Dánae
Mística, lujuriosa, y extasiada
en la contemplación del oro ardiente,
delirios bebe Dánae, que siente
sobre su piel la lluvia eyaculada.
Siente mil veces que una roja espada,
presa de una pasión incandescente,
atraviesa su carne transparente
y, al hacerlo, también el orbe horada.
Vorágines de esperma y de ceniza
sacuden sus entrañas, mientras suena
la furia de un celeste cataclismo.
Un resplandor el cosmos fertiliza
con músicas y estrellas: y se ordena
todo según la ley del erotismo.
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