Visitas

Seguidores

sábado, 30 de marzo de 2024

La enseñanza de la literatura


Pulsar

 La enseñanza de la literatura

Jesucristo el zeúpida

Bach: Pasión...

Jesucristo el zeúpida


Dime si es hora de decirle al hombre
que debe abandonar supersticiones
porque pensar es elegir, dudar,
tener miedo al error; y que la fe
es el exacto y firme sacrilegio
de la razón.
¿No es la mejor conquista el albedrío,
saber que somos causa y consecuencia
de otros y para otros?
Ni siquiera yo sé si soy un dios
o creo serlo porque me lo has dicho.
Puedo seguir con mi disfraz de hombre
o desvestirme de hombre y ser el dios
que aguardan cuantos sufren, cuantos sueñan
que la mentira salva a quien la cree.
¿No es superstición la religión?
Dejemos que descrean o que crean
—sin promesas,
prestidigitaciones o milagros—
en una vida plena tras la muerte.
Quien no duda no busca la verdad.
¿Tengo yo libertad para elegir?
¿Puedo elegir, acaso, no morir?
La verdad es el único cadáver
que siempre resucita.
No sé si soy un dios o soy un hombre.
Los dioses mueren cuando el hombre piensa.


viernes, 29 de marzo de 2024

Sagan - Cosmos, 4 - Cielo e infierno



Casi un poema.



Bach: Adagio

Hacía yo aquel ejercicio de inutilidad que la España ordenaba a la juventud para que supiese cómo morir por ella con un arma en la mano y como carne de cañón, supongo. Entonces apareció mi primer librito -que poco después hurté, para quemarlo, de todas cuantas casas visitaba-. 
En aquel inejemplar título había, no obstante, y sin nada que ver con el resto de su contenido, un poema que ahora recojo de una antología que lo rescató. La causa es evidente: tiene poco que ver con la literatura.

Casi un poema

Padre.
Palabra desterrada del poema.
Qué puedo decir de ti para cantarte.
Apenas si en la Historia hay algún verso
que cante a los que fueron como tú
padres del sentimiento de sus hijos.
Mas no basta el silencio de la Historia
para callar mi voz en tu alabanza.
Tal vez nunca existió
un padre como tú,
que callas y no dices
que lo malo está mal,
que callas y no dices, pero tienes
un silencio que es un consejo alegre.
Qué puedo yo decirte, qué
para cantarte,
para hacerte ternura en mi poesía
si ni siquiera has muerto
para que el sentimiento de tu muerte
se entierre en estos versos
y sea él mi poema.
Cómo amarte y decirte que te amo
con letras y con tinta
si me puedo acercar a tus oídos
y, si no susurrártelo, besártelo,
dejarte una palabra en la mejilla.
Este amor que te tengo es un plumaje
que acaricia mi alma lentamente,
un trozo de silencio que me envías
desde tus ojos cuando nos miramos.
Este amor que te tengo es una tarde
que ha perdido el crepúsculo en su luz,
como mi sombra pierde su silueta
cuando viene la noche y estoy solo,
sin esa compañera de mi gesto.
Qué puedo yo decir para hacerte poesía.
Padre.
Pronuncio tu palabra y no me sabe
más que a piedra o paloma, trigo, amor.
No encuentro de tu vida
nada que el mundo no haya hecho mil veces.
Y estás viejo y no harás
seguramente nada perdurable.
Qué puedo yo decir entonces, dime.
Dime lo que tú quieres que diga yo a los hombres.
No te puedo dejar marcharte así,
olvidando un silencio entre tus huellas.
¿No hay un grito en tus pasos, una guerra?
¿No escondes una herida en tu regazo?
Dame sangre y haré de ella tu épica,
forjaré un mundo donde tú seas sol.
Dame sangre, tu sangre, dame sangre... 
O tal vez te has dejado la sangre allá, en la vida,
en las otras heridas que no sangran,
cuando yo te pedía un pan que fue
el precio de tu sangre sin espinas.
Si es este tu martirio ya tienes redención;
porque puedo pensar que nada hiciste,
nada que el corazón recuerde sobre el bronce,
porque tuviste una batalla propia
donde yo era el fusil que te sangraba
las fuerzas cada día
cuando el perro del hambre me ululaba...
Qué no diré de ti, qué callaré.
Tengo voz para siglos si este yugo
que ciñe mi garganta, si el sudor
que me brota del alma no me ahoga
y seca mis palabras, estos gritos
que mi pluma, como a la par de mí,
llora tan húmedos ya, tan como lágrimas...
Y entonces, aquí, ahora, en este verso
es el dolor
el que me hace sentir que el otro mundo,
el de fuera de ti y de mí, no ha de saberlo,
ha de seguir oyendo tu silencio
porque yo ya no quiero repudiarlo.
Y me voy junto a ti, donde me miras,
y te dejo y te dejo y te dejo
una frágil palabra silenciosa
y una leve paloma en la mejilla...

3 comentarios:

  1. Recuerdo haber leído este poema porque el libro al que pertenece lo tuve en mi poder y no sé qué pasó luego con él, ya que he perdido montones de libros. Seguramente se los llevarían los montoneros. Además, es la obligación de todo poseedor de una biblioteca, por nimia que sea, perder libros
    Aún sin tener la intensidad lírica que tendría la Estatura del Ansia, libro enorme aunque tuviera pocas páginas, muestra ya una maestría y una capacidad de expresión emotiva propia de un poeta auténtico
    La sinceridad de la actitud no es un valor poco importante, aunque para Valery la poesía fuera sólo artificio purísimo, pero un artificio capaz de resolver cuestiones íntimas del autor y en último lugar de alcanzar la comunicación con el otro ser vivo, el lector que hace suyo el sentimiento y la belleza formal 

    Responder
    Respuestas
    1. Agradezco al señor Josema su valoración. Asimismo, le ruego que arranque la página que contiene este texto y queme -sin consultar al cura ni al barbero- semejante artificio librerunque. 

  2. Un placer pasar por aquí
    Aprendo siempre

    Responder


jueves, 28 de marzo de 2024

Marisol González Felip: Libro de los anhelos.


Libro de los anhelos 
Diamantes para la plenitud o la desnudez del espíritu
Marisol González Felip
Lletres valencianes, 1999, XXXIII


En un primer acercamiento a este interesante libro percibimos que nos hallamos ante una voz extraordinariamente transparente, con un oficio poético bien forjado, que es capaz de comunicarnos un microcosmos en el que, desde un principio, nos reconocemos y nos autoubicamos.

Antonio Gracia, en este Libro de los anhelos, nos muestra la experiencia de un yo poético por el que se expresan las huellas borradas de una experiencia repleta de trascendencia, sensualidad y erotismo.

La capacidad metafórica del autor nos impresiona desde un primer instante -nos atrapa deliciosamente-. No hace falta pasar muchas páginas para darnos cuenta de que estamos ante un poeta con mayúsculas.

La vivencia erótica del protagonista constituye una sublimación de su existencia, la respuesta a las incansables preguntas del héroe en su camino, que es la vida, y a veces la pregunta de sí mismo: cuando tu luz me invade y yo te alumbro / el cuévano en tu pubis se dilata / como nueva eclosión del universo. / Inundado por ti siento el latido / del océano, ruedas por mi sangre / y el vendaval de la lujuria estalla.

Los versos de Gracia logran hacernos alcanzar el sentido de lo auténtico, convergen en una realidad cercana al lector o lectora, nos seducen sin respiro a lo largo de los más de cincuenta poemas de que consta el libro. Hay en tus labios bálsamos,/ frutos y laberintos,/ te persigue el océano amoroso, / la lluvia interminable te persigue./ En tus ojos la noche / se llena de caminos. / Mientras gira la luna,/ doblándose en tus senos,/ tu cabello derrama su azabache / sobre mi rostro. / Y el mar emerge su desolación.

La anécdota amorosa sirve a Gracia para expresar los más recónditos interrogantes del ser. El autor se construye con un lenguaje sencillo e inteligible un universo para explicarse. Cada uno de los poemas aparece ante nuestros ojos y nuestro intelecto como un diamante recién extraído de la tierra que brilla con luz propia: me muerdes con tus labios lentamente / y te detienes en mi sexo./ El firmamento, entonces, / se llena de diamantes.

El camino que recorre Antonio Gracia en su texto tiene como meta la identidad: Sobre tu cuerpo escribo con mi cuerpo / el gran poema de la identidad. 

Como en la culminación del acto amoroso el poeta se halla a sí mismo al final de los versos. El autor establece logradas analogías entre la vivencia erótica, sensual y amorosa del individuo, y el trasluz de su ser a través de la vivencia poética. Es precisamente por eso por lo que el poemario atrae el interés del lector desde un primer momento. Nada de lo que dice Gracia nos es ajeno: los lagares del ansia calman sus plenitudes, /enrejados fantasmas se desvisten su magia, / y el piafar renovado pone música frágil / en la escultura inquieta que la noche renueva.

El libro de Antonio Gracia es, después de todo, una apuesta valiente por el amor. El amor acompaña la andadura del hombre, que se reconoce fieramente humano a través de las palabras y débilmente fuerte en la experiencia: Amo el temblor rosado de tu boca / y el crepúsculo azul de tu mirada. / Amo la luz carnal que te ilumina / cuando te arrojas como un puma alegre/ sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo./ Amo el sudor de miel que nos lubrica/ y la erosión constante de la piel. / Amo tu desenfreno y mi arrebato/ cuando, tendida, te abres como un libro/ y esplendes como un saurio,/ y cuando giras lúbrica y te ofreces... 

Como nos dice el título de la última parte del poemario, es este un libro de búsqueda infinita: Todo lo que yo soy está dormido / en los prados azules de la infancia... A través de la memoria el autor pretende desvelar el inquietante misterio de la vida, comprender lo que se fue y lo que se es, entender cada latido, el gozoso estallido del hombre y la huella fría de la pena: otea la memoria sus orígenes / y al escribir la pluma inventa / lo que fuimos, da fe de la existencia. El ejercicio de escritura que alberga el Libro de los anhelos nos da la clave para interpretar la poesía en su esencia más pura y más trascendental. El verbo del poeta nos cautiva y nos introduce en una travesía cómplice de la propia vida. Las palabras actúan a lo largo del libro como potentes espejos sonoros en los que nos autoreconocemos, y es precisamente la fuerza de esa palabra desnuda la que nos dibuja un horizonte de plenitud que podemos saborear en cada una de las sílabas, una aureola de luz y una fusión del espíritu; el poeta y la palabra se confunden a menudo y nos suenan como una misma cosa, diamante en la desolación. 

Asistimos a una verdadera epopeya interior de la que no resultamos indemnes: hay un orgasmo místico en naufragio / y la voz escondida / grita hacia adentro su canción: el cielo / estalla azul sobre los mares íntimos,/ el árbol se cimbrea, las antorchas / irradian mansedumbre, la tristeza/ transustancia sus lágrimas,  los pájaros / invaden el instante, la existencia / se llena de quietud. 

Después de leer el Libro de los anhelos de Antonio Gracia el lector/a puede presentar signos de una especie de embriaguez sensorial, quizá algo de lo mucho que Violeta Parra quiso decir en su bella canción "Gracias a la vida", acaso una profesión de fe en la escritura, en su vertiente redentora y en su vertiente de anhelo: la vida que, hostigada por la muerte,/ renace en el amor, / esparce esporas por la sangre, liba/ besos enajenados y profundos,/ envía labios hacia el infinito,/ embaraza de luz la eternidad./ La escritura no puede sino ser/ serena plenitud/, un consuelo para el desasosiego/ del hombre. 


El amor es más poderoso que el viento

 


miércoles, 27 de marzo de 2024

Sentido al sinsentido

Bruckner: S. "Romántica"

Quienes buscan un sentido al sinsentido de la existencia suelen acabar aceptando una deidad que garantice el equilibrio entre lo racional e irracional, aunque sea con aquello de los "renglones torcidos". 

Siempre he envidiado a los creyentes y a los condenados a muerte: estos no tienen que elegir. Pero no necesitamos un dios sino una explicación de lo inaceptable por la razón y que solo "justifica" la fe. 

La catástrofe surge cuando se unifican explicación y divinidad. ¿Cómo hacer compatible lo inaceptable por la razón con lo que muestra sin laberintos que dos y dos son cuatro? ¿Hay en el cerebro -y en la mente, por tanto- una micra de antena telescópica que recepciona otros mundos, otras concepciones, espiritualidades, éxtasis, superpoderes, telequinesias...? Si aún sigue vigente el "solo sé que no sé nada" y el "cogito ergo sum" ¿por qué no creer que el hecho de que no sepamos unificarlos no impide que algún día lo hagamos? 

O bien: que aceptar que hay cosas incomprensibles ya es comprender.


Sandro Botticelli

 


martes, 26 de marzo de 2024

Traducción - Boccaccio: Il corpo di Fiammetta (versión propia).

Gershwin interpreta su Rhapsody in Blue

Decamerón, III, 10
Il corpo di Fiammetta

Caminaba Alibech por el desierto 
en busca del Buen Dios para ofrecerle
por siempre su hermosura y castidad.
Encontró, así, la joven a Ermitaño, 
un triste anacoreta, quien le dijo
que la mejor manera de agradar
a Dios, su Trinidad y Santidades,
era metiendo al diablo en el infierno.
Alibech le rogó que le enseñase
a hacer gozar a Dios de esa manera.
Ermitaño, sintiendo hambre divina
al contemplar aquella carne humana,
le contestó que toda mujer tiene
un infierno, y todo hombre su diablo.
-Pues éntrame en mi infierno tu demonio, 
si es tan fácil glorificar al cielo.
Con lo cual el asceta, desnudando 
ambos cuerpos, lanzó su diablo en ristre
hasta que vomitó todo su fuego
en el averno de la virgen, quien
sintió que la oración la enardecía.
Y tanto le plació a esta la liturgia 
de agradar a su Dios que a cada instante
quería rezar más, y mucho más;
e instaba al Ermitaño a que metiera
su orgulloso demonio en su volcán
una vez, y otra vez… Pero el asceta,
alimentado solo con ayunos 
y algunas pocas hierbas durante años,
no podía con tanta devoción;
y, pues desfallecía por instantes,
dijo que su demonio, escarmentado
con tan grande castigo, había muerto.
Fue así como Alibech volvió a iniciar 
su peregrinación glorificante;
y tanto diablo castigó en su infierno
que el mismo Satanás, ya intimidado
por el rusiente fuego, rogó a Dios
que lo volviese al cargo de Luzbel. 



Arniches: La señorita de Trevélez

 


pulsar para

Ver otra versión


lunes, 25 de marzo de 2024

El más poetazo entre mil


El poeta
Poeta desafinando

Leía un poetazo un gran poema
de un autor que entendía la poesía
como un trasunto de ludopatía,
y era la estupendez su único tema.

Y se dijo, soberbio y con gran flema:
Tráiganme un diccionario y cena fría
y antes de que amanezca el nuevo día
os daré versos de belleza extrema!>.


Y, así, trazó sobre el papel "estética",
"mentecatez, "asnalia", "taxi", "yo",
"cogitación", "estrábico", "ignorancia"...

Batió el léxico, hallóle una poética 
zarrapastril: y el alba contempló 
un bodrio excrementando su fragancia.


domingo, 24 de marzo de 2024

sábado, 23 de marzo de 2024

Eloísa está debajo de un almendro

 


Montaigne, Emerson


Mendelssohn: Canción sin palabras


Igual que mi experiencia melancólica me llevaba a las lecturas en las que reconocía mi ser damnificado por la vida, y fui de Dostoiewski a Poe, por ejemplo, de Garcilaso Dante, por ejemplo, así llegó un momento en el que mi voluntad vitalista me llevó a otras lecturas en las que se encadenaba el optimismo. Mis sentimientos conformaban pensamientos que hallaban su adecuación en ciertos libros: y así pasé a Montaigne y de este a Emerson -también, por ejemplo-. 
     Qué esplendor de búsqueda y sosiego la introspección tallada en los Ensayos de ambos, siempre allanando el yo y sus circunstancias -que solo son una inmensa pequeña parte de nuestra mismidad, pero la determinan-, ahora atrapando el sol, ahora la luna, siempre enrumbando un horizonte alegre. Siempre bajo la sentencia del "Conócete a ti mismo". Siempre desgranando las células de la carne y el espíritu que nos conforman: allí encontré los gemelos de mi introspección.
     Del "yo soy la única materia de mi obra" al gozo de la obra del hombre y la Naturaleza; del conocimiento de los propios entresijos para ordenarlos al vislumbramiento de las causas naturales y culturales para la alegría y el entusiasmo.
     Supongo que, subterráneamente, eso derivó mi vida hacia la luz y, más tarde, al imperativo propio de convertir en himno la elegía.


viernes, 22 de marzo de 2024

¡Quién supiera escribir!


Villalobos: Bachiana brasileña nº 5

Queridos Angélica y Miguel:
     ¿Se ríen de cuanto escribís?
     Cuanto más postergados nos sentimos más vigor nos inunda. Porque nada nos fortalece tanto como las injusticias con las que nos acosan. A veces es un escudo sicológico que rechaza cualquier daño que quieran infligirnos los mortales de mala catadura; otras veces es una fortaleza impenetrable que nos empuja a rebelarnos contra todos los dioses despiadados. Y cuantas más saetas nos llegan, más impenetrable es la coraza.
     Hay quienes se doctoran en menospreciar y herir, creyéndose más fuertes: en realidad tal menosprecio demuestra que son más débiles, puesto que el fuerte no necesita demostrárselo, y menos con públicos intentos de humillación: siempre son los demás los que terminan dejándolos solos en medio de su pordiosería excremental. 
     Si se ríen de cuanto escribís es que envidian vuestra necesidad de escritura y carecen de una propia. El que sabe escribir conoce la dificultad de hacerlo bien y solo tiene comprensión para con quienes no encuentran la expresión idónea. 
     Cuanto más rebuzna el asno más asnalmente demuestra que lo es. 
     No escuchéis sus rebuznos, sino oíd bien lo que sentís, procurad afinar tal sentimiento, dadle voz con profundidad y llaneza, leed mucho -que solo quien lee aprende a escribir-, volved sobre el escrito algún tiempo después, releedlo como si fuera ajeno, rectificad, tachad, añadid cuanto sea necesario para que vuestras palabras formen un pequeño universo. Habréis logrado lo que pocos consiguen. Lo demás -crear obras maestras- es cosa de los genios; y esos no saben que lo son.
  

miércoles, 20 de marzo de 2024

La ley universal - Juana Rosa Pita - Antonio Gracia



La ley universal



Cuando la dulce Vida

-ocupada en soñar-

recibió la visita de la Muerte,

se apresuró a coger besos y joyas, 

todo cuanto la había hecho feliz,

y corrió hacia la casa de su Amado 

en medio de la noche, guiada por su luz.

Abre la puerta y ábreme tus brazos,
Amado, que la Muerte nada puede
contra el Amor; nos salvaremos juntos
y nos adentraremos en la eternidad
.
Amado descendió las escaleras
armado con las armas de quien ama,
y se fue abriendo paso entre las sombras
por estancias, pasillos y asechanzas,
hasta llegar, luchando,
ante el umbral luciente 

del Laberinto en el que 

transcurre la existencia.

Cruzó el secreto y desaparecieron.




BOSTON

martes, 19 de marzo de 2024

Sagan - Cosmos, 3 : La armonía de los mundos


w

El abrazo perdido.


Chopin: Vals del adiós

Solía encontrarme con ella un día a la semana. A veces paseábamos, a veces íbamos a su casa. Hicimos algún viaje. Nos queríamos. 
    Yo era feliz con ella, y ella creo que también lo era conmigo. Dos vidas paralelas, atrapadas cada una en su vida, pueden encontrarse para entregarse mutuamente aquello que solo encuentran en esa reciprocidad. 
    Sin embargo, ahora no nos vemos. Uno de los dos, o los dos, ha querido saltar a la vida del otro para quedarse en ella y ha destruido la mutua felicidad que compartían. 
    Y todo resulta triste porque nada de cuanto miro deja su rostro grabado en el paisaje. Tal vez a ella le ocurrirá lo mismo. 
 

    El corazón, sin su gemelo corazón junto al que ya no late, se repite:
 


¡Cuánta noche perdura en esta luz,
alma sitiada y frágil!
¿No era mejor sentir sin entender?