Mozart: La ci darem la mano
REBELIÓN
En el principio de todo fue el
trueque.
El metal acuñado no existía,
la moneda no guiaba la vida
de los hombres,
el precio
y el valor eran
una misma cosa.
La Bolsa no
caía.
Después todo
cambió; corrieron siglos.
El mundo se hizo
carne
y no quiso
habitar entre nosotros.
Todo cambió.
Mejor no recordar,
no saber, no
sentir, no amar a nadie.
Ceder.
Acomodarse
al tono de la
cítara maldita.
Morir. The rest is silence.
Pero un día
pasaste por mi puerta
con tus labios
sembrados de latines
y unas flores
prestadas en la mano.
Habían corrido
siglos.
Pensé cómo pagar
por esa imagen.
Cómo pagar para
no ser culpable
de la dicha: así
lo exige el rito
del pecado
original, ser extranjero,
la férula del
padre bondadoso.
Sin saberlo me
hablaste
de delirios
numéricos, de aves
que en el cálamo
insomne de un vigía
surcaban los
oídos de la noche.
Habían corrido
siglos.
Me miraste con
tus ojos de otoño;
te miré con el
pelo retirado
de la frente que
quiso ser Bizancio.
La dignidad
conoce extrañas sendas.
Un beso de
cantero
puede encender
la piedra y las estrellas
de la Vía
Láctea.
Lengua
encendida. Sero te cognovi.
Una mujer leyendo
en una cama
es un río, un
telar, una tormenta,
una rosa
prendida del vacío.
Tal vez pensaste
ser su primer hombre
cuando escribías;
ella
ser el punto
final de aquella historia.
Algo le dijiste,
algo te dije.
Algo me dijiste,
algo te dijo.
Habían corrido
siglos
La ceniza del
tiempo que no ha sido
guarda el acre
sabor de la victoria.
Con sus lágrimas
Dowland recorría
l'ardant amour en flor de Crécquillon:
dulce banda
sonora del desastre.
Quién añora el
perdido Paraíso.
Un hombre vino a
mí desde los mares.
Por todo pago
amor entre las manos.
Habían corrido
siglos.
La ceniza del
tiempo detenido
evoca en su caer
la rebelión.