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jueves, 21 de marzo de 2013

Tercera Serie: 33 Laconismos

Narváez: Fantasías...

Despojamiento lacónico
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TREINTA Y TRES Laconismos. Primera serie



Hay dos clases de autores: los que se venden y los que no tienen precio.
Hay dos clases de lectores: los que leen para enriquecer su existencia y los que leen para olvidarse de sí mismos. 
Hay dos clases de críticos: los que no saben leer y los que tampoco saben escribir.
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Somos hijos del pasado; pero el presente es nuestro; por eso somos responsables del futuro.
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Lo más doloroso de la muerte es que nos impide conocer las innumerables cosas que desconocemos de la vida.
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El fracaso escolar no depende tanto de quien estudia como de quien enseña.
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 El primer educador es el Estado, que es el que bosqueja la sociedad, la familia, la calle, el centro educativo y al propio individuo. 
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Hemos establecido que todos somos iguales; no obstante, poco o nada ha cambiado para bien en la intimidad, aunque hayamos cambiado de nombre muchos nombres. 
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Cuando nos quedamos solos, ¿cuántas veces podemos decir “mi yo está conmigo”? Nuestro espíritu no es más feliz, sino que está más enajenado, más concienciado de que el enajenamiento es un bienestar.
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El que cree crea lo que cree.
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La fe es la ceguera de la razón
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¡Qué doloroso es sentir el escepticismo como única fe!
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El amor es la fe que nos permite creer que algunas personas son héroes o dioses.
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El mejor poema es aquel que consigue la idoneidad entre lo expresable y lo expresado.
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Trata de cantar aunque desees llorar y tendrás la alegría más cerca.
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Tenemos derecho a equivocarnos; y el deber de acertar. No basta decir "lo siento".
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A un hombre puede robársele todo: menos su íntima voluntad.
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La muerte es una cátedra que predica hipérboles sobre la vida.
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El sentido de la vida es buscarle un sentido en vez de dejarse aplastar por el peso de los sinsentidos que acosan la existencia.
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Cobarde es aquel que no intenta ser valiente cuando la valentía es necesaria.
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La civilización es, cada vez más, alérgica a la cultura. Y la cultura, un viaje sin retorno a la frivolidad.

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Pierde la dignidad quien se la niega a los demás.

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Hay dos clases de personas: las que tratan de imponer a los demás la imagen que tienen de sí mismas y aquellas que viven con naturalidad y rectitud, despreocupadas de si los otros aciertan o se equivocan al trazar esa imagen. Es decir: las que son y las que fingen ser.

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La "nueva" poesía es la que envejece con mayor decrepitud: cree que hay que inventar; y sí, hay que renovar: remozar, acrisolar: actualizar la tradición.
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Nos pasamos media vida queriendo acertar, y la otra media lamentando nuestros errores.
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Afortunadamente los clásicos siguen leyéndose; y tienen la fortuna de no poder leer las obras actuales.
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La ignorancia es creer que lo sabemos todo.
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Nunca un hombre está más solo frente a sí mismo que cuando intenta hallar su rostro en una página en blanco, con la pluma en la mano.
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Toda antología de coetáneos debe ser más una premisa para extraer conclusiones que un juicio de valor.

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Vive: porque tu muerte no estará contenta cuando llegue si no sabes hablarle de la vida.

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El progreso es el camino que uno se pone a mirar para hacerlo más cómodo que el que ya ha caminado y deben caminar los otros. Celebremos, pues, a quienes asfaltan el futuro.

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Un poema no es grande porque contenga muchos versos entre el primero y el último, sino porque su contenido, por leve que sea, es imprescindible: porque se constituye en huella dactilar del hombre.

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Muchos asnos hay en el mundo de las letras; aunque claro está que todos creen ser el caballo ganador.
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Solo en la escritura -en la creación- somos nuestro único demiurgo.

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No hay palabra más grande, ni poema más noble, que la vida.