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lunes, 23 de abril de 2012

Ascensión de Dulcinea (Cervantes, IV)



R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (Don Quijote, IV)


Camina silenciosa la Muerte entre los árboles
y bebe en los arroyos la frescura del alba.
Clara como un rocío, su guadaña de luz
cercena las semillas con brumas y crepúsculos.

Las azules fragancias, los pájaros dormidos
y el madrigal del viento susurran mansedumbres
en el bosque transido de esperanzas y anhelos.

La noche plena avanza hacia su algarabía
de estrellas apagadas y sombras luminosas.

Llega el sonido dulce del carillón lejano
en el gris monasterio; desde el alto castillo,
el laúd acompasa los murmullos; y surca
el aire un pentagrama tenebroso y errante.

Tendida junto al lago, rodeada de hechizos,
la doncella seduce con sus ojos los astros,
mientras sus sueños trepan como mágicas yedras
hasta el alto sitial del cielo adormecido.

El añil de sus labios roba púrpura al fuego
y una brasa es su cuerpo donde liban los duendes
quimeras de metal, sortilegios de plata.

La luna se derrama sobre su desnudez
y la Muerte, vencida por la frágil belleza,
en su carne rosada deja su escalofrío.