¿Pero qué ocurre en la mente de la amada? Cuál es su reacción al saberse convertida en diosa, al temer no estar a la altura de la idealización, o que todo sea un embeleco del trovador para burlarse de ella o apropiársela donjuanescamente?
De vez en cuando, no obstante, hay quien se ciñe a la naturaleza y acepta las palabras como lo que son: el rostro de los sentimientos. Y entonces todo se allana porque vivir es asumir incluso la impostura en lo que tiene de "el otro yo interior irrenunciable".
Y esto es lo que leemos en el siguiente soneto de Cantero:
Schumann: Carnaval (Chopin)
De Azulinda Nolyna para su enamorado
Tú dime que me amas, que me quieres más que a todas las cosas de este mundo, y que has sido tan solo un vagabundo buscándome entre todas las mujeres.
Dime una vez, y mil, que me prefieres porque has hallado en mí el amor profundo que no encontrabas, que con él inundo tu corazón, y que sin él te mueres.
Yo te diré que sí, que creo en ti, que nada es falso de cuanto me escribes, que escribes para mí y para mí vives.
Confío en ti lo mismo que tú en mí. El amor es la única mentira que el alma acepta y por la cual suspira.
Cervantes, tan poco apreciado como poeta que ni él mismo se apreciaba como tal ("Yo que tanto me afano y me desvelo / por parecer que tengo de poeta, / la gracia que no quiso darme el cielo") es autor de no escasa estimable poesía, diseminada casi siempre por sus novelas.
Este soneto es una de las composiciones que, burla burlando (de valedores poéticos, de poetas y de Lope), colocó al frente de Don Quijote. En él, siendo el Amor (Dante:) el principio que mueve el sol y las estrellas, incluso los caballos fablan de amor, con no muy gran consideración y descendiendo, jocosa y jumentariamente, la hipérbole amorosa al ennecedamiento que produce. Solo un desengañado del amor y la existencia podía crear a la dulcínea Dulcinea, símbolo del Amor inmensurable, y el trovador oculto en don Alonso, empecinado en dar al mundo lo que este no consigue darse.
(Algunos títulos dejan de verse cuando ya se han visto un determinado número de veces. En ese caso basta con buscarlos en youtube o google para acceder a ellos).
El origen de todos los dráculas del cine (pero esta no es solo una película).
¿Qué ocurre cuando se toca el paraíso y este muestra su verdadero rostro de idealización y sueño roto?
A.- La sublimación del amor y su imposible transfiguración síquica en realidad física -ya que esta es la que ha creado su divinización- se muestra en este soneto de Aldana: la realidad trascendida (Beatriz, Laura, Fiammetta...) quiere ser devuelta a su corporeidad: pero si hubo erotización y mitologización del cuerpo, el amante cincelado con trovadorismos pretende encontrar la mujer física que corresponda al siquismo en el que convirtió el cuerpo original: un viaje de celestización que conlleva ida y vuelta: el "polvo enamorado" quevedesco que, siendo barro, intenta ser incienso: un infierno versal porque, al ser el concepto más sublime que el objeto conceptualizado, conducirá a la misoginia ya que la carne no sacia el espíritu: ninguna mujer será una beatriz.
B.- Los dos cuartetos manifiestan, interrogativamente, por boca de la amada, el amor sexual, preñado de trascendentes y avariciosas sensaciones, el choque de los cuerpos, y ansía metafísicas que lindan con el mistificismo; y no pocos -Teresa de Jesús, Juan de Yepes- lo confundirán con él.
C.- Este diálogo se cierra con la respuesta del amante, quien en los tercetos responde lastimeramente que la condición mortal es lo único que constituye, une y desune: que todo es el desengaño de un sueño. En resumen: ¿Si nuestros cuerpos sienten la plenitud cuando se juntan, por qué no se consuma esa unidad profunda y quedamos ansiosos e incompletos? ¿Es la sexualidad una ventana a un mundo trascendente inaccesible?
El soneto siguiente, atribuido tanto a Bernardo de Balbuena (nacido en Valdepeñas) como a Francisco de Figueroa (natural de Alcalá de Henares), viene a confirmar la consideración divina -demiúrgica- de la amada, como se afirma en los versos segundo y último, que ya expuso Garcilaso y confirmará Quevedo. En realidad, ya Manrique había escrito la glosa "Sin vos y sin Dios y mí".
(Estos poemas que voy insertando son, si bien lo considero, una profecía literaria y seudomasoquista de lo que será el existencialismo, más enfermizo que este renacentista y barroco "juego de amor sufriente" trovadoresco).
La amada es origen del amador y, sin ella este es nada, nadie, absoluta inexistencia. Cuando el amador está frente a la amada, incluso Dios desaparece, y el amante se diluye. Por eso en los versos finales se ruega el regreso de la dama:
Soneto
Perdido ando, señora, entre la gente
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida:
sin vos porque de mí no sois servida,
sin mí porque con vos no estoy presente;
sin ser porque del ser estando ausente
no hay cosa que del ser no me despida;
sin Dios porque mi alma a Dios olvida
por contemplar en vos continuamente;
sin vida porque ausente de su alma
nadie vive, y si ya no estoy difunto
es en fe de esperar vuestra venida.
¡Oh bellos ojos, luz preciosa y calma,
volve´ a mirarme, volveréisme al punto
a vos, a mí, a mi ser, mi dios, mi vida! (*)
(*) Otra versión de los tercetos:
sin vida, porque ya que haya vivido,
cien mil veces mejor morir me fuera
que no un dolor tan grave y tan extraño.
¡Que preso yo por vos, por vos herido,
y muerto yo por vos d'esta manera,
estéis tan descuidada de mi daño!
Creía yo, y creo, que en todas las artes hubo un Adán original de las cosas y todos los demás hemos ido palimpsesteando (tratando de apropiarnos) esa primera obra: que todo está dicho y solo podemos añadir matices; que tachamos lo escrito para superarlo con nuestra palabra.
Traigo aquí un claro ejemplo que ejemplifica la transición de los bienes mostrencos a la originalidad: el célebre "Un soneto me manda hacer Violante", que Lope injertó en su comedia La niñade Plata, es una reiteración -un palimpsesto- de otros sonetos anteriores, como este de Diego Hurtado de Mendoza: mismo juego, mismo tema, mismo metapoetismo, misma ufanía. Semejante en su ejecución es el de Baltasar del Alcázar. Evidentemente, Lope lo estructura mejor; pero nada de improvisación, como suele decirse, y mucho de "oscuro el borrador y el verso claro", como él decía. He aquí los tres:
Soneto (Hurtado)
Pedís, Reina, un soneto; ya le hago;
ya el primer verso y el segundo es hecho;
si el tercero me sale de provecho,
con otro verso el un cuarteto os pago.
Ya llego al quinto; ¡España! ¡Santiago!
fuera, que entro en el sexto. ¡Sus, buen pecho!
si del séptimo salgo, gran derecho
tengo salir con vida deste trago.
Ya tenemos a un cabo los cuartetos;
¿Que me decís, Señora? ¿No ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.
Y si con bien este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos;
ya deste, gloria á Dios, he visto el cabo.
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Soneto (Baltasar del Alcázar)
Yo acuerdo revelaros un secreto en un soneto, Inés, bella enemiga; mas, por buen orden que yo en éste siga, no podrá ser en el primer cuarteto.
Venidos al segundo, yo os prometo que no se ha de pasar sin que os lo diga; mas estoy hecho, Inés, una hormiga: que van fuera ocho versos del soneto.
Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado: que teniendo el soneto ya en la boca y el orden de decillo ya estudiado,
conté los versos todos y he hallado que, por la cuenta que a un soneto toca, ya este soneto, Inés, es acabado.
Probablemente es Garcilaso el único poeta español que siempre ha mantenido un público lector fiel, sin épocas de poca consideración u olvido. Su equilibrio entre claridad y profundidad, su lenguaje armonioso, su lírica sicológica -aprendida en Petrarca- lo hacen apto para siempre y para todos los que buscan poesía y no frivolidad o saltimbanquismo versal.
El soneto que sigue puede considerarse como el icono del amor: la amada como representación de una divinidad que salva de la vida cotidiana y la redime, como una inscripción que el alma lleva igual que si un demiurgo fuera causa y razón de la existencia.
(Lástima que el segundo cuarteto -por redundante- no sea imprescindible).
Estos días de aislamiento e inacción, poesía; y prosa, y cine, y ... para que las neuronas entren en acción.
Empiezo con un soneto de Boscán, a quien tanto debe Garcilaso y, por lo mismo, toda la poesía española desde entonces. Tanto es así que el soneto que sigue parece el verdadero desencadenante de la "pena" literal -junto con el "dolorido sentir" garcilasiano- de Miguel Hernández; y nadie se extrañaría de encontrarlo en una selección de poemas de este. La fatalidad del "cuchillo de ala dulce y homicida", y el "sino sangriento", hernadiano lo diseña Boscán aquí con su fatalismo interrogativo e innombrable.
Recuerdo haberlo leído por primera vez, muchas veces, en mi adolescencia (después, como alumno; luego, como profesor): en uno de aquellos libritos de la colección Crisol, cuyas publicaciones (que aún conservo) iba comprando con el dinero que adquiría vendiendo los múltiples tebeos de mi infancia. Garcilaso y Boscán, Obras Completas, era su título: las obras de Boscán y algunas de Garcilaso, edición según la que había hecho la viuda de don Juan Boscán Almogáver.
Devastaciones, Sueños, es un bellísimo libro de poemas. Con él, su autor, el alicantino Antonio Gracia, consigue de nuevo sorprendernos con su magia, ya hable de muerte, del consuelo de la poesía o de distintos aspectos de la vida.
Devastaciones, Sueños (Español) Tapa blanda – 24 abril 2009
Devastaciones, Sueños, es un bellísimo libro de poemas. Con él, su autor, el alicantino Antonio Gracia, consigue de nuevo sorprendernos con su magia, ya hable de muerte, del consuelo de la poesía o de distintos aspectos de la vida.
Antonio Gracia ha publicado los ensayos literarios Pascual Pla y Beltrán. Vida y obra(Diputación de Alicante, 1983), Miguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo (IAC Juan Gil-Albert, 1998), Ensayos literarios. Apuntes sobre el amor (Diputación de Alicante, 1983), y La construcción del poema (IAC Juan Gil-Albert, 2016). Sobre su obra poética se han publicado las antologías: Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), ed. Ángel L. Prieto de Paula (Aguaclara, 1993), Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), ed. Luis Bagué Quílez, (Devenir, 2009), El mausoleo y los pájaros, ed. Ángel L. Prieto de Paula (Huerga y Fierro, 2012), Devastaciones, sueños (Antología), ed. Ángel L. Prieto de Paula (Vitruvio, 2012).
Sus poemarios son: La estatura del ansia (Ayuntamiento de Orihuela, 1975), Palimpsesto (Sinhaya, 1980), Los ojos de la metáfora (IAC Juan Gil-Albert, 1987), Hacia la luz (Aguaclara, 1998), Libro de los anhelos (Aguaclara, 1999), Reconstrucción de un diario (Pre-Textos, 2001), La epopeya interior (Fernando Rielo, 2002), El himno en la elegía (Algaida, 2002), Por una elevada senda (Vitruvio, 2004), Devastaciones, sueños (Literaturas.com, 2005), rescatado por El Cuaderno Digital;La urdimbre luminosa (Aguaclara, 2007), Siete poemas y dos poemáticas (Huacamano, 2010), Hijos de Homero (Inst. Fernando el Católico, 2010),La condición mortal (Vitruvio, 2010), La muerte universal (Huerga y Fierro, 2013), Bajo el signo de Eros (Olcades, 2013),Lejos de toda furia (Devenir, 2015) y Cántico Erótico (Huerga y Fierro, 2018). Para saber más sobre su obra se puede visitar el portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Acercarse a la obra de Antonio Graciaes dejarse caer por un abismo de sentimientos. Entregarse a la belleza de la lírica y flotar por las profundidades de la existencia y por todos aquellos impulsos ancestrales que nos hacen humanos. La intensidad íntima, el intento de explicarse a sí mismo y descubrirse, traspasa sus letras para impregnar al que observa e introducirlo en un laberinto lleno de cuestiones sin respuesta.
“De nada sirve hallar consuelo en dioses
o en transfiguraciones de esta vida,
pues todo es podredumbre tras la muerte.
Ruinas son las que fueron monumentos
de la memoria alzada a la belleza.
No existen paraísos, solo infiernos.
Y la escritura es solo un mausoleo.
En el último instante, en todo instante,
el corazón se abraza a la existencia
y quiere seguir siendo
cuanto fue, cuanto es, cuanto no ha sido”.
Su erotismo crea un sentimiento sublime y espiritual, una elevación del acto amoroso. El deseo y el sexo conforman una base emocionante que activa los sentidos, que nos lleva de la mano hacia la plenitud del instante, a la propia fugacidad de la vida. Así, el tacto, la necesidad de lo físico, es parte de esta mística amorosa, de esta búsqueda del sentido de la existencia. El amante trasciende su propio yo para ser en el otro y ceder libre a la naturaleza de los cuerpos.
“AMARRADO a tu cuerpo, ¿quién podrá
decirme que la tierra no es de carne?
Miro pasar las aves como olas
diciéndonos adiós
y se van los crepúsculos, dejando
en tus ojos la luz de otra mañana.
¿No he de sentir que el mundo es el regalo
de un caprichoso dios que me ha escogido
para ensayar en mí su omnipotencia?”.
La contemplación es un breve reposo ante la tormenta, el infierno y toda la incertidumbre que nos asedia. Por eso, Eros y Tánatos se dan la mano en un flujo que provoca a la conciencia llena de penumbras. Cansancio, dolor, sufrimiento, decepción y muerte acuden al poema en un ejercicio de reflexión continua, en ese inconformismo que provoca que la satisfacción no exista. Cada experiencia se queda en la memoria, en el corazón lleno de heridas que quiere trascender el fracaso y avanzar hacia el paraíso perdido.
“Quisiera liberarme del dolor de existir,
y procuro mi muerte. Pero cuando el puñal
briza mi corazón, un manantial dormido
brota de no sé dónde y me impulsa a decir
cuanto de mí conozco, pues así hallo sosiego;
y acaso también sirva mi búsqueda del alma
para que otras criaturas presas de indefensión
encuentren una luz entre las sombras.
Tal vez en esa ofrenda halle yo algún consuelo
con el que mitigar la desolada ausencia
de una fe, una verdad, un paraíso”.
Bajo la fuerza y la notoriedad de las palabras, la fragilidad y el encuentro con el mundo interior se cubre de iconos, de contundentes metáforas que libran una batalla sin descanso; una combinación de versos y derrotas en el juego sin escapatoria de la “autodestrucción del soy”:
“asediado en el vértice del verso
antoniograciamuertemente hablando
poema es la eutanasia de su autor:
la búsqueda del códice del alma:
poema es una identificación:
descender al abismo de la mente
evitando el regreso profanar
el naufragio de todo autorretrato:
poema es una divinización:
la búsqueda el acoso el precipicio
como un bisturí lírico obsesivo
sajando trepanando masacrando
las vísceras el léxico la vida
de un hombre ecuacionándose en poema:
poema es una inmortalización:
un diamante tallado en el cerebro:”.
El silencio y la soledad cohabitan y perfilan un gran autorretrato que se fracciona en un mosaico literario. Así, Oniria aparece y desaparece, crea y destruye bajo el yugo de la fascinación, el anhelo, los sueños y el amor; el mito y la belleza de lo inalcanzable componen una sinfonía de fondo que agrede, a la vez que eleva el alma hacia un lugar apartado del ruido y las tentaciones. La luz parece revelarse, pero se esfuma antes de ser tocada.
“La soledad devasta. En ella, la tristeza
anida su dolor. Y la alegría
se convierte en fatal melancolía
que vuelve podredumbre la belleza.
El mundo se oscurece. Y cada día empieza
con una noche oculta.
Yo era joven.
Un día
ella murió; murieron mis anhelos; moría
la voluntad—el sueño, la firmeza.
Fueron tiempos de furia y de desolación.
Cada instante era en mí como una despedida;
y cada amanecer un sol amortajado.
He vuelto a sembrar luz sobre mi corazón.
Las semillas arraigan. Reflorece la vida.
La primavera invade mi corazón helado”.
En este viaje pendular, entre el himno y la elegía, encontramos la sustancia del subconsciente. La necesidad compulsiva de preguntarse y no hallar más que el propio interrogante como respuesta. Las muertes sucesivas, el ocaso que se ilumina con la madurez, proclama la carne y la convierte en religión.
“Mira
mi
sexo
anclado
entre
tus
ingles
y dime que no escuchas el fragor
del
cosmos
renaciendo
en
tus
entrañas”.
Antonio Gracia nos deja desnudos ante la poesía, ante el erotismo mágico que lo supera todo. Una matriz intensa y profunda, impregnada de sentimientos, que admira con sobriedad la tierra prometida. Dice el autor que “el tiempo es un espejo que repite un presente / de un mundo irrepetible”, que “el amor transfigura la materia / como el dolor transforma la sustancia”. Y es que “nacemos y morimos, y entretanto / se nos pasa la vida tratando de entenderla / en lugar de vivirla”. Busquemos en este ciberespacio “Mientras mi vida fluye hacia la muerte” (http://antoniograciaoniria.blogspot.com/) . Quizá solo encontremos preguntas. Leamos.