Mester antiguo
Como tablillas de leproso que advierten de su paso, hago
/ sonar mis versos.
/ sonar mis versos.
Que los demás se escondan del gesto carcomido, de la
/ amenaza con que alertan
jirones de otras vidas. El dolor.
Recuerdan la verdad, la eludida, la turbia,
nos imponen su obscena compañía.
Hago música informe con mis versos. Sé que nada se espera de
/ este canto de nadie, harapos y muñones de otros versos,
/ este canto de nadie, harapos y muñones de otros versos,
ecos de enajenada propiedad.
Este despojamiento de la carne que no es, de lo cierto que hiere
acompaña el sonido
con que inserto en el mundo la conciencia del mal.
Que no me calle nadie o no entienda mi lengua;
soy mi propio enemigo que acecha en el espejo.
Que no detenga nadie lo que no va a nacer.