EDICIÓN IMPRESA
SÁBADO, 1 de junio de 2002
CRÍTICA:POESÍA
Un simulacro verdadero
·
Antonio Gracia
En 1998, Antonio Gracia salió
venturosamente de un silencio de muchos años. Su último libro poético,
Reconstrucción de un diario, el tercero desde ese renacimiento, es un tratado
de la salvación a través de la belleza y el arte.
RECONSTRUCCIÓN DE UN DIARIO
Antonio Gracia
Pre-Textos/IAC Juan Gil-Albert. Valencia, 2002
72 páginas. 9,02 euros
Hasta Los ojos de la metáfora, la poesía de Antonio Gracia (1946) había
recorrido un camino caracterizado por una obstinada indagación en los horrores
de la existencia, registrada en el volumen recopilatorio de 1993Fragmentos de identidad. Allí se contienen, entre
otros, libros comoPalimpsesto (1980), un postumario que avanza a trancas y barrancas por los desfiladeros
de la angustia vital y la desazón artística, y Los ojos de la
metáfora (1983), donde la palabra del poeta queda varada en la intransitividad y al
fin la afasia, tras los estertores y balbuceos de unos poemas que pretendían
infructuosamente desatascar la obstrucción verbal. Quien quiera entrar en esa
sima deberá chapotear por entre los remedos de poemas que encierran grumos de
un pensamiento atrofiado y de un dolor incompatible ya con el arte y aun con la
comunicación lingüística.
Pero en 1998 el poeta
rompió ese silencio funeral con Hacia la luz, título al que siguieron Libro de los anhelosy, ahora, Reconstrucción
de un diario(a los que pronto se sumará La epopeya interior, por el que obtuvo el
Premio Fernando Rielo de poesía mística). En Reconstrucción
de un diario, Antonio Gracia abandona el confesionalismo directo, que lo abocaba a la
exhibición de su espanto, y recurre a un álter ego que tiene las trazas de
un viejo y anacrónico caballero que ha perdido a la amada, habita castillos,
examina ruinas, recorre pasadizos, asciende escalinatas, otea promontorios y
garabatea los manuscritos que conforman el diario contenido fragmentariamente
en este libro. Su discurso argumental relata en sucesión un quebranto amoroso,
el sometimiento a la dictadura de los recuerdos, el goce de los últimos zumos
de la vida. El tono narrativo cede en ocasiones a los remansos líricos en que
la historia se detiene, dominados ahora por otro sujeto: ese que lee el
manuscrito original del caballero anciano, y va siendo poseído por él a medida
que procede a su reconstrucción.
Para evitar el pastiche en que hubiera
dado una artificiosa y no lograda integración de los dos planos de ficción, el
poeta ha debido imponer sobre la polifonía de la obra el registro inconfundible
de su voz autorial, que se escucha en esas consideraciones terminales sobre la
muerte, la vida, el fracaso amoroso, la salvación por la belleza. El último
poema,Locus amœnus, constituye una recapitulación donde el redactor del diario -pero también su
reconstructor, y el escritor que está al fondo de este simulacro tan verdadero-
cierra los ojos ante la redención del dolor, no sé si conseguida por el
esfuerzo o sólo recibida por la gracia, a través de la música, la pintura, la
poesía.