Debussy: El mar (Baile de olas)
Enamoradiño de Susana estaba Pedro, aquel verano en Torrevieja. Fue por allí durante tres o cuatro años, en los meses de agosto. Y, cuando un día ambos salieron del mar, como dos peces brillantes jugando a perseguirse, y se sentaron sobre la toalla, él le dijo a ella con su voz susurrante y melancólica: "Se te han quedado dos gotas de océano en los ojos, y son como dos olas que me inundan. Qué hermosa es la tormenta que hay en mi corazón".
Así la enamoró.
Escribió prosas y versos que tal vez solamente yo conservo; y, tras algunas cartas, desapareció con su amorosa estatua y sus inviernos. No sé más.
(Sospecho que al menos uno de los dos poemas que aquí copio no fueron dirigidos a la misma ninfa de la playa: los ojos de la destinataria del segundo son "negras lunas", no del color de las marítimas olas como las gotas del océano de Susi).
La estatua
Como una estatua líquida, sonríes,
Como una estatua líquida, sonríes,
carámbano de cielo, frente al mar,
mientras las olas leves te persiguen
para abrazarte con tu propio abrazo.
Playas sin horizonte, errante piélago
que se acerca y se aleja igual que un péndulo
precipitado a la desolación.
Pareces de coral y carmesí,
devanación de esfinge alborozada,
devanación de esfinge alborozada,
y brillas como un chorro de alegría.
El agua se deshoja entre sus olas
y teje su guirnalda ante tus pies.
Triste melancolía la del mar,
que no te alcanza y deja al retirarse
su corazón como un dibujo muerto.
Me dolía la vida
y un día te encontré.
Me dibujé en tus ojos,
que me llamaban como negras lunas.
Tu sonrisa me hizo sonreír
y entró en mi corazón
como una luz serena
cargada de promesas.
Yo soñaba que estaba en una isla,
abrazado a tu cuerpo y a las olas.
Náufrago del dolor,
me buscaba en tu boca,
y en la mía tú hallabas
el beso, talismán que nos unía.
Ahora, ya despierto, yo me digo:
tal vez tú eres mi isla,
y en ti quiero adentrarme
hasta amarrar mi sexo en tus entrañas.
Mensaje en una botella
y un día te encontré.
Me dibujé en tus ojos,
que me llamaban como negras lunas.
Tu sonrisa me hizo sonreír
y entró en mi corazón
como una luz serena
cargada de promesas.
Yo soñaba que estaba en una isla,
abrazado a tu cuerpo y a las olas.
Náufrago del dolor,
me buscaba en tu boca,
y en la mía tú hallabas
el beso, talismán que nos unía.
Ahora, ya despierto, yo me digo:
tal vez tú eres mi isla,
y en ti quiero adentrarme
hasta amarrar mi sexo en tus entrañas.
© Pedro Ramírez
Conclusión: ¡Qué bonito es el amor!
ResponderEliminar... Cuando es bonito...
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