Estos días de aislamiento e inacción, poesía; y prosa, y cine, y ... para que las neuronas entren en acción.
Empiezo con un soneto de Boscán, a quien tanto debe Garcilaso y, por lo mismo, toda la poesía española desde entonces. Tanto es así que el soneto que sigue parece el verdadero desencadenante de la "pena" literal -junto con el "dolorido sentir" garcilasiano- de Miguel Hernández; y nadie se extrañaría de encontrarlo en una selección de poemas de este. La fatalidad del "cuchillo de ala dulce y homicida", y el "sino sangriento", hernadiano lo diseña Boscán aquí con su fatalismo interrogativo e innombrable.
Recuerdo haberlo leído por primera vez, muchas veces, en mi adolescencia (después, como alumno; luego, como profesor): en uno de aquellos libritos de la colección Crisol, cuyas publicaciones (que aún conservo) iba comprando con el dinero que adquiría vendiendo los múltiples tebeos de mi infancia. Garcilaso y Boscán, Obras Completas, era su título: las obras de Boscán y algunas de Garcilaso, edición según la que había hecho la viuda de don Juan Boscán Almogáver.
(Tiempos felices, que no volverán).
Soneto
Aún bien no fui salido de la cuna,
ni de l'ama la leche uve dexado,
cuando el amor me tuvo condenado
a ser de los que siguen su fortuna.
Diome luego miserias d'una en una
por hazerme costumbre en su cuidado;
después en mí d'un golpe ha descargado
cuanto mal hay debaxo de la luna.
En dolor fui criado y fui nacido,
dando d'un triste paso en otro amargo,
tanto que, si hay más paso, es de la muerte.
¡O coraçón que siempre has padecido!,
dime: tan fuerte mal, ¿cómo es tan largo?
Y mal tan largo -di-, ¿cómo es tan fuerte?
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