Si yo fuera un personaje de Bocaccio aprovecharía estos días para decameroniarme en algún lugar silente y sosegado, lejos de toda furia y del virus mundano.
Hace mucho que pedí a los Reyes Políticos que me regalasen un helicóptero y una isla robinsónica: para huir de aquesta sociedad de la que, sin querer, formo parte. Pero nuestros héroes están tan enzarzados en economías y seudopolíticas que prefieren culpar de sus errores a los virus de toda índole (el de la corrupción, el de la inepcia, el de este y el de aquel...), siendo así que -homo homini lupus- solo el hombre es un virus adrede. Y eso nos llevará del locus amoenus del Decamerón al locus horribilis de Soy leyenda, la novela de Matheson en la que lentamente la humanidad se reduce a un solo hombre, puesto que los demás son antihumanos hijos de la vampiriasis. Y de este modo, en vez de tropezarnos con la enternecedora y lúbrica Alibech nos encontronazaremos con Vincent Price, el protagonista de El último hombre sobre la Tierra, que es como se titula la versión cinematográfica -1964- de esta novela (luego Charlton Heston protagonizaría el mismo personaje en El último hombre vivo, de 1971. -Húyase de la versión de 2007).
Ya que el ciudadano debe aislarse, hágalo, por ejemplo, viendose a sí mismo a través de esta distopía, en la que el individuo es devorado por la muchedumbre:
Ya que el ciudadano debe aislarse, hágalo, por ejemplo, viendose a sí mismo a través de esta distopía, en la que el individuo es devorado por la muchedumbre:
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