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miércoles, 18 de marzo de 2020

Miguel Ruiz: Campoamor y su Dehesa



Miguel Ruiz Martínez
Ramón de Campoamor
Aguaclara, 2020

Con una prosa libre de retóricas y limpia como un agua bulliciosa, a modo de cicerone de turistas paisajísticos y literarios, Miguel Ruiz conduce al lector por las distintas estancias -territoriales, personales, versales, ...- que conformaron la figura y lugar de Campoamor, de modo que sus palabras se convierten en los ojos del visitante de aquellas tierras y escritos. Porque no pretende el relator de su aventura exaltar la obra del poeta, cuya escasa entidad literaria y ninguna vigencia lírica reconoce, sino pintarnos un cuadro en el que confluyen geografías, caserones sin libros y con muchos fantasmas, perfumes de poemas marchitos, oratoria y política.  
    Y sin embargo, toda esa mezcolanza de leves perspectivas se lee con la fluidez con que se mira una estatua dividida con naturalidad por los diversos flaxes fotográficos que recomponen su verdadera imagen. No búsquese en este libro una hagiografía desponderada del hirsuto poeta  -que la hay, ponderada y no áspera-; por el contrario: se encontrará un escorzo comprensivo de un hombre con proyección social -o, acaso, la bonhomía de quien lo ha mirado y graba su estampa con su pluma-. 
     Lo mejor: la relación del viaje pesquisidor de los rescoldos campoamorinos, la odisea buscona del solar, la descripción del placer de la búsqueda, la anticipación del hallazgo de la leyenda ... todo aquello en lo que el glosador inmiscuye su personalidad en su tarea. De "una ruta literaria alrededor de nuestro escritor" califica el autor su libro. Y, en realidad, a pesar de la erudición aportada, o porque esta rehúye la frialdad expositiva, esta mirada del visitante estudioso resulta más poética que la poesía del ex-simio estudiado. Tanto que, en este caso, poner tan ágil pluma al servicio de tal verbo o prepucio dolórico recuerda inevitablemente la sentencia del Mío Cid: "Oh Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor". 
     Cuesta creer que en el camino hacia la dicción directa e íntima (el "escribo como hablo" de Valdés) Campoamor se alejase tanto de Bécquer, confundiendo sentimiento con sentimentaloidismo, y, siendo tan popular como Lope, hablase tan en necio al vulgo -y no por darle gusto-.
     En fin: el autor, tal vez consciente de la estolidez de las "doloras", "humoradas" y demás prosisómanos poemas, dedica finalmente algunos apartados a resumir varios textos, glosarlos, jerigonzarlos o, socarrón él -quiero creer-, a darse ocasión de mostrar, al mostrarlos, la automoribundez y sinalefa mental del magno prócer.

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