ciencia.
Arrancados los dientes y la lengua,
Giordano Bruno fue quemado vivo
por ese instinto de renovación.
Luis de León, por dar a conocer
el hermoso Cantar de los cantares,
padeció cinco años de prisiones.
La Gran Inquisición daba la muerte
a quienes cuestionaban sus dictados…
¿Acaso aquel que quema a un hombre sabio
no está quemando una biblioteca?
¿Por qué este universal miedo al saber?







                                 II


Suele olvidarse que una de las grandes
tragedias de la Historia es la creación
del Índice de libros prohibidos.
¿Por qué se han perseguido la escritura
y la lectura durante milenios?
¿Cómo el libro, nacido para dar
luz al entendimiento puede ser
condenado a la hoguera, exorcizado
como si de un demonio se tratase?
El libro es el notario de la historia,
el que muestra, implacable, la existencia,
los aciertos y errores de los hombres.
Ya Voltaire achacaba tal condena
a que el libro disipa la ignorancia,
que es la gran aliada del poder.
Petrarca afirmó que el poderoso
solo desea que el saber perezca.
Fue Confucio quien propugnó la idea
de que el mérito está en saber y es este
el digno de respeto, no el linaje:
donde hay educación no hay sumisión.
Pues, como ya nos anunciaba Séneca,
la única libertad la da el saber.
He ahí el porqué de que los gobernantes
den la felicidad del “pan y circo”
-la que satirizaba Juvenal-
a la gran muchedumbre, aprovechando
la tergiversación de algunas frases
(no hay vida más feliz que la de aquel
que no sabe pensar, escribió Sófocles;
la ignorancia nos da felicidad,
dijo Milton por voz de Lucifer).
Rousseau deduce, así, una consecuencia
de ese letal estado de ignorancia:
el hombre nace libre y, sin embargo,
encadenado vive en todas partes.
Y es que en cualquier lugar y en todo tiempo
la ignorancia convierte al hombre en siervo,
mientras que solo quien comprende es libre
y transforma el destino en voluntad.  








                                 III


¿Cuál es la voluntad del hombre histórico?
El  origen del hombre tiene un punto
de partida creciente: la conciencia
de la mortalidad de cuanto existe
y la concienciación de que debía
legar cuanto aprendiese como huella
de su propio existir y como germen
de aprendizaje de sus descendientes.
Hace un millón de años que el lenguaje
inició un balbuceo universal,
y un centenar de siglos que encontró
modos de convertirse en escritura.
Primeras transmisiones del saber
pueden considerarse la palabra,
la pintura rupestre, el pergamino,
la lectura más ágil ambrosiana,
la invención luminosa de la imprenta.
Se trataba de renovar ideas,
de publicarlas y de difundirlas.
¿Extraña que el buen monje san Ambrosio
abandonara la lectura oral
porque con su lectura silenciosa,
evitando la gesticulación,
leía cuatro veces más deprisa
y aprendía, por tanto, mucho más
para tratar de comprender mejor?
¿Nos extraña que Gutenberg pusiera
sobre el papel cuanto los humanistas
rescataban de entre la Antigüedad?
El mundo en que vivimos es la herencia
de la gran tradición de esa escritura
voluntariosa del aprendizaje,
y nuestra vida es la que nos forjamos
con los conocimientos que adquirimos.
Porque, afirmaba Kant, somos nosotros
los constructores de la realidad.
Con permiso de Ortega, pues, digamos:
yo soy yo porque creo mis circunstancias.
Por eso hay que negar a David Copperfield
cuando comienza así su biografía:
Si seré o no seré el protagonista
de esta historia no puedo decidirlo….
Y es que las decisiones deben ser
la huella dactilar de nuestro espíritu;
ya que el destino es concatenación
de causas y de efectos, de manera
que si pulimentamos su engranaje
con el conocimiento no habrá azar
ni terrible ananké que nos someta:
seremos causa de las consecuencias
haciendo nuestro todo aprendizaje;
y seremos nuestros protagonistas,
pues no hay destino, sino voluntad.








                                 IV


¿Ejercitamos nuestra voluntad
o hemos matado el ansia de saber?
Suele decirse que este es el mejor
de los mundos posibles, el que han hecho
la inercia evolutiva y, tal vez,
también la voluntad. En cualquier caso,
¿en qué hemos convertido la existencia?
¿Es el progreso el gran depredador
de la cultura clásica y ya somos
idólatras de un mundo que murió?
Los griegos adoraban a Aristófanes.
El público del siglo XVII
aplaudía a Molière y a Calderón.
¿Por qué no se conocen hoy sino
porque el saber está desprestigiado?
¿Dónde están Miguel Ángel y Leonardo?
¿Habremos exiliado al fértil hombre
renacentista? ¿Vamos a un futuro
más humano o tan solo más banal?
¿Avanzamos en humanismo y ciencia?
¿Deshumaniza la tecnología?
¿Podemos alterar el devenir?  
¿Puede el conocimiento mejorarlo?
La humanidad no sabe a dónde va,
pero empieza a saber de dónde viene;
y debiera empezar a prevenir.
No es verdad que el pasado siempre sea
mejor que cada instante que vivimos.
El pasado es la prosa cotidiana
con la que sublimamos cuanto muere
y escribimos su exégesis poética.
Todos nos preguntamos el porqué
y el para qué de nuestras existencias.
Todos necesitamos comprendernos
y comprender el mundo en que vivimos.
¿No debiéramos todos conocer
la escritura solar del universo exterior
y el jeroglífico íntimo del hombre?
¿Quién no querrá saber cuál es su origen?
¿Quién no ansía saber lo que le espera
cuando se ha convertido en un cadáver?
Si para todo viaje hay que llevar
el mejor y más sólido equipaje,
la maleta del viaje de la vida
debe llenarse con conocimientos
que procuren templanza y sensatez:
porque el saber potencia las virtudes
y el anhelo de autosuperación.










                             V


He aquí ejemplos de autosuperación:
mientras espera ser guillotinado,
Condorcet, en lugar de derrumbarse,
se dedica a escribir -solo porque
si hay igualdad habrá felicidad-,
la Historia del progreso del espíritu.
Messiaen, entre el horror del campo nazi
de Silesia, compone su Cuarteto
para el fin de los tiempos, atrapando
la eternidad en el apocalipsis
del furor más dantesco de los hombres.
El gran Alfonso El Sabio con la Escuela
de Traductores de Toledo puso
casi todo el saber ante la España
y la Europa del mundo medieval.
De todas las culturas amerindias
que destruyeron los conquistadores
tan sólo conservamos cuatro códices
aztecas y tres mayas. Sin embargo,
Bernardino de Sahagún salvó
de la masacre azteca cuanto pudo,
y sólo conocemos sus rescates
de aquella fértil civilización…
Autosuperación que hizo escribir
un día al nobilísimo Cantero:
Guarda en tu biblioteca buenos libros,
mas guárdalos primero en tu cabeza.
Y Don Quijote, sentenciosamente,
advierte a Sancho Panza: No es un hombre
más que otro si no hace más que otro.
¿No acaba así con las aristocracias
e impone la nobleza del esfuerzo?
La estatura de un hombre no termina
allí donde termina su cabeza,
sino allá donde llega con su mente.
Hay que aprender a cuestionar el mundo
y a construirnos nuestro mundo propio.  









                                  VI


El buen lector se apropia de la Historia
y de cuantos, como él, van construyéndola.
¿Por qué leer sino porque leyendo
aprendemos sobre nosotros mismos
y no hay precio para ese aprendizaje?
Ama el conocimiento como un ciego
ama la luz, dejó escrito Flaubert.
Quien abre un libro está tocando a un hombre,
advirtió Whitman y admitió Unamuno.
En el bosque auroral de la cultura
hay hombres que son libros que son vidas.
Si cada vida enseña una experiencia
y tan solo vivimos una vida,
vivamos las de todos en los libros,
pues cada uno es una vida escrita.
Seamos egoístas del saber.
¿Quién no vive la Historia con Heródoto?
¿Quién no amará los viajes con Ulises,
con Eneas y con los argonautas?
¿Quién no aprenderá a amar con Melibea,
con “Werther”, con Ovidio, con Rostand?
Aquel que quiera mitigar sus celos,
¿no ha de aprender de Otelo y de Castel?
¿Quién no sabrá tratar con su conciencia
tras dialogar con Hamlet y Raskólnikov?
¿Quién no amará la vida al descender
de La montaña mágica, de Mann?
¿Quién, para consolarse de la muerte,
no hará suyo el sofisma de Epicuro,
y las acotaciones de Lucrecio,
para burlar su asedio interminable?
El sufridor de la melancolía,
¿no ha de encontrar antídotos en Emerson
y su entusiasmo por la realidad?
Quien quiera ver los riesgos del futuro
asómese a George Orwell y Aldous Huxley.
Quien persiga la dicha que conjugue
humanismo, idealismo y cientifismo.
El que luche contra la adversidad
y busque hallar un cielo en el naufragio
de esta tierra de todos los infiernos
tome ejemplo de Robinson Crusoe
y halle su isla interior luisianamente.
Pues la existencia es un laberinto
cuya única Ariadna es el saber;
y el buen saber consiste en liberarse
del dolor sin sufrir la idolatría
del placer: el desapasionamiento,
la amable, la feliz circunspección,
el plácido equilibrio emocional.









                       VII


Si la finalidad de la existencia
es ser dichosos, ¿qué necesitamos?
En este mundo en que vivimos, todos
intervenimos con nuestras conductas,
con nuestro ser y estar, y todos somos
como pequeños dioses de este mundo.
¿Por qué no hacerlo amable y solidario
con cuanto nos ayuda a construirlo,
que es el limpio tesoro del saber?
El mundo es como es porque ya otros
se esforzaron en mejorar su imagen.
¿Cómo se ha comenzado la igualdad
de la mujer, las razas y los pueblos
sino accediendo a la sabiduría?
¿Por qué sino porque el saber demuestra
la legitimación de la igualdad?
Reconozcamos la primera ley:
hay sólo un bien: y es el conocimiento;
existe sólo un mal: es la ignorancia.
Y los más admirables son aquellos
capaces de apropiarse del saber
de cuantos fueron sabios y legarlo
como nueva semilla del futuro.
Así es como entendemos esta frase:
Si pude ver más lejos fue mirando
desde hombros de gigantes, dijo Newton
admitiendo la deuda que adquirimos
con quienes nos transmiten sus saberes.
En este mundo en el que todos mandan
o pretenden que hagamos lo que ordenan,
tan sólo es libre aquel que aprende y sabe
regirse por su propia voluntad;
ser libre es elegir con sensatez;
la sensatez repudia la ignorancia;
luego la libertad la da el saber:
y sólo halla la dicha quien es libre.
Hoy quien no aprende es porque desprecia
la solidaridad, porque ya dijo
Lupercio Leonardo de Argensola:
los libros han ganado más batallas
que las armas, pues el conocimiento
siempre impone la ley de la justicia.
Somos nuestro progreso: la esperanza;
y abandonar la vida sin dejarla
más hermosa que cuando la encontramos
es el más inmoral de los delitos.
Y sabed: nadie nace impunemente.










                          VIII


Si todo nuestro mal proviene de
nuestra incapacidad para estar solos,
como quiere que sea La Bruyère,
no hay amigo que dé más compañía
que el buen libro, que habla con nosotros
o calla, si queremos el silencio.
Y en verdad que en el páramo social,
frente a la adversidad y el infortunio,
no hay mejor panacea que sentir
el placer infinito de leer.
Porque considerando que el mayor
enemigo del hombre es la congoja
de no hallarle sentido a la existencia,
un libro es más valioso cuanto más
nos alivia la angustia de vivir
o incluso nos alegra la conciencia
de que somos mortales e indefensos.
Y por eso, a pesar de las torturas,
persecuciones, muertes y ostracismos,
el hombre se sumerge entre legajos,
códices, pergaminos, manuscritos:
para que el universo se comprenda
con la razón y con el corazón
y la vida sea un mundo solidario
en el que resplandezca la alegría
por ser dueños de nuestras existencias.
Quevedo, pues, prefiere retirarse
del mundanal bullicio y sus mentiras
con pocos, pero doctos, libros juntos
para, como Descartes, conversar
con las plumas egregias del pasado
y  acumular, así, sabiduría
con la que alimentar cualquier futuro.
Lope, al fin, elige como amantes
dos libros, tres pinturas, cuatro flores.
Montaigne, Stendhal, Proust, o Dostoiewski
nos enseñan el yo individual;
y el yo social, Galdós, Dickens o Hugo.
Tal vez no ha retratado nadie el múltiple
rostro del hombre como William Shakespeare,
el gran comprendedor del alma humana;
todos sus personajes son personas
intemporales y de cada tiempo,
paradigmas de anhelos y fracasos.
Tiene rostro de libro el hombre, tiene
innumerables páginas el mundo.    









                                 IX


Pues, ¿y esos otros libros que son cuadros,
músicas, esculturas, monumentos?
¿Qué son sus armoniosas geometrías
sino un puñado de materia humana
desgajada del tiempo, levitante
en la conciencia frágil de los siglos,
esperando encarnarse en nuestra mente?
¿Quién no descubre un universo heroico
al iniciarse el si bemol mayor
que fluye por el Rhin como un presagio
de la Tetralogía wagneriana?
¿Quién no hallará los místicos acordes
del firmamento oyendo La Novena
del sordo que escuchó la inmensidad?
¿Cómo no conocer el propio infierno
al mirar El jardín de las delicias?
¿Y el gran libro de la Naturaleza,
donde estalla la luz de lirio y rosa
desde el amanecer hasta el ocaso
según desamanece hacia el crepúsculo?
Aquellos que condenan cualquier arte
por ser un lujo o por su irrealidad,
digan si el estallido de Hiroshima
ha despertado más conciencias que
La libertad guiando al pueblo, o bien
Los comedores de patatas, o
el solidario Himno a la alegría.
Cuántos hombres han compendiado el mundo
en su verbo, su música o pintura.
Ellos son nuestro mágico equipaje.










                     X

Quién supiera cantar las excelencias
de la página escrita, caudalosa
en claros y fecundos sortilegios.
Imaginemos: qué esforzados ojos
los de quienes dedican su existencia
a leer, a pensar, a reescribir
la verdad tantas veces mutilada.
Ved al autor: la pluma pensativa
traduciendo a palabras cuanto sabe;
y observad al lector, transfigurándose
cada vez que abre un libro en una página
en la que el mundo escribe su aventura.
Los ojos sorben la palabra escrita,
el oído interior le pone música,
el olfato halla un mágico perfume,
la mano se extasía con el tacto
y la mente comprende el paraíso.
En un libro retumban los orígenes,
el canto de los pájaros, la piedra,
el menhir y la lluvia, los océanos
constelados del cielo, los enigmas
y su desciframiento, el manantial,
la identidad del hombre y la memoria
del mundo: la existencia innumerable
que resucita en la posteridad.
En ella está el pasado, y el futuro,
y en ella late ya la raza cósmica
con letras de diamante y simetría.
Estamos hechos de insaciables ansias
de trascendencia e inmortalidad:
y solo el libro es la reencarnación
de nuestros atavismos y esperanzas.







                            XI


¿Cómo reconocer la voz excelsa?
Si bien se considera, un libro es
un microscopio para ver el yo
y un catalejo hacia la sociedad.
Un buen libro es aquel en que leemos
lo que sentimos pero no logramos
escribir, es aquel que nos parece
estar escrito por nosotros mismos
porque refleja nuestras metafísicas.
Un buen libro es tan solamente aquel
que no queremos que se acabe y del que
salimos mucho más inteligentes,
más sabios de nosotros y del mundo,
necesitados de reabrirlo porque
nos enriquece sin envilecernos
con sus superfluidades ingeniosas.
Es la más poderosa arma pacífica,
pues no destruye, sino que construye;
así, el más sabio es el mejor armado
para las contingencias de la vida.  [*]






[*] Véase el Apéndice.










                           XII


¿Cómo legar cuanta sabiduría
acrisolan los hombres tras milenios
sino con el ejemplo y la enseñanza?
No es buen legislador quien no legisla
primeramente sobre educación,
dice el legislador griego Licurgo.
¿Qué podemos saber, qué debo hacer,
qué nos espera y qué cosa es el hombre?
son las cuatro preguntas capitales
que hace Kant: ¿qué podemos responderle?
¿Que el hombre es solamente un ser que espera
y lo que debe hacer es aprender
para encontrar respuesta a sus preguntas?
Si un hombre es solamente lo que sabe,
como afirmaba Bacon sabiamente,
¿nos despreocuparemos del saber?
Las tres primeras universidades
-La Academia, El Liceo y El Jardín:
Epicuro, Aristóteles, Platón-
encontraron sus métodos ¿Cuál de ellos
nos servirá después de tantos siglos?
¿Cuál será nuestro punto de partida?
¿Unir la distracción y la instrucción
al modo de Platón y de Propercio?
¿Educar para el aula de la vida
como quiso Aristóteles y luego
insistió con firmeza Sigmund Freud
con su Educad para la realidad?
¿Recurriendo al diálogo cordial
que practicaban Epicuro y Sócrates?
¿O, en fin, mostrando, como quiso Einstein,
que la enseñanza debe recibirse
como un regalo y no como un castigo?
El buen educador convierte en fácil
el tema más difícil, y no existe
mejor institución que la del libro.
Carlyle ya escribió hace mucho tiempo:
no hay universidad mejor que una
pequeña  colección de grandes libros.
Mas todo libro, como todo viaje,
necesita un sensato cicerone.
¿Y quién no anhela ser el profesor
que soñaba tener cuando era alumno?








                               XIII



¿Enseñamos el mar y las montañas,
o solamente cruda Geografía?
¿Enseñamos Historia o sólo fechas?
¿Antes que la noción, la percepción?
¿A razonar o a memorizar?
¿Al hombre que hay detrás de cada libro
o nada más que títulos y análisis?
¿Que la ciencia y la técnica prolongan
el impulso humanístico del hombre?
¿Que el pensador idea la utopía
y el científico intenta realizarla?
¿Mostramos que en el hombre no hay más alta
pulsión que la del Arte porque en él
sigue viviendo contra toda muerte?







                            XIV


La Historia y el Relato nos revelan
el tiempo y el espacio en que vivimos;
mediante la Poesía comprendemos
la intimidad humana, ajena y propia;
y la Filosofía ordena el caos
en que razón y fe suelen caer;
la Ética y las Leyes nos corrigen
cuando nos desviamos; y la Física,
como las Matemáticas, rubrica
cada hallazgo de que es capaz la mente.
Familia, educación y sociedad
forman el trío que construye el mundo.
Cuando cambia una de ellas todo cambia.
¿Se han distanciado educación y vida?
¿Por qué el infante, que es todo preguntas,
deja de preguntar dentro del aula,
dejación que le crece con los años?  
¿Será que no le importa lo que escucha,
que no afecta a su sensibilidad?
Antes que alumno, es este una persona:
y hay que pulsar sus ansias personales
convirtiéndolo en un protagonista
de cuanto ha de aprender, aunque sea ajeno,
porque solo lo propio nos importa.
Todo concepto es un pensamiento
nacido de ordenar los sentimientos:
y no podemos aprender aquello
que no sentimos como vida propia.









                           XV


Transmitir la cultura, o la belleza,
sin enseñar primeramente a amarla
es, como toda imposición, un yerro.
De nada sirven las erudiciones
si no las convertimos en premisas
que nos conduzcan a la comprensión.
Mejor que saber más es saber bien.
Ya admitió Erasmo que es gran necedad
aprender lo que luego hay que olvidar,
tal vez pensando en las erudiciones
con las que se enmascara la incultura.
Hay que enseñar primero las esencias;
luego, tal vez también, las circunstancias.
Nada puede aprenderse si primero
no sabemos por qué se ha de aprender.
El primer postulado educativo
es mostrar el deleite de saber
y la necesidad de la cultura
para nuestra existencia y las ajenas:
que el saber es la única palanca
de Arquímedes para cambiar el mundo.
Que el saber es la única moneda
con divisas en todos los países.
Enseñar es sembrar curiosidad
por cosas trascendentes, y saciarla:
tallar premisas que hallen conclusiones
porque aprender es siempre un silogismo.
Educar: despertar curiosidad
por el aprendizaje, no imponerlo.










                              XVI


Aquellos que pretenden acabar
con la cultura olvidan, contumaces,
que el ansia de aprender, la voluntad
de saber, es tan firme y poderosa
como el instinto de supervivencia
y la curiosidad connatural,
genética, insaciable y progresiva.
La prohibición es una invitación
a conocer cuanto se nos prohíbe.
El hombre necesita prolongarse,
aventurarse en retos, expandirse;
el hombre necesita la creación
y, para hallarla, la sabiduría;
pues la creación consiste en darle un orden
al universo desencuadernado,
como dijera Dante en su Conmedia,
imaginando el cosmos como un libro
-que, según Galileo, solamente
podría descifrarse en plenitud
con el lenguaje de las matemáticas-.
Basta aprender responsabilidad
para que todo ocurra como debe:
saber para encontrar identidad.
¿Resulta extraño que Alejandro Magno,
en medio de tragedias y conquistas,
releyese La Ilíada y La odisea
para ensanchar su mente altiva y ávida,
como alumno que fuera de Aristóteles?
¿Extraña que en el siglo XVI
Lucrezia Squarcia, prostituta errante,
guardase entre sus faldas ejemplares
de Petrarca, de Homero y de Virgilio
con los que descansar de sus fatigas
buscándole sentido a su vivir? 










                              XVII


Para acabar, regreso hacia el principio:
si saber es hallar identidad
en este mundo sin identidades,
quien quema libros quema las conciencias
que pueden renovar lo establecido.
He aquí otros verdugos del saber:
Platón llegó a quemar cuantos escritos
contradecían sus proposiciones;
Shih Huang-ti acabó con la lectura
haciendo arder los libros de su imperio;
condenó Diocleciano al fuego todos
los libros de la inerme cristiandad;
los cristianos quemaron tres millones
de libros en sus muy Santas Cruzada;
los nazis arrancaron de la Historia
las páginas que no les convenían;
el saqueo de las grandes bibliotecas
de Alejandría y Sarajevo han sido
el gran memoricidio universal;
y  si conjeturamos el mañana,
en Farenheit, de Bradbury, los libros
son quemados y sólo la memoria
de algunos hombres salva su usufructo,
convertidos en libros, como había
anotado Gracián ya mucho antes.
¿Por qué este universal miedo al saber?
No parece difícil la respuesta:
los libros nos enseñan a pensar,
a cuestionar el mundo y sus doctrinas;
y pensar es un acto subversivo
contra la maquinaria del poder,
que empuja siempre a la docilidad
y prohíbe, por ello, todo cuanto
invita a liberar el pensamiento.
Pues pensar es dudar de las verdades
para encontrar una verdad mayor.
Por otra parte, surge otra pregunta:
¿Por qué los constructores del futuro
y quienes buscan la verdad sin límites
afrontan las torturas y la muerte
llevados por su amor a la lectura,
si conlleva fatal persecución?
Tampoco la respuesta es complicada:
Queremos ser felices, por lo cual
debemos aprender a convivir
con nosotros y nuestros semejantes,
lo que exige saber, reflexionar
para elegir lo bueno para todos
y encontrar un edén sin servidumbres:
porque el error, en una democracia,
también lo legitima el ciudadano;
y, si no acierta, el pueblo se convierte
en la más execrable dictadura.
¿Y cómo puede derrocarse a un pueblo
cuyo criterio es la contumacia?
Sin un orden social no hay equilibrio
emocional, sosiego, vida plena.
No hay ciencia o pensamiento innecesarios
para la íntima paz y convivencia.
Por el contrario: quien no sabe tiene
asegurados todos los naufragios.
¿No es, pues, causa causal el buen saber,
es decir: una buena educación?
¿No nos debemos al conocimiento?









                            XVIII


 Si yo tuviese que partir la Historia
en dos mitades, la dividiría
no en dos períodos consecutivos,
sino en dos concepciones simultáneas
y opuestas padecidas por el hombre:
la primera sería la de aquellos
que anhelan comprender, y la segunda
la de quienes condenan el saber.
Recuerdo algunos otros testimonios:
La Utopía de Moro, ¿qué nos dice?
Y los Viajes de Gulliver, de Swift,
¿qué son sino reproches a esta vida
y miradas a un mundo más feliz?
El platonismo condenó al poeta,
y el comunismo encadenó al artista
(el arte y la poesía siempre sueñan
con un mundo mejor que el del Estado:
no hay dictadura allí donde hay cultura).
Entre tanta condena y tanta exégesis,
¿Qué libros salvaremos de un incendio
nuclear? No aquellos que ayudasen
a reconstruir la civilización;
pero sí la cultura: aquellos que
nos recordasen el esfuerzo humano
y sus momentos álgidos, y al menos
un catálogo breve de hecatombes
que permitieran acordarnos siempre
que es más fácil el yerro que el acierto
y no es nuestra la infalibilidad












                                    XIX


No hay mejor talismán que el de los libros:
por ellos el cerebro es la mayor
biblioteca del cosmos: el oasis.
Muchos son los que en sus ensoñaciones
ven en la biblioteca un paraíso.
Confiesa Borges, como un don supremo:
Yo, que me figuraba el paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
E indica Oshopara ser feliz
haz que tu casa sea una biblioteca… .
Si tienes biblioteca con jardín,
escribió Cicerón, lo tienes todo… .
Sólo he encontrado la felicidad
al lado de un buen libro, dijo Kempis...
Y es que, a pesar de las contraculturas,
en un lugar de un libro siempre espera
una frase salvífica que otorga
sentido jubiloso a la existencia:
una razón para seguir viviendo. 














Posdata:





                               XX

Y no quiero acabar sin añadir:
¿Qué podría decirle a un estudiante
en este mundo en el que todos somos
alumnos expectantes de la vida?
Son seiscientas cincuenta y cinco mil
horas las que vivimos, de promedio.
Restémosles infancia, adolescencia,
un tercio para el sueño y otro tercio
para el trabajo. Todavía quedan
ciento setenta y cinco mil doscientas
horas de vida libre, ociosa, nuestra.
¿En qué las ocupamos sino en tedios
repetitivos que nos importunan?
¿De verdad nos sentimos satisfechos?
¿Cómo es posible en una sociedad
en la que el tiempo es oro, malgastarlo?
Para la dejación que aflige al mundo
sólo vislumbro una salida digna:
hay que inculcar la autointerrogación:
en todas partes a donde llegamos
hay un bosque de libros como frutos
madurados por hombres que aprendieron
a construir estantes en su mente
para que su experiencia nos sirviera
de mapas en el viaje del vivir.
¿Cuántas personas se comprenderían
y solucionarían sus conflictos
si supieran que lo que les ocurre
está descrito ya, y solucionado,
en tantos personajes prototipo
de tantas páginas que hubiesen sido
sus mejores y expertos consejeros?
En cambio, quienes, libres, se dedican
al silencioso estudio se lamentan
de que a lo largo de su vida apenas
pueden leer, y casi a vuelavista,
tan sólo diecinueve mil cien libros.
No tenemos por qué ser sabios todos.
Pero a ese estudiante le diría:
que nunca te domine la ignorancia;
antes de que el poder piense por ti,
deja que en tu interior piensen los libros
hasta que encuentres un criterio propio.






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(Apéndice)
(*) Sátira


Verdad es que también hay malos libros.
Incluso los autores más ineptos
hallan lectores que se les parecen.
Pues ya desde Pitágoras sabemos
que la suma integral de los catetos
es lo que hemos llamado muchedumbre.
Si admitiéramos que el factor común
de la humanity es la mediocridad,
aceptaríamos sin inculpaciones
que en nuestra sociedad, muy tristemente,
todos tienen derecho a la cultura
y pocos lo convierten en deber;
que sólo existe el adocenamiento;
que emergemos al mundo, lo sentimos,
lo transformamos en ideas y
lo vivimos como una realidad
que nos parece igual a la de todos,
pero es distinta para cada uno.
Nos une el inconsciente colectivo,
lo que tenemos de alma universal;
nos separa la íntima conciencia
que hemos desarrollado con saberes
o entumecido con nuestra ignorancia.
No existe el mundo; existe la experiencia
que tenemos de él: lo que aprendemos.
Lo demuestran las listas de best-sellers:
sobre lo sustancial triunfa lo efímero
porque la muchedumbre es epidérmica;
aunque el tiempo rescata las verdades
y muestra que el best-sellers más auténtico
es Homero, y Virgilio, y es Boccaccio,
y es Velázquez, y es Shumann, y es Etcétera.
Si un autor de hoy leyera libros clásicos,
el lector leería los modernos
sin padecer atrofia cerebral.
Ya Fogazzaro censuraba que
en los tiempos de La Fontaine hablaban
los animales; hoy también escriben.
Porque hoy hay solo un libro: La Pantalla;
y en tal libro está escrito: “no leerás”.
Hasta el mismo Cervantes, que es modelo
de templanza, empuja hacia la hoguera
cuantos libros nos insensibilizan
para apreciar la voz universal.