Mulier in love (Teresa
de Jesús)
Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo,
sentí mi corazón tremular mis entrañas
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.
El dolor y el amor fueron entrelazándose,
y la pasión serena abrió un bosque de gozos
soñados siempre y nunca conseguidos. El pálpito,
como un caos naciente, abrió un nuevo universo
íntimo e infinito. Los colores, las músicas,
los mares de la sangre y los glóbulos del alma
estallaban gimiendo madrigales, cantando
júbilos y motetes que desgranaban luz
y pusieron mis ojos ante un rostro de bruma
cenital e invisible que era todos los rostros
y todos los enigmas. Se comprimió el espacio
en un solo latido, y el tiempo abrió su forma
en una sola imagen. Fulminada, caí
en un prado solemne donde causas y efectos,
sin orden sucesivo, abrazaban las aves,
las estrellas, el polen, y los sentidos eran
un magma entretejido de orden y confusión,
de plenitud y abismo. La estancia ardió de pronto
y era el mundo un bajel ubicuo y constelado
naufragando en la isla donde la muerte es vida
y todo se desvela como si nunca hubiese
existido el misterio.