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miércoles, 27 de enero de 2021

Estos días, poesía (IV): Perdido ... entre la gente

 

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A. de Cabezón


El soneto siguiente, atribuido tanto a Bernardo de Balbuena (nacido en Valdepeñas) como a Francisco de Figueroa (natural de Alcalá de Henares), viene a confirmar la consideración divina -demiúrgica- de la amada, como se afirma en los versos segundo y último, que ya expuso Garcilaso y confirmará Quevedo. En realidad, ya Manrique había escrito la glosa "Sin vos y sin Dios y mí".

(Estos poemas que voy insertando son, si bien lo considero, una profecía literaria y seudomasoquista de lo que será el existencialismo, más enfermizo que este renacentista y barroco "juego de amor sufriente" trovadoresco).

La amada es origen del amador y, sin ella este es nada, nadie, absoluta inexistencia. Cuando el amador está frente a la amada, incluso Dios desaparece, y el amante se diluye. Por eso en los versos finales se ruega el regreso de la dama:

Soneto

Perdido ando, señora, entre la gente 

sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida: 

sin vos porque de mí no sois servida, 

sin mí porque con vos no estoy presente;


sin ser porque del ser estando ausente 

no hay cosa que del ser no me despida; 

sin Dios porque mi alma a Dios olvida 

por contemplar en vos continuamente;


sin vida porque ausente de su alma 

nadie vive, y si ya no estoy difunto 

es en fe de esperar vuestra venida.


¡Oh bellos ojos, luz preciosa y calma, 

volve´ a mirarme, volveréisme al punto 

a vos, a mí, a mi ser, mi dios, mi vida! (*)


(*) Otra versión de los tercetos:


sin vida, porque ya que haya vivido,
cien mil veces mejor morir me fuera
que no un dolor tan grave y tan extraño.

¡Que preso yo por vos, por vos herido,
y muerto yo por vos d'esta manera,
estéis tan descuidada de mi daño!



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