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domingo, 31 de marzo de 2013

Resurrecciones

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para escuchar un breve "Sermón de la Montaña".

CIEN POEMAS. Edición de bolsillo


(Ya publicitada la edición de bolsillo, no puede ser publicada. No hay papel más que para el Índice. El proyecto incluía una traducción al esperanto con lectura visual en estéreo. Menos mal que basta con pulsar sobre el poeta para asomarse al poema). 



Ediciones Oniria






Colección
INCUNABLES INTERNÉTICOS
TÍTULO QUINTO



100 poemas en un blog


Varios autores




En esta sección encontrará el lector algunos libros dados a conocer durante los primeros años de la aparición de la imprenta internética (cosa que no garantiza la nobleza de su calidad, como no la tenían muchos de los incunables gutenberguianos). Tal vez valga la pena su edición globerística por el hecho de ser difíciles de hallar en otras bibliotecas. Algunos son tan incunables que permanecen inéditos en cualquier medio que no sea el amanuense, el emailiano o el juglaresco.

No podemos disfrutar todos los libros con los cinco sentidos, pero sí con el sexto, que es el menos común: algunos nacen al margen de los públicos y eso los hace más minoritarios aún, bien por vocación ensimismatoria, bien por amor al arte, bien por misantropía. ¿Y qué editor invertiría en un libro que no fuese, también, un negocio?


La presente impresión es facsimilar del manuscrito de la mente, y consta de tantos ejemplares como el lector tenga a bien decidirse a ojear -siempre en edición princeps-.

Contra lo establecido por la Ley del Dinero, autor y editor conceden el permiso necesario para que el libro pueda ser copiado, convertido en pdf y transferido a cualquier lector electrónico.

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100 poemas en un blog


Copyright: Los autores
Incunables Internéticos Editores
ISBN: Mientras mi vida fluye hacia la muerte
Printed en el Universo Globario

Eternidad Primera, S/N


Permitidas todas las reproducciones



100 poemas 
inéditos, algunos escritos para este blog. Eso es lo que tienen en común los aquí recogidos: ser una muestra de lo que se está escribiendo. Si aquí los traigo es porque creo que un blog es la única publicación que puede mostrar lo mejorable o desechable, y servir, por tanto, de borrador, cosa que no ocurre en la edición papirofléxica. Por eso no pretenden suplantar la lectura de otros de renovados méritos. 
En realidad, hay tan escasa escritura digna que sobramos casi todos. Aunque esa verdad solo debe ser un aliciente para limitar nuestras publicaciones.

(Para ir a la publicación original, pulsar sobre los autores en el Índice)

Autores 


viernes, 29 de marzo de 2013

Receta para estos días


Bach / Bobby Mcferrin: "Aria"


- Y si Jesucristo es Dios, ¿cómo puede morir? Y si nada de lo que muere vuelve a la vida, ¿por qué un Dios iba a contradecir la lógica con un hecho absurdo?

- El instinto de supervivencia -y, por lo tanto, la necesidad de creer en un Ser Superior que  garantice una existencia indefinida- es tan fuerte como la ley de la gravitación universal.


- ¿Cómo va a ser posible lo imposible?

- Aceptar que hay cosas incomprensibles ya es comprender.


Bach: La pasión según san Mateo

Bach / Leonhardt: La pasión según san Mateo

jueves, 28 de marzo de 2013

Bach / El Greco

Bach / El Greco: Pasión según san Mateo

Un poema de Antonio Mochón (Antología, CXXIX. Serie II)

Corelli: C. Grosso, 4

Cuando por fin
mullí el cojín y la postura,
llamaron a la puerta.

Bajé el volumen y esperé.

Volvieron a llamar.
Ahora sí, me dije,
vendrá alguien gritando
que el tiempo es un agujero.

Y me hablará del cielo
de los indiferentes,
del cielo
de los que son felices
y del cielo
de los que ya no tienen nada.

Se quedará conmigo.
Y me hará compañía.

Tendré que acostumbrarme como si
fuera un pariente que regresa.

Escuché muy atento. Salí a ver.
Pero ya se habían ido.
                                                           ©  Antonio Mochón

miércoles, 27 de marzo de 2013

La construcción del poema (XI): Idolatría del dolor

Bach / Balanas: Partita violín nº 1

La construcción del poema (XI)
Idolatría del dolor

 Para leer ANTERIORES pulsar >>>

LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA



¿Qué es más funeral para el espíritu que la muerte de la carne? 

La estruendosa pregunta se desvanece en nimiedad al contestarla: el temor a morir, la imposible evitación de esa certeza, la conciencia de la mortalidad, su emplazamiento en cualquier fecha y lugar inesperados o, peor, agonísticos.

De donde se desprende que nada ha sido tan fructífero para el arte -y tan desdichado para el hombre- como el bastión elegíaco, el reducto del fiero sufrimiento que supone la anticipación de todo aquello cuyo renunciamiento es imposible. 

La elegía: qué himno más doliente, mortífero y tenaz.

¿Qué diferencia hay entre estas dos célebres frases sino que una es engendro de la otra: Shakespeare: "Ser o no ser: ese es el dilema"; Camus: "Todo el problema de la filosofía se reduce a saber si la vida merece o no vivirse". Y en verdad, todo el dilema es ese: sufrir o superar el sufrimiento, aceptar la llegada de la muerte o anticipar su cita y asaltarla a traición, cuando menos lo espera. Y mientras se concluye entre el morir o no morir, entre escoger la resilencia o el suicidio, el espíritu ríe o llora. Hay quienes consideran que "la vida es un suicidio interminable"; y por lo tanto, toda elegía una autoelegía.


Toda elegía es un himno por la vida que quisiéramos vivir, puesto que lo es por la vida que quisimos que otros disfrutaran. La elegía es un intento de rescate; podría resumirse, incluso si no fue esa la intención de la autora, con un haiku incluido en este blog (Pulsar Susana Benet):
Saqué del agua
a la avispita muerta,
y estaba viva.

Un ejemplo de brevísima elegía, alejada del clásico modo, pues se reduce al sema (pulsar El paraíso perdido):

¿Dónde estarán las músicas y versos 
con que se consolaba mi existencia
-y de tanto suicidio me salvaron-,
ahora que preciso
su talismán para alentar mi vida?

Hay elegías que son expresión de la pérdida de un ser concreto, o de la ausencia o carencia de algo inconcreto, como los poemas dedicados a la rosa-fugacidad de la existencia, ya vistos más arriba.

Hay elegías que sacuden los ojos, los azotan, los enervan, o suavizan sus lágrimas. Poco tiene que ver el turbión de la Elegía de Hernández con la petenera táurica de García Lorca, el tratado filosófico de Manrique o la contención melancólica del "alto Espino" de Machado


Si comparamos la más estruendosa (la dedicada a Sijé) con la más acendrada (la casi furtiva a Leonor) hallamos en su construcción diferentes granitos, cementos y argamasas. El lector, que pertenece  al mundo sentimental primitivo, prefiere el desgarrón hiperbólico y jipioso, el planto sagerao del "cuánto sufro, Dios mío", heredero de la España plorera y plañidera, que exige el exhibicionismo del dolor. De manera que se queda con el jipío tremendista hernandiano. El autor que siente el primitivismo emocional como una virtud que debe contenerse hasta reducirla a la sugerencia, escoge el silencioso diálogo consigo mismo que estremece a quien descubre la muerte de la joven esposa.




El poema a "José María Palacio", tras la invocación primera y final al amigo, se estructura en forma de autopregunta y autorespuesta alternativas -A sucediendo a B-, hasta el puñal oculto y perezoso de la súplica final al supuesto interlocutor del título -en realidad, un alterego del propio Machado, que quisiera ver resucitar, con la primavera, a su esposa-. Y en vez de un lloro sostenido y bravucón, apoyado en la amalgama de clásicos, recoge la nostalgia melancólica de un corazón sufriente que no se enorgullece de su dolor ni lo ostenta como una heroicidad. No hay un premeditado "arrímate a llorar conmigo a un tronco" con el que acibarar al lector, sino una apacible descripción -mediante interrogaciones retóricas que se suceden a lo largo y sencillo de 28 versos- y una inesperada petición de cuatro versos, dolor agazapado que, de pura sugerencia, escalofría el corazón (estos cuatro versos, más el primero, constituyen el aparente núcleo, pero no el poema, que no estremecería sin el "intermedio"). Nótese el peculiar modo de tratar el característico ubi sunt?, que desaparece en el poema hernandiano:


Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? 
En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,                           
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!…

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.                   
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas                                             
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,                 
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos                   
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. 
                       Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,           
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…

Nada que ver con el masculino llanto de un colérico Aquiles desgarrándose ante el cuerpo de Patroclo para exaltación de las huestes. Porque eso es lo que parece, icono de la desmesura, la idolatría del dolor hernandiano: una brabuconería desolada que expande, no sin asomarse al ripio, su bien elaborado griterío: el de los cruentos cristos cristianos:

lunes, 25 de marzo de 2013

Libros recibidos (XXII): J. Mª Piñeiro


Profano Demiurgo
José María Piñeiro.
Cátedra Arzobispo de Loazes. Universidad de Alicante.

El hecho de no compartir una poética, incluso el de estar contra ella, no impide dar noticia de que existe: porque las opiniones, al menos las mías, no son sanciones; y si lo fueran bastaría con basurearlas. 

Como tantos de hoy, es este un libro, aunque no siempre, ajeno a todo criterio de poesía lírica en la que no se entrometa el metapoetismo, por lo que sus textos bien pueden ser esbozos de breves ensayos  en prosa cortados en versículos que tampoco lo son, pues ha desaparecido toda salmodia o ritmo -ma non troppo-; y por su contenido y continente, tampoco los considero poemas en prosa. Teoría confusa y práctica difusa del hombre que escribe y sufre su destino, parecen, en su mayoría, nacidos de una desgarradura emocional que no encuentra el verbo idóneo. También a mí se me escapan -tal vez, contumazmente- lo que llamaré ensayos poemáticos, o poemas ensayísticos, y comprendo su necesidad, su riesgo y la derrota.

Pero, como digo, justo es reconocer que, al margen de lo meditativo o parafilosófico, hay veces que el esfuerzo consigue un engranaje autosuficiente, como ocurre con esa -este sí lo apellido poema- instantánea narrativa titulada "Secuencias de un instante".  

En un mundo, en fin, de innúmeros criterios literarios, ¿quién no aceptará otra tentativa del hombre infinito?

domingo, 24 de marzo de 2013

El abrazo total

Schumann / Echávarri: Reverie

Triste solía enorgullecerse de sus muchas bellezas y, sobre todo, de su increíblemente bien tallado pecho. Quienes la habían visto retozar por las playas nudistas hablaban de que ni el mismo Fidias hubiera conseguido semejante y perfecta simetría, erguidora de buriles lascivos, cuyos torrentes de esperma inesperado competían con las espumas óleas del empinado mar gavioteante.

Triste solía sonreír íntimamente mientras los pajarillos picoteaban sus senos y pezones, como brisas heridas por la salacidad. Y un enamoramiento universal en forma de clamor surcaba el Universo, igual que si un bigbang de errático erotismo prendiese el corazón que late amorilmente en todos los corazones. 

"¡Abuelista, Abuelista!", decía Namorato cada vez que el destello de carne paralela y lucífera pasaba ante sus ojos. Jamás había contemplado un paisaje tan enternecedor y erotizante y que, además, despertase semejantes terremotos extremos y cilíndricos en su carne más íntima y ya desaforada. "¡Abuelista!". Y recordó el instante en que la condesa von Morzi se inclinó ante la partitura que Haydn interpretaba al piano y los dedos  de este, presos de una erupción inesperada, dejaron de clavarse en el teclado -sin duda deseando clavarse en otras teclas- al observar aquel doble cimborrio en el escote de la dama.

Pero un día se entristecieron todas las gaviotas porque Triste no aparecía, ni al día siguiente, ni al siguiente mes.

La innumerablemente hermosa Triste yacía en una habitación de un hospital, llorosa y sola, abandonada y triste, porque "hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé...", decíase mientras la flor de su sonrisa marchitaba su corazón y su olimpo torácico, por el que pretendía salir su volcánico ardor, ahora cercenado por la perversa guillotina de un bisturí castrante.

Triste había sigo gangrenada por un tumor hostil y había perdido un pecho, oh belleza marchita.

Triste se sollozaba, sola y desamparada, como un dolor que entristeciese para siempre y no tuviese ya ni memoria del placer.

Pero el amor es ciego y visionario. Y, de repente, un día de lluvia y más tristeza, cuando Triste pensaba abalanzarse por la ventana al fin liberadora, entró en la habitación un olor de jazmines y de rosas, y tras aquel perfume el rostro iluminado del fiel Namorato, quien abrazó a la hermosa y la besó en los pechos, el que era aún dulce roca y el que había derrocado la infiel Naturaleza. 

Y Triste -cuyo carmíneo y verdadero nombre significa poesía- sonrió aún más alegremente que cuando caminaba por la playa.