Ravel: Pavanne pour une infante dèfunte
Si algún autor hispano puede representar el ideal del amor y su insatisfacción por el decreto de la muerte, ese es Garcilaso.
Siguiendo a Dante, Petrarca y Boccaccio, que habían sublimado el erotismo dándole forma de doncella arrebatada por la fatalidad de la inexistencia (Beatriz, Laura y Fianmetta), Garcilaso sintió en verdad y en carne viva lo que aquellos habían sentido y preludiado en verso: la muerte de Isabel centró su obra en la melancolía de la pérdida y, desde ella, el existencialismo.
La transformación -o catasterismo trascendente- de ideal en personaje lírico lo llevarían igualmente al poema Herrera y Quevedo, y otros muchos: siendo la vida y el amor un desengaño, lo mejor para evitar o asumir este es dar por muerta a la amada antes de que el impulso erótico tome forma en un cuerpo que aún no conocemos: algo así como un "no esperes y no desesperarás". La espiritualidad de lo corpóreo ante las abrasiones de la muerte para esquivar a La Metáfora.
Ese trovadorismo elegíaco pervive en Novalis, Espronceda, Salinas o Hernández. Bien entendió Poe el impacto que produce la muerte de la belleza y de la juventud en su método de composición, a propósito de "El cuervo".
Juvenilidad y hermosura frente a podredumbre: alegría contra sufrimiento: panegírico y exequias: la oda contraviniendo el planto: eros y tánatos. No hay receta mejor, aunque no se la busque, para encandilar, encender y aun azotar el corazón humano.
Sin duda, contra tanto fragor, así se fue tejiendo el himno en la elegía.
Estrategias son del inconsciente que dejan su huella en el poema. Y en la pintura: ¿Qué es La Gioconda sino la búsqueda de un paraíso más allá de la carne? Y en la música; pues ahí está "A la amada inmortal", de Beethoven; y "La muerte y la doncella" o "Viaje de invierno", de Schubert; y "Amor y vida de mujer", de Schumann; y la conversión de Matilde y Wagner en "Tristán e Isolda".
Quede claro, con palabras de A. Machado (¿no es Guiomar una simbiosis de Leonor y los demás amores, como lo son todos los nombres de amadas literarias?): "No prueba nada / contra el amor que la amada / no haya existido jamás".
Tal vez ese dolor universal y su desconsolada tradición perduraban en mi pluma -investida de un terrible Tediato- cuando trazó este "Moja bieda", delirio luego superado -un crisantemo vencido, y un efímero infinito- en "Resurrección":
MoJa bieda
Ella era triste como una lascivia
insatisfecha.
No sabía mirar, no sabía vivir,
no sabía morir.
Ella era hermosa como un suicidio
de quince años.
No quería ser triste, no quería
ser bella, no quería ser muerte.
Ella vino en la noche como un
beso en la noche.
Tenía el horizonte agarrado a su
cuello
como una horca terrible sin forma
de patíbulo
y se dejó caer hacia arriba, en
la noche.
Ella vino en un beso masacrado,
ella vino.
Ella era amor como una errata en
un libro de lágrimas.
Ella no tiene cielos ni infiernos
en sus ojos.
Tampoco los crepúsculos sonríen a
su paso.
Y sin embargo el zoclo se detiene
al oírla.
Ella era el cobalto, la manzana y
el grítalo.
Quizásmente tal vez ella es una
liturgia.
No hubo salacidad que rozase su
piel de lepra virgen.
Ella no muere nunca porque no
vive nunca.
Jamásmente ella ha sido lo que yo
no soy nunca.
No enturbia, no conoce, no
sonríe, no llora.
Sin embargo su pálpito eclipsa el
universo.
Ella vino en la noche con un beso
en la noche.
Ella vino en la noche como un
beso en la noche.
Yo amé su piel de amianto para mi
fuego inútil.
Murió hace doce años al erguirse
hacia un beso.
Murió hace doce años llevándose
mi vida.
La verdad: yo quisiera
La verdad: yo quisiera
no haber tenido que escribir este
poema.
Greuze: La jarra rota
Resurrección
Cuando yo muera
quiero
que olvides que
existí.
Estaré en tu memoria,
la que no
recordamos,
la que nos hace
ser
quien somos porque
fuimos.
En tu cuerpo, mi
piel
continuará
abrasándote.
Viviré en tus
entrañas
y estaré en las
palomas,
dondequiera que
mires
y no esperes
hallarme.
Por eso yo te digo
que cuando muera
quiero
que me olvides,
que abraces
los cuerpos de
otros hombres
que te sigan
amando
con la furia del
tigre
y el tacto de las
rosas.
Piensa que si
viviera
querría oír tu
risa
y saber que en el
mundo
permanece el aroma
de tus senos de
mar
y tus muslos de
escarcha
y el orgasmo
estridente
de la creación
forjándote.
Escúchame, alma
mía:
déjame que me vaya
sabiendo que mis
dedos
moldearon tu
carne;
que mi vida creció
en tu vida y que
existo
a pesar de la
muerte
en la vasta
armonía
de la existencia:
tú.
El primer poema puede escucharse pulsando:
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