Visitas

Seguidores

lunes, 30 de abril de 2012

Ante el espejo (Teselas, XIX)


O. Welles: La dama de Sanghai



Si trazamos una bisectriz a lo largo de la Historia de la poesía veremos que, fundamentalmente, es la misma que la de la Historia del hombre: un corazón puesto a pensar sobre sí mismo. De donde se deduce que un poema pretende ser tanto un autorretrato metafísico como un retrato del hombre universal.


Velázquez: La venus del espejo



domingo, 29 de abril de 2012

Cosmoagonías (Libros recibidos,V)



Mansell: Lux aeterna



Recibo un paquete de Huerga y Fierro. Libros, sin duda. ¿De quién serán? Desde mi último acuse de recibo y comentario nadie ha vuelto a enviarme ni una página. El misterio se desvela: son algunos ejemplares de mi recién impreso título La muerte universal (Cosmoagonías).


No leo mis libros una vez publicados: ya los conozco; y solo los escribí para liberarme, descubrirme, identificarme, saber cuál es mi nombre íntimo. Una vez desenmascarado el fragmento de identidad, qué menos que dignificarlo tratando de eliminar lo que se le escapó a la pluma parlanchina. Pero hecho esto, releídas de mala gana las galeradas, y asumido que tampoco he conseguido librarme del que soy ni ser aquel que quise ser, para qué volver sobre ellos. Cuando pasan años, sí: para tachar o alterar en la antología presunta, alejarme más del que ya fui, acercarme al que anhelé.


Así que aquí doy noticia de su existencia para el lector voraz de desencantos. Yo sé que en este título se ha interrumpido mi viaje "hacia la luz". Si el libro así titulado fue una inflexión redentora, este lo es hacia el abismo de mis primeros textos. Me creí libre de la pluma funeral: pero ha regresado el tánatos a defenestrar el eros. Persiguiendo el himno, he vuelto a la elegía; o a la constatación de su poder y de que el mundo da más causas para ella que para las odas. Y no quiero asistir a mis propias exequias.




IR a >>>



Un poema de Daniel Aldaya (Antología, LXVII)



Mozart / Bartoli / Tertel: La flauta mágica



EJECUTIVO DEL AÑO SEGÚN THE NEW YORK TIMES


Yo era un ejecutivo de sonrisa fácil, juventud eterna,
gomina y mano dura, con bastante fama dentro del gremio.
Él un obrero de la compañía, sección quince.
No me tembló el pulso, la voz, al comunicarle
un despido tan improcedente como necesario.
De mi boca salieron decenas de excusas
y reducciones de plantilla
(ahora no entiendo tanta excusa
ni el aumento posterior de plantilla),
pero tenía ganas de liquidar el asunto
y dar carpetazo al expediente y finiquito.
Me felicitaron los jefes, fui nombrado
Ejecutivo del año por mi labor agresiva, creativa
y económica al frente de la empresa,
con beneficios bajo el brazo, saldo favorable
en el presente ejercicio.
Pero coincidí a la salida del cine
con el susodicho padre de familia (horror, en la misma sala)
y respectiva, mis hijos coincidieron en la Universidad
de Columbia con los suyos, mi mujer con la suya en unos 
                                                                                   / cursos
de autodefensa y, años después, coincidimos
en la misma cola del paro, donde unos ejecutivos de sonrisa
fácil, más jóvenes, gomina y mano dura
habían tenido a bien confiarme.

©  Daniel Aldaya




sábado, 28 de abril de 2012

Aníbal Núñez (Efigies, V.)


Faurè: Elegía

Aníbal Núñez


       Son muchos los poetas que perpetran la edición de sus obras completas o sus memorias apenas llegados al “mezzo del camin de la sua vita”. Unos lo hacen porque precisan recordar al lector su existencia y otros porque necesitan sentirse precoces en algo. Poetas que jamás lo han sido y que no apuntan indicios de que algún día lo sean. En realidad, nada malo habría en la prematura recopilación si no fuese porque el crimen de lesa poeticidad ya se había cometido en la primera edición. Esto de pretender mantenerse en el escenario de las letras es como la lluvia: por cada oasis engendra mil cloacas. Agónico resulta pensar en tanto autor apenas édito en su  vida y tantísimo vivo amortajado tan tempranamente en libros.

           Otros autores, en cambio, más que de publicar, se preocupan de crear y les sorprende la muerte con muchos inéditos en los baúles de la reescritura, lo cual ya me parece un sabio estar en la poesía (lo de dejar en cuarentena la escritura). Es el caso de Aníbal Núñez (1944-1987), a quien conocí a comienzos del 68, fecha mítica en la leyenda de mi mente por razones ajenas al tópico. Por entonces yo descubría mundos... Lázaro Carreter, cuando volvía de sus congresos y se avenía a sustituir a sus sustitutos, nos atormentaba con Chomski y espiaba nuestras lecturas: Usted, señorita, estará leyendo la guía telefónica para encontrar novio, claro... Un día descubrí que, además de editor definitivo de El Buscón, era primoroso autor de obras teatrales que solo un lingüista se atrevería a firmar y que solo algunos ratones suicidas frecuentaban. Harto de su soberbia y misoginia le confesé que su pasión teatral no era correspondida por este alumno insumiso y gustador de Lope y Calderón. La respuesta fue la salida del aula y el septiembre en lontananza.

             Fue entonces (y por eso el preámbulo) cuando vi, sentado a la mi vera en un banco de la Biblioteca de Anaya, a Aníbal Núñez: dos cursos por delante, algo díscolo y con solo la apariencia de poeta. Leí algunos poemas de su primer libro, al alimón con otro autor. No me gustaron. Siguen sin gustarme aquellos textos. Pero su pluma aprendió a decir de otra manera. Sin gesticulaciones ni embelecos.

            Al aparecer su “Obra poética”, lo hizo bajo el síndrome del panegirismo. Se fundamentaron los editores para la reivindicación de Aníbal Núñez en la distinción individualista de su escritura. Ciertamente, no es difícil hacerse con un estilo propio (si el estilo fuese una manera de expresarse y no una forma de vivir) en un país en el que todos insisten en escribir igualmente mal. Pero es meritorio intentar que esa escritura sea no solo diferente, sino aportadora, creadora, no solo distinta sino distintiva, que imprima carácter al concepto además de ser característica formalmente.

           Aníbal Núñez trata de apartarse, entre los pocos que siguen la corriente del apartamiento, de la banalidad y del filosofismo. Su dicción es troquelada con la pasión de quien la contiene cuando escribe para que la verborrea no se disparate. Eso puede producir frialdad o ausencia de emoción, pero es contención (no siempre). Más que albañilería hay una arquitectura. Tal vez hay poca carne en la palabra. Tal vez sobra ironía distanciadora y defensiva. Algunos poemas tallan altos lirismos. Otros, como en todo poeta, solamente son la escalada hacia la cima de un estilo, el titubeo ante el hallazgo. Porque todo autor es una carrera en busca del hito expresivo y la consecuente caída en el precipicio de la reiteración o degradación de lo encontrado. Aníbal Núñez, como Hernández o Lorca, y cuantos mueren en plena madurez juvenil, no tuvo tiempo de caer en el autoplagio, al menos asumido.

      Como he dicho, hojeé entonces sus primeros poemas publicados. Nada que destacar. Años después leí algunas de las Fábulas domésticas y me parecieron de la cuerda, no de la línea, novísima. Recordé más al autor que al poeta. Ahora vuelvo a hojear, más lentamente, algunos textos y veo en ellos la pluma del autor con voluntad de tachar más que de proliferar, de suprimir y reescribir más que de versografiar. Y esa voluntad de contención, que debería distinguir a todo autor, dignifica su verso y estructura algunos poemas de entidad y nobleza. El poeta que sale de estas páginas ya no es aquel que conocí en los claustros de Anaya, a la sombra de Unamuno y Fray Luis. Ha cambiado la euforia y la gesticulación verbal por el acto conciso de la palabra escueta. Sin duda, su labor traductora le enseñó mucho sobre la conveniencia de la exacta manipulación del lenguaje. Mucho hay de escritura automática y estética sincrética. No obstante, es el chispazo de la vida lo que hace empatizar al lector con un poema. Y eso ocurre con la invasión de “Casa Lys”, poema que, por su potencia verbal equilibrada, destaco en este rápido recuerdo. Porque la belleza que importa es la que nace de la identidad del hombre, no solo de la entidad que llamamos literatura. 

          Los críticos no escriben sobre poesía, sino sobre los libros de versos publicados. Por eso los poetas, en vez de intentar escribir plenos poemas, escriben versosemas para los críticos y antólogos, con lo que la poesía se degrada cada vez más. Porque los poetas atípicos no encajan en los esquemas de la crítica y se quedan fuera de los estudios y las antologías. Solo unos pocos deciden mantenerse al lado del poema y conseguirlo a cualquier precio. Yo creí, hace años, que podía ser uno de ellos (me faltaron la inteligencia y el coraje). Aníbal Núñez lo fue. Probablemente.



viernes, 27 de abril de 2012

El único yo: la pluma (Laconismos, X)



Somos el que creemos ser, el que los demás creen que somos y el que somos en realidad. A este es al que más desconocemos. Y la pluma es el único bisturí cuya autopsia resulta fiable.



El espectro de la música (Mozart)






jueves, 26 de abril de 2012

Un poema de Tomás Sánchez Santiago (Antología, LXVI)



Saint-Saënts: Leda y el cisne



LO MUSITADO



Eso que deja abiertas las puertas

al sollozo

                       (su voz sin hueso

y su tejido roto y escurrido)

y todavía hace posible

mover entre los dientes

la extraña compasión de los significados.



Eso que empieza a arder

aun antes de encenderlo y pide paso justo

cuando ha encontrado perdición,

y atraviesa pasillos oscuros

lavándose las sílabas en saliva cansada.



Eso, lo dulce escatimado,

lo que llega sólo a morder la luz

de lo intermedio,



lo musitado, sí, de donde sale nada más

el humo hilado de unas pisadas en la nieve.



Hasta ahí, hasta ahí llega

la rozadura pequeña del poema.



Un ruido de uñas rotas

y nada más.



Tócame con los nombres sumergidos.



  © TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO

(Del libro inédito Pérdida del ahí)

miércoles, 25 de abril de 2012

Escorzo del poeta (Teselas, XVIII)



Suele considerarse al poeta -al artista- como a un ser oculto en su torre de marfil. Lejos de esa imagen ególatra, me parece el poeta -el autor- la criatura más solidaria; y que su solidaridad nace de su egocéntrica soledad, de su ensimismamiento, de su introspección necesitada de la huida del mundanal bullicio. Porque en ese retiro crea su obra, reflejo de sí mismo y de cuanto de común tiene con el hombre.
¿Quién da mayor aliento que aquel que, con su palabra, reconforta a cuantos lo leen, no solo en un instante sino a través de los siglos? Por tanto, la escritura es la absoluta solidaridad. Y por eso creo cierto que en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia.

        

 

 

Tú rebuznas, yo epigramo (Epigramáticas éticas -y amóricas-).


Rossini / Bartoli, Callas: Una voce poco fa



Una voce poco fa


Dicen que el eximio Eutimio,
hernandiano y malandrín,
quiere darme el san Martín
con su verbo gris o eximio.


Tergiversando mi pluma,
con su plumazo me agrede
en un libro que ser puede
de los simios prez y suma.


Simios hubo que hoy son hombres.
Pero mi querido Eutimio:
 que de esa guisa me nombres
muestra que eres solo ex-simio.



Rossini / Caballé, Velasco: Dúo de gatos



martes, 24 de abril de 2012

Leerte en cualquier idioma.


Ya puedes leer tus poemas en todos los idiomas.
Pulsa en la barra del traductor con el botón derecho y selecciona.

Feliz Globalisferio y multitraducción.








Un poema de Elda Lavín (Antología, LXV)




Albéniz / Godowski: Tango



NATURALEZA EN MÍ




Hay una entre las ráfagas del aire,

velada, apenas hilo,

que viene de muy lejos.

Si te alcanza, en ti irá habitando

su ambición lasa, su temperatura

y un harto respirar de pulmón infinito

que dé todo cabida al universo.

Descansará en ti y tú sentirás

calor y lentitud de tacto,

del que configura y te eleva hasta su imagen,

reinantes voluntades frente a frente,

suspensas sin fin en el trono

defectuoso de los días.

Mas no te engañes,

sólo eres una excusa,

la matemática operación que hace

de su infinito

acotado lugar de tránsito.

                            © Elda Lavín
(Del libro inédito Los huéspedes oscuros)



lunes, 23 de abril de 2012

Ascensión de Dulcinea (Cervantes, IV)



R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (Don Quijote, IV)


Camina silenciosa la Muerte entre los árboles
y bebe en los arroyos la frescura del alba.
Clara como un rocío, su guadaña de luz
cercena las semillas con brumas y crepúsculos.

Las azules fragancias, los pájaros dormidos
y el madrigal del viento susurran mansedumbres
en el bosque transido de esperanzas y anhelos.

La noche plena avanza hacia su algarabía
de estrellas apagadas y sombras luminosas.

Llega el sonido dulce del carillón lejano
en el gris monasterio; desde el alto castillo,
el laúd acompasa los murmullos; y surca
el aire un pentagrama tenebroso y errante.

Tendida junto al lago, rodeada de hechizos,
la doncella seduce con sus ojos los astros,
mientras sus sueños trepan como mágicas yedras
hasta el alto sitial del cielo adormecido.

El añil de sus labios roba púrpura al fuego
y una brasa es su cuerpo donde liban los duendes
quimeras de metal, sortilegios de plata.

La luna se derrama sobre su desnudez
y la Muerte, vencida por la frágil belleza,
en su carne rosada deja su escalofrío.  



domingo, 22 de abril de 2012

Cervantes, III (Teselas, XVII)

R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (Don Quijote, III).


La Literatura -como todas las artes o manifestaciones humanas- no dignifica al hombre por su noble retórica, ni es admirable por su soberbia arquitectura, o por su inteligencia... sino que se mantiene en el tiempo porque proyecta luz sobre la realidad exterior e interior y descubre la identidad del mundo, la existencia, el individuo, la colectividad, aproximándonos a esa proteica verdad que pretendemos descubrir y se nos escapa porque el tiempo altera su rostro para envejecerla y rejuvenecerla.
Pero es cierto que hay rasgos humanos efímeros o circunstanciales y otros esenciales y perennes. Y solo la sabia Literatura da cuenta de los laberintos y salidas que mantienen su vigencia en el transcurso de los siglos y milenios. Entonces es cuando el hombre se hace verbo y los hombres sucesivos lo pronuncian.

¿Qué otro libro ha sido más pronunciado que El Quijote por los hombres que viven su condición mortal ajenos a divinidades?


G. Doré



Cervantes (II): Invitación al Quijote (La péñola parlante, XI)


R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (Don Quijote, II).


Pulsar aquí:   INVITACIÓN...



EL PAíS Edición impresa



G. Doré

sábado, 21 de abril de 2012

... Y el hombre se hizo verbo (V): Cervantes




Cervantes (Teselas, XVI).



R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (D. Quijote, I).






Mientras la poetumbre mercenaria de la fama y el narratario bestselero siguen publicando versolarismos y novelandias, Cervantes permanece en su sitial de humildemente noble identificador del ser humano en todas sus tristezas y alegrías. Cumple 465 años y no pueden con su sabia juvenilidad ni avellanedas turbios ni transparentes plumíferos del éxito.



G. Doré


viernes, 20 de abril de 2012

Un poema de Agustín Calvo Galán (Antología, LXII)



Mozart: Tuba mirum



Al moribundo




Se ralentiza el temblor,

abre apenas los ojos

evitando parpadear.

De entre los dedos

se le vacía el gesto

y          en una inspiración,

boca arriba,

en el esfuerzo del tórax

por corregir la asfixia,

el último estertor se hace

ya silencio,

ya sólo el silencio del oxígeno

silbando,

la inmovilidad, las paredes a dos colores,

las uñas oscuras,

la puerta con una rendija

de luz,

y una enfermera que vendrá

                                                                       después

a taparle la cabeza con la sábana extendida.



©  Agustín Calvo Galán

... Y el hombre se hizo verbo (IV): Poe



jueves, 19 de abril de 2012

Como si fuera un éxtasis (Poemas comentados, III)

Respighi / Karajan: Pinos de la Vía Apia


El espíritu no es sino otra materia -intangible- que únicamente adquiere forma cuando la palabra -el pincel, el pentagrama- muestra la probable apariencia de su inefabilidad. Difícil tarea la de tallar una imagen de aquello que solo los ojos de la mente consiguen, a veces, vislumbrar. Y más difícil cuando lo que se pretende es exteriorizar -para sí mismo o para los otros- el proceso introspectivo que traspasa los límites de lo efímero e indaga en las cavernas del intimismo absoluto. En esa oscuridad surgen destellos que convierten la noche en un fulgor que apresa a quien contempla la mágica visión de lo buscado. Se hace entonces la luz en la mirada y brota el cosmos oculto que anhelábamos.
           Y he aquí que es la frágil palabra la que nos dicta el sentir del universo, ajeno o propio, como si, de repente, nos persiguiera un enjambre de estrellas transparentes y todo fuera diáfano. Lo que significa que escribir es tejer un corazón iluminado; y leer, abrazarse a su pálpito esplendente.
            Esa transfiguración de lo invisible en visible es lo que siento al conversar con la visión que se me aparece para abandonarme: dejándome a las puertas de un infierno celeste.

Revelación



Tal vez porque los pájaros cantaban
y reían las fuentes, y los álamos
abrazaban el aire de la tarde,
o quizá porque el dulce firmamento
derramó sus estrellas sobre mí,
sentí mi corazón estremecerse
y extasiarse mi carne.
Extendía la noche sus dominios
sobre el ocaso, floreciendo aromas
como ofrendas del día, y en el aire
se aquietaba una brisa melodiosa
igual que un madrigal dormido, preso
en el acorde de un latido cósmico.
Ya el árbol no era un árbol, sino médula
de mi espíritu alzado en el paisaje.
Sentí en mi pecho las doradas hojas
quebrarse como leves corazones
marchitos del otoño.
Las nubes descargaban en mi alma
su lluvia torrencial.
Todo confluyó en mí: fuentes, estrellas,
montañas, pergaminos, claridades,
biografías para la eternidad.
Todo era hermoso y mío, como un lento
fluir desde la aurora hasta el crepúsculo.
Y en medio de la luz sentí, de pronto,
el dulce y silencioso escalofrío
de la revelación.


(De El mausoleo y los pájaros)