El pincel es la pluma de la imagen.
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jueves, 31 de mayo de 2012
Mujeres encendidas (La péñola parlante, XIII)
Clara Wieck: Romanza para violín y piano
Aunque el cerebro tiene sexo, está, también, sexualizado por la cultura (o, mejor, la civilización milenaria, que fundamentó el concepto de sociedad en la ley de la fuerza porque así lo exigía la agresión de la Naturaleza). Pero esta ley ya no tiene vigencia: ha sido derogada por la tecnología, además de por la ética de los derechos humanos. Por lo tanto, aceptada la igualdad de todos en lo que respecta a la dignidad, lo que debe imperar hoy es la sensibilidad, la inteligencia y la responsabilidad, vengan del cerebro que vinieren, siempre que este haya sido alimentado con los imprescindibles conocimientos, estudios, esfuerzos, deberes y derechos.
Los sentimientos son los mismos en todas las personas; pero su percepción, ordenamiento y expresión son diferentes según cada cual. Por eso, si el machismo camina hacia su término, el feminismo no debería intentar establecerse como césar sucesorio, sino confirmar lo que la historia ha dejado escrito: que si detrás de cada gran hombre había una gran mujer, ahora debe haber una gran mujer junto a todo gran hombre, o al revés, como se prefiera, de modo que se alejen tanto las misoginias como las androfobias y no se precisen ningún otro Espartaco ni otra Nora Ibsen.
Que la relación de mujeres determinantes de la historia sea mínima frente a la de los hombres es una consecuencia lógica de la relegación sufrida por la mujer. Pero por muy ligeramente que revisemos el pasado, enseguida encontramos nombres femeninos tan notables como los masculinos, lo que demuestra que la cantidad no es cuestión de capacidad, sino de postergación.
La primera gran novela de la historia fue escrita por una mujer, y también la segunda: Murasaki Shikibu y Sei Shonagon; ellas rubricaron una fórmula que los hombres han seguido. Este hecho semioculto no debe avergonzar ni vanagloriar a nadie. Safo es una de las más antiguas, y vigentes, poetas. Los nombres de las hermanas Bronte, Emily Dickinson, George Eliot, Jane Austen, Virginia Wolf... no desmerecen junto a Balzac o Dickens. Y, si pasamos de la literatura a la pintura, ¿por qué no recordar a Mary Cassatt?; y si a la música, inmediatamente aparece Hildegard von Bilgen, o Clara Wieck -sacrificada, como fiel esposa de Robert Schumann, a difundir las obras de su marido-, que fue envidiada, como pianista, por el mismo Liszt, y admirada, como compositora, por el mismísimo Brahms.
Pues si dejamos el arte y acudimos a otras ciencias: Marie Curie revolucionó la física hace un siglo, al descubrir el radio. Y tan fervientes estadistas fueron Cleopatra y Catalina la Grande como Julio César o Napoleón.
No estoy haciendo una nómina, ni siquiera un esbozo, sino mostrando que la intolerancia ha sido -y no debe seguir siendo- la gran encubridora de la verdad, y la fatal humilladora del ser humano. Que «los otros» -mujer, hombre, vecino, extranjero, creyente, incrédulo, blanco, azul...- tienen la misma dignidad que nosotros. Y que solo la pierde quien se la niega o quita a los demás.
Vermeer: Mujer escribiendo
miércoles, 30 de mayo de 2012
Inspiración y jibarización (Teselas (XX):
Bilioteca Virtual Cervantes
A 1.- "Yo escribo sin saber lo que voy a decir, y luego soy esclavo de lo que he escrito".
A 2.- "Cuando escribo traduzco desde un lenguaje que no conozco a otro que también desconozco".
Stanley Myers: Cavatina
B.- Me parecen bien esas autocitas como explicación de lo que escribiste. Pero no justifican una poética.
A 2.- "Cuando escribo traduzco desde un lenguaje que no conozco a otro que también desconozco".
B.- Me parecen bien esas autocitas como explicación de lo que escribiste. Pero no justifican una poética.
Al principio la pluma se pierde entre sus búsquedas, sobre todo cuando el que la esgrime se ha perdido en el laberinto de su vida. Después, el vómito confesional y experimental se torna menor desbocamiento.
Si el artista, además de nacer, se hace es porque deshace y rehace continuamente su obra.
Todo autor debería ir jibarizando su escritura conforme avanza esta, hasta bruñir lo medular. Tal vez no acierte en algunas apreciaciones; pero la acumulación siempre contiene más errores. Su divisa debiera ser: el autoplagio trascendido como reformulación condensadora e intensificatoria de lo ya escrito: la fuga de la compilación.
Stanley Myers / The Shadows: Cavatina
martes, 29 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
La pesadilla de Isak
Bergman: Fresas silvestres
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Si la muerte cupiese en un poema... (Poemas comentados, VI)
Audiopoemas: La fuente en la ceniza
La
fuente en la ceniza
Amo el temblor
rosado de tu boca
y el crepúsculo
azul de tu mirada.
Amo la luz carnal
que te ilumina
cuando te arrojas
como un puma alegre
sobre mi cuerpo
ansioso de tu cuerpo.
Amo el sudor de
miel que nos lubrica
y la erosión constante
de la piel.
Amo tu desenfreno y
mi arrebato
cuando, tendida, te
abres como un libro
y esplendes como un
saurio.
Amo tu lasitud y mi
abandono
tras el fulgor
robado a las estrellas.
Amo la ardiente
búsqueda infinita
que late en
nuestros sexos.
Si la muerte cupiese en un poema... (Poemas comentados, VI)
Rachmaninov: La isla de los
muertos
Cuando sentimos que el
mundo es un lugar oscuro y solitario, y la vida una desesperanza con la que
cargamos como un fardo que no sabemos dónde descargar, ¿quién no necesita unas
palabras en las que apoyarse y de las que sorber algún consuelo, comprensión, reposo?
El hombre ha caminado tanto por la senda de la humanidad, ha conocido tantas alegrías y tristezas, que le ha puesto voz a casi todos los sentimientos y conclusiones de sus silogismos.
El hombre ha caminado tanto por la senda de la humanidad, ha conocido tantas alegrías y tristezas, que le ha puesto voz a casi todos los sentimientos y conclusiones de sus silogismos.
Es terrible ser
consciente de que nuestro cuerpo va descomponiéndose mientras respiramos,
mientras nos sentimos más vivos: que nuestras células se pudren como la madera
de un navío en cada singladura.
En los momentos de tiniebla no estorbará tomar la mano amiga que tira de nosotros hacia afuera de la ciénaga y que un día escribió:
En los momentos de tiniebla no estorbará tomar la mano amiga que tira de nosotros hacia afuera de la ciénaga y que un día escribió:
LO
FATAL
Dichoso
el árbol que es apenas sensitivo,
y
más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues
no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni
mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser
y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y
el temor de haber sido y un futuro terror...
Y
el espanto seguro de estar mañana muerto,
y
sufrir por la vida y por la sombra y por
lo
que no conocemos y apenas sospechamos,
y
la carne que tienta con sus frescos racimos,
y
la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y
no saber adónde vamos,
ni
de dónde venimos!...
Rubén Darío
Rubén Darío
Perdidos en la selva
selvaggia, lanzados a la búsqueda de una cumbre sobre la que elevarnos
para que no nos asfixie el lodazal, miramos a nuestro alrededor y preguntamos
sin esperar respuesta:
¡Ah de la vida..!" ¿Nadie me responde?
¡Ah de la vida..!" ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
las Horas mi
locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la
salud y la edad se hayan huido.
Falta la vida, asiste lo
vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue, mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Quevedo
Es verdad que el estremecimiento
emocional de la lectura de ambos poemas no eleva el corazón a la esperanza:
pero la asunción del dolor y la pérdida como algo inherente a la condición
mortal, y el saber que otro ser humano la sufrió y supo decirlo, nos infunde
-por una extraña empatía o íntima solidaridad- cierta voluntad de superación y
reisiliencia. De tal modo que cuando leemos el siguiente poema va disminuyendo
el seísmo de la carne sacudida por el miedo: y nos invaden calma y lasitud:
EL VIAJE DEFINITIVO
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto con su verde
árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y
plácido;
y tocarán, como esta tarde están
tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y
encalado
mi espiritu errará, nostáljico.
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin
árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
JRJ
Aun así, nada nos
impide constatar el hecho inexorable de la muerte, su acoso paulatino, su
astucia pertinaz, su acechanza invisible y no por eso menos abrazada a nuestra
carne:
ESPERA SIEMPRE
La muerte espera siempre,
entre los años,
como un árbol secreto que
ensombrece,
de pronto, la blancura de un
sendero
y vamos caminando y nos sorprende.
Entonces, en la orilla de su
sombra,
un temblor misterioso nos
detiene:
miramos a lo alto y nuestros
ojos
brillan, como la luna,
extrañamente.
Y, como luna, entramos en la
noche
sin saber dónde vamos, y la
muerte
va creciendo en nosotros, sin
remedio,
con un dulce terror de fría
nieve.
La carne se deshace en la
tristeza
de la tierra sin luz que la
sostiene.
Sólo quedan los ojos que
preguntan
en la noche total y nunca
mueren.
José Luis Hidalgo
¿De qué manera consolar el corazón que se
sabe inconsolable? Ni Rubén, ni Quevedo, ni Juan Ramón,
ni Hidalgo...: nadie puede enterrar la muerte en un poema para librarse de
ella.
En mi última infancia adolescente mi indefensión optó por refugiarse en la soledad y en el silencio. Allí, sin dioses y sin hombres, desde un infierno que vislumbraba edenes, bajo una escalera de vecinos, fui descubriendo libros; y música y pintura. Sembré semilla y frutos en la pluma, sin determinación y como única trinchera, para poder decirme un día que no hay más destino que la voluntad; de allí manaron, tras muchos años y palabras frágiles, algunos textos consolatorios en los que la muerte sueña con defenderse de sí misma resucitándose en sonrisas:
En mi última infancia adolescente mi indefensión optó por refugiarse en la soledad y en el silencio. Allí, sin dioses y sin hombres, desde un infierno que vislumbraba edenes, bajo una escalera de vecinos, fui descubriendo libros; y música y pintura. Sembré semilla y frutos en la pluma, sin determinación y como única trinchera, para poder decirme un día que no hay más destino que la voluntad; de allí manaron, tras muchos años y palabras frágiles, algunos textos consolatorios en los que la muerte sueña con defenderse de sí misma resucitándose en sonrisas:
ONIRIA.COM
La soledad devasta. En ella, la tristeza
anida su dolor. Y la alegría
se convierte en fatal melancolía
que vuelve podredumbre la belleza.
El mundo se oscurece. Y cada día empieza
como una noche oculta.
Yo era joven.
Un día
ella murió; murieron mis anhelos; moría
la voluntad ―el sueño, la firmeza.
Fueron tiempos de furia y de desolación.
Cada instante era en mí como una despedida;
y cada amanecer, un sol amortajado.
He vuelto a sembrar luz sobre mi corazón.
Las semillas arraigan. Reflorece la vida.
La primavera invade mi corazón helado.
Semejante esperanza de superación hay en este poema de Antonio Moreno: en él, el trato conversacional y manriqueño con la muerte hace que
esta se suavice y nos permita reconocernos hijos del tiempo innumerable:
TIEMPO ATRÁS
Mi muerte, tiempo atrás, solía visitarme.
Al principio acudía sin respetar las horas.
Jamás consideraba ni el lugar ni el
momento.
Con brusca sacudida, lo mismo que al
soldado
al que privan de sueño para ir al combate,
venía algunas noches mostrándome su abismo.
Yo, mi vida, mis cosas, yo desaparecía
vertiginosamente, borraban mi existencia.
Y así es como quedaba hasta el amanecer,
igual que ese soldado que escucha los
silbidos
de las balas y marcha temblando a las
tinieblas.
Tratándola aprendí a escucharla con calma.
Vi que su soledad era igual que la mía,
que nada más buscaba un poco de amistad.
Comencé, pues, a hablarle sin temor, a
tratarla
con el mismo cuidado con que se guía a un
ciego;
le describía todo aquello que estimaba,
los juegos de los niños, el brillo de las
tejas,
la variedad del mundo reunido en los
mercados,
los horizontes anchos y nuevos de
noviembre,
la danza de la luz invernal en las olas,
y también las mil formas en que se halla el
silencio.
Cuánta dicha: sin darme cuenta, perdía así
de vista a aquel soldado que avanza por la
noche.
Aquel yo, aquel soldado y hasta mi propia
muerte
-que ya no me visita- han desaparecido.
Toco mi eternidad en la vida que pasa.
Antonio Moreno
Ese es el consuelo que
nos da la pluma: cómo el arte mitiga la existencia: antes de mí, después de mí,
todos murieron de la misma muerte, y todos morirán del mismo modo: abrazándose
irremediablemente al principio de supervivencia. Constatando que la fiel
Naturaleza se contradice a sí misma. Aceptando "que la muerte es el
fin que hay en todo principio". Diciendo: qué sinrazón, morir. Pero
envainada su tragedia: no sin haber amado mucho la vida que nos lleva hacia la
muerte.
domingo, 27 de mayo de 2012
Aventuras poéticas (IV): Presencias aucanas
SEDE
UNIVERSITARIA DE ALICANTE (Sala Miguel Hernández)
Av.
Ramón y Cajal, 4 -Alicante-
Día
28 de Mayo 2012,
a las 20,15 horas
Antonio
Zapata pres entará el Poemario
Cuaderno de ahora mismo, de
Francisco Alonso Ruiz Pérez
Rafaela
Lillo pres entará el Poemario Venecia, Amada mía, de
Mercedes R.
Gª-Olías.
MACRONOVELAS: Historia de Novelandio, también intitulada La estangurria de la pluma, dividida en 400 episodios, 1001 capítulos y 700 personajes nacidos del incesto de clásicos y frívolos, narratarios y poetisos, coprotagonizadamente por Pentapolín el del arremangado brazo izquierdo, tuerto del otro y manco del pie diestro a pesar de su ojo siniestro, coetáneo facial de Garcilaso el de la Verga Baja, pobriño, que por eso la Isabel lo abandonó oh la más de las tristes triste, mientras el otrora consumatus fue canonizado Papa de la agreste simetría, dolorífero y ético, Dios de la Tercera Galaxia Autonomista antes y después del Sarto quinto espacio intercostal para sazón y deleite de aquel que lo leyere o lo escuchare dinosauriamente opus in morte en edición aún no agotada porque no cabe más título... cuánto aprecio tu lectura, tu comprensión y tu ...
(Texto íntegro traducido del esperanto. Versión impropia):
Érase una mujer tan cuerda que se ahorcó con ella.
(No le valieron quintaesencias ni fárragos).
Andrea del Sarto: Mujer con libro
Cage: 4`33 (Versión piano)
Cage: 4`33 (Versión orquesta)
Cage: 4`33 (Versión coro)
sábado, 26 de mayo de 2012
Un poema de Alberto Chessa (Antología, LXXVII)
Haendel: Sarabande
LA MIRADA DE ULISES
Te contaré mi viaje:
Un momento que asume los momentos,
Que resume en su trémolo lo que fue y bien será,
Porque en la piel se estarce el sudor del mañana
Pero también mañana es un viaje al ayer.
La mirada se pega al cristal de la máquina
Cuando cruzamos las fronteras,
Donde nadie es de aquí, y en cuanto se pronuncia
(Aquí) deviene un nombre propio que a nada nombra.
Hay que andar hacia el otro, traspasarlo,
Para alcanzarnos a nosotros mismos:
La primera mirada sólo existe
En tanto que se busca, mientras sigue
Aún sin revelar. In my end is my beginning.
Y por eso eres tú la misma y otra
En todas las mujeres que jalonan mi errancia,
Hablándome en mi propio idioma o en lenguas
Que desconozco pero sé qué dicen:
Lloro porque no puedo amarte, y porque
La Historia a veces es no más que un baile,
Lenin guillotinado, como todos los dioses,
En el vals del Danubio.
Parece que se fuera a levantar
El telón en cualquier instante,
Que lograremos resolver al fin
El jeroglífico de balas
Y morteros que ensucia el mar en cada hora.
La niebla es una fiesta, algunos muertos
Escampan en la niebla. Ya es la hora.
¿Cuánto ha durado el viaje? ¿Un día? ¿Treinta años?
¿Cuántas décadas hay entre el martes y el miércoles?
Es hacia dentro donde la mirada
Palpa las cosas, reconoce,
Como manos de ciego. Donde el viaje
No empieza ni termina. Donde el verso extravaga.
Donde la luz es otra
© Alberto Chessa
Chagall: Penélope y Ulises
viernes, 25 de mayo de 2012
Los clásicos se indignan con los frívolos... (Disquisiciones, XVII)
Los clásicos se indignan con los frívolos,
mentidos robadores de lecturas,
garzones de Ida, pero no de vuelta.
Libros recibidos (VI): Francisco Javier Díez de Revenga
Lope / Toldrá / Montiel: Madre, unos ojuelos vi...
En estos siglos de siglas complacientes con lo efímero, lo banal y alienante, es grato constatar que todavía hay quienes tratan de acercar los poemas esenciales al lector, acosado por bulímicos libros y acostumbrado a lecturas anoréxicas. Más jubiloso resulta el hecho si quienes así se comprometen muestran un cabal conocimiento de la Literatura, y su profesión es la docencia, y no solo saben sino que saben enseñar lo que saben -que es lo difícil-.
Esto es lo que se deduce de "Didáctica del texto literario", de Francisco Javier Díez de Revenga, libro concebido desde las aulas y a ellas dirigido, y válido para cualquier lector que quiera apreciar algo más que palabras hacinadas por la pluma. Bien es verdad -me temo- que la conquista de la educación y la cultura social es una empresa perdida hace ya mucho tiempo: como en el Bradbury de Fahrenheit 451, los amantes de cualquier tipo de escritura digna de ser legada verán pronto reducida su biblioteca al deseo de tenerla. (Pulsar >> Estupidizarnos, inteligenciarnos.)
En este volumen se nos aproxima a poemas del Siglo de Oro y del XX, más un cuento, uniendo en el comentario académico precisa erudición y amenidad. Lo necesario para descubrir los tesoros de un texto. Pienso, no por azar, que toda antología -también las de la modernidad- debería justificar, además de su criterio selectivo, cada poema con un breve comentario razonador del porqué de la inclusión: para que el lector reconozca sus virtudes y no acepte sin más la gratuidad como estética. Además: haría ver la invisibilidad del "no sé qué que queda balbuciendo" que hay en toda palabra bien tallada.
Garcilaso, Lope, Hojeda, Rioja, Carrillo, E. M. de Villegas, Polo de Medina, Solís Ribadeneyra, V. Medina, A. Machado, P. Salinas, J. Guillén, G. Diego, V. Aleixandre, García Lorca, Carmen Conde, M. Hernández, Sánchez Rosillo y Alemán Sainz.
Lástima que las erratas den coces a los ojos.
Garcilaso, Lope, Hojeda, Rioja, Carrillo, E. M. de Villegas, Polo de Medina, Solís Ribadeneyra, V. Medina, A. Machado, P. Salinas, J. Guillén, G. Diego, V. Aleixandre, García Lorca, Carmen Conde, M. Hernández, Sánchez Rosillo y Alemán Sainz.
Lástima que las erratas den coces a los ojos.
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