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domingo, 22 de enero de 2012

Disquisiciones (II): Aviso de caminantes





Un libro es igualmente bueno o malo con un premio o sin él. Lo malo de los concursos literarios no es perderlos (en el más noble de los casos, al ganador lo elige el azar: porque es probable que perdiese el premio con un jurado de distinto criterio). Lo malo realmente es que te roben: que te roben los versos, los temas, el lirismo, la perspectiva, las imágenes: los jurados suelen estar formados por poetas, y algunos encuentran su mejor inspiración en los originales que examinan. Les pasa como a aquel profesor universitario que ponía como trabajo final el estudio exhaustivo de un soneto del Siglo de Oro. Algunos años después uno de los alumnos se encontró con un libro en el que se analizaban precisamente los sonetos áureos. Después de la sonrisa por la constatación del robo plagiario y la traición, concluyó que aquel sobresaliente inmerecido -porque le interesaba la poesía pero no las clases- no había sido suficiente regalo.