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martes, 8 de diciembre de 2015

La muerte de la Amada




La muerte de la amada
                            

Una estrella fugaz cae a lo lejos.

Solo por un instante se enciende el firmamento
y fosforece la delgada lluvia.
Ese fuego que llega desde la eternidad
quería ser eterno, y un momento tan solo
ha existido en mis ojos.
Pienso en tu muerte. No hay solemnidad
en la muerte. La carne y el espíritu
no despiertan siquiera una emoción
en la Naturaleza.
Me engañaron los bardos pretenciosos:
has muerto, Hermosa mía;
y ni lloran los ríos ni los astros
se apagan. 
No retumba en la noche de los siglos 
el eco de tu vida. La belleza
no le importa a este mundo. Permanecen
el silencio caudal
y una deidad ajena a su creación
o que también murió en su laberinto.
La tristeza infinita es un oasis
para quien no se sacia con respuestas.
Todo ser
sufre la indefensión: el universo
es solo un cementerio.

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El poema