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viernes, 31 de diciembre de 2021

Reflexión para año nuevo


Strauss, hijo: Vals del beso



1.- Rememora tu vida durante el año que ahora acaba.
2.- Intenta no repetir los errores.
3.- Potencia los aciertos.
4.- Enumera cuanto has oído sobre ti.
5.- Ten en cuenta las opiniones ajenas, pero no hasta el punto de que anulen la tuya si no las ves más razonables y poderosas.
6.- El mundo es un océano y todos naufragamos en él: aprende a nadar en sus aguas salvándote de sus tormentas, sin que tu auto-salvación ahogue a los demás.
7.- Si ya tienes más vida detrás que delante de ti, vive intensa y sensatamente porque nunca es tarde para seguir viviendo y dar más vida.
8.- La vida es como los rosales: los días y los años marchitan las rosas anteriores, pero ofrendan otras nuevas.
9.- Ofrece una rosa a quien te acompaña en el camino y recibirás otra que te perfumará el resto del viaje. Y aunque te vayas, recuerda que siempre habrá otros caminantes recorriendo tu camino: así que alfómbralo con flores, no con espinas. 
10.- No persigas bañarte en paraísos sin haberte bañado muchas veces en los jardines de los oasis cotidianos.
11.- Di a quienes amas que los amas; si esperas a que te lo digan tal vez los demás hagan lo mismo y nunca sepáis de vuestro amor.
12.- Enamórate de las personas, no del Amor.
13.- El mejor método para ser feliz mañana es intentar serlo hoy. Porque siempre partimos de lo que somos, no de lo que seremos. 
14.- En cualquier caso, de casi nada sirven las palabras; así que antes de decidirte a hablar un poco, intenta escuchar mucho; oirás muchas necedades y aprenderás que es mejor callar que hablar demasiado.
15.- Entra en el nuevo año como si fuera el último y el primero: y, por eso, para disfrutarlo; no para hilvanar lamentaciones.
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jueves, 30 de diciembre de 2021

La felicidad...


Borodin: Extraño en el paraíso (de El p. Igor)


La felicidad no se encuentra; se conquista. Es un esfuerzo, no un azar. 
Si cuando te despiertas no miras hacia los otros y les das lo que esperas que te den, además de egoísta eres un mendigo de la alegría ajena.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

El Inocente

Glass: The poet acts

El inocente

Inocente es aquel que no tiene maldad.
Inocente es aquel que es ajeno a la astucia.
Inocente es aquel que cuando se equivoca
no llora por su error, sino por todos cuantos,
por ese error, tuvieron que llorar.
Inocente es aquel que siente que el amor
no sea la fortuna más buscada en el mundo.
Inocente es aquel que aspira a que la luz
penetre el corazón hasta saciarlo. 
Inocente es aquel que desconoce
la perfidia, y confía en la esperanza.
Inocente es aquel
que, venciendo el temor, se aventura a luchar
por su propia inocencia y la del otro,
aun sabiendo que perderá el combate
contra las estrategias de la perversidad.
Inocente es quien muere por dar vida
a cuanto de utopía hay en el hombre.


martes, 28 de diciembre de 2021

Haikusín ciceronesco

Katchaturiam: Vals de Spartacus


Para poder ser libres

debemos ser esclavos de la ley.


lunes, 27 de diciembre de 2021

viernes, 24 de diciembre de 2021

Cantata de Navidad.


Bach: Oratorio de Navidad (Cantata nº 1)

Si piensas que cada día nace, al menos, un inocente que mantendrá su inocencia durante toda su vida, te será más fácil parecerte a uno de ellos.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Platos llenos de hambre.


Haendel: Chacona

Hemos tenido la suerte de nacer en una tierra de naturaleza benigna, sin azotes atmosféricos.
No pertenecemos a esos mundos en los que se padece hambre, enfermedades y hecatombes.
Tenemos asegurado el alimento y, muchos, el confort.
Tenemos el privilegio de la educación.
Tenemos tanto tiempo de ocio que podemos dedicarlo a ver, criticar o llorar las desventuras de quienes padecen la falta de lo que la naturaleza exige para sobrevivir...
En fin: si bien se mira, somos unos privilegiados.
Entonces:
¿Por qué nos lamentamos en vez de tratar de disminuir las carencias de tantos que se salvarían simplemente con la comida que sobra en nuestro plato?

martes, 21 de diciembre de 2021

El territorio de la lírica.

 

           Bach: Aria (Suite nº 3)

          De nada sirve hablar de poesía si no se admite que esta, lejos de ser asunto de poetas, es cosa necesaria para la vida cotidiana. No la poesía malentendida como ingeniería intelectual, juego retórico y pretenciosamente secreto que no llena de carne las palabras con las que se adorna. Por el contrario, me refiero a esa poesía que descifra con sencillez y pureza retratos escondidos de la identidad del ser humano y que, por eso, hace que el lector se reconozca o se descubra en ella. Las millonarias ediciones de los 20 poemas de amor, de Neruda, por ejemplo, o la constante presencia de Bécquer, confirman ese estado emocional permanente en el que se debate el hombre. No son grandes best-sellers estas obras porque traten el tema del amor, la vida o la muerte -que son los más universales, por originarios de los demás-. Lo son porque, además de ese tema específico, exponen otros muchos enredados en él desde siempre y desde el Siglo de Oro: los anhelos y los desengaños, la existencia interior que cada día emerge de los corazones en lugares remotos y prosaicos, pero pegados a la piel: Una palabra entonces, una sonrisa, bastan: porque renace la esperanza, la necesidad de soñar a pesar de los naufragios.
          Si alguna duda hubiese sobre la preponderancia de la poesía basta con repasar los pasajes gloriosos anclados en la memoria de los hombres: recordamos aquellos en los que prevalece la inmersión en las emociones, territorio, por antonomasia, de la lírica.    
          Lea el ciudadano libros de poesía, escuche el silencioso murmullo de la música, contemple el humanizador paisaje de un buen cuadro... observará que es suficiente para cambiar la imagen insensible que se nos da del mundo.

domingo, 19 de diciembre de 2021

De la autoinsuficiencia.


Mansell: Réquiem por un sueño

     1.- Decimos que nuestra vida es nuestra, que nuestro deber consiste en no dejarla esclavizar, y que nadie tiene derecho a entrometerse en ella. Añoramos compañía; pero no estamos dispuestos a pagar su tributo. Nos sentimos solos entre la multitud; y maldecimos el mundo porque no nos trata como creemos merecer. No obstante, nos proclamamos autosuficientes sin reparar en que rompemos las fronteras del egoísmo y la misantropía. Creemos que ese egoísmo nos conducirá a un ocioso bienestar, a librarnos de las obligaciones de la convivencia, a tener todo el tiempo para nosotros. En verdad, a los demás solo los necesitamos para que nos procuren esa irresponsable autosuficiencia.

2.- ¿No dependemos de nadie? Por lo pronto, reparo en que estoy escribiendo. Alguien se esforzó en traducir a signos el sentimiento, el pensamiento, la voz; y no fui yo. Alguien ideó instrumentos con los que grabar esos signos; y no fui yo. Alguien, a través de milenios, pulió piedras, cultivó helechos, inventó tintas, disecó pergaminos, construyó prensas, talló plumas... y tampoco fui yo. Alguien me enseñó a hablar, a pensar, a escribir... mientras yo comía y bebía alegremente, preso en la beatitud de la niñez.

3.- Ahora, olvidado mi origen, voy al supermercado, a la farmacia, al quiosco de periódicos, aquí y allá, y allá y aquí, adquiero cuanto necesito y regreso a mi casa, cierro la puerta para defenderme del vecino y me siento a comer ante el televisor; y me digo que nada debo a nadie porque con mi trabajo pago lo que compro, lo que visto, lo que gasto. Sin embargo, detrás, delante o por encima de mi puesto de trabajo está el arquitecto que diseñó el edificio en el que duermo, el albañil que levantó sus muros, el forjador de hierros y ladrillos, el que hizo posible que iluminase mis noches con la luz, que escuchara una música o leyese un buen libro, el que instaló el teléfono, el agua y tantas cosas... Y detrás, o delante, o por encima, están los campesinos que sembraron semillas con unas manos que no fueron las mías; aquellos que recogieron la cosecha con unas manos que no fueron las mías; quienes acondicionaron su fruto con unas manos que no fueron las mías... hombres y mujeres, más hombres y más mujeres, muchos hombres y mujeres que pusieron a mi alcance cuanto preciso para mantenerme vivo, sano, confortable, hijo del bienestar, hermano de lo ocioso, padre de mi voluntad, dueño de una existencia libre para que pueda recordar, así, lo que me importa; o, incluso, olvidar lo que no me interesa tener en cuenta.

4.- Y aquí estoy porque he venido -¿o porque me han traído?-: con los pies dentro de unos zapatos de los que ya no puedo prescindir; vestido con una ropa de la que ya no quiero prescindir; viviendo en una casa de la que me resultaría difícil prescindir; ante una comida de la que me es imposible prescindir; rodeado de unas comodidades que me parecen imprescindibles; protegido por unos privilegios que considero imprescindibles; escribiendo que no necesito a nadie porque nadie es imprescindible. Yo, un liberado más; yo, nosotros, orgullosos sabios de la ignorancia que necesitamos imprescindiblemente creer que somos autosuficientes para consumar sin remordimientos nuestra insolidaridad. 

5.- Hemos echado a todo el mundo de nuestras vidas íntimas para que no las entorpezcan. Sin embargo, toda una muchedumbre se condensa en el guisante que acabamos de comer. Y, lejos de lo que pretendíamos, nos asedia un malestar: el de saber que somos reyes de una nada que llamamos yo, donde -como en la vida del ciudadano Kane- solo habitan la ausencia y la desolación. Porque nuestro íntimo nombre propio siempre es nadie si no significamos algo para alguien.
     Ojalá, para nuestra verdadera libertad y salvación, todos encontremos algún alguien que nos quiera como nos queremos a nosotros mismos.


sábado, 18 de diciembre de 2021

De la noble codicia


Borodin: Nocturno

El hombre -y la mujer- no es las cosas que consigue (esas nos poseen y nos atan a la tierra), sino aquellas con las que sueña (estas nos fortalecen para alcanzar un paraíso).


jueves, 16 de diciembre de 2021

Suicidas



Que haya o no otras vidas poco tiene que ver con decidirse a vivir o evitar esta existencia. Solo puedo responderte que
     1) No todos los nacidos sienten que la vida es un paraíso, sino que algunos la perciben como un infierno del que solo se escapan por el burladero de la muerte. Y, puesto que nacemos sin que nos pidan permiso para gozar de la existencia, nadie puede negárnoslo cuando el vivir se convierte en una tortura. Quiero decir que el suicidio es, para algunos, una eutanasia, y esta un derecho de la dignidad. 
     2) Lo mismo que a veces es preciso amputar un brazo para salvar la vida, en ocasiones resulta imprescindible amputar la propia vida para curar el dolor de la existencia. Cosas que podrían argumentar y defender -con el testimonio de sus vidas y sus muertes- Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath y tantos malheridos -Larra, Van Gogh, Hemingway...- por la condición mortal de la existencia, frente a la cual todos sufrimos una insufrible indefensión. Y no todos encuentran una razón vital, como Beethoven, para sobreponerse al suicidio. Incluso dícese que el mismo Freud eligió la inyección suicida -o eutanásica- para poner fin a sus días. ¿Y quién no se asombró de que Karel Svoboda, compositor de las músicas de Pinocho y la Abeja Maya, se suicidara? 
     3) El hombre no es las cosas que consigue, sino aquellas con las que sueña. Y a veces el incumplimiento de los sueños o la presencia de la enfermedad nos hacen soñar con la nada. Elegir esta no es un arrebato ni una irresponsabilidad, sino una consecuencia sicológica: un día muere un trozo de nosotros; otro día deja de latir otro fragmento de nuestro ser; poco a poco, arrinconados en nuestro laberinto, nuestro mundo deja de regirse por las leyes sicológicas de los demás; al fin, cargados y extenuados con el fardo de nuestro cadáver síquico, decidimos abandonarlo junto a nuestro cuerpo, que era lo único que fingía existir. 
     4) Como quiera que sea, parece preferible que el reloj biológico lo determine la propia voluntad y no la ajena, sea esta divina o humana, piadosa o justiciera. Por eso creo que el suicidio es la única pena de muerte aceptable: porque, más que una pena de muerte, resulta ser una muerte que mata la pena de vivir. Y porque es consecuencia de nuestra libertad, por muy determinada que esta esté por el sufrimiento. Ni la religión, ni la medicina, ni el humanitarismo mal entendido pueden cercenar la voluntad. En ocasiones, para sobrevivir -para extirpar el dolor- hay que matar la voluntad de vivir. Y cuánto dolor se necesita para conseguir que nuestra voluntad venza el instinto de supervivencia.


miércoles, 15 de diciembre de 2021

Una elegía airada.



El cráneo tiene, extrañamente, forma de gruta cavernícola. Tal vez es eso lo que hace que algunos hombres y mujeres continúen viviendo en las cavernas y, además, cultiven la contumacia respecto de la renovación y actualización de la sensibilidad y las ideas: de la Humanidad. 
     Digo esto por si el sufrido lector quiere ojear las entradas de los últimos días y decirme qué delito cometí sobre poesía escribiendo -o difundiendo, más bien-; tan grande como para que se me impida hacerlo y se me amenace con desenredarme de las redes -electrónicas-. Como ya son varias las advertencias y tachaduras con las que los guardianes de la santidad me han tijereteado en otras ocasiones, me gustaría procurar dejar de ser necio para inteligenciarme al menos hasta el cociente intelectual de tales y geniales lectorales, que no sé si de tanto estar en el cielo están verdaderamente en las nubes -aquellas que originaron el diluvio-. Si hubiera sabido que hay tanta podredumbre mental en el paraíso hubiese hecho oposiciones para una cátedra en el averno.
       Por otra parte: ¡Con lo fácil que es irse a otro lugar, a otros blogs, a leer y permitir que cada uno sea libre de confinarse en los infiernos! ¡Y con lo nefasto que resulta no darse cuenta de que lo mejor para silenciar algo es no vocearlo! ¡Y con lo honesto que sería el denunciante o marsupial firmando su denuncia, que es sin duda su marsupio!
     Dígaseme diciéndome qué contiene este poema para que se me conmine a que lo silencie; y discúlpeseme la afonía: 



martes, 14 de diciembre de 2021

Abecedario amoroso.



Barber: Adagio

A) Pretender explicar qué es el amor es confesar no haberlo conocido.
                                            (No obstante, podemos afirmar algunas cosas:)

B) El enamoramiento es una fascinación irrefrenable provocada por la carnalidad.
C) La desfascinación es necesaria para ver con clara realidad al ser amado.
D) Es entonces cuando se produce -o puede producirse- el verdadero y perdurable amor: 1) al aceptar que ningún ser humano es idolatrable; 2) al asumir la reciprocidad afectiva de derechos y deberes cotidianos, que conducen a una vida dichosa mediante una convivencia comprensiva.
E) El primer principio universal de la naturaleza -y por lo tanto del amor- es la sexualidad, háyala modulado o modelado como quiera la moral social e individual: tierna, apasionada... 
F) Reprimir la sexualidad -otra cosa es controlarla- es una aberración.
G) Por lo tanto, la castidad es una perversión.
H) El amor sexual solamente se aprende en el libro del cuerpo.
 I) El sexo está en nuestra mente porque el cuerpo se lo exige, y si no se satisface provoca disturbios físicos y síquicos.
J) Enamoramiento, amor y genitalidad son más hermosos cuando van juntos; pero la naturaleza no los obliga a coincidir.
K) Dice el poema que "no hay más fiera belleza que dos cuerpos amándose".

Etcétera) Puesto que, contra la propia lógica de la vida, y sin más ni más, mañana moriremos insensatamente, ¿por qué no vivir sensatamente hoy, que significa que la razón vigile la pasión sin castrarla? 

sábado, 11 de diciembre de 2021

La juvenilidad


 


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Mozart: la juvenilidad


Un breve acorde de Antonio Gracia sobre el más grande de los compositores, autor de «uno de los compendios más amplios, caleidoscópicos y ricos en matices de la existencia».

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El Cuaderno | diciembre, 2021 a las 9:34 am | Etiquetas: Antonio Gracia, Don Giovanni, El Quijote, Johann Sebastian Bach, K. F. E. Bach, Ludwig van Beethoven, Michel de Montaigne, Réquiem, Rembrandt, Richard Wagner, Vincent Van Gogh, William Shakespeare, Wolfgang Amadeus Mozart | Categorías: Música y danza | URL: https://wp.me/p8BKjo-fV1


viernes, 10 de diciembre de 2021

Lecturas electrónicas.



Boccherini: Minuetto

Siempre he sido un lector errabundo. Me parece que lo que leo en una página ya lo he leído en otra que también leí hace tiempo. Necesito una docena de títulos a mi alcance para, cuando me canso de uno, pasar a otro en busca de lo distinto, lo desconocido, lo descubridor de mí mismo y la existencia. 
Eso es lo único bueno que tiene el libro electrónico: que permite llevar varios miles de libros en una biblioteca de apenas unos centímetros y saltar por sus estantes como un simio que, además, encuentra los títulos a los que regresa abiertos por la misma página en la que los dejó. 
Pero donde haya una tecnología gutemberguiana que no acudan las demás. El libro impreso es como un cuerpo que te espera: y no hay cósmico o místico orgasmo semejante al que te produce aquel que abres y sabe decirte lo que necesitas oír mientras lo penetras hasta el corazón. Hechos de carne estamos, de materia muriente. Por eso el tacto amable nos permite, más que ningún otro sentido, considerarnos vivos.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Redescubriendo a los clásicos.

 

Faltos de perspectiva, nos preocupamos de los nuevos títulos que los reseñistas profesionales vocean por doquiera. Como si los “clásicos” no fuesen más nuevos, vigentes testigos del presente y enunciadores del porvenir. Creemos haberlos leído y en realidad solo los leímos hace mucho: volver a ellos es descubrir que la pluma sabia se ennoblece con el tiempo.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

El poema mejor

 

Origen de la escritura


El mejor poema es aquel que apacigua las íntimas preguntas del corazón humano. 
El mejor poema lo escribe quien más siente su vida y mejor sabe tamizarla en la palabra. 
El mejor poema es el que dicta, con palabras de otros, las que quisiéramos que fueran nuestras porque se convierten en una astilla de nuestro propio yo. 

Un poema -un cuadro, una sinfonía- solo importa cuando se constituye en un fragmento de identidad humana. 
Para construirlo necesita su autor experiencia vivida y experiencia leída. Haber vivido mucha tristeza y alegría, placer y displacer; haber leído mucha escritura en la que se ha templado la expresión de lo sentido y pensado.
Por eso debe estar escrito por el poeta que hay en cada hombre y para el hombre que hay en cada poeta -y en todo lector-.


lunes, 6 de diciembre de 2021

¿Qué sería de mí...?.

 



¿Qué sería de mí 
si no hubieras llegado hasta mi vida?
En este mundo en el que todos huyen
en busca de otro mundo,
florece más el odio que el amor.
No se cumplen los sueños, o se acaban,
olvidando que el sueño más hermoso
es el de transformar la realidad
en un hermoso sueño.
¿Qué sería de mí sin tu sonrisa,
tu corazón sintiente y tu lujuria,
que hace estallar el día cada día?
Cada vez que te beso
olvido el desamor que hay en el mundo.
¿Qué sería de mí si no existieras?


sábado, 4 de diciembre de 2021

Amo; luego existo (El amor es un pájaro enjaulado,17).


Strawinski / Furwaengler: El beso del hada

3.- Amo; luego existo.
         “Amo, luego existo”, deben de sentir los enamorados. Y no entienden que amarse pueda significar para algunos un rechazo del vértigo espontáneo que empuja hasta el cuerpo del otro. Recuerdo, al salir de esta frase, siendo un adolescente, cuánto me impresionó cómo Longo contaba el despertar a la vida de otros adolescentes como yo, cuyos nombres eran Dafnis y Cloe. En medio de aquellas páginas y bosques, dos seres sin más normas que las de la sabia disposición genética, entraban en la vida sin traumas ni tabús, sin inciensos de brujos o hechizos papanautas. El sentido común de quienes, antes que ellos, habían sentido sus mismos arrebatos les indicó que no siempre es posible ponerse horizontal y paralelo. Pero sin amenazas, sino con sugerencias. Y por las mismas fechas tropecé con el relato de Alibech, la joven que alimenta su lujuria creyendo así servir a la divinidad: y supe que hombres como Bocaccio descubrían y burlaban la impostura de cuantas instituciones o “culturas” insisten en sus prevaricaciones. Y aprendí que no se puede tapar la olla a presión del cuerpo, porque acaba estallando de la peor manera.
       Durante mucho tiempo, la destreza de los legisladores ha consistido en convertir un acto natural, el sexo, en un artificio vergonzoso (pecaminoso) añadido al amor, del que poco o nada sabían. Pero todo el mundo sabe por sí mismo que el amor, que incluye el sexo, como toda enfermedad, hay que curarlo en la cama. De qué manera y cuándo es lo que hace del legislador un árbitro o un intruso.
       Cuando el amor se pone de rodillas y ruega por sí mismo para ser satisfecho, para escanciarse de sí mismo el corazón de quien lo engendra y necesita recibirlo, como si su energía fuese ajena al motor que la promueve, surgen voracidades que destruyen, torturan, convierten en poder tirano lo que era dádiva exultante. Y si al ser que tiraniza se le ha creado también desde la propia necesidad de exonerarse de un no se sabe qué que se padece, entonces, el infierno: 
          El dolor de perderte me recuerda 
          que me amaste: sufrir es el placer 
          que queda del amor”. 
Estos versos explican la causa de las lágrimas excesivas, del tremendismo, de la tragicidad, del plañiderismo: del masoquismo. El dolor como demostración de que existió el amor, de que fuimos alguien para alguien; porque lo que más tememos es la nadificación y el sufrimiento; y de ahí la terrorífica fascinación de la muerte y cuanto la predica o la presagia.

viernes, 3 de diciembre de 2021

"Carpe diem" leído por Helena Vilella Bas

 



¿Sabes por qué quienes se aman

fracasan en su amor?

Se aman en el tiempo, obsesionados

con que nunca termine su ventura.

No devoran sus besos

como si fuera cada instante el último,

sino el primero de una larga historia.

Aman la sucesividad de lo que sienten,

no lo que sienten.

Yo, sin embargo, sé

que el instante lo maravilla todo

con su fugacidad interminable

y su estallido inextinguible.

Por eso yo te amo en este aquí

que es todos los lugares

y los tiempos.

Quien se ata al instante no puede abandonarlo.

Y si acaso mañana

dijéramos adiós a nuestro amor,

yo me diré por siempre:

nadie puede matar lo que he vivido.


martes, 30 de noviembre de 2021

Sicografía del creador.


Glazunov: Adagio



El creador hace del desierto de su vida el manantial de su obra. Eso lo aboca a una excitación y un dolor tanto más inevitable cuanto más imprescindible. El afán de todo artista es crear una ilusión -realizable- desde sus sueños y sus pesadillas.
     Hablamos de nuestros deseos para ocultarnos de nuestras carencias. Y un cuadro -un poema, una sinfonía: el arte- puede ser la retina de un hombre que ha visto el más allá de la existencia y la ha apresado para la Humanidad: para autoidentificarse identificando al Hombre.
     La única e inmensa diferencia entre un hombre cualquiera y el artista raigal es que aquel vegeta -dignamente, tal vez- mientras va muriendo, y este nace a otra vida mientras vive la suya como un desmesurado tempus fugit que no le basta como única existencia.
     Un “cualquier” hombre -o mujer- se observa a sí mismo cinco minutos al año. Un creador, veinticuatro años síquicos cada día, puesto que el tiempo mental no se mide con relojes. Por eso un creador sabe más del vivir y del arte que el biólogo o el crítico: porque su introspección e interpretación son más profundas que las de cincuenta "cualquieras", por muy respetables que sean. Y por eso pinta, escribe, compone para los artistas -en cuanto hombres sensibles a la vida individual y colectiva- que son y serán: y es que la verdad no está en quien la observa -ese la utiliza-, sino en quien la crea.

lunes, 29 de noviembre de 2021

La compulsión erótica (El amor es un pájaro enjaulado, 16)


MIÉRCOLES, 26 DE FEBRERO DE 20
Strawinski: La consagración de la primavera

        2.- La compulsión erótica
      La ley de la atracción universal (llamémosla así), por la cual un ser tiende hacia otro semejante con mayor fuerza que hacia los que son ajenos a su mundo, quedó fanatizada en dos extremos: el sexo y el amor. Tan salomónica escisión de lo que es uno y lo mismo, aunque derive en tanto afluente de la mente o del cuerpo (que constituyen, también, otro ser y no dos), exacerbó la identidad de cada hombre y de la sociedad a la que pertenecía. Por un lado, el amor se mixtificó en el misticismo y en el platonismo: al no poder saciarse la energía amatoria con el choque de los cuerpos, se exageró el ansia de saciarlo convirtiéndolo en dios terrenal o celeste: el culto al alma y su pureza (el “eterno femenino” y Dios). De otro lado, el sexo insatisfecho por la represiva y agresiva castidad derivó en la promiscuidad (el culto al cuerpo, el hedonismo extremo): al negársele como pan imprescindible, el hambriento lo sustituyó por zoofílicas y opíparas suplantaciones. Por defecto o por exceso, prevaricación o castración, derivaron ambas en una sexocracia.
            El instinto amoroso o compulsión erótica es la raíz nutricia de los demás impulsos que rigen la existencia. Hasta que el instinto erótico se reconoce a sí mismo y se sacia en el ser con el que se identifica, atraviesa, en esencia, dos planos de enajenamiento o autoengaño: las ya aludidas sobrematerialización (promiscuidad, paidofilia, zoofilia...) y sublimación (trovadorismo, misticismo...). El primero se caracteriza por la exacerbación del ejercicio del sexo; el segundo por el aparente desentendimiento del mismo o por su castración.
            No sé qué extraño estrabismo impide ver que el amor es el rostro de la sensualidad. Que el sexo es el cuerpo del amor como el amor es el espíritu del sexo. Que negarle la carnalidad al amor es castrarle al sexo su espiritualidad. Que puede amarse sin sexo: pero es un amor incompleto. Que puede hacerse el sexo sin hacer el amor: pero es una sexualidad en la que la concupiscencia no se sacia del todo. El amor es la sensación insoportable, por placentera, de que para nosotros hay alguien más importante que nosotros mismos (y, paradójicamente, convierte al amante en generoso y altruista, porque ansía el bien del ser amado y, por derivación, de cuanto le rodea, el mundo, la existencia). El sexo, en cambio, sacia la desazón tanto de quien ama como del que no siente ese impulso que hace avanzar el mundo. Cierto que el sexo es egoísta: pero más lo son -y ciegos- quienes lo culpabilizan llamando “bajos instintos” a lo que es pura biología. La presión ejercida por las culturas castratorias en el subconsciente individual y colectivo ha conducido a las suplantaciones y prevaricaciones del amor.