Hace hoy 50 años que murió Strawinski, y poco más de un siglo que se estrenó una de las obras más revolucionarias de la Historia de la Música. Su violencia sonora y su capacidad para transformar el aparente ruido en música inquietante nacida del fragor que emite el cuerpo humano enfureció al público asistente, que estalló en similar violencia arrasando la orquesta. Strawinski inventaba un lenguaje, ese que se deriva de su propia confesión al componer la obra: "la escucho en mi cabeza, pero no sé cómo llevarla al pentagrama".
Cuando el autor inventa, el mundo se prolonga.
Compárese la clásica visión descriptivista de Vivaldi con la ritual y ancestrícola del clásico del siglo XX "La consagración de la primavera" -esa destructora de tímpanos académicos, que sentirían muchos-, en la que Strawinski descompuso -y recompuso- el idioma musical al año siguiente (1913) de ser vapuleado por el público.
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