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miércoles, 25 de enero de 2012

Disquisiciones (III): Batallas de la pluma



Ley de vida es sobrevivir.  Y para ello, tristemente, hay que matar. Es lo que ocurre en la jungla, en las guerras, en la sociedad de los negocios... y en el arte. Por ejemplo, en la literatura.

El escritor que vive de su escritura necesita matar a quienes le roban público. Incluso el autor que escribe por autoafirmación y desprecia a sus coetáneos porque aspira a ser imperecedero se rige, consciente o involuntariamente, por ese instinto de supervivencia que obliga a ser el más fuerte y conlleva la destrucción de los otros. La pluma es una espada. Llamémosle a su batalla darwinismo artístico.

Pero el que queda vivo tras el tiempo es porque mata con su vida, esforzándose en hacerla crecer hasta invadir la vida del lector de cualquier época, renaciéndose en él, en él transfigurándose, reencarnándose. Si es así, lástima que no haya más asesinatos de esta índole. Porque en las estanterías suele haber demasiados asesinos que matan con malas artes.