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miércoles, 21 de marzo de 2012

Traducción (III): Boccaccio / versión propia

Gershwin interpreta su Rhapsody in Blue



Decamerón, III, 10

Il corpo di Fiammetta




Caminaba Alibech por el desierto
en busca del Buen Dios para ofrecerle
por siempre su hermosura y castidad.
Encontró, así, la joven a Ermitaño,
un triste anacoreta, quien le dijo
que la mejor manera de agradar
a Dios, su Trinidad y Santidades,
era metiendo al diablo en el infierno.
Alibech le rogó que le enseñase
a hacer gozar a Dios de esa manera.
Ermitaño, sintiendo hambre divina
al contemplar aquella carne humana,
le contestó que toda mujer tiene
un infierno, y todo hombre su diablo.
-Pues éntrame en mi infierno tu demonio,
si es tan fácil glorificar al cielo.
Con lo cual el asceta, desnudando
ambos cuerpos, lanzó su diablo en ristre
hasta que vomitó todo su fuego
en el averno de la virgen, quien
sintió que la oración la enardecía.
Y tanto le plació a esta la liturgia
de agradar a su Dios que a cada instante
quería rezar más, y mucho más;
e instaba al Ermitaño a que metiera
su orgulloso demonio en su volcán
una vez, y otra vez… Pero el asceta,
alimentado solo con ayunos
y algunas pocas hierbas durante años,
no podía con tanta devoción;
y, pues desfallecía por instantes,
dijo que su demonio, escarmentado
con tan grande castigo, había muerto.
Fue así como Alibech volvió a iniciar
su peregrinación glorificante;
y tanto diablo castigó en su infierno
que el mismo Satanás, ya intimidado
por el rusiente fuego, rogó a Dios
que lo volviese al cargo de Luzbel.