Has llegado hasta mí y has dicho: Deja
la pluma y ven, escribe en mi cintura
un tatuaje de amor interminable.
Yo he dejado el poema, cuyos versos
no surgían precisos y, rodando,
hemos caído el uno sobre el otro,
convirtiendo los cuerpos en la más
elocuente palabra: la furiosa
conversación de nuestra carne ha sido
el hermoso poema que buscaba.
Ahora me basta con copiar la luz
y el resplandor de nuestros corazones
No hay comentarios:
Publicar un comentario