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martes, 31 de marzo de 2020

"Todos para uno y uno para todos"

Verdi: Dies Irae

Mozart: Dies Irae

El Libro de Job

¿Quién no ha sentido que es injusto un mundo en el que nacemos con ansias de vivir  y morimos a pesar del instinto de supervivencia? ¿Y que el Artífice de ese mundo parece no amar a sus criaturas puesto que las somete al sufrimiento de saberse agónicos mortales? Sea un Primer Motor Inmóvil, un Big Bang del Universo o un Dios religioso, Esa Inteligencia Todopoderosa podía evitar tal sufrimiento, y no lo hizo.
     Esa es la gran tragedia de la Humanidad: saberse, a lo largo de la Historia, creada por un creador que abandona  su creación al sinsentido de una existencia que en nada se parece al "mejor de los mundos posibles", como Leibniz decía que era este mundo -y que halló su descreimiento en el "Cándido" de Voltaire-.
Pues bien: ya en la propia Biblia consta esa impiedad y acusación: el paciente Job pierde la paciencia y le pide explicaciones a su Dios: a ver cómo le justifica que siendo Job el mejor hombre entre los hombres sea torturado con las peores desgracias.
     Claro: ni Dios, por muy Jehová que fuese, tiene respuesta para tal diablura. Al contrario: como Verdugo, espera seguir siendo amado por Job -por cada hombre- como si se tratase de un simple síndrome de Estocolmo.
Tristemente, que este sea el mejor de los mundos posibles significa que cualquier otro sería peor, lo cual constataría la ley de Murphy, la de que "si algo puede empeorar, empeorará". 
     En fin: no es raro que existan mil elegías por cada himno.
     Tras mucho pasar por aquellas, yo he querido contribuir a estos: a ver si mi existencia se contagia de mi pluma. Pero no: la vida no tiene sentido.
     ¿O le damos sentido entre todos, luchando todos por todos?






De materia estelar







Antonio Gracia escribe sobre la fascinación de «saber que estamos hechos de materia estelar, de estrellas y de simios, de pájaros y flores; que las infinitas partículas viajeras por el firmamento y yacentes en la piedra se conciliaron para configurarnos y bullen girando en nuestra carne, y que la música del cosmos dejó su ritmo en nuestra sangre, que llevamos un trovador íntimo que conmueve nuestras emociones y canta mediante el arte y la naturaleza».




sábado, 28 de marzo de 2020

Hermano sol, hermana luna...


Liszt: S. Francisco predicando a los pájaros

El impulso humanitario nos lleva a acercarnos al débil y al enfermo, a solidarizarnos físicamente, a abrazarlo y consolarlo. Contra esa ley sicológica e instintiva se levanta estos días el peor de los virus: el de parecer que no amamos al prójimo; el masivo contagio nos aleja de conocidos, amigos, familiares, de todos aquellos cuantos amamos sin iglesias ni credos; lo cual nos convierte sin querer -aparentemente- en lo que más tememos y detestamos: egoístas, ególatras, misántropos; parece este un virus diseñado para crear la insolidaridad y hacer real el homo homini lupus.  
    Pero no ocurrirá: mientras nuestros corazones sean los del homo frater

viernes, 27 de marzo de 2020

El prisionero del cuarto amarillo

Romance del prisionero

Es fácil estos días recordar y comprender a través del "Romance del prisionero" a todos cuantos se ven privados de la libertad, que es, según Don Quijote, el más preciado de los dones... El prisionero, como cada uno de nosotros, ve posarse en su ventana la luz que no puede llevarle la libertad que anhela. 
     "Este mundo de cadenas me es ajeno"... dice Miguel Hernández. Se refiere a que nadie puede robarle la libertad interior. Pero el autoencarcelamiento previsorio de estos días es real y pegado a la piel, no metafísico. 
     Tal vez el lector se olvide de su propio encarcelamiento leyendo "El misterio del cuarto amarillo", la novela de Gaston Leroux en la que el detective Rouletabille, paralelo a Dupin y Sherlock Holmes, resuelve el misterio: cómo se logra salir de una habitación de la que -aparentemente- no se puede salir. 
Versión peliculera:
Audio con voz internética:


jueves, 26 de marzo de 2020

Los Virusaurios

Quatermass
El último hombre sobre la Tierra

Se extinguieron los dinosaurios. Hace 65 millones de años. Un aerolito los calcinó al calcinar la Tierra. Cosas del progreso alienígena o la evolución cósmica. O sea: consecuencias del Big Bang que engendraron la vida y la muerte.
     Dícese, como un rumor sin fuente, que todo cuanto ocurre en estos días se debe a los experimentos de laboratorios químicos en busca de armas y poderes obtusos.
     Hoy el progreso descontrolado -en el que se ofrecen al mercado cotidiano cosas cuyas consecuencias no se han previsto- nos trae los Virusaurios, minúsculos gigantes de la destrucción. No acabarán con el hombre; pero lo hieren; y seríamos insensatos si su amenaza nos nos llamase a la solidaridad con nosotros mismos y a prever que la búsqueda de nuestro bienestar conlleva malestares difíciles de erradicar. 
     No se debe alterar la Naturaleza, ni añadirle descubrimientos, ni mutilarla, sin prevenir sus consecuencias. No es tampoco cosa de (Unamuno:) "que inventen ellos". Pero inventemos priorizando: primero el bienestar síquico y biológico del hombre; luego el mejoramiento de sus circunstancias. Primero saber dónde va a caer una piedra, y sus efectos. Nada de elementos boumerang. Hay que poner el progreso al servicio del hombre, no este al servicio de aquel. Lo demás es crear un estado distópico en el que importa más el medio de comunicación que el lugar al que se pretende llegar y, poco o nada, el viajero. 
     Se ha sustituido el Estado de Bienestar Íntimo por el estado de Corfort Universal. Y eso es apresar el espíritu en una cáscara de nuez náufraga de las inclemencias.




miércoles, 25 de marzo de 2020

Lecturas medicinales.


Schumann: Canción nº 5 sobre Eichendorff

                                    Leger: La lectura

          Saber vivir no es más que saber cambiar de vida: de modos de sentir, de formas de pensar, de maneras de actuar. Aprender a mirar de otra manera. Y en los aparentes desiertos de las páginas de un libro se encuentran los paisajes más hermosos del planeta. Y oasis como inmensos océanos de agua pura para las mentes confundidas.
      Se necesitan exorcismos que nos devuelvan la naturalidad de la alegría, la conciencia limpia y responsable para gozar los frutos de la existencia, sin que ningún Pepito Grillo nos persiga. Necesitamos restituir como principio de identidad la espontánea bondad y generosidad del corazón humano: s
ustituir la conciencia del miedo a vivir por la alegría de vivir a pesar de las incertidumbres de la vida.

    Nuestras personalidades se van formando por la repetición de actos cotidianos constituidos en hábitos. Y qué mejor terapia que acostumbrar los ojos -que son los inversores más activos de la cuenta corriente de nuestra autoestima- a unas palabras jubilosas sobre la verdad de la existencia, a unas páginas recordatorias de los dones del vivir, mientras la sombra de un árbol o la luz de una lámpara nos preserva de los rigores del tiempo. Qué alegría para los sicoterapeutas: contemplar sus consultas vacías porque unos hombres extraordinarios escribieron unas cuantas palabras que constituyen la mejor medicina para los melancólicos.
     Muchos libros hay, afortunadamente, que son médicos inmejorables porque alientan y enseñan a mirar de otra manera. Nos hablan esos libros de la extensión innumerable del corazón humano, de la profundidad del amor, de la solidaridad universal, de la búsqueda de un paraíso en este mundo, de la conquista de la felicidad no como un cielo extraterrestre sino como una tierra pisada, amada y sufrida por los hombres. Son obras nacidas a pesar de esa consigna del dolor, y sus autores la vencieron y la sustituyeron por la templanza y por el gozo; si no, serían probablemente euforias gratuitas. Muestran el crecimiento que hay desde la desolación más absoluta al entendimiento honorable del mundo y a una manera de sentir la vida alentada por el positivismo, el júbilo y la juvenilidad: el verdadero sursum corda. Ese paso de un existencialismo derrotista a una exaltación de la existencia es el legado de esos hombres para el hombre actual. Porque no importa de dónde venimos, ni si llegamos cargados de cadenas; lo importante es que deseemos quitárnoslas para construir nuestra propia libertad; porque nuestra vida no está en el pasado, sino en el porvenir. Y este también se construye con hábitos. Por ejemplo, los de convivir diariamente con armoniosas reflexiones ajenas hechas nuestras. Abra el lector -para empezar, y por ejemplo- el “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, o las “Alturas de Macchu Picchu”, de Neruda, y sentirá que recupera un mundo que le robaron hace tiempo. 

martes, 24 de marzo de 2020

Sursum Corda




Criatura iluminada (palimpsesto sobre R. K.)




Si, cuando todo muere alrededor,
tu voluntad te abraza a la existencia
y decides seguir viviendo, dando
sentido redentor a tu derrota;

si, venciendo la desesperación,
conviertes la esperanza en albedrío
y consigues soñar sin que los sueños
te desposean de la realidad;

si no aprendes a odiar, aunque te odien,
ni a mentir, a pesar de que te mientan;

si desconoces la simulación,
y, tras oír, desoyes las palabras
de los amigos y los enemigos,
y nadie puede herirte sino tú;

si, cuando dudas, sabes que dudar
es el camino para las certezas,
como también para la soledad,
y alcanzas a elevar desde tus ruinas
el alto alcázar que quisiste ser;

si admites que el umbral de la razón
nos impide sentir en plenitud,
que no hay mayor belleza que el misterio
ni más secreto hallazgo que la búsqueda,
y que aceptar el hecho de que existe
materia incomprensible es comprender;

si la desolación no te destruye
cuando fracasa la ritual quimera
de unir tu corazón al universo;

en fin, por tantas causas: si el dolor
de ser hombre te asfixia, pero logras
transfigurarlo en fértil alegría
porque solo la muerte ha de rendirte,
entonces, nada temas: tuyo es
el orden de las cosas: la quietud.




domingo, 22 de marzo de 2020

El gigante interior


Chopin: Polonesa, 6

 Luis de León sufrió cinco años de prisiones. Cervantes, otros cinco. Quevedo, también cinco. Miguel Hernández, tres. Boecio, Condorcet, Dostoiewski, Juana de Arco... Cientos, miles de hombres y mujeres semejantes a nosotros. A oscuras, sin comida, entre cuatro "paredes albicantes". 
     ¿Y no resistiremos nosotros con supermercados, televisión, libros, teléfono... siquiera un mes? ¿Qué pensarían de nosotros cuantos sufrieron las cárceles de los nazis?
     Tal vez, sacando del mal algún pequeño bien, debamos aprovechar estas penurias para aprender que somos unos privilegiados en este mundo actual tan confortable y acechado por peligros inesperados, que somos más fuertes de lo que creemos, que estamos rodeados de personas y no muebles, que esas personas son tan humanas que pasan desapercibidas, que se lanzan a ayudarnos porque lo llevan en los genes, que los otros somos también nosotros, que el egoísmo solo es la solidaridad del mequetrefe...



sábado, 21 de marzo de 2020

Poema para estos días



Aquel que en nada cree, solo en sí mismo cree,
y solo hasta su frente eleva su esperanza.
Vencido el desengaño, no distraen su esfuerzo
artífices solemnes de fábulas oscuras.
En sus manos acoge las bridas del destino
y confía en los hombres, no en el brillo azaroso
de conjuros o emblemas. Si fracasa, conoce
que humana es la derrota, y vuelve a combatir.
Mas si triunfa su empeño, siente que ese fulgor
que lo invade es el único paraíso que existe.
Alegre porque ha dado con su vida más vida
a la vida del hombre, afronta la existencia
como un flujo de sueños y voluntades fértiles.
Y cuando el tiempo agota su manantial, acepta
que la muerte es el fin que hay en todo principio.


Leer

La lectura


Leer es escribir en nuestra mente el pensamiento de otros. Cada autor es un mundo; cuantos más conocemos más mundos poseemos. Al final nuestro mundo es tan grande como la Humanidad.
Lectores en la pintura
 

viernes, 20 de marzo de 2020

Es la mejor mascarilla...

Quedarse en casa es la mejor mascarilla.
Quedarse en casa es la mejor mascarilla.
Quedarse en casa es la mejor mascarilla.
Quedarse en casa es la mejor mascarilla.
Quedarse en casa es la mejor mascarilla.

QUÉDATE EN CASA


Siodmak: Forajidos

Ava Gardner y Burt Lancaster en sus primeros papeles protagonistas. 
Basada en un cuento de Hemingway.


jueves, 19 de marzo de 2020

Beethoven cumple 250


Ameniza el aislamiento con la mejor música de Beethoven, ahora que cumple 250 años: qué menos que curiosear su única ópera:
FIDELIO (o El amor conyugal)

También: pulsar 9 horas con lo mejor de 

miércoles, 18 de marzo de 2020

Miguel Ruiz: Campoamor y su Dehesa



Miguel Ruiz Martínez
Ramón de Campoamor
Aguaclara, 2020

Con una prosa libre de retóricas y limpia como un agua bulliciosa, a modo de cicerone de turistas paisajísticos y literarios, Miguel Ruiz conduce al lector por las distintas estancias -territoriales, personales, versales, ...- que conformaron la figura y lugar de Campoamor, de modo que sus palabras se convierten en los ojos del visitante de aquellas tierras y escritos. Porque no pretende el relator de su aventura exaltar la obra del poeta, cuya escasa entidad literaria y ninguna vigencia lírica reconoce, sino pintarnos un cuadro en el que confluyen geografías, caserones sin libros y con muchos fantasmas, perfumes de poemas marchitos, oratoria y política.  
    Y sin embargo, toda esa mezcolanza de leves perspectivas se lee con la fluidez con que se mira una estatua dividida con naturalidad por los diversos flaxes fotográficos que recomponen su verdadera imagen. No búsquese en este libro una hagiografía desponderada del hirsuto poeta  -que la hay, ponderada y no áspera-; por el contrario: se encontrará un escorzo comprensivo de un hombre con proyección social -o, acaso, la bonhomía de quien lo ha mirado y graba su estampa con su pluma-. 
     Lo mejor: la relación del viaje pesquisidor de los rescoldos campoamorinos, la odisea buscona del solar, la descripción del placer de la búsqueda, la anticipación del hallazgo de la leyenda ... todo aquello en lo que el glosador inmiscuye su personalidad en su tarea. De "una ruta literaria alrededor de nuestro escritor" califica el autor su libro. Y, en realidad, a pesar de la erudición aportada, o porque esta rehúye la frialdad expositiva, esta mirada del visitante estudioso resulta más poética que la poesía del ex-simio estudiado. Tanto que, en este caso, poner tan ágil pluma al servicio de tal verbo o prepucio dolórico recuerda inevitablemente la sentencia del Mío Cid: "Oh Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor". 
     Cuesta creer que en el camino hacia la dicción directa e íntima (el "escribo como hablo" de Valdés) Campoamor se alejase tanto de Bécquer, confundiendo sentimiento con sentimentaloidismo, y, siendo tan popular como Lope, hablase tan en necio al vulgo -y no por darle gusto-.
     En fin: el autor, tal vez consciente de la estolidez de las "doloras", "humoradas" y demás prosisómanos poemas, dedica finalmente algunos apartados a resumir varios textos, glosarlos, jerigonzarlos o, socarrón él -quiero creer-, a darse ocasión de mostrar, al mostrarlos, la automoribundez y sinalefa mental del magno prócer.

martes, 17 de marzo de 2020

Lecturas para el oído: El gato negro



La soledad no existe mientras exista el libro.
Leer es estar acompañado de los mejores que en el mundo han sido. Por ejemplo, Poe. Y si se quiere descansar la vista, una dramatización para escuchar.

Oración contra el virus



Al íntimo Alienígena

Oh Dios Hermoseador de la Belleza:
si esta vida es tan noblemente hermosa,
¿qué otra me darás más venturosa,
si en esta ya me ofrendas la pureza?

¿Existe un cielo azul con más nobleza,

una rosa más bella que la rosa?
¿Crearás con tu mano poderosa 
mayor grandeza en la Naturaleza?

¿Me darás un edén más acendrado
que el del árbol y el sol, la fuente, el río?
¿Acaso una palabra, una cadencia

como las de Petrarca, un sueño alzado
tan alto que doblegue mi albedrío
de gozar siempremente esta existencia?




lunes, 16 de marzo de 2020

Nadie podrá contigo.

Wagner: El fuego mágico

- Si has aprendido todo cuanto has podido aprender, incluso de tus errores...
- Si has construido en vez de destruir...
- Si tienes en cuenta a los demás en lo que valen por sí mismos y no por lo que puedas conseguir de ellos...
- Si cuando no aciertas eres capaz de decirte "me he equivocado" y seguir luchando para acertar...
- Si sabes vivir contigo mismo pero no te consideras autosuficiente sino solidario...
- Si sabes amar aunque no te amen...
- Si no sabes traicionar...
- Si tu fidelidad a tus convicciones te lleva al sufrimiento de la incomprensión de los otros, pero continúas sin querer rendirte...
 Confía en ti mismo.
- Si prefieres decirle tu verdadera opinión a tus amigos aunque los pierdas por no halagarlos...
- Si cuando has oído las razones de los demás crees que ninguna destruye la tuya y te mantienes firme...
- Si te quedas solo porque los demás prefieren la compañía de la muchedumbre alienatoria...
- Si desconoces la adulación...
- Si cada día te levantas con el ánimo indomable de hacer lo correcto...
- Si das porque lo necesitas y no para que te den... 
- Si siembras para que recojan y no para recoger...
- Si luchas por quienes te importan y por los que no te importan...
- Si crees en la verdad y en la justicia pero no impones tu forma de entenderlas...
- Si te duele vivir pero sigues viviendo...
 Confía en ti mismo.
Nadie podrá contigo.

El séptimo sello









El metafísico Bergman filma la más terrible, hermosa y categórica disquisición sobre la vida y la muerte.
Un caballero medieval vuelve de las cruzadas perseguido por la peste negra y la obsesión sobre el sentido de la existencia.


domingo, 15 de marzo de 2020

CRISIS DE PÁNICO.


Beethoven: S. 6ª (La tormenta)


De pronto sientes que todo se tambalea a tu alrededor. Es como si mirases desde un suelo que trastabillara. Parece que un seísmo íntimo te sacude y descontrola. No eres dueño de ti, sino un esclavo de sensaciones llegadas de no se sabe dónde. 
     Es un ataque de pánico, y su causa es de ayer, de hoy o de hace décadas. Te acaban de decir que estás enfermo; o es simplemente la tormenta de un recuerdo mal digerido; o un virus heridor que viene a herirte. Algo amenaza tu existencia y tu instinto de supervivencia te da un grito de alarma. El cerebro, en su extraña probeta, se ha inyectado a sí mismo una sustancia difícil de asimilar; no todos nacemos con un ADN armonioso, ni sabemos armonizar los traumas de la infancia o los espantos del presente.
     Esos aerolitos invisibles son las ideas irracionales, que, como invisibles cuervos, atacan y extenúan tu armonía. 
     Te agobian sus relámpagos, te asfixian. 
    Pero deja que pase su aquelarre: si te espanta y te anula su temor, solo añadirás mayor dolor, prolongarás su tiempo.
     No luches contra esos cuervos, déjalos que se agoten en su ataque: cuando se cansen los habrás vencido: solo entonces. Mientras tanto soporta su agresión, respira alguna rosa que riegues en tu mente.
     Al final, tu serena quietud te hará prever que el próximo ataque ya no es más que un ataque; y podrás defenterte simplemente ignorándolo, porque lo que ha de suceder sucederá,  y mejor sin aspavientos.
     Piensa en Heiligenstadt.

sábado, 14 de marzo de 2020

Holocausto virular


Si yo fuera un personaje de Bocaccio aprovecharía estos días para decameroniarme en algún lugar silente y sosegado, lejos de toda furia y del virus mundano. 
      Hace mucho que pedí a los Reyes Políticos que me regalasen un helicóptero y una isla robinsónica: para huir de aquesta sociedad de la que, sin querer, formo parte. Pero nuestros héroes están tan enzarzados en economías y seudopolíticas que prefieren culpar de sus errores a los virus de toda índole (el de la corrupción, el de la inepcia, el de este y el de aquel...), siendo así que -homo homini lupus- solo el hombre es un virus adrede. Y eso nos llevará del locus amoenus del Decamerón al locus horribilis de Soy leyenda, la novela de Matheson en la que lentamente la humanidad se reduce a un solo hombre, puesto que los demás son antihumanos hijos de la vampiriasis. Y de este modo, en vez de tropezarnos con la enternecedora y lúbrica Alibech nos encontronazaremos con Vincent Price, el protagonista de El último hombre sobre la Tierra, que es como se titula la versión cinematográfica -1964- de esta novela (luego Charlton Heston protagonizaría el mismo personaje en El último hombre vivo, de 1971. -Húyase de la versión de 2007). 
     Ya que el ciudadano debe aislarse, hágalo, por ejemplo, viendose a sí mismo a través de esta distopía, en la que el individuo es devorado por la muchedumbre:







jueves, 12 de marzo de 2020

Josemanuel Ferrández Verdú: A. Gracia y su "Autobiografía disfrazada"



Para leer el texto comentado pulsar:

https://elcuadernodigital.com/2020/01/20/una-autobiografia-disfrazada/ 

Cualquier lector atento que haya seguido las publicaciones poéticas de A. Gracia observará su tendencia a construir grandes masas verbales con temas y subtemas que actúan como leitmotiv, cosa no extraña si tenemos en cuenta su amor y alusiones constantes a los grandes músicos, sobre todo del Romanticismo. Eso ocurre con “Súbita memoria” “The Lady of Ilici”, “La urdimbre luminosa”, “Animal Quaerens”… Dicha tendencia y práctica conducen a la consideración de que, más que poemas, Gracia escribe poemas-libro, tanto por su extensión como por el encadenamiento discursivo. 
Eso ocurre igualmente en “Una autobiografía disfrazada”, que deriva en otro rasgo argumental, que es el épico. Efectivamente, este poema-libro sostiene una anécdota creciente, una narratividad más insinuada que ostentosa, que lo convierte en el esbozo de un cantar de gesta lírico. 
Veámoslo.

1) Hermético y complejo es este poema, o poema-libro, cuya evocación de escenas antiguas o míticas nos traslada hasta un mundo de una sensualidad metafísica o quimérica. Nada más empezar, el autor nos ubica en el espacio y el tiempo medievales:

"Monasterio o castillo entre las arboledas
perdidas en los montes donde anida el reptil
y el lobo se guarece del fantasma del frío
bajo la sangre hermosa de los amaneceres”…

Si, como anuncia el título, el texto expresa de una forma velada la propia vida del autor, debe ser ante todo una visión sublimada de hechos evocados por metáforas de una vida interior. He aquí un personaje de la “historia” que se nos insinúa:

"La doncella esclarece la mañana al surgir
cubierta del rocío con que el lago la abraza…”

El pulso lírico de una música poderosamente plástica nos lleva a cabalgar el ritmo de las imágenes que se van sucediendo como los compases de una sonata o una sinfonía cuya belleza está condenada a una melancolía sin límites, agolpada en un profundo caos. Poco a poco se van encendiendo diferentes focos bajo los que la mente del poeta está barajando una suerte de drama configurado por imágenes que nos dejan la ardiente historia de indefinidas y seductoras sensaciones que van trazando una acción solo sospechada por las alusiones a la muerte de una joven en el fondo de algún lugar recóndito y lleno de un simbolismo poético que traspasa toda la escena:

"El tiempo es un espejo que repite un presente
de un mundo irrepetible”.

El sentido se hunde en los estertores de una lucha que anuncia con énfasis todo el contenido erótico y mortal de la sombra que recorre los acordes por donde transcurre el río de metáforas. El ritmo cadencioso con el que las imágenes se van sucediendo conduce al lector por un poderoso río mental hacia paisajes oníricos que se suceden en una fuga cuya arquitectura embriaga el espíritu de significaciones cada vez más crípticas, hasta desembarazarlo de las raíces de la realidad y embarcarlo hacia alguna lejana y melodiosa región de acontecimientos indescifrables:

"Muchas noches de ungüentos y mísera ambrosía,
extenuados y enjutos, envueltos en un rapto,
en la capilla duermen los sexos fatigados.

Aparece así el otro protagonista de la “historia” o gesta: el amante. Y ya tenemos el tema y el argumento: el amor entre el caballero y la dama en sucesivas estampas descriptivas, narrativas, reflexivas. El poema ha obrado el milagro de transportar el alma del lector al compás de los ecos que han emergido del autor y de sus más intensas realidades interiores, transformando al mismo tiempo la estética sumergida en un afloramiento de aguas surgidas del magma más inexpresable, pero expresado:

" Una mano acaricia la piel y pulsa llantos.”

2) Valéry habló de una transformación del poeta en el acto de elaborar el poema, y en Antonio Gracia asistimos a esa fecunda transustanciación a través de la música espléndida de sus versos. El sentido racional no es en la verdadera poesía un elemento necesario, sino que la palabra adquiere el valor de un prodigioso vehículo de transformación que transporta al poeta hacia otro sí mismo en medio del milagro de un yo multiplicado que nunca termina de encontrar su verdadera identidad. Identidad que aquí es la de la muerte, que se apodera de la joven y deja al caballero amante solo y ensimismado:

"Una daga de plata y un dorado incunable
custodian a la hermosa…”
/…
No será más sublime la muerte abandonada
ni mayor soledad habitará el castillo”.
/…
Esta noche tan sólo se escucharán las notas
del corno entristecido ululando en los túneles”.

Se trata de un yo solitario que se siente vivir en la andadura estética y ética, y que si se detiene a pensar en sí mismo, muere en el acto, porque no consiste más que en ese viejo propósito de navegar hacia la luz, que es a la vez la muerte. El poeta sólo vive mientras viaja, mientras camina a través del poema hacia la tierra prometida, hacia el firmamento de su infinidad deseada y su proyección en los ilimitados alientos que vislumbra más allá de toda realidad concreta. Así se entra en el último reducto de su íntima dolencia, la más angustiosa y la que alimenta la furia de la lucha contra la muerte mediante la búsqueda desesperada de lugares más acogedores, pero no exentos de las propias contradicciones que nutren el fuego del espíritu en su huida fatal de la tristeza de estar solo consigo mismo:

"He buscado en el mundo y en los libros
el sentimiento pleno, la religión más alta,
y los hallé en el fondo de tus ojos
y en el abismo breve de tu carne…”.

Ya Ortega advirtió que el hombre, en la profundidad de su alma, nace y muere solo.

3) Para entender, es decir, para sentir la poesía de Gracia es menester conocer sus raíces más profundas. Estas se hallan hundidas en el Romanticismo y la fuente de donde bebe es el mundo del espíritu, no de la realidad física, mezquina y limitada. La aspiración a lo infinito es el motor más poderoso de la  génesis heroica de sus poemas y la transgresión inocente de todos los límites impuestos a la sensibilidad por la cultura y los intereses anecdóticos de la sociedad usurpadora de los más sinceros anhelos del alma humana. Sin embargo este desvelo hacia lo último inexpresable no lo deshumaniza sino todo lo contrario, lo hace incidir en el núcleo más vivo de la naturaleza humana, que está en el corazón inflamado ante las cortedades de la vida. Porque entra a saco en la verdad del espíritu con todas las armas con las que un Don Quijote se abalanzaría sobre el molino de su propia alma, ese que da vueltas sobre el eje inmóvil de la vida.
La concatenación de imágenes y visiones de “Una autobiografía Disfrazada” me ha trasladado a la época en que bebí de su libro “La Estatura del Ansia” como de una droga infernal y paradisíaca a la vez. Sólo que ahora el escenario es mucho más abarcador de la experiencia vital en su conjunto, vida real que ha ido añadiéndose a aquel inicio de una inocente desnudez emocional, para transformarse en un cántico fúnebre polifónico en el que se distinguen llamaradas de las historias más melancólicas y de una belleza desligada de lo cotidiano y casi invisible debido a un simbolismo radical y extraviado fuera de la conciencia natural pero anclado en los paradigmas del arte y la poesía. Dicho vínculo, sin embargo, es sólo un resorte de deslumbrante sonoridad para disparar contra la magnitud instigadora del deseo, el corazón indomable de una agonía sin posibilidad de perderse en las andaduras de un viaje siempre aplazado hacia el éxtasis, sin el que el poeta se siente perplejo en su condición mortal, oscura y hastiada.
Antonio Gracia ha hecho y hace un esfuerzo feroz contra el enigma de su propio yo embarcado en singladuras contradictorias de las que sólo cabe esperar la solución más solitaria y abismal. Pero la envergadura de ese misterioso destino no posee en su ánimo más opción que la última resonancia romántica, la ruina que el ciego destino reserva para cada hombre o mujer. Busca entonces entre las antiguas ruinas el símbolo de la suya como amante de la belleza que ostenta aquí el antiguo monasterio bajo cuyas arcadas semiderruidas aún se observa el crepúsculo inmenso como en las pinturas de los románticos; la última parte del poema trata de encontrar una sombra entre tantas sombras que contenga un ápice de esperanza:

"Las ramas del alerce rozan los ventanales
prolongando su aroma en la estancia serena.”

La belleza infinita de esos lugares refleja su sentimiento alcanzado en medio de una desolación sólo comparable a tan espléndida visión:

"Las brasas aún le ofrendan su arcaduz de belleza
y entre los cortinajes de tules ruginosos
perviven los fantasmas anhelantes:
la palabra trasiega su incensario en la noche”.

Versos en los que el poeta se detiene a contemplar la maravilla que subsiste en el mundo, pero que no es más que el reflejo de su deseo:

"Tanta belleza extingue tanta melancolía
y disipa la angustia del mundo que se acerca;
si detener pudiera la vida en ese instante
elegiría ser el acorde infinito,
un cuadro inacabable, un verso inextinguible"

Y así llega al final de una aventura cuya magnitud se encierra en los límites de la vida del hombre, que ha encendido la luz de su mirada sobre el mundo y sobre sí mismo sin haber hallado otra cosa que su propio acontecer, embriagado por las propias imágenes pero en contradicción eterna con su necesidad de una vida real y verdadera:

"Todo a su alrededor se ennoblece en la noche
y una bruma feliz envuelve sus tinieblas,
mientras el otro sol amanece y le otorga
una diafanidad interminable”.

Últimos versos estos en los que, tras la pérdida o muerte del amor y su reconstrucción en otro ser, habla del “otro sol”, el que ha llevado desde siempre en su corazón, fiel a su divisa de “construir el himno en la elegía”.

Colofón: Extendiéndome al conjunto de la poesía de Antonio Gracia, uno cree estar leyendo versos que, debido a la aparente sencillez de su expresión formal, no ofrecen sino claridad de ideas expuestas con la milagrosa sensatez de un hombre que ha atravesado el mar de la vida y vive en el inestable y ardiente océano de los recuerdos y el deseo. Poco a poco el lector va cayendo en la cuenta de que junto a esa claridad subsiste un fondo oscuro y profundamente laberíntico como en toda obra literaria que se precie.Y ello debido a que pone en juego sentimientos que hunden sus raíces en la compleja y dramática realidad humana. No en vano el autor se formó en la unamuniana facultad de letras de Salamanca. La sombra del filósofo y poeta ha dejado una huella oculta entre sus versos, que tratan de expresar a través de un pensamiento idealista aquellos sentimientos que más arraigo poseen en nuestra naturaleza temporal: la fe ciega en la vida, la nostalgia, el significado indescifrable de lo cotidiano, la madurez de una atención a una naturaleza que es escenario y vehículo de la reflexión y la poesía.
   Realizar un análisis exhaustivo de estos poemas supondría hacerlo de la obra completa de su autor. Sólo quiero enfatizar la concepción del himno como el tono último con el que el poeta ha querido elaborar estos versos para equilibrar la balanza de lo trágico que acompaña a la vida. La contraposición entre el himno y la elegía juega un papel importante en su producción más tardía, en busca de un equilibrio sentimental que permita mirar el abismo del ser sin sentir la amenaza del vértigo, o al menos tratar de evitar una inclinación perturbadora del alma hacia esos oscuros y atractivos paraísos infernales que nos reclaman desde la noche de los sentidos.
Josemanuel Ferrández Verdú