Visitas

Seguidores

sábado, 30 de noviembre de 2024

El abrazo dormido.


Wagner / Rimbaud

Mientras miraba el cielo, allí donde duermen las estrellas como grandes lirios de nieve blanca y pálida, recordó el diálogo inacabado:

- Temía enamorarme de ti. Por eso me alejé: para intentar matar mis sentimientos.
- ¿Temías sufrir por amar? ¿Y qué hay de mi sufrimiento al sentir que no me amabas?
- Sí te amaba. Pero tú y yo no teníamos nada en común, excepto que nos amábamos. Cuando se consumase ese espejismo seríamos dos extraños. Verías todo cuanto nos separa. Y me abandonarías.
- Preferiste no gozar el amor por si sufrías el desamor.
- Solo intenté prevenir. 
- Eres un cobarde.
- ...

171219

Antonio Gracia - Biografía - Manuela García

 

Biografía 

1

Ahora que tienes los mismos años que la muerte,

ahora que sabes sin incertidumbre

que eres sólo la piel de tu esqueleto

y que eres un proyecto de cadáver,

mira tu juventud amurallada

entre besos y versos que iban a eternizarte

a través del amor y las palabras.

Mira cómo las sílabas marchitan,

las bocas enmudecen

y tú mueres.


2

Mira hacia atrás ahora: no has vivido

creyéndote inmortal, considerando

que el tiempo era tu herencia y que tú eras

capaz de convertirlo en una estatua 

con tu nombre indeleble. Pero mira: 

cae

toda tu metalírica

al abismo.

 

3

Quieres serpentear por el poema

buscando tu existencia inútilmente,

arrastrarte y gritar como un sollozo

hallando el calcañar que lo agonice.

Y es tiempo de morir:

clava en tu frente

el suicidio que fuiste, deja al viento

esparcir tu memoria en esa página

blanca como la nada donde siempre

has leído tu nombre verdadero:

nadie.


4

Aparta ya la mano de este códice

profanado por ti y a ti 

no destinado:

ahora

que descubres tu rostro en tu osamenta

surgiendo ante el espejo como un féretro,

sujetando la máscara de carne

con que ocultas el hueso, mira

cómo emerge del hombre su cadáver

y muere,

definitivamente muere

tú —yo—

que nos creímos inmortales.



viernes, 29 de noviembre de 2024

Si yo fuera un poeta

 

Pachelbel: Canon (reducción al clavecín)

                    Si yo fuera un poeta
                    de la estirpe de Dante o de Petrarca,
                    y pudieras creerme, te diría:
                    Para mí son más bellas tus palabras
                    que todo el universo constelado,
                    y prefiero tu risa
                    al cascabel que irradian las estrellas.
                    No hay más materia que la de tu cuerpo
                    ni más alma que la de nuestro amor.
                    Ni siquiera los dioses
                    tuvieron tanta dicha.
                    Soy la felicidad cuando me abrazas.

jueves, 28 de noviembre de 2024

La cathédrale engloutie

Debussy: La catedral sumergida

El primer beso siempre dice te amo
(Fantasía nolitiana)

Dormida está mi amor. Su corazón
gorjea junto al mío. 
Por el brocal de la ventana entra,
a pesar de las sedas y las sombras,
la luz del alba, y muestra gentilmente
su desnuda y hermosa geometría,
la cadenciosa forma de su cuerpo,
su bien tallado rostro.
La noche se despierta cuando abre 
sus ojos esplendentes. 
Miro hacia afuera y veo la montaña
coronada por el tapiz del cielo.
La brisa ondea sobre el lecho dulce
los perfumes rosados y la música 
de la vida, el susurro del riachuelo
y un pájaro cantor que es el heraldo
del primer beso con el que le digo 
"te amo".

miércoles, 27 de noviembre de 2024

La razón suicida (Actualidad de La Celestina, III)

Wagner: Tristán e Isolda
3. La razón suicida.- 

Ahora bien: Esa energía erótica es susceptible de convertirse en el único motor de la existencia. Por eso se prefiere morir cuando la vida, falta de tal energía, carece de sentido: quien cifra en su amado -o amada- la motivación o razón de su existencia no siente deseos de vivir al morir esa causa. La vida se alimenta de ansia de vida y cuando esta desaparece el espíritu se ensimisma y el corazón es un lugar oscuro y solitario que termina por convertirse en un calabozo en el que la mente se tortura y del que necesita salir por la única puerta que se le abre: el desanhelo, la insensibilidad, la liberación del sufrimiento, la nadificación: he aquí la razón del suicidio de Melibea -y por la que mueren Isabel en “Los amantes de Teruel” o “Macías”, o Werther, o Isolda en la ópera de Wagner, y tantos otros héroes literarios. Esa razón queda explícita en el verso de Garcilaso: Que no hay sin ti el vivir para qué sea (Égloga I), palimpsesto de la afirmación de Melibea ante la muerte de Calisto: Muerta llevan mi alegría. No es tiempo de yo vivir (XIX). Melibea convierte cartesianamente a Calixto en su “cogito ergo sum”, su “amo, luego existo” o “existo porque amo”; por eso, como digo, cuando muere el objeto de su amor, no teniendo razón para existir sino para sufrir, busca en la muerte la calma que no tiene: “no existes, luego mi amor es una espada”. El suicidio como última voluntad de autodeterminación y como un desprecio hacia la incompetencia de un Dios que no ha sabido o querido crear la obra perfecta o armoniosa.

           Melibea se comporta como cualquier mujer u hombre auténticos de cualquier tiempo. Sufre la opresión, desea la libertad y cuanto significa esta y le ofrece. Siente el amor como una imperiosa e ineludible necesidad para que la existencia le sonría. Pasa del rechazo del sexo como pecado a la persecución del placer como felicidad. Y cuando esta desaparece, la muerte es para ella lo que el siquiatra para el hombre actual: una defensa contra el sufrimiento. Cuando Melibea, en el acto X, conoce la causa de su enfermedad y que esta solo puede sanarse con la medicina que todos condenan aunque con ella se curen -el sexo; Quevedo: “enfermedad que crece si es curada”-, su mente orbita entre el sueño y la realidad, la pureza de los sentimientos y la necesidad de saciarse con las emociones. Se desmaya sintiendo medievalmente, con la represión castrando y sublimando su naturaleza, y se despierta pensando y actuando renacentistamente. Esa es su actualidad, ya lo he dicho: la concepción de la libertad expresiva del cuerpo como rostro de los sentimientos y las pasiones. El despertar de Melibea supone el triunfo de la vida sobre la prevaricación de la existencia. El último significado de La Celestina, como luego el de Romeo y Julieta, es el del triunfo del amor y el fracaso de los amantes: porque Rojas era sin duda un idealista que soñaba desde la realidad. La Celestina importa porque nos muestra unos amoríos en un mundo esquizoide de la naturalidad. Pero es importante porque expone el romance imposible entre dos filosofías, la medieval y la renacentista, la vieja y la moderna; es decir: la antigua Grecia. Calixto es la EM, el cristianismo acérrimo y la visión intolerante. Melibea es el Renacimiento, y aunque muera porque el amor no entiende de filosofías, vence porque representa el triunfo de la libertad, el mundo pagano aleteante siempre y casi siempre postergado. Pero hay más: la exégesis que se hace de esa placentera sexualidad, lujuriosa o enamorada, viene a ser, además de un carpe diem, la más clara negación de la tremenda concepción vigente de que el mundo es “un valle de lágrimas”, y su suicidio razonado -el suicidio de la razón, buscadora de argumentos para seguir viviendo- un esputo contra Dios. Con lo que puedo deducir que La Celestina es una obra revolucionaria en lo que atañe más profundamente al hombre: su verdadera identidad.

         Y esta es su actualidad.  Porque una obra es actual, aunque se haya escrito hace mil años, cuando su lectura reitera en cada lector las emociones, sentimientos y comportamientos esenciales y constantes en el  hombre. Si Trotaconventos la prefigura, solo es un esbozo de un oficio, no de un carácter; no así el Ama de Julieta, La lozana andaluza, las alcahuetas de “El caballero de Olmedo”, D. Juan Tenorio... Las obras que importan no son reliquias, sino pervivencias; no anquilosamientos, sino trascendencias. De su vigente actualidad, de que sus contenidos esenciales, al margen de lo que le importa a los críticos y otros entusiastas del cascarón del huevo y no de la sustancia y su meollo, dan buena fe la presencia en autores actuales, de los que citaré tan solo a dos alicantinos. Miguel Hernández quedó tan impresionado por su lectura que escribió un esbozo celestinesco, además del poema “Vecino de la muerte” (vecina de la muerte -IV-). Y Carlos Sahagún repite el llanto de Pleberio en un poema. 

2413

martes, 26 de noviembre de 2024

La estrategia del enamoramiento (Actualidad de La Celestina, II)

Tema de Romeo y Julieta

2.-  La estrategia del enamoramiento.- 

En medio de esa sexocracia clandestina, Celestina se sirve de la lujuria y el dinero para “conquistar” a los criados, y del carpe diem para enamorar a Melibea: la vituperación de la vejez y el enaltecimiento de la hermosura y juventud, tanto suyo como de Calisto, o sea: lo que debe sufrirse y lo que puede gozarse. Quienes consideran que el amor apasionado de Melibea solo es inteligible y aceptable como consecuencia de las artes mágicas de Celestina desconocen el alma humana y el arrebato en que se constituye y es el amor. El estallido que se produce en el corazón les parece tan excesivo e increíble -tal vez es que nunca lo sintieron o, como la propia Melibea antes de tratar con Celestina, se prohíben sentirlo- que necesitan la coartada de la hechicería y los filtros amorosos -como en “Tristán e Isolda”- para darle crédito. Pero recurriendo a la magia matan la grandeza de lo que admiran: la humanidad de un mundo de pasiones en el que naufragan, por su misma dimensión incontrolable y anhelante, Melibea, Calixto, Celestina y todos los demás que han probado su incendio. Pero no es que la magia haga posible el amor, sino que la fuerza del amor ha descotidianizado la naturaleza efímera y superficial haciendo emerger su vigor latente sujeto a leyes sin normas: magia. Amar como Melibea no es artificio ni hechicería, sino condición humana. La atracción pasional amorososexual de Calixto y Melibea es real y no recurso literario porque el amor-sexo es ley de naturaleza, y así lo sabía el Arcipreste cuando escribe: Como dice Aristóteles y es cosa verdadera, / el mundo por dos cosas trabaja, la primera / por aver mantenencia; y la segunda era / por aver juntamiento con hembra placentera; y así lo sabe Rojas cuando dice Celestina: Dos conclusiones son verdaderas: la primera, que es forzoso el hombre amar a la mujer y la mujer al hombre ... (I).

         Melibea es un personaje nacido de la concepción del mundo como una Arcadia, como la Edad de Oro de la que habla Don Quijote a los cabreros, colocada en medio de dos prostíbulos -el de las prostitutas y el de los “hombres de bien”-, y que, tras el conocimiento del amor tal como la sociedad lo ha tergiversado, acaba aceptando que el mundo y sus teoremas son nada más que un comercio. Melibea es un personaje humano porque se debate entre la pasión y la reflexión y actúa una vez que ha resuelto el conflicto entre animalidad y racionalidad, decidiéndose a vivir sexualmente su amor a pesar de las convenciones sociales represoras y procurando no airear su repulsa de las mismas. Finge porque la vida se lo exige, no porque tenga el fingimiento como profesión o personalidad, como le ocurre a los demás. (Así puede constatarse cuando, llevando las riendas de la consciencia, utiliza a Celestina para llegar hasta Calixto, aunque, demorándose en melindres y arrumacos sobre la ropa, deje creer a este que es él quien decide: Señora, quien quiere comer el ave, primero le quita las plumas (XIX).

         Si hay un personaje que evoluciona sicológicamente, ese es Melibea: desde la primera escena maldice de Calixto porque le propone el “ilícito amor” -el sexo-; luego, llevada por la estrategia de la alcahueta, tanto como por su impulso pasional, va adquiriendo conciencia de su propia sensualidad, concierta una cita secreta con Celestina (IV) y logra, mediante un acto de voluntad, engañar a su madre (IV, X), vencer su temor a perder la honestidad (X) y entregarse a la amorosa lujuria -o la lascivia enamorada- del encuentro con su amante (XIV). La “honra” -la imposición social- deja paso, tras el desmayo que sigue al conocimiento de que su enfermedad se llama amor y su medicina Calisto, a la libertad natural: al lamento del principio del acto X -esencial para la comprensión de la obra y contenedor del tránsito melibeico y renacentista- de que la mujer no puede proclamar sus ansias se sucede el canto del choque de los cuerpos como expresión de una nueva concepción de la existencia donde no rigen Dios ni las cohortes eclesiásticas sino el individuo: el antropocentrismo vencedor del teocentrismo. Y eso a pesar de que el trágico final (el “unhappy end” ineludible en los hijos del imperio eclesiástico) anota que la realidad continuaba contrariando la necesidad de cambiarla. Rojas nos enseña ya que la sociedad puede más que el individuo, cosa que Cervantes llevará a su extremo (mientras “la picaresca” muestra que hay que burlarse de ella para sobrevivir).
Leer

lunes, 25 de noviembre de 2024

Desmayóse Melibea (Actualidad de La Celestina, I)


Remozamiento gregoriano: Tristán e Isolda

1.- Desmayóse Melibea.

Escribió Poe en su “Método de composición”, tratando de justificar su poema “El cuervo”, que el tema más universal es el amor, y que si a este se le añaden belleza, juventud y muerte tendremos la obra inolvidable. Pues bien: la sabia conjugación de esos ingredientes, casi cuatro siglos antes, es “La celestina”. Nada nuevo afirmo si digo que “La Celestina” trata del amor, la lujuria y la represión; es decir: del enfrentamiento entre el individuo y la sociedad; o sea: de la libertad íntima o su carencia. Y esta es la actualidad de una de las obras de mayor singularidad y trascendencia: pocas obras hay en nuestra literatura tan peculiares como ella y muchas que han continuado su visión de la sociedad y del amor.

          “La Celestina” es una obra de carácter libre, sin mojones o límites genéricos, escrita por un espíritu libre ajeno a las ortodoxias y convencionalismos, aunque resueltamente literaturizado y, por lo mismo, siempre preso de las normas literarias de su tiempo, escribiese con ellas o contra ellas y subordinándolo todo a la libertad expresiva en cuanto que la retórica y sus leyes no amordazarían el contenido de su palabra. Si pretendió o no moralizar es anecdótico, porque lo que consiguió fue mostrar su concepción de la existencia. Su iconografía sicológica y sociológica, cuando estas materias aún no existían como ciencias: esa es otra faceta de su importancia. Conocemos un mundo no a través de un ensayo o una exposición teórica, sino a través de unos personajes que viven en el tiempo, que cambian con él, que alteran su carácter como consecuencia de sus conductas y las de los demás, que reflejan una mentalidad, una sociedad, la vida tal como es fuera de los libros y convertida en libro. La verdad es que la tragedia de Calisto y Melibea, de Celestina y los criados, de Pleberio y cuantos caen abatidos por sus vidas, consiste en que las viven insensatamente, de tal modo que siendo la pasión el motivo de sus comportamientos es la insensatez la que define su personalidad: ninguno muestra la prudencia imprescindible para conseguir lo que necesita, sino la astucia o la picaresca para burlar a quienes se lo impedirían. Calisto es un cretino lujurioso que se embauca a sí mismo llamándose enamorado. Melibea, aunque más juiciosa y consciente de lo que anhela y arriesga, se demora en reconocerle el sexo al amor que la convulsiona. Celestina es una prefroidiana que no acaba de autosicoanalizarse. Los criados crían malvas profetizando su muerte. Pleberio se acuerda de santa Bárbara cuando truena. Rojas vomitó su indigestión medieval.


        La Celestina muestra un mundo regido por la sexocracia, como el antiguo y el moderno y como no puede ser de otra manera si se quiere ser fiel a la realidad de la naturaleza humana cuando es reprimida su sustancia y su impulsoTodos los personajes viven ávidos de vivencias eróticas, carnales, sexuales, tanto los nobles como los plebeyos. Melibea y Calisto ansían satisfacer su sensualidad, aunque aparezca a veces disfrazada o vestida de honestidad o platonismo. Y los criados, más cerca de la tierra, no se andan con remilgos para expresar su anhelo de lujurias. Quienes hayan constatado, como Hita el realista y Dante el sublimador, que tras el hambre es el apetito carnal el motor que mueve el mundo, no disentirán ni dirán que exagero cuando afirmo que toda la obra es un combate sexual atrincherado a veces en escondites que la sociedad ha pergeñado como un rincón al que se arrojan las lóbregas pasiones. Y como humana pasión, no se descarta en ella el alambique del amor cortés ni las interesadas astucias con las que se logra la carnalidad. A la crudeza de esta, que abrirá puertas hacia la “Lozana andaluza” y otros derivados, pondrá peros Cervantes cuando califica la obra de “libro a mi entender divino / si encubriera más lo humano”. El petrarquismo de aquel será desarrollado por Garcilaso, Quevedo y tantos poetas áureos.

Amanecer (Murnau)

 Si Nosferatu es la Sinfonía del horror, Amanecer es una sinfonía lírica.



Completa


domingo, 24 de noviembre de 2024

Todos los nombres llevan a tu nombre.



Todos los nombres llevan a tu nombre,
pues eres para mí todas las cosas,
y, si te abrazo, abrazo el universo.
Si llueve, llueves tú sobre mi vida,
y si amanece el sol, en ti amanezco.
Qué alegría encontrarte en una rosa,
en el vuelo del pájaro, una esquirla 
de cielo, en la mañana y en la tarde,
allí donde mis ojos perseveran 
y donde el corazón siente la vida,
la música del agua, los sonidos
de la Naturaleza, el cascabel
del cosmos y la luz del alma. Nada
existe que no nombre el nombre tuyo,
la transparencia en la que el sortilegio
de la existencia hizo de ti su causa.

241222

sábado, 23 de noviembre de 2024

En el aula causal



- Profesor: ¿Por qué y para qué estudiar, por qué es mejor aprender que ignorar?,  preguntáis ... Esta es mi respuesta: 
El ser humano es el animal que más tiempo biológico necesita para independizarse de su madre, para desarrollarse en cuerpo y mente, para adquirir un criterio propio y poder decir "este soy yo": necesita nada menos que unos 200 meses. Pensemos lo que eso significa  para nuestra vida: 20 años para convertirnos en auténticos adultos; 20 ó 25 para construir y afianzar una vida fértil y agradable; otros 20 ó 25 para mejorar,  gozar y nostalgiar los frutos cosechados durante los años anteriores. En resumen, siete décadas, por ejemplo. 

- Diana: Ahora se vive más y mejor...

- Profesor: Precisemos, Diana: ahora cumplimos más años y disfrutamos de mejor salud. Lo del bienestar lo dejamos para otro día. Y continuemos -silogísticamente, deductivamente, como siempre-: no viviríamos el último tramo si no estuviésemos vivos durante el segundo, y ...

- ...que no somos niños, profe... -interrumpe Diana, olvidando que debe levantar la mano para intervenir-.

- Profesor: ... y no viviremos bien el segundo tramo -ni el tercero- si durante el primero no hemos plantado todas las buenas semillas que fructifican después... Sandra, ¿qué es inevitable deducir de esto?

Sandra: Que el primer tramo es el más importante, o el determinante del resto de la escalera. 

- Y tú, Pablo, ¿qué harías si fueras a construir una casa, o una escalera?

-  Pablo: Reforzaría los cimientos y aseguraría el primer escalón ...

- Profesor: Bien... Dejemos las parábolasy vengamos a la vida: confieso que durante muchos años he dicho -acogiéndome a la cita de Diego Torres- que "cuando quiero viajar leo un buen libro", porque cada libro es un viaje a la vida de un hombre. Pero, aunque hay que leer, la vida es más que la palabra. Por tanto, hay que vivir sin malvivir... Imaginemos ahora que todos vais a hacer un gran viaje. ¿Quién se quedará en el hotel, tumbado "a la bartola", en vez de salir para traer los ojos llenos de imágenes, los oídos llenos de músicas, la mente plena de experiencias con las que cultivar recuerdos y plantar proyectos? 

- María: ...Me apunto ya a ese viaje. ¿Cuándo salimos...?

- Profesor: Pues ahí tenéis la respuesta a vuestra pregunta inicial. La vida es el gran viaje. Y aunque sea un viaje no solicitado, la vida nos ofrece todo lo que un itinerario infinito nos puede otorgar. ¿No sería de necios permanecer "a la bartola" mientras el viaje fluye, en vez de llenar las maletas de la existencia con cuantos frutos y semillas encontramos, con paisajes -y libros-, realidades y sueños, conocimientos, en fin? ¿Quién ha dicho que vivir, divertirse y aprender son enemigos? Simplemente hay que saber compaginarlos.
    Creo que nadie tiene derecho a malgastar la única energía racional dotada con voluntad propia y fértil. Quien lo hiciese sería esclavo de la vagancia, la inutilidad y el desprecio por lo desconocido. ¿Cómo despreciar ni lo más nimio de lo desconocido, si la Historia es una sucesión de descubrimientos? La vida es un misterio que hay que descubrir. Hay misterios que defraudan y otros que son tesoros. ¿Quién no quiere ser rico en experiencias que enriquezcan su vida? 
    ¿Quién rechazará la mejor compañía? Pues la vida no es solo un viaje, sino nuestra mejor compañera de viaje y, a la vez, nuestro único camino. En ella están la sed y el agua.  Cuanto más y mejor la caminéis, mejor aprenderéis a andar y almacenar estrategias para más adelante. Y este es el momento de llenar la cantimplora y las alforjas. Solo así es posible desmentir la conocida frase de M. Heredia: "Nos pasamos media vida queriendo acertar, y la otra media lamentando nuestros errores".

15213

viernes, 22 de noviembre de 2024

Origen

Schubert: Adagio D, 956

Origen


Déjame que te llame con el nombre
de la rosa y el mar, la estrella, el vértigo,
la alegría y la luz, aunque no hay agua
ni tierra que no lleve el nombre tuyo.

Todo en el mundo me recuerda a ti
y eres la imagen de cuanto deseo.
No necesito más que tu presencia
para sentir la dicha del instante.

Los pájaros anidan en tus ojos,
rosas rojas crepitan en tus labios
y la música danza en tu sonrisa.

Desde que te conozco eres el dios
que rige mi existencia. Eres el nombre:
el nombre conseguido de los nombres. 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Necesidad social del arte.


Eisenstein: Escalinata de Odesa

          Si alguien duda sobre el poder del arte y la palabra no tiene más que hacerse estas preguntas: ¿Por qué aconsejaba Platón echar de la República a los poetas sino para evitar sus interferencias en la sociedad establecida y autosatisfecha? ¿Quiénes sino los visionarios poetas y pensadores -como Rousseau- predispusieron para la Revolución francesa y, por ella, para todas las siguientes, creadoras del mapa del mundo moderno? ¿Qué proclama sobre la libertad ha concienciado más que La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, Los fusilamientosde Goyael Guernica, de Picassola Escalinata de Odessa, de Eisenstein¿Qué campaña contra el hambre ha sensibilizado más que Los comedores de patatas, de Van Gogh? ¿Algún manifiesto feminista ha influido más que Casa de muñecas, de Ibsen¿Hay algún manual en el que aprendamos más sobre el amor que en DantePetrarca o el Wagner del Tristán? ¿Alguno que enseñe más sicología que las obras de Shakespeare o Dostoieski? ¿Qué enciclopedias sobre el cielo y la tierra son mejores que La divina comediaEl paraíso perdido o De la naturaleza? (Dante, Milton, Lucrecio). ¿Alguno muestra mejor la ilusión y el desengaño que El Quijote? ¿Quién no aprenderá sociología en BalzacDickens y la picaresca? ¿Alguna voluntad de poder alcanza tanto vigor como El anillo del nibelungo wagneriano? ¿Quién ha conseguido una solidaridad fraterna como la que exige el clamor universal de La Novena de Beethoven? ¿Dónde podremos ver el rostro sereno de la muerte mejor que en el Réquiem de Mozart?... 

Sin duda, cada hombre ha sido distinto tras esas obras, y ellas han influido tanto o más que el estallido de Hiroshima. Porque se han descubierto tierras, mares, planetas: pero nadie como el artista ha colonizado un continente tan imprescindible como el espíritu, sus luces, sombras y penumbras. Y es que el creador observa y refleja lo más perdurable e inherente del hombre: los sentimientos, única sustancia que nos unifica.


Si el arte transforma a la sociedad es porque cambia al individuo: porque necesitados como estamos de reconocernos en nuestra obra, nos vemos abocados a admitirnos incompletos en ella y a cambiarnos para mejorarnos. Modificamos nuestros escritos, pinturas o músicas hasta que su espejo nos devuelve una imagen que nos satisface o nos sosiega: la del otro que queremos ser, el “yo” que ansiábamos conseguir. Y este sosiego individual, expresado en los nuevos cuadros, pentagramas y poemas, es el que transforma la colectividad: no coyunturalmente, sino diacrónicamente. Por eso es cierto que en algún lugar de un libro -lienzo, partitura- hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia y armonizar el mundo en que vivimos. 
Leer

Retrato del artista

Soliloquio del artista

3623

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Á. L. Luján Atienza: Lejos de toda furia



LEJOS DE TODA FURIA
Antonio Gracia
Devenir

Antonio Gracia ha escrito, como viene siendo habitual en sus últimas entregas, un libro sereno, de gran intensidad lírica y de profunda meditación. El título, Lejos de toda furia, no solo da la pauta del tono por el que transcurre el poemario, sino que alude, creo yo, también a la renuncia del tan traído y llevado “furor poético”, o inspiración al modo romántico, desbordada y fantasiosa. La contención domina el libro, el afanoso trabajo del artesano del verso, la colocación exacta de todos los elementos poemáticos como si de la mano de un orfebre de la palabra se tratara, adelantando en cada línea una obra maestra, un universo completo. El resultado no es un brillo frío, sino que de esa maestría, como de la perfección de la estatua de Pigmalión, surge la vida y la emoción del poema. Los abundantes encabalgamientos del libro son el signo de que un río subterráneo y humano desborda el terso cauce del verso, que avanza calmo hasta romperse de no poder contener el ímpetu de la verdad o la belleza en forma de serena pasión, si vale el oxímoron.
          El libro es un paseo por un museo imaginario que a la vez devuelve al paseante al espectáculo interior de su existencia. Lo de dentro y lo de fuera se hallan fundidos en los versos de Antonio Gracia, como si se hubieran roto los marcos de las obras de arte, lo que las separa de la vida y del espectador. Así también, el poema hace estallar sus límites e incorpora al autor y al lector:

Siento el poder de esa certeza. Canto
dentro de mí y el himno reverbera
como una melodía inextinguible.
                                      (“Noche estrellada”)

La contemplación se hace meditación y ambas se redimen en vivencias. Leer los poemas de este libro va más allá del acto de interpretar un texto, es impregnarse y experimentar el propio existir como precario y a la vez pleno de sentido gracias al arte. La poesía aquí es la gran balanza del ser buscando el equilibrio entre lo contigente y lo absoluto, lo que hay en nosotros de prescindible y lo que nos hace necesarios. La obra de arte, como quería Schopenhauer, nos salva de la miseria de existir. De ahí que la primera parte del poemario se titule “Del arte redentor”.
          Antonio Gracia comparte con el pensador alemán una visión pesimista de la existencia, lo que hace que las formas de sublimación del dolor de vivir se conviertan en la única razón de sentido posible:

Mira el árbol tullido y centenario
cómo acepta la muerte:
es la clarividencia de la edad
la que nos hace ver que todo es nada.
Contempla la mañana, siente el día,
inúndate de luz. No desesperes.
Pronto vendrá el crepúsculo a salvarte.
                                        (“El huérfano senecto”)

El “crepúsculo” aquí es el descanso que supone la muerte, pero a la vez alude a una obra de arte de la naturaleza, con su fuerza plástica, sus colores, su apoteosis de luz. La poesía nos hace más conscientes de la fragilidad, pero en esa ampliación de la conciencia va también la posibilidad de gozar más los matices de estar en el mundo.
          No estamos, con todo, ante una simple prolongación del culturalismo que intermitentemente visita la poesía española o es visitado por ella. Lo interesante del proceso, tal y como lo presenta el autor, es que el trayecto va de la vida al arte para devolvernos un reflejo de nosotros mismos:

Naturalmente, mi escritura siempre ha tenido una fuerte apoyatura cultural, puesto que toda vida y todo arte son hijos de los libros y del arte, y solo en ellos podemos ser y redimirnos. Bien claro queda en “Informe pericial" y en “Hijos de Homero”, si bien en este los poemas fueron anteriores a los títulos y, por lo tanto, lo que parecen homenajes solo son confesionalismos disfrazados. Esto último (como en una trilogía impremeditada) ocurre en “Lejos de toda furia”, cuyas imágenes no han suscitado los poemas -salvo excepciones-, sino que se han buscado para ilustrarlos. Todo ello parece ser consecuencia de un inevitable y fragmentario autobiografismo síquico persiguiendo causas o excusas para expresarse.

          El amor es igualmente un espacio de salvación y de conocimiento. “De amore” lleva por título la segunda sección, pero se trata de un amor de nuevo pasado por el tamiz del arte. La belleza primigenia es aquí una fuerza que desborda la forma humana y solo alcanza plenitud cuando se representa en un modelo universal, llámese Gioconda, Dama de Elche (vieja conocida del autor), Desdémona. El platonismo de Antonio Gracia es evidente a este respecto, pero se trata de un platonismo a la manera de El banquete, que no olvida la sensualidad y que el gozo de amar lo bello abre una verdad no solo para el espíritu sino también para el cuerpo del amante. Soberbio el inicio del poema dedicado a la Santa Teresa de Bernini:

Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo,
sentí mi corazón tremular mis entrañas
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.

La tercera parte del libro acoge bajo el término musical de “Bagatelas” otra serie de retratos y reflexiones que nada tienen de menor, pero sí de misceláneo. La aparición de varios sonetos, de excelente factura, nos habla de una dinámica esencial de la poesía del autor, que como un busto de Jano mira por un lado a la tradición de la que parte y que ha asimilado, y por otro nos la devuelve renovada, jugueteada (si se me permite el neologismo), sorprendida de sí misma.
          Y como en el celebérrimo soneto de Góngora, se cierra Lejos de toda furia, con la imposición de las sombras, aunque en Antonio Gracia la ausencia de luz se convierte en una invitación al viaje interior que empezó, estoy convencido, no en este libro sino en los arranques de su ya larga carrera poética:

                                           Pienso
en este instante en el dolor callado
que se asoma a tus ojos.
                                           Cuando
el crepúsculo encienda el horizonte,
camina hacia tu alma y hallarás
dentro de ti la música del cosmos. 
                                                 (“Princesina”)

En este denso y exacto poemario el autor sigue fiel a la consigna de sus últimos tiempos de llegar al himno a través de la elegía, de hacer una celebración con los materiales de nuestra penuria vital. Como el Beethoven que retrata aquí en trance de componer su obra maestra, la novena sinfonía (“op. 125”), Antonio Gracia construye con la melancolía “pirámides de música”, de palabras elevadas al canto que penetran un cosmos que por muy agónico que parezca se explica y se justifica a la luz de su creación. Compartámosla.

                                      Ángel Luis Luján Atienza
                             Universidad de Castilla-La Mancha
Ir a

José Luis Zerón: Sobre "Lejos de toda furia"

Ekaterina Kucherova: Encuesta sobre blogs

Luis Bagué Quílez: Viaje a la semilla

Ana Belén Rodríguez de la Robla: HETERODOXIA Y AGONÍA EN EL POETA ANTONIO GRACIA (I, II, III, IV)

Ángel Luis Prieto de Paula: Reconstrucción de un diario

Ángel Luis Luján Atienza: "Devastaciones, sueños"

Ángel Luis Luján Atienza: Una lectura de Eros

Ángel Luis Luján Atienza: A. Gracia bajo el signo de Eros

José Luis Gómez Toré: Fragmentos de inmensidad

Irene Rodríguez Aseijas: Devastaciones, sueños

Dionisia García: Antonio Gracia. La muerte universal

Dionisia García: Palimpsesto

José Luis Zerón: La posesión de una pérdida

Carlos Alcorta: AÑOS DE GRACIA

Guillermo Carnero: Libro de los anhelos

JUAN COBOS WILKINS: Poesía como metamorfosis

Luis Bagué / Joaquín Juan: El mausoleo y los pájaros

Joaquín Juan: Gracia, inédito y conocido 

Luis Bagué Quílez: La muerte universal

Miguel Ángel Lama. PURA TURA: Gracias

Álvaro Valverde: Unos poemas de Antonio Gracia

Una aventura apócrifa

Quousque tanden abutere, loewistas, patientia nostra?

Vídeo: PREMIOS

Sobre el autor 

24922