Salomé
Embridada por siete cinturones
de castidad que oprimen su lujuria,
aprende Salomé a danzar, dejando
entre melismas y arabescos parte
del lascivo furor que la acomete.
Su cuerpo de pantera fulge y rasga
el aire. Quien la mira arde en deseos
de ser mordido por tan fiera furia.
Pero la danzarina alada quiere
abrevar su pasión en el Bautista,
virgen e inmaculado como ella.
Y junto al calabozo baila, brinca
tan alígera y mágica que el hierro
de su obligada honestidad se funde
en siete velos que va desnudándose
mientras el fuego crece entre sus muslos
y en los ojos ardientes. Turba el alma
con su cuerpo turbado. Van cayendo
las sedas y enervándose la carne
pletórica de vida. Ya desnuda,
y en la coital vorágine estruendosa,
devora el cuerpo del cautivo, sorbe
su semilla, extasía su esplendor.