Rachmaninov: piano concerto n.2 / Kissin
NOCTURNO DEL
TEMBLOR
Tiemblas conmigo,
Noche. ¿También tú?
Me rendiste en tu
selva, vaciaste mi lumbre,
besé la negación
que me ofrecías,
y ahora siento tu
brazo rozarme avergonzado
y tus sienes gotear
un zumo muy caliente
que puja por bañar
mi verdadero rostro.
¿Te arrepientes,
Oscura?
¿Te retraes de mí,
te doy acaso sombra?
Mira mis cuencas
fijas, su violeta profundo.
La casa está en
silencio. Su alegría, agotada,
se acuesta como un
niño que ha corrido hacia mí.
No sé cómo pedirte
que ahogues ya mi lámpara
en vez de resignar
mi suerte y tu propósito.
Gústame el aire,
Negra, viniste para eso.
No se achique tu
podre levadura.
Muérdeme como a
baya de arándano silvestre
y móndame los
huesos, desenvuelve lo vivo.
Estoy tendido y tiemblo,
azúzate, Gran Perra.
Estoy postrado y
tiemblo igual que tiemblas.
No se diga que me
has tomado pánico
tú, certidumbre
inmunda que me roe y consume.
Debería besarte
comisuras y pómulos,
el hueco del
alvéolo, tu sedienta quijada.
Debería estrechar
tu envergadura seca
y confiarme entero
al enamoramiento.
Pero también
conmigo dentellas, Homicida,
vibras porque te
admira mi impudor.
¿Quién te habrá
visto así, desnuda y agitada,
caída en la
desgracia de temer mi deseo?
© Rafael Fombellida