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lunes, 30 de septiembre de 2013

Tratado de Alienación

Telemann / Doré: Don Quijote

Con toda la admiración que desde niño siento por la figura de don Quijote, nunca he dejado de apesadumbrarme al constatar que también él utiliza la fuerza para combatir la ley de la fuerza que quiere desterrar. Y es que ni siquiera los dioses han encontrado otro gozne sobre el que equilibrar mejor el mundo: el instinto de supervivencia exige más capacidad de adaptación, sea esta ética o no. La bondad y la maldad no cuentan en ese proceso del progreso, que incluso olvida al propio hombre en el camino hacia la suprahominizacion robotizada. 

Y así, si las obras del hombre histórico han sido un esforzado ejercicio de superación de sí mismo, y de autoconocimiento, las del hombre futurista o futurólogo parecen tratar de constituir un tratado de alienacionismo. Ejemplo de ello es la emanación más emblemática del ser humano: el libro; un libro de poemas, por ejemplo, ya no es una introspección indagatoria del yo personal y colectivo, sino una fuga hacia lo fugaz de la hominización: la intrascendencia. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

SEGUNDA ANTOLOGÍA

Segunda Antología

(Pulsar sobre autores y títulos)

Un poema de Alejandro López Andrada 

Catálogo de pájaros

Un poema de Asunción Escribano 

Un poema de Fulgencio Martínez 

Un poema de Miguel Ruiz Martínez 

Un poema de Eduardo Lastres 

EL SUEÑO DE LA PLUMA

Un poema de José Luis Gómez Toré 

Un poema social

Un poema de Luisa Pastor 

Un poema de Elvira Pizano

Un poema de Jesús Bernal 

Un poema de Tomás Sánchez Santiago 

Un poema de M. Ángeles Pérez López 

En la página azul

Un poema de Elda Lavín 

Un poema de Vicente Luengo 
SIETE HAIKUS de Susana Benet 

Un poema de Antonio Mochón 

Un poema de José Luis García Herrera

Autoelegía

Un poema de Adela Sainz Abascal

Un poema de José Luis de la Vega 

Un poema de Alfonso Aguado Ortuño 

Un poema de Ana María Drack 

Un poema de Javier Cebrián 

El paraíso perdido

Himno desde la sombra

Un poema de Francisco Alonso Ruiz 

Un poema de Antonio Praena Segura 

Un poema de Pedro J. de la Peña 

Un poema de Miguel Heredia 


Leer


CIEN LACONISMOS


viernes, 27 de septiembre de 2013

Metodología de la ignorancia

Haydn: Sinfonía de los juguetes


Prueba definitiva del descuido de la Educación por parte de los políticos de la enseñanza es esta: a los 13 ó 14 años yo leía, por ejemplo y casi diariamente, durante el verano, dos o tres obras de teatro del Siglo de Oro. Y no solo porque me gustasen o yo fuese autista de la Literatura: lo que demuestra esa inclinación, que no era solamente mía, no es que fuéramos más inteligentes, sino que en nuestro alrededor, además de hambre de pan y libertad, había sed de cultura: simplemente porque esta flotaba como una parte de la vida cotidiana, porque los profesores respiraban conocimientos y porque saber era una de las mejores posesiones que se podían adquirir. A esa edad sabíamos la escala de Mohs, logaritmos, los hechos fundamentales de la Historia, las ideas determinantes de la Filosofía, los hitos del Arte...

Algunos teníamos como punto de reunión la Biblioteca de Teodomiro, desde donde partíamos al final de la tarde hacia otras diversiones más lúdicas, pero no tan apasionantes.

Hoy, en cambio, el adolescente, incluso muchos licenciados puestos al timón de las aulas -y no es hipérbole- no saben quién es Tirso de Molina, ni les suena la Canción del pirata, desconocen a Miguel Ángel, no han oído ni a Mozart, y deben de creer que los entremeses cervantinos son unas entradillas de algún extraño menú.

No es lo peor esta desaparición de los conocimientos literarios, artísticos, históricos, filosóficos..., verdaderos elementos troncales para la formación de la personalidad responsable: lo perverso es que no se han sustituido por otros conocimientos, sino por un vacío educativo y seudocientífico que engendra mentes atrofiadas, puesto que, como todo músculo, el cerebro necesita su gimnasia síquica. Se ve que el tal Wert está de werta de la sabiduría y considera que el mejor plan de estudios es la creación de un libro cuyas páginas excomulguen la capacidad de pensar y enseñen a reconocer exclusivamente metáforas del dinero, aunque sus bachilleres y graduados aprendan simplemente a pelear para ganarlo y a pasar por este mundo sin conocer quiénes se sacrificaron para mejorarlo ni cómo evitar destruirlo. No es la Economía la que está en crisis, sino el Pensamiento, que ha sido reducido a que se considere que el dinero es el único valor íntimo y social.

Habrá quienes sientan que esto no es más que la última etapa de la degradación de la cultura. Yo me limitaré a decir que, si es cierto que la ignorancia da la felicidad, míster Wert -y su césar Rajoy- es uno de los tribunos más felices del imperio.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Miguel Ruiz Martínez (1955-2009)

Berg / Norman: El vino

Redován, 1 de junio 96

Mi querido amigo:
Una noche nos interrumpió sin querer un niño... era mi sobrino Toni, para mí algo así como para ti tu Pablo... La ternura que traslució la sonrisa que le dirigiste es la más hermosa imagen que conservo de ti, el gesto que más agranda tu figura en mi memoria. Esto he tenido ganas de decírtelo muchas veces...
Pepe Aledo se ha comprometido a ilustrar mi libro En tu punta lugar. De todos mis poemarios es el que más fuerza de unidad tiene... espero que lo presentes tú... Dale recuerdos a ... tanto si sigues como si no sigues con ella... y recibe un abrazo de un amigo que te bienmalbienquiere y admira sobre todo...

      Regla
   
      Camina la resonancia
      que transmuta tu sendero
      en ignición de humedad
      quebrada como los muros
      de la luna que acaricia
      rebelde inercia de ramas
      y tu amoroso deber
      te dé del tiempo el aroma
      que odia buscar. ¡No podemos,
      solitaria espiritual,
      estar aquí menos solos:
      vivir es haber hallado!
                               (De una carta de Miguel, 1 de junio, 96)

miércoles, 25 de septiembre de 2013

18.250

Liszt / Czifra: Después de una lectura de Dante.

El descubrimiento de la lectura silenciosa -atribuido a san Ambrosio- supuso un incremento en el número de libros leídos, ya que leer en voz alta requiere lentitud; igualmente, la imprenta hizo posible que miles de individuos pudieran leer el mismo texto en distintos lugares y al mismo tiempo. 
Podemos preguntarnos: ¿Cuántos libros leyó “El pensador” de Rodin antes de ponerse a reflexionar para entender? Porque lo importante no es la erudición, sino la comprensión que facilita.
Quien, ambicioso de conocimiento, calcule qué puede llegar a conocer, concluirá que, en el óptimo de los casos, leyendo 10 horas diarias durante 50 años, solo conseguiría almacenar en su mente, al final de su vida, 5.475.000 páginas, es decir: apenas 18.250 libros. 
Sin duda, es mínima esa cifra; pero cuanto más leemos más contribuimos a compendiar lo escrito y a desechar lo que no debiera haberse publicado: cada esforzado lector, convertido en un filtro, da publicidad a los buenos libros y condena los malos al olvido, además de enriquecer su personalidad y, por ello, su vida y la de cuantos le rodean. 



 

martes, 24 de septiembre de 2013

La soledad poética

Schumann: : La palabra del poeta.

Una de las causas de alejamiento entre los seres humanos consiste en la dificultad o imposibilidad de compartir sus identidades. Todos tenemos un espacio interior en el que apenas cabe el otro; y sin embargo el otro lo pretende invadir porque entiende que en eso consiste la entrega: en el desnudamiento y mutua ofrenda de la intimidad
Pero no: dos personas pueden aunarse en una sola  para complementarse, no para desindividualizarse. El yo íntimo es el territorio cuyas fronteras, por leves que sean, no se pueden transgredir. Hay muchos que no lo entienden, o no lo aceptan: y se rompe la convivencia social, se acaba la amistad, se quiebra la pareja. La soledad consiste precisamente en la falta extrema de sintonía con los demás: en el ensimismamiento absoluto, rayano ya en lo autista: en la comunicación exclusiva consigo mismo. Y sin embargo, es ese el territorio del poeta / artista a la clásica usanza. Cuántos abismos celestiales surgen de la tortura del autoconocimiento.



lunes, 23 de septiembre de 2013

Última carta de Oniria:

Ligeti: Lontano

Desde el instante en que aceptamos que la vida es inaceptable y, sin embargo, no nos suicidamos, estamos rechazando la validez práctica de todo silogismo y cualquier ética.
La existencia es un problema que no sabemos resolver. Ni siquiera acudiendo al logaritmo de un Dios. Pero he aquí que el instinto de supervivencia es más fuerte que cualquier divinidad, intelecto o melancolía. Y seguimos fluyendo hacia la muerte, único monstruo que no puede vencer la voluntad.

 

domingo, 22 de septiembre de 2013

La inefabilidad de quienes callan (Libros recibidos, XXIX)

VIDA CALLADA
Autores Varios
Pre-Textos

Ketelbey: En el jardín de un monasterio

"Libro unitario donde los haya", me digo al terminar la lectura de Vida callada. Libro de poemas, no de poetas, como he creído siempre que debe ser una antología.

Necesarias son las antologías: como selección de lo múltiple y como desbrozadoras de la excesiva arboleda que no deja ver el árbol. Pero el peligro de las antologías coetáneas consiste en que ofrecen un panorama de lo que hay, desechando el criterio de lo que probablemente quede y, por lo tanto, lo que debería haber. Son un tributo a la coyunturalidad. Sin embargo, no es difícil -pocas veces es fácil- averiguar el camino de la tradición y, por ello, deducir cómo es probable que continúe andando: basta con mirar las huellas de su devenir, y las que han quedado al margen como sendas perdidas, para descubrir que la tradición es un camino que anda. Y que la escritura de las esencias se pierde cuando se detiene en las circunstancias: cuando el yo auténtico se diluye entre las bambalinas de lo cotidiano intrascendente. Necesita el yo abismarse en sí mismo para esencializarse y autoidentificarse: para hallar el paraíso del sosiego, el secreto seguro y deleitosoel íntimo lugar del regocijo. Se precisa una ascesis vital y expresiva.

Como digo, no es la aquí recogida una nómina de autores, sino de poemas que ni siquiera pretenden ser representativos de quienes los construyeron: significa que el criterio es el de la densidad lírica, no el de la congregación o dispersión autorial, generacional, grupuscular. Y tampoco es estrictamente una relación de poemas, sino de algunos que tratan el tema de la vida retirada: la alabanza de la aldea del corazón, no de la aldea global (que, en mi opinión, tanto daño hace a la poesía con su mester urbano, juglaresco de lo frívolo y estupidizante). No hay aquí una musa con vaqueros, ni con esmoquin, ni hay saltimbanquismos dictivos, ni filosoferías, ni populachismos, ni praxis en los taxis o en los bares, ni florilandias de versofagiadores. 

Es este un libro de poesía meditativa. Y quien medita sobre lo intuido en un asalto de la irracionalidad más celestial necesita el apartamiento, el ensimismamiento, el silencio interior en el que solo se oye el pálpito sin verbo, la inefabilidad de quienes callan aunque el tráfago del mundo los empuje o arrastre hacia la muchedumbre. 

Antonio Moreno (impulsado por Josep María Asencio) ha recogido 50 obrecillas de estirpe frailuisiana que se les han ido cayendo de las manos a sus autores porque habían vivido calladamente, retiradamente, con el corazón, y luego con la pluma, lo que escribían: poemas vislumbradores de la experiencia interior en busca del locus amoenus apenas apresable. Detrás de tales textos están los mundos de Horacio, el menosprecio de corte de Antonio de Guevara, Fernández de Andrada, Luis de León, Yepes... reciclados por el matiz y estilo de cada autor, asomado aquí siempre, en mayor o menor medida, al espiritualismo abisal. 

En verdad, poca distancia existe entre la experiencia mística y el estremecimiento y fascinación de Einstein al contemplar la fuga cósmica, las líneas de fuerza de Faraday, los vórtices del firmamento de Van Gogh o el 3º movimiento de la Novena de Beethoven: todos son éxtasis, clarividencias de la plenitud. Ninguna diferencia hay entre la semilla artística de Miguel Ángel, Wagner, Dante, Freud … Solo cambia la estrategia del lenguaje: verbal, musical, plástico… Todas estas "visiones" tienen un factor común: necesitan un espacio interior e incompartible, un alejamiento del mundanal bullicio para oír su voz, un silencio íntimo en el que percibirlas. Necesitan el saber ver de quien las mira. Y este saber ver exige una vida callada en la que se gesta y se expresa su revelación. 

Y eso es lo que convierte en adyacentes estos poemas y da unidad a la antología: son aproximaciones a la clarividencia del yo edénico.

Un libro, pues, este de renuncia y desasimiento, definitorio del íntimo silencio (es decir: de la contemplación para la revelación), de esos instantes en los que, a pesar de todo, se hace verbo la mística y brota su vagido. Una defensa, casi un manifiesto, del hombre todavía metafísico (y, quiero creerlo, condenatorio del ruido del mundo y las poéticas del día a día). He aquí los nombres de sus sentidores (creo que el antólogo no debiera haber renunciado a incluir un texto propio) en el orden en el que aparecen en el índice: 

Corredor-Matheos, Gil-Albert, A. Trapiello, A. Valverde, Sánchez Rosillo, E. Baltanás, González Iglesias, A. Crespo, J. L. Parra, Ada Salas, M. López-Vega, E. García-Máiquez, A. Cabrera, J. L. Vidal, A. Colinas, A. Carvajal, J. A. Valente, A. Gracia, C. Rodríguez, V. Valero, Benítez Ariza, E. García, L. Oliván, J. Rubio, J. M. Álvarez, C. Simón, V. Gallego, Miguel d'Ors, R. Molina, J. V. Piqueras, Rodríguez Marcos, T. Segovia, Pérez Leal, M. Míguez, A. Neuman, J. A. Muñoz Rojas, C. Marzal, A. García, L. Rosales, J. García-Máiquez, Sánchez Robayna, J. C. Llop, R. Guillén, Susana Benet, F. Brines, J. Mateos.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Hoy empieza el futuro.




     Si pudiésemos comprimir los cuatro mil quinientos millones de años de edad de la Tierra en un solo día, y contemplar sus gráficos en un panel, veríamos -según William Bryson- que solo hacia las diez de la noche surgieron las primeras plantas terrestres; que hacia las 23 horas nacieron los dinosaurios; y que la vida homínida a la que pertenecemos apenas representa los últimos setenta y siete segundos de esas 24 horas. ¿Cuántos segundos nos quedan, y por qué nos autodestruimos y destruimos el planeta?
     Necesitamos creer que la vida tiene un fin; pero, ¿y si la vida fuese solamente una pulsión de la energía del cosmos, que crea seres para descrearlos, y que somos materiales fungibles aunque nos soñemos inmortales, reencarnables, dignos de alguna metafísica misión? ¿Sería mejor atenernos solamente a la certeza de que los demás nos necesitan hoy? ¿O acaso los derechos humanos que hoy nos amparan no incluyen el amparo de nuestros descendientes y el deber de prevenir el mañana? 
    ¿No somos todos iguales? Compartimos con todos los seres humanos el 99’9 de nuestro ADN. Para mantenernos vivos, el corazón bombea unos 340 litros de sangre por hora, 8.000 litros al día, tres millones de litros al año, 225.000.000 durante una vida. Así desde nuestros inicios y hasta nuestra extinción. ¿Adónde conducimos esa torrentera? La verdad es que, por naturaleza, somos el último mono, lo que no significa que seamos el primer eximio, como demuestran nuestros excesos. Somos todos iguales excepto en nuestras concepciones de la igualdad, que es lo que configura el bienestar y el malestar de las sociedades. Cada sociedad se desintegra para integrarse en otra que debe ser mejor. Y ya no es posible vivir sin tener en cuenta que la nave espacial llamada Tierra necesita de nuestros cuidados si pretendemos continuar el viaje.
    Contra la creencia popular de que es improbable la vida extraterrestre, dice el Nobel Christian de Duve que la vida es una manifestación inevitable de la materia, y que las condiciones adecuadas para su aparición se dan un millón de veces en cada galaxia; lo que quiere decir que, solo en la nuestra, es probable que tengamos un millón de especies hermanastras. La Tierra ha engendrado -a lo largo de los cuatro mil quinientos millones de años de su historia- 30.000 millones de especies de criaturas, entre las que se encuentra el homo sapiens, cuya edad apenas llega al 0’0001 de la terrestre. ¿Cómo no admitir que lo mismo ha sucedido en otros lugares del universo y que existen otras inteligencias más sensatas? ¿Iremos en su búsqueda, como en una mala película ficticia, cuando aquí nos asfixiemos? ¿Encontraremos planetas también contaminados o repetiremos allí nuestros errores?