Liszt / Czifra: Después de una lectura de Dante.
El descubrimiento de la lectura silenciosa -atribuido a san Ambrosio- supuso un incremento en el número de libros leídos, ya que leer en voz alta requiere lentitud; igualmente, la imprenta hizo posible que miles de individuos pudieran leer el mismo texto en distintos lugares y al mismo tiempo.
Podemos preguntarnos: ¿Cuántos libros leyó “El pensador” de Rodin antes de ponerse a reflexionar para entender? Porque lo importante no es la erudición, sino la comprensión que facilita.
Quien, ambicioso de conocimiento, calcule qué puede llegar a conocer, concluirá que, en el óptimo de los casos, leyendo 10 horas diarias durante 50 años, solo conseguiría almacenar en su mente, al final de su vida, 5.475.000 páginas, es decir: apenas 18.250 libros.
Sin duda, es mínima esa cifra; pero cuanto más leemos más contribuimos a compendiar lo escrito y a desechar lo que no debiera haberse publicado: cada esforzado lector, convertido en un filtro, da publicidad a los buenos libros y condena los malos al olvido, además de enriquecer su personalidad y, por ello, su vida y la de cuantos le rodean.