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miércoles, 28 de febrero de 2024

Antonio Gracia - Marco Aurelio (Leído por J.R. Pita)

Voz: Juana Rosa Pita

Marco Aurelio


Como un castigo de los dioses griegos,

se me impuso escribir y puse el filo

de la espada en el ágil pensamiento

para que la incursión de la palabra

fuera aguda estrategia, breve lid

más que largo conflicto de la pluma.

La victoria no está en ganar combates

o largas guerras, sino en abreviarlos

para que sea la vida la que impere.

Quise cambiar la sangre por la tinta,

y el campo de batalla por la página. 

¿Acaso no es mejor ejercitarse 

en la meditación que en la violencia

y conquistar la paz del corazón?


martes, 27 de febrero de 2024

Dos vidas

Haydn: La creación

Dos vidas tenemos: la que vivimos físicamente cada día y la que experimenta nuestra mente desde el pasado y hacia el futuro. Nos determinan la búsqueda del gozo y la huida del sufrimiento. Es decir: el instinto de supervivencia y, por lo mismo, el afrontamiento de la muerte. 

     Otra cosa es que nos detengamos en contingencias que consuelen nuestra temporalidad: vida extraterrestre, vida en la persona amada, vida en el hijo, vida en el arte.

     Lo que en realidad perseguimos es la permanencia del yo, su transmigración salvífica en otra dimensión.
         El pasado es el venero desde el que alimentamos el presente.  
         El futuro es un invento de la nostalgia de un pasado mejor, o de un edén soñado.
      Solo vive serenamente quien aprende a convivir consigo mismo y sus limitaciones.
     Luego pasamos a ser ceniza o transmigramos tras esperar 49 días en el Limbo (según el budismo).


lunes, 26 de febrero de 2024

La voluntad hímnica.


Fauré: Elegía

1.- Con la misma certeza que digo “yo nací”, puedo afirmar, sabiéndome igual a todos los seres humanos: "moriré". Y entre ese pasado y este futuro queda un hoy al que llamamos yo, al que desconozco y del que solo sé que siente y piensa contra la muerte. 

2.- Ese vacío es lo que pretende llenar la conciencia, aun temiendo que nunca logrará su propósito de identificación. 

3.- Por lo tanto, todo mi conocimiento de la temporalidad se reduce a decir: nací cuando necesité pensar para paliar la muerte, y seré hasta que esta venza a mi pensamiento en desigual batalla. 

4.- De donde brota la primera realidad palpable. “Sé que sufro; por eso sé que existo”; ese fue mi cogito ergo sum. 

5.- Terrible silogismo, pero exacto. Y más terrible porque la razón del animal racional que había en mí no hallaba un argumento para mitigar aquel dolor: supe que no existía un principio inamovible, o yo no lo encontraba: lo que me despertó un Escepticismo Agónico. Y escribí:


LABERINTO ESTELAR

Mira una noche clara la inmensidad azul
del firmamento, observa la transparente urdimbre
de los astros, el mágico estallido
de luz. Sobre tus ojos la galaxia de Andrómeda
agita sus estrellas
como infinitos átomos gigantes.
A un millón de años luz de ese bosque solemne
vives tú, enamorado de tu gran corazón,
un astro diminuto que late y te recita
palabras armoniosas que siempre te convencen
de que tú eres el rey del Universo.
Y sin embargo yaces en un rincón oscuro
limítrofe de nada, tan lejano
de cualquier referencia y claridad
que si Dios te buscase jamás te encontraría.

Ante esa catástrofe síquica pocos seres sintientes y pensantes se convertirían en héroes de la esperanza. Yo no he hallado en mí, jamás, arcilla para forjar esa heroicidad. Sospecho que, por ejemplo, tampoco tanto suicida habitante de la Historia, aunque muchos de ellos crearan obras luminosas como estrellas. 

No sé bien cómo; pero, finalmente, sentí, deduje y escribí:

(Sobre el suicidio)

Antes de decidirte a abandonar
esta vida que odias o te duele,
cerciórate de que hay otra existencia
―o una nada― más digna a la que ir;
no sea que el lugar en el que surjas
aún te horrorice más que este que habitas.

domingo, 25 de febrero de 2024

Longanizanimidad.




Chopin: "Tristesse"

No sé si me admira más que solo de vez en cuando encuentre un nuevo libro admirable o que la mayoría se admire ante casi todos. 

Lo primero tal vez implica que soy en exceso exigente, o que carezco de las virtudes con las que otros consiguen ver maravillas donde yo solo veo mediocridad y reiteración; lo segundo, que hay demasiados que se contentan con poco, o que padecen tanta sed intelectual que confunden espejismos con oasis.

Mis libros me parecen tan simples tentativas como los ajenos que "son" séptimas maravillas para sus autores.

Sin duda: algunos nos equivocamos. 

Pero algunas cosas parecen ciertas: 

1.- El asombro cultural continuado es una confesión de la propia incultura. 

2.- En el mundo hay demasiada gente y pocas personas. 

3.- En Arte no hay democracia, sino individuo.

4.- Por eso la cultura es -debe ser- un espejo del individuo cabal, no de la sociedad -que nunca lo es-.

5.- En la existencia hay unas pocos temas esenciales y unas pocas maneras de estructurarlos con la palabra. Leídos los autores imprescindibles tenemos la clave de casi todo, y todos los demás somos simples aprendices queriendo ser maestros.

Oncesílabos en busca de prosa


Mansell: Réquiem por un sueño

Oncesílabos en busca de prosa (La procrastinación)

Para una sola cosa estamos pre-
parados al nacer: para morir, 
que no precisa aprendizaje alguno. 
Tal vez por eso ya hace muchos años 
escribí que "nací cuando hube de 
pensar para luchar contra la muerte". 
No obstante, aunque "los dioses mueren cuando 
el hombre piensa", nada puede contra 
la muerte el pensamiento. Al contrario: 
cada elucubración sobre ella es una 
muerte anticipada. Y tal tragedia
es la que me obligó a considerar 
que, ya que es imposible convertir 
la vida en el edén de una utopía, 
el suicidio es la única expresión 
de libertad que existe. (Aunque también: 
el suicidio es la singular batalla 
que nunca deberíamos perder: 
porque es contra nosotros).


Agradezco a M. Heredia su prosificación:

     Para una sola cosa estamos preparados al nacer: para morir, que no precisa ningún aprendizaje. Tal vez por eso escribí hace muchos años que "nací cuando necesité pensar para combatir la muerte". Pero aunque "los dioses mueren cuando el hombre piensa" nada puede contra la muerte el pensamiento. Al contrario: cada elucubración sobre ella es una muerte anticipada. Ese sufrimiento es el que conduce a considerar que, puesto que es imposible convertir la vida en la realización de una utopía, el suicidio es la única forma de libertad que existe. (Aunque claro está que el suicidio es también la única batalla que nunca debemos perder: porque es contra nosotros).


sábado, 24 de febrero de 2024

Entre la lucidez y la locura.

Schumann: Adagio Segunda Sinfonía
No creo exagerar si afirmo que el sufrimiento es el mayor autor del mundo y el que más grandes obras ha creado. Quiero decir: el sufrimiento de un hombre -o mujer- sensible, inteligente y fortalecido por el afán de superación y resiliencia.
     Eso no significa que haya que cultivar el dolor y renegar de la alegría. Significa que solo quien sufre encauza su creatividad hacia la conversión del dolor en serenidad y a la estimación de la alegría como una conquista de la voluntad y no como un ludismo efímero y circense. 
     No es fácil trazar la frontera entre la lucidez y la locura, ese viejo tema: pero Dostoieski o Poe no hubieran escrito sus laberintos síquicos si no los hubiesen padecido y, no obstante, hallado un equilibrio entre sus cielos e infiernos. Ya se sabe que Goethe afirmó que escribió su Werther para desplazar su propio suicidio al de su personaje -como tantos que utilizan su obra como mejor terapia-. En cambio, Bach era un hombre que parece haber controlado insuperablemente sus impulsos, mientras que Beethoven necesitó titánicos esfuerzos para dominarlos.
     El umbral de la sensibilidad y la inteligencia deja paso a la prisión del otro lado, de la que es difícil escapar sin una férrea  fortaleza y disciplina: eso les ocurrió a Schumann y Van Gogh, quienes caían y se levantaban de sus crisis visionarias hasta que cayeron engullidos por el desequilibrio de su genio.
     Hay mentes hipersensibles y otras insensibilizadas. La hiperestesia percibe desde el ruido del silencio hasta el clamor del universo: una infinita gama de matices que, como un diluvio de ígneos aerolitos,  alteran, para bien y mal, la sensatez y la armonía. 
     Que el dolor ha regido el mundo es un axioma que se deriva de la observación de la Historia, lo cual explica que existan unas pocas odas frente a millares de elegías. 
     Una terrible observación se deduce: Si eliminásemos la neurosis del mundo estaríamos infligiendo a la humanidad un  triste flamigerio: el deshojamiento del Arte y la Filosofía -y aun de la Ciencia-. Estaríamos trepanando a quienes son demasiado cuerdos y transgreden la línea emocional e intelectual.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Detective privado


 

¿Quién dice que murieron?

 R. Strauss: Donn Quijote, final

Compendio del corazón humano y la razón social es El Quijote. Ahí continúan el personaje y su utopía: triunfando sobre los molinos disfrazados de gigantes, esperando con su voluntad empecinada que los estrategas de la sociedad den su vida por los débiles simplemente haciéndoles justicia en vez de ser solidarios y altruistas solamente consigo mismos. 
    En sus páginas viven más de trescientos personajes y miles de conceptos para todos los gustos: los idealistas hallarán en Sancho un contertulio que les haga poner el pie en la tierra; los realistas disminuirán su materialismo al compás de Don Alonso; las feministas hallarán premisas para sus intereses en el episodio de Marcela (Parte I, cap 11-13); los amantes del amor encontrarán piropos por doquier; los celosos tal vez dejen de serlo con El curioso impertinente (I, 32-35); los jueces aprenderán de la sensatez de Sancho durante su estancia en Barataria (II, 45); los contadores de chistes se solazarán a cada paso, y los amantes de las gorrinerías verbales admirarán el episodio más guarro sin una sola palabra porcina en la aventura de los batanes (I, 20); quienes creen que los consejos son buenos, aunque pocos los sigan -porque solo aceptamos los que nos dicta nuestra experiencia-, agradecerán una breve y sabia colección (II, 42-43); aquellos que admiran el verdadero valor lo encontrarán en Roque Guinart (II, 60) y en las palabras del vencido Don Alonso Quijano en las playas de Barcelona (II, 64); los descontentos de la sociedad comprobarán que cualquier tiempo pasado fue igual, si no peor; quienes necesitan cambiar de libro constantemente, o leen varios intercalando unos con otros, hallarán, en uno solo, una novela de caballerías, otras moriscas, picarescas, amorosas... 
    ¿Quién dice que Don Quijote y Don Alonso murieron en el último capítulo?


    

lunes, 19 de febrero de 2024

Llegó con tres heridas


Un extranjero en su tierra

Gerswhin: Un americano...

Lentamente, el olvido

No sé si eras azul ayer o solo
lo eres en mi recuerdo. Voy 
olvidándolo todo lentamente.
La vida, igual que la memoria
es un fraude también. Hay tantas cosas
convertidas en frágiles recuerdos
que si no consiguiéramos diluirlas
en tiempo inexistente o inventado
nos transubstanciaríamos en galaxias
que acabarían estallando.
Somos sístole y diástole
reconstruyendo tumbas.
De manera que es como si la muerte,
generosa, quisiera mitigar
con el mágico olvido
el sufrimiento de la despedida.

sábado, 17 de febrero de 2024

Diez.


Grieg: La mañana

1.- Creo en el derecho a la vida.
2.- Creo en el derecho a la muerte.
3.- Creo en el individuo, no en la sociedad.
4.- Creo en la educación para la responsabilidad.
5.- Creo en la cultura, no en la civilización.
6.- Creo en el Arte, no en el artista.
7.- Creo en la necesidad de la política, a pesar de los políticos.
8.- Creo en la amistad, no en el amor: en la amistad que conduce al amor.
9.- Creo en el corazón reflexivo, no en la razón sentimental.
10.- Creo que para encontrar una verdad hay que empezar dudando de todas las verdades establecidas.


viernes, 16 de febrero de 2024

Hoy, en Classics




Pablo Neruda.

 


Shostakovich / Berstein: Sinfonía Leningrado

Pablo Neruda no solo es uno de los más grandes poetas del siglo XX, sino un hombre inmerso en las circunstancias de su tiempo. Luchó por los oprimidos, constató la desolación de residir en esta ciudad llamada Tierra, combatió el franquismo, llevó a España en el corazón, elevó a las cimas de la lírica -superada su etapa existencialista- su amor por la existencia y el mundo tal como es, abandonó los dictámenes del comunismo en su poesía cuando consideró que este no lograría para los hombres la tierra prometida, sufrió persecuciones y exilios, abominó de sus libros pesimistas, cantó las excelencias de la vida celebrando lo elemental de la naturaleza, enamoró con más de 20 poemas y más de cien sonetos a jóvenes y mayores, llevó la libertad en las entrañas, murió junto a ella y junto a Allende hace cinco décadas. 

En nuestro siglo conviven sociedades de muchos siglos: junto al elitismo privilegiado de quienes viajan al progreso en naves espaciales y superbienestares, yacen los tercermundismos prehistóricos y sus países convertidos en inmensos cementerios. Pablo Neruda fue un viajero inmóvil en su solidaridad constante, errabundo en sus destinos como cónsul, embajador, pacifista. En donde estuvo, hilvanó para todos, con su palabra salmodiosa y necesaria, himnos y cantos, llantos y elegías. Y porque conoció el dolor y lo vivió, y porque encontró la alegría y la abrazó, y porque abandonó la desesperación y escogió la esperanza, escribió sobre los asuntos de la materia y el espíritu como pocos autores han sabido hacerlo. Su palabra no fue la de un poeta que piensa en los poetas, sino la de un ser comprometido con el hombre de sangre y hueso y la mujer de carne y alma, sus debilidades y sus sueños, sus pasiones y sus sufrimientos.
 
Si a veces se excedió literariamente en sus convicciones ideológicas, enmendó sus prosaísmos y panfletos con su defensa de los avasallados. Ahí está, por ejemplo, frente a algún poema excesivo, su labor, en 1939, como cónsul para la liberación de los republicanos: miles de españoles se refugiaron en Chile. Poco antes, muchos de esos republicanos habían impreso en las trincheras su libro España en el corazón. Por España pasó, pocas semanas antes de morir, y sabiéndose ya muerto, quizá para despedirse de la patria que amó, en la que residió y por la que luchó. Su liderazgo entre los poetas de su tiempo español lo constata, entre otros, Miguel Hernández, a quien ayudó, defendió y difundió, muy al contrario de lo que hizo, con su actitud aristocrática y despreciativa, el señoritismo de García Lorca.

La lección de Pablo Neruda, como la de César Vallejo, por ejemplo, fue la de que el artista no puede aislarse en ese país llamado arte, desertando de la realidad física, porque, si no, no se cumple enteramente como hombre. Cuando en 1971 recibió el Premio Nobel había dejado para la cultura algunas de las obras más memorables de la poesía: Residencia en la tierraCanto General, 20 poemas de amor y una canción desesperada... sin que su compromiso humano, la impureza de la vida cotidiana, lastrase la inmensa calidad de su arte verbal. Por eso Neruda es leído cada vez más tanto por el pueblo sencillo como por los eruditos. Porque Neruda contiene mucha verdad fecunda en su palabra. Y de verdades vive el hombre, no de versos impunes.


miércoles, 14 de febrero de 2024

Las vidas que no fuimos.



Fragmentos de identidad

¿Dónde estarán todas aquellas vidas 
que quisimos vivir y no vivimos?
El amor que callamos, el dolor
que, ciegos, infligimos al callarlo;
la incierta voluntad, la ociosa muerte
de un presente que no nos atrevimos
a abrazar por temor a su futuro.
No eres tú, ni soy yo; somos fragmentos
amputados del que quisimos ser.
¿Y seguirás viviendo sin vivir?
El que yo fui se obstina en seguir siendo,
y lucha contra aquel que quiero ser;
el que seré me dice que no sabe
todavía su nombre; y entre tantos 
vagidos de mí mismo me diluyo
inexacto, inconcreto, inacabado.
¿Y seguiré viviendo sin vivir
las vidas con que sueña el corazón?



martes, 13 de febrero de 2024

Vida extraterrestre.



Holts: Marte


     Si pudiésemos comprimir los cuatro mil quinientos millones de años de edad de la Tierra en un solo día, y contemplar sus gráficos en un panel, veríamos -según William Bryson- que solo hacia las diez de la noche surgieron las primeras plantas terrestres; que hacia las 23 horas nacieron los dinosaurios; y que la vida homínida a la que pertenecemos apenas representa los últimos setenta y siete segundos de esas 24 horas. ¿Cuántos segundos nos quedan, y por qué nos autodestruimos y destruimos el planeta?
     Necesitamos creer que la vida tiene un fin; pero, ¿y si la vida fuese solamente una pulsión de la energía del cosmos, que crea seres para descrearlos, y que somos materiales fungibles aunque nos soñemos inmortales, reencarnables, dignos de alguna metafísica misión? ¿Sería mejor atenernos solamente a la certeza de que los demás nos necesitan hoy? ¿O acaso los derechos humanos que hoy nos amparan no incluyen el amparo de nuestros descendientes y el deber de prevenir el mañana? 
    ¿No somos todos iguales? Compartimos con todos los seres humanos el 99’9 de nuestro ADN. Para mantenernos vivos, el corazón bombea unos 340 litros de sangre por hora, 8.000 litros al día, tres millones de litros al año, 225.000.000 durante una vida. Así desde nuestros inicios y hasta nuestra extinción. ¿Adónde conducimos esa torrentera? La verdad es que, por naturaleza, somos el último mono, lo que no significa que seamos el primer eximio, como demuestran nuestros excesos. Somos todos iguales excepto en nuestras concepciones de la igualdad, que es lo que configura el bienestar y el malestar de las sociedades. Cada sociedad se desintegra para integrarse en otra que debe ser mejor. Y ya no es posible vivir sin tener en cuenta que la nave espacial llamada Tierra necesita de nuestros cuidados si pretendemos continuar el viaje.
    Contra la creencia popular de que es improbable la vida extraterrestre, dice el Nobel Christian de Duve que la vida es una manifestación inevitable de la materia, y que las condiciones adecuadas para su aparición se dan un millón de veces en cada galaxia; lo que quiere decir que, solo en la nuestra, es probable que tengamos un millón de especies hermanastras. La Tierra ha engendrado -a lo largo de los cuatro mil quinientos millones de años de su historia- 30.000 millones de especies de criaturas, entre las que se encuentra el homo sapiens, cuya edad apenas llega al 0’0001 de la terrestre. ¿Cómo no admitir que lo mismo ha sucedido en otros lugares del universo y que existen otras inteligencias más sensatas? ¿Iremos en su búsqueda, como en una mala película ficticia, cuando aquí nos asfixiemos? ¿Encontraremos planetas también contaminados o repetiremos allí nuestros errores?
     


lunes, 12 de febrero de 2024

Mesas separadas


Teatro



El retorno de los brujos

 

Ligety: Requiem

... Vino a sumarse a mi íntima rebelión adolescente -la de que hay que "matar" a todo padre para hilvanar libremente nuestro propio criterio- el encuentro con Vida de Jesús, de Renán; y allí había suficientes apoyaturas como para dar por válido mi desenmascaramiento de que los dioses no eran más que hombres disfrazados de la eternidad que les concede la leyenda: nuestra necesidad de que existan. 
     Tras esa heterodoxia, inmediatamente me tropecé con otro libro heterodoxo y despertador de mentes ávidas de descreer para creer solo en las probables posibilidades de la lógica, por muy autodestructivas que fueran. El retorno de los brujos, de Pauwells y Bergier, era un extenso catálogo de descreimientos de lo establecido, y abría otras ventanas para mirar el mundo y la existencia, tratando de comprenderlos sin hipocresía ni adulterios de la realidad, sin desechar lo oculto ni los ocultismos. 
     Lo recuerdo con un placer añadido: fue mi primer contacto con algunos cuentos de ficción científica que se insertaban en sus páginas de vez en cuando: El Aleph, Cacharro y Los nueve mil millones de nombres de Dios (Borges, Bradbury, Clarke), si no recuerdo mal...
     Aquí abajo puede descargarse el libro y saber, en cuatro minutos, su gestación: 

Sobre El retorno...

Leer:

domingo, 11 de febrero de 2024

Lecturas imprescindibles, 13


Herrmann: Fahrenheit 451

¿Un mundo sin libros, sin arte, sin pensamiento? ¿Un mundo sin más mundos que este mundo? Insufrible páramo sería nuestro cerebro, invivible existencia.
     Esa es la antiutopía que imaginó Bradbury al relatar la aventura de Montag, un bombero que empieza a dudar de su oficio, que es el de quemar libros para que el pensamiento no se contamine con libertades. La utopía consiste en saber si encontrará a los hombres-libro, capaces de resolver esa dictadura del poder memorizando las grandes obras escritas por el hombre. 
    Si en la orweliana 1984 existía la policía del pensamiento y se acomodaba la Historia a la conveniencia de El Gran Hermano, aquí ese nazismo anula toda cultura, que es tanto como trepanar el cerebro universal. La astucia de Bradbury consiste en hacer que sea el mismo ciudadano el que denuncia a quien posee libros porque -se predica- leer es pensar y pensar hace infelices a los hombres. 
 
     Antes tal vez están los "hombres que son libros", de Gracián; después El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
 
     La prédica se resume en que todos debemos ser iguales: pero iguales en analfabetismo, no en cultura.
 
     He dicho distopía: debo añadir que cada vez parece más una realidad, puesto que los ministros de cultura han encontrado la forma de esclavizar al hombre reformando la Educación y reduciéndola a unos planes de estudio en donde el niño aprende que lo único que hay que saber es cómo ganar dinero, a cualquier precio y despreciando todo lo demás.