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jueves, 31 de enero de 2019

Elogio de la experiencia

Holts: Saturno

Al ritmo creciente que lleva la sociedad en su obstinación por matar al individuo -al individualismo- muy pronto el mayor mal que nos aceche será la soledad de sentirnos ajenos en un mundo de ajenos. 
     Ya es improbable mantener una conversación sin que esta se convierta en disputa y por ello en origen de enemistad soterrada. Las varias televisiones y videojuegos en cada hogar -o deshogar- desmembran las familias; los móviles inmovilizan a cada uno en su autismo; la longevidad, falta de atención, hace que el miembro que sobrevive de la pareja quede a merced de los carnavales de la senectud...
     Bien está que la juventud madura sustituya a la vejez inmadura; lo que está mal es jubilar la experiencia y sabiduría de la sensata edad por la inexperiencia e insensata euforia de los juveniles licenciados en ignorancia que empiezan a mandar en el mundo.
     En la Antigüedad grecorromana el senado estaba compuesto por ilustrados ancianos, esos que destierra la actualidad porque prefiere a los que sacan lustre a su incompetencia. 
     Las grandes obras de la Humanidad, salvo ilustres excepciones, se han fraguado desde el conocimiento que atesoran los años. 
     La soledad del artista era necesaria, y lo es, porque quien no se obsesiona lúcidamente con su creación no crea más que espejismos. 
     Así que prefiero un Matusalén sabio a un presunto Mozart cuyo único mérito es presumir de lo que no es porque cree que las florituras, los ditirambos y saltimbanquismos son profecías de su gloria en vez de jumenterías de su inopia.


miércoles, 30 de enero de 2019

martes, 29 de enero de 2019

Lecturas medicinales.


Schumann: Canción nº 5 sobre Eichendorff

                                    Leger: La lectura

          Saber vivir no es más que saber cambiar de vida: de modos de sentir, de formas de pensar, de maneras de actuar. Aprender a mirar de otra manera. Y en los aparentes desiertos de las páginas de un libro se encuentran los paisajes más hermosos del planeta. Y oasis como inmensos océanos de agua pura para las mentes confundidas.
      Inmersos como estamos en la resaca de una cultura judeocristiana, en la que el sentimiento de culpa y el autocastigo son raigales del inconsciente colectivo y de nuestros comportamientos, se necesitan exorcismos que nos devuelvan la naturalidad de la alegría, la conciencia limpia y responsable para gozar los frutos de la existencia, sin que ningún Pepito Grillo nos persiga. Necesitamos restituir como principio de identidad la espontánea bondad y generosidad del corazón humano. 
     Nuestras personalidades se van formando por la repetición de actos cotidianos constituidos en hábitos. Si un hábito ingresa sensaciones agradables en nuestra cuenta corriente sicológica, nuestra conducta se revela relajada y comunicativa. Si, por el contrario, alimentamos nuestra mente con sentimientos espinosos, seremos pasto de las depresiones. Tristemente, la malversación, durante siglos, de algo tan enraizado en la sociedad como el contenido de los evangelios nos ha embutido en un laberinto de culpas y redenciones que tienen como referencia el sufrimiento. Mucho deben a las iglesias -también últimamente a los políticos- los siquiatras, cuya tarea consiste en devolver las mentes a un estado de inocencia primigenia -fundamentalmente: mostrar que las leyes morales tergiversan a menudo las leyes naturales-, estableciendo hábitos y terapias que anulen los estados emocionales enfermizos. Se trata de sustituir la conciencia del miedo a vivir -que tiene su causa en el delito calderoniano de “haber nacido”- por la “joie de vivre”, la alegría de vivir a pesar de las incertidumbres de la vida. ¿Y qué mejor terapia que acostumbrar los ojos -que son los inversores más activos de la cuenta corriente de nuestra autoestima- a unas palabras jubilosas sobre la verdad de la existencia, a unas páginas recordatorias de los dones del vivir, mientras la sombra de un árbol o la luz de una lámpara nos preserva de los rigores del tiempo? Qué alegría para los sicoterapeutas: contemplar sus consultas vacías porque unos hombres extraordinarios escribieron unas cuantas palabras que constituyen la mejor medicina para los melancólicos.
     Muchos libros hay, afortunadamente, que son médicos inmejorables porque alientan y enseñan a mirar de otra manera. Nos hablan esos libros de la extensión innumerable del corazón humano, de la profundidad del amor, de la solidaridad universal, de la búsqueda de un paraíso en este mundo, de la conquista de la felicidad no como un cielo extraterrestre sino como una tierra pisada, amada y sufrida por los hombres. Son obras nacidas a pesar de esa consigna del dolor, y sus autores la vencieron y la sustituyeron por la templanza y por el gozo; si no, serían probablemente euforias gratuitas. Muestran el crecimiento que hay desde la desolación más absoluta al entendimiento honorable del mundo y a una manera de sentir la vida alentada por el positivismo, el júbilo y la juvenilidad: el verdadero sursum corda. Ese paso de un existencialismo derrotista a una exaltación de la existencia es el legado de esos hombres para el hombre actual. Porque no importa de dónde venimos, ni si llegamos cargados de cadenas; lo importante es que deseemos quitárnoslas para construir nuestra propia libertad; porque nuestra vida no está en el pasado, sino en el porvenir. Y éste también se construye con hábitos. Por ejemplo, los de convivir diariamente con armoniosas reflexiones ajenas hechas nuestras. Abra el lector -para empezar, y por ejemplo- el “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, o las “Alturas de Macchu Picchu”, de Neruda, y sentirá que recupera un mundo que le robaron hace tiempo. 
      

lunes, 28 de enero de 2019

Orwell: 1984.


Tal vez haya otros tan desconocedores como yo del mundo cotidiano: vivir al margen, como en una isla, recorriendo solo el propio continente interior en un monólogo constante. Y no por egoísmo, sino por haber precisado toda la atención para luchar contra los propios monstruos.
     Así, ajeno a todo lo exterior y sin tener conciencia de mi ajenidad y ensimismamiento; así, yo que venía de la libertad encarcelada de quien se aísla para encontrar sosiego, que llegaba de la armonía del Siglo de Oro y la Música, encontrarme de pronto con un libro que habla de una sociedad en la que quien más libre quiere ser se convierte en el mayor esclavo. Así llegué yo a la novela 1984de George Orwell. Y comprendí entonces la maldad: no del infierno, sino de quienes rigen los poderosos cielos de la tierra.
     Desolación sería una de las primeras palabras para calificar esta distopía orweliana, terrible visión de un mundo prefigurado humorísticamente en Rebelión en la granja
     1984 es la manipulación del hombre mediante la tergiversación de la memoria al cambiar constantemente la realidad que testifica la escritura, el libro, el documento histórico. Es la invención de la guerra para controlar el exceso de productividad, crear un enemigo al que odiar y un amigo al que confiar la propia salvación. Es la tortura síquica. Y la destrucción del amor en un mundo en el que está prohibido amar. Y la robotización. Y constatar que el ser humano puede ser el más inhumano de los animales. La supresión del lenguaje como vehículo para el conocimiento. La castración de la voluntad.
    Imprescindible para conocer al enemigo social.

Aquí, un fragmento de la 2ª versión para el cine:


Una de las grandes distopías.
La selección del recuerdo histórico.
Si somos lo que recordamos ser... somos consecuencia de una masacre síquica.

domingo, 27 de enero de 2019

Obras del autor en la Biblioteca V. Miguel de Cervantes


La poesía de Antonio Gracia se dispone en dos tramos cronológicos conectados por un espacio de silencio creativo y maceración espiritual. Sus primeras obras son, como el buitre de Prometeo, máquinas de triturar y de torturar, instrumentos de una tarea cognoscitiva tras la que todas las seguridades quedan con las raíces al aire. Unos años más tarde el poeta emerge, sin armas ni bagajes, entregado a la conciliación y a la consolación. 
En este espacio dedicado al poeta Antonio Gracia podemos consultar diversos materiales sobre el autor como (pulsar para ver) la semblanza crítica, bibliografía y una selección de textos de su antología poética. La página incluye, también, una videoteca con una entrevista al autor y un recital.

Relación de obras del autor

RELACIÓN DE OBRAS, II



viernes, 25 de enero de 2019

Las páginas del rostro.


Prokofiev: Montescos y capuletos


Todos somos como libros desconocidos de los que nada sabemos hasta que abrimos sus páginas: entonces seguimos leyendo o abandonamos la lectura. Y así debieran ser las relaciones humanas: libros que se leen unos a otros para conocerse y que, cuando no se gustan, simplemente se dejan de leer y se cierran, sin enemistad, decepción o rencor. 
     Desafortunadamente, no ocurre así: y muchas amistades, o matrimonios, o parejas... dejan de relacionarse como libros o personas para instigarse como avellanedas, góngoras y quevedos, o como editoriales mal avenidas.



jueves, 24 de enero de 2019

Leo en tu cuerpo mi mejor poema.



Has llegado hasta mí y has dicho: Deja
la pluma y ven, escribe en mi cintura
un tatuaje de amor interminable.
Yo he dejado el poema, cuyos versos
no surgían precisos y, rodando,
hemos caído el uno sobre el otro,
convirtiendo los cuerpos en la más 
elocuente palabra: la furiosa
conversación de nuestra carne ha sido
el hermoso poema que buscaba.
Ahora me basta con copiar la luz
y el resplandor de nuestros corazones
para que el verso fluya luminoso.






miércoles, 23 de enero de 2019

La seducción del amor

De la edición de enero de

El Cuaderno

Un breve itinerario del amor

/por Antonio Gracia/

La seducción del amor

Si saltamos desde la sabia infancia rupestre hasta los arbotantes de la cultura griega, éste es un ejemplo de cómo empezó o se afianzó todo en literatura, música, pintura; y de cómo el arte se convirtió en creación, identidad, perdurabilidad y fascinación del hombre: un día de 1277 Dante observa, al cruzar una pasarela, a una adolescente a la que llamará Beatriz en sus escritos y siente la plenitud del amor; tanto, que le construirá la catedral de la Divina comedia. Otro día de 1503 Leonardo contempla un rostro que se empeña en categorizar como el de la belleza y la serenidad y talla con sus pinceles el manantial que es La Gioconda. Un tercer día, hacia 1800, Beethoven sueña con el amor de Giulietta Guicciardi y compone el diamante de la sonata Claro de luna.
Tres hitos, tres instantes, tres trincheras de la sensibilidad contra este mundo tan insensible al corazón. Hoy leemos la Vita Nuova, contemplamos a Madonna Elisa, escuchamos el Claro de luna y, de repente, se produce el milagro: renacen junto a nosotros Dante, Leonardo y Beethoven y somos ellos por un momento, se nos agolpa misteriosamente su magia y la mitología de un breve paraíso.
Ése es el poder del arte: la transfiguración de nuestra realidad cotidiana en otra con la que soñamos y que nos enjoya la existencia. Porque Dante viene acompañado de la revolución poética y filosófica del Renacimiento, y son PetrarcaGarcilaso, el Siglo de Oro, Lope, Góngora, Quevedo, BécquerJuan Ramón quienes se instalan en nuestra conciencia para seguir viajando hacia el futuro.
Lo mismo nos ocurre con la súbita resurrección de Leonardo y Beethoven: se sientan junto a nosotros y nos traen todo su tiempo, y el tiempo que los hizo posibles, y el tiempo que ellos ayudaron a crear; esos mundos llamados Wagner MahlerRubens Velázquez. ¿No es, por tanto, el arte el mayor dios y la mejor panacea? ¿Qué otra constelación de qué universo dignifica más al hombre? ¿Es el océano como El mar de Debussy Rimski-Korsakov? ¿Son las montañas tan plenas como la catedral de Rouen? ¿Algún viajero hay mejor que Ulises? ¿Está la vida tan viva como en La montaña mágica, de Mann? ¿Acaso existe algún cielo más divino que la Capilla Sixtina? ¿Algún soñador más ejemplar que Don Quijote? ¿Algún himno a la esperanza mayor que el de la Novena Sinfonía? ¿Algunos enamorados más fascinantes que Romeo y Julieta? ¿Un éxtasis más alto que el de Yepes? ¿Cuál es la realidad: la que vemos con nuestros ojos o con los del creador de cuadros, músicas, poemas?

Algunas perspectivas

Siendo el eros-amor el impulso primario y regidor pudiera pensarse que sería considerado como un Dios; y así fue: conocido es el último verso de la Divina Comedia: «Amor, que rige el mundo y las estrellas». Esa conclusión recoge el pensamiento y la evidencia anteriores a Dante y lanza el erotismo desde él hasta nosotros a lo largo de múltiples autores y culturas.
Primeramente, manifiesta la ley natural de que la criatura humana, humillada por la muerte, es pretenciosamente redimida por el eros en su carrera desde el instinto de supervivencia, que tiende a unir los cuerpos, a la progresiva disolución en la arcilla del barro. Eros tánatos, tirando de nosotros hacia arriba y hacia abajo: la ultratumba y la pretumba, la existencia y la inexistencia. Y en ese combate entre espiritualidad y carnalidad la mente del corazón entró en un laberinto inesperado: como si el amor carnal fuese un enemigo del espiritual, y no su complemento, se prohibió su explicitud tanto en el verbo como en las artes, tachándose lo escrito, borrándose o cubriéndose la desnudez de las pinturas. De modo que Quevedo escribe: «Ay Floralba, soñé que te … dirélo?/ Sí, pues que sueño fue… que te gozaba…». Y Góngora: «A batallas de amor campos de plumas…», recurriendo a eufemismos para penumbrar la exactitud o grosería. Algo semejante ocurre con la licencia de rumiar como místico lo que no es sino erotismo síquico.
Por eso, según sea el punto de referencia —el cuerpo o el espíritu—, resulta que:
  1. Platón condena el cuerpo como obstáculo para la divinización del espíritu, consideración que el cristianismo toma como ejemplo y principio, con lo que se condena la carnalidad a pesar del salomónico Cantar de los cantares, traducido a lo divino por el sanjuán que había en Juan de Yepes como Cántico espiritual, magna representación de la poesía mística.
  2. Por el contrario, desde Epicuro, Petrarca y el trovadorismo, junto con el islamismo aprendido en las cruzadas, se eleva a la mujer —símbolo del pecado cristianita, según la leyenda de la manzana edénica— a la categoría de musa y divinidad amorescente.
  3. Entre nosotros, Garcilaso proclamará el «Escrito está en mi alma vuestro gesto» del soneto V, medallón del amor a la mujer que encenderá el Siglo de Oro con el talismán del Quevedo del «polvo enamorado» y la romantización de «Mientras exista una mujer hermosa/ habrá poesía» de Bécquer; lo cual excluye la fealdad, como si esta fuese un demérito, y no, igual que la belleza corporal, una circunstancia sin mérito de la naturaleza.
  4. Núñez de Arce repite el aserto de Dante, y así escribe: «Amor, eterno amor, alma del mundo» (soneto Amor).
  5. En cambio, Góngora concibe el amor como un disfraz del sufrimiento: «La dulce boca que a gustar convida/ … /amantes, no toquéis si queréis vida/… pues solo del amor deja el veneno».
  6. De manera que, simultáneas, conviven las Rimas humanas y divinas de Lope y tantos otros.
  7. L. L. de Argensola prefiere la espiritualidad a la carnalidad: «No fueron tus divinos ojos…/ los que al fuego amoroso me han rendido…/ Tu alma/ es la que sujetar pudo la mía…».
  8. José Somoza, recatado o reprimido, se abstiene o se contenta con ver pero no tocar: «he de entrar cual la luna en tu aposento/ y cual ella …/ puro, trémulo, mudo, retirarme».
  9. Unos son hedonistas sin epicureísmo, y otros antropófagos de cualquier carnivoracidad: por ejemplo, el sicalíptico Arte de putas de Moratín padre, o el libidinoso Espronceda.
  10. Otras perspectivas hay. También la mujer, con más esfuerzo que el hombre, su represor, precisó un largo camino hasta llegar al «¡Descíñeme, amante!» y el «Tómame ahora…!» de Juana de Ibarbourou en La cita; o el «Tómame ahora que aún es temprano» de La hora (semilla del «Ámame ahora…» de Ricardo Molina en Invitación a la dicha) después del berrinche del «Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón…» de sor Juana Inés de la Cruz.
Sólo cuando pasan las castraciones de la sociedad, el individuo empieza a tratar el amor carnal y sensorial, buscando la naturalidad —la de Catulo, por ejemplo— con la que el Arcipreste habla de ello: «Aristóteles dice, y es cosa verdadera,/ que el hombre por dos cosas trabaja, la primera/ por haber mantenencia, y la segunda era/ por haber juntamiento con hembra placentera». Y surgen el Canto a Teresa, Altazor IINeruda («Cuerpo de la mujer, blancas colinas…») hasta las liberrimidades actuales tocadas de mal gusto (poético).
Así, en ese proceso, es como se llega, por ejemplo, a la vitalidad y transparencia, el violento, tierno y ecléctico poema de Hernández «Canción del esposo soldado»: en él un hombre afincado en un instante concreto siente el empujón diacrónico de la humanidad enamorada hacia su prolongación existencial, a pesar de la muerte que lo acecha —y con él a los demás y sus mundos—, arrastrando hacia sí todos los besos de todos los amantes anteriores, supervivientes en el coito con  la esposa y los sucesivos del hijo: eros, tánatos, enamoramiento, sexualidad, temporalidad, vencimiento del odio universal y ancestral, transfiguración, resurrección en otro, consecución de la luz, redención del flamigerio.

Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia(1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora(1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos(1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía(2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro <Alegría> y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte.


martes, 22 de enero de 2019

UN BREVE ITINERARIO DEL AMOR


Rodin: El beso


Rodin: El beso

El beso

Los dos cuerpos se acercan lentamente
como dos meteoros destinados 
a arder cuando se encuentren. Las cabezas 
avanzan, la mirada es una hipnosis
que empuja hombros y pechos al abrazo
que las manos engarfian. Brilla el tacto
en un piafar sin bridas ni corceles
hacia el desbocamiento interminable
del furioso volcán del corazón.
Una hoguera crepita en las entrañas.
Unidos y fundidos piel con piel,
la suavidad del labio bruñe y signa
de rojo el otro labio humedecido;
y juntos, esplendentes, muerden, sorben
la otra boca igualmente succionante:
hasta que estallan plétoras y luces
al entrar en un cuerpo el otro cuerpo.

lunes, 21 de enero de 2019

Greuze: La jarra rota


Greuze: La jarra rota



La frágil levedad de la mirada
ha dado luz al aire, sombra al viento,
y espaciosa quietud al movimiento
de la doncella gris enamorada.

Con pétalos y cántaro ataviada
sobre el vestido ajado y ceniciento,
el pincel no escondió el arrobamiento
de la azucena púrpura violada.

No es flor ni es manantial cuanto acompaña
su desmayada soledad marchita, 
sino aroma perdido, fuente rota.

Quien sueña un sueño azul se desengaña
ante la oscura realidad, que incita
al agua negra y a la flor remota.


sábado, 19 de enero de 2019

Buñuel: Un perro andaluz


La gratuidad semántica, la libre asociación síquica, el libertino fluir de la conciencia, la indefinición polivalente, la fusión de eros y tánatos, el montaje pararelo de historias indefinidas ... y el lúdico deseo de èpater le bourgeois
A pesar de la potencia de las imágenes, mucho ruido freudiano para no encontrar la nuez de una auténtica "obra maestra".
 Los experimentalismos son un medio, no un fin. Y el ingenio pocas veces conduce a la genialidad.


viernes, 18 de enero de 2019

Elogio del creador


Schumann: Traumerei

Algunas obras del hombre son grandiosas; los autores siempre son pequeños. Ese esfuerzo creador es su grandeza.

jueves, 17 de enero de 2019

Y sin embargo no hay apocalipsis.



Strawinski: Le Sacré

          Miro a mi alrededor; observo las aceras como un río de transeúntes que creen saber a dónde van; el semáforo se pregunta qué hace allí y parpadea sorprendido porque nadie hace caso de sus guiños; los automóviles compiten por saltarse las señales de tráfico; una anciana se arrastra por el suelo con la mano mendiga; en los rincones de la noche alguien esnifa un paraíso artificial; la televisión, gran dictadora de las normas sociales, ocupa el santuario de las divinidades de otro tiempo.
        Los Padres de la Iglesia, más astronautas que humanitarios, prestan más atención al cielo que a la tierra. Aquí se dejan pudrir los alimentos para equilibrar la Economía y allí se equilibra la Demografía dejando morir de hambre a cuantos nacen. Algunos jóvenes cargan la moto con el ruido de una metralleta y estudian, en el aula de la calle, para gánsteres. Los animales son cada vez más pacíficos y el hombre es cada hora más depredador. La cultura es ya solamente un derecho que pocos se imponen como un deber.
          Los nacionalismos, chovinistamente, hablan solo de que lo suyo es lo mejor -pero no lo comparten-. Los partidos políticos tratan de salvar su poder por cualquier medio y olvidan que el ciudadano es también un ser que hay que salvar para la solidaridad. Unos políticos celebran conferencias de paz mientras otros jalean la carrera armamentística. En un país viven como en la prehistoria y en otro se matan como en las peores películas de guerra. Los misiles escriben su destino en la punta de sus inmensos féretros volantes y, mientras tanto, las palomas pierden sus alas y su simbolismo. Al mismo tiempo que los asombrados ojos de un niño demacrado sonríen como una ventana abierta hacia la vida, un “yupi” carcajea el gran negocio de su carrera en el más alto piso de los rascacielos de la vanidad.
        Yo miro alrededor; vuelvo a mirar; y pienso: “Esto es el mundo, no le des más vueltas”. Pero no puedo dejar de darle vueltas y, todavía menos, darle la espalda. Lo malo es que tampoco sé -nadie lo sabe- cómo hacer frente a este tiovivo que llamamos vida. No sé si hay muchos hombres a quienes les importa el juicio que los demás hagan de ellos. Sin duda todos distinguimos las diferencias que separan a Gandhi de Hitler, por ejemplo. Pero lo que importa es el juicio que cada uno hace de sí mismo cuando, sin poder darle esquinazo, le asalta la pregunta: “¿Quién soy yo?”; y, también sin poder hacer záping mental, le aparece una imagen atroz que le responde “Frente a los otros -es decir: ante ti- no eres nadie”.               
  Porque lo cierto es que resulta escalofriante pensar que una gran parte del mundo es un inmenso hospital que los maquilladores de las altas finanzas disfrazan con colores de fiesta y sesudas reuniones en las que se demora para mañana y para nunca la solución posible: la ayuda a ese otro mundo que se pudre en el hambre y el dolor. Así que lo diré tan inútilmente como en otras ocasiones: mientras exista un ser humano con menos derechos que los demás, mientras haya un niño hambriento en cualquier rincón del mundo, el “Estado de Bienestar” es un insulto para la dignidad.
Y a pesar de todo, la existencia es un lugar hermoso; y lo sería más si hubiera menos gentes afeándola a cada instante. Muchos seres humanos hacen a otros felices, y muchos más lo intentan. Pero una mayoría se olvida, simplemente, de los otros. Yo mismo, tal vez, tengo más en cuenta mis palabras que a aquellos para quienes las escribo. Sin embargo, tirar la toalla no soluciona nada. Por lo tanto: ¿cómo evitar que la vida interior también se tambalee ante tanta catástrofe y seísmo? Detengamos el mundo un solo día, aboquemos las arcas de ese día sobre ese hospital, ya cementerio, y el universo humano habrá cambiado. Mostraremos así la solidaridad con los pueblos que viven esperando la muerte como único alivio al dolor de sus vidas.

martes, 15 de enero de 2019

Persecución de la dicha.

Borodin: Extraño en el paraíso

La felicidad no se encuentra; se conquista. Es un esfuerzo, no un azar. 
Si cuando te despiertas no miras hacia los otros y les das lo que esperas que te den, además de egoísta eres un mendigo de la alegría ajena.

lunes, 14 de enero de 2019

El abrazo infascista

Mozart: Don Giovanni

- ¡Eres más rubia que una entelequia fascista!
- Y tú más.
- Pero yo solo tengo tres pelos y no se nota.
- Pero se ven los chupetones.
- ¿Los tuyos o los míos?
- Los que quedan de tus mordiscos.
- ¿Te disgusta ese "maltrato"?
- ¡Maltrátame así hasta siempre!
- ¡Pos maltrátame tú así igualmente!
- ¡Todos somos iguales ante la ley!
- ¡Pero hay leyes más iguales que otras! 
- Ayer solo me diste setecientos besos.
- ¡Pos te denuncio!
- ¡Y yo a ti si no los aumentas!
- ¡Tu denuncia es precozmente falsa!
- ¡Y la tuya una fotocopia de la mía!
- Pos algo habrá que hacer: yo te daré un machistazo en las tetucias.
- ¡Y yo un feministazo vampirizatorio!
- ¡Pos prohibamos la delincuencia impune y promulguemos una ley amórica!
- Eso: ¡querámonos hasta matarnos de amóribus!
- Bien pensao y wena receta. Mejor hacer el amor que la guerra. 
- Y por si nos moribundiamos a besuvios y mordiscazos vámonos a la cama, que es donde debe morirse!